Biden intenta bajarse de la cornisa de la arrogancia en Ucrania

Las crisis estratégica y económica en simultáneo impulsan a EE.UU. y la OTAN a buscar una salida negociada de la trampa de Ucrania. Toda la propaganda victoriosa que vimos en los medios occidentales, fue un engaño total.

Por David P. Goldman
La Administración Biden se enfrenta a un doble desastre tras su error de cálculo en Ucrania, a saber, una recesión en Estados Unidos y una segunda humillación estratégica militar, todo en un solo año.
Es casi seguro que la economía de los Estados Unidos está en recesión, mientras que los precios del petróleo impulsan la inflación que ha reducido el salario real de los trabajadores estadounidenses en aproximadamente un 6% anual.
Los alardes iniciales de Washington de expulsar a Putin del poder, destruir la capacidad de Rusia para hacer la guerra y reducir la economía rusa a la mitad su tamaño, parecen ridículos en retrospectiva.

La derrota en el espectro económico
La economía mundial se tambalea por las crisis de suministro de energía y alimentos, provocadas por las sanciones occidentales a Rusia. La política monetaria (de la Reserva Federal al subir la tasa de interés básica al 0.75% esta semana) puede reducir la inflación siempre y cuando obligue a los consumidores a dejar de comprar (usando menos sus tarjetas de crédito), lo que obligará a los minoristas a liquidar el inventario a precios más bajos, pero eso aplastará la demanda de materias primas, una cura que es peor que la enfermedad.
Mientras tanto, Rusia obtuvo un récord de 93,000 millones de euros de exportaciones de energía durante los primeros 100 días de la guerra, según concluyó un estudio finlandés. China e India, que se negaron a unirse a las sanciones del G-7 contra Rusia, supuestamente están comprando petróleo con un descuento de $30 a $40 por barril, mientras que los consumidores estadounidenses y europeos están pagando el precio máximo.

El Tsunami de los precios
Los precios de la energía se han convertido en el principal impulsor de la inflación del G-7. Las variaciones del precio del petróleo, con un desfase de uno a cuatro meses, explican el 70% de la variación mensual del IPC (Índice de Precios al Consumidor), según un estudio del Asia Times. Además, la sensibilidad del IPC de EE.UU. al precio del petróleo, fue aproximadamente el doble durante el período de febrero del 2020 a mayo del 2022 que durante los quince años anteriores, según muestra el estudio.
El PBI de EE.UU. se contrajo a una tasa anual de 1.9% durante el primer trimestre. La sorpresiva caída en las ventas minoristas de mayo, que informó el Departamento de Comercio el 15 de junio, y la caída intermensual del 14.4 % en la construcción de casas nuevas en EE.UU. informado el 16 de junio, apuntan a un segundo trimestre de contracción, es decir, una recesión según el criterio estándar. Eso significa una catástrofe para los demócratas en las elecciones del próximo noviembre.

El desastre para los europeos
Más grave que una recesión estadounidense es el riesgo de un desastre financiero entre las economías más débiles del G-7.
El yen de Japón ha estado en caída libre ya que la Reserva Federal ha restringido el crédito. La deuda pública representa el 270 % del PIB, y la mitad es propiedad del Banco Central de Japón, frente al 5 % en 2011. Con una población que envejece y gasta sus fondos de jubilación en lugar de ahorrar, la tercera economía más grande del mundo se está financiando a sí misma por la impresión de billetes. El costo de la cobertura de los bonos del gobierno japonés se disparó esta semana al nivel más alto desde la crisis financiera de 2008.
Italia, la economía más débil de Europa, sufrió un salto en el riesgo de la deuda pública casi igual de grave.
El Banco Central Europeo convocó una reunión de emergencia el 15 de junio, para abordar el deterioro de sus miembros más débiles y prometió medidas aún por concretar, para evitar la “fragmentación” de la Unión Europea.

Lo que EE.UU. subestimó
La Administración Biden subestimó enormemente el impacto inflacionario del paquete de estímulo Covid de $6 billones, que comenzó bajo la Administración Trump pero se duplicó bajo Biden.
Subestimó la resistencia de la economía rusa y las capacidades del ejército ruso.
Salir del abismo no será fácil. Puede ser imposible. Biden denunció al líder de Rusia como un criminal de guerra, afirmó que no se le podía permitir permanecer en el cargo y se jactó de que las sanciones de Estados Unidos reducirían la economía rusa a la mitad. El Secretario de Defensa, Lloyd Austin, afirmó que Estados Unidos destruiría la capacidad de Rusia para hacer la guerra.

¿Una humillación negociada?
Un compromiso en Ucrania con importantes concesiones territoriales a Rusia, que es la única forma concebible de poner fin a la guerra (como lo dijo Henry Kissinger el mes pasado en la reunión del Foro Económico Mundial en Davos), humillaría a Washington.
Sin embargo, una solución negociada a la guerra de Ucrania no es imposible. Washington podría seguir presentándose como el defensor de la soberanía de Ucrania, mientras alienta a los líderes europeos a hacer el trabajo sucio y obligar a Ucrania a negociar con Moscú. (Ese fue, al parecer, el objetivo de la reciente reunión de tres líderes europeos con Zelensky, el presidente ucraniano.)

Un mensaje entre líneas
Un posible indicio en esta dirección vino el 14 de junio del subsecretario de Defensa para Políticas de EE.UU., Colin H. Kahl, quien declaró: “No vamos a decirles a los ucranianos cómo negociar, qué negociar y cuándo negociar. Ellos deben establecer esos términos por sí mismos”.
Kahl fue asesor de seguridad nacional de Joe Biden durante el mandato de Biden como vicepresidente bajo la administración de Obama, y ​​uno de los nombramientos más controvertidos de Biden. Los senadores republicanos rechazaron por unanimidad su nominación para el puesto del Pentágono y la vicepresidente Kamala Harris emitió el voto de desempate para confirmarlo. Cabe señalar que la declaración provino de él, y no del Secretario de Estado Blinken o del Asesor de Seguridad Nacional Sullivan.

La oportunidad rechazada
La declaración de Kahl, sin duda, es engañosa en extremo. El 15 de febrero pasado Francia y Alemania le pidieron al presidente ucraniano Zelensky que cumpliera con el acuerdo de Minsk II, entonces apoyado por Moscú, que habría dado autonomía a las regiones de habla rusa en el Donbas dentro de una Ucrania soberana.
A instancias de Washington, Zelensky rechazó una propuesta del 19 de febrero del canciller alemán Olaf Scholz para evitar la guerra. Michael Gordon informó el 1 de abril en el Wall Street Journal:
Scholz hizo un último esfuerzo por llegar a un acuerdo entre Moscú y Kyiv. Le dijo a Zelensky en Múnich, el 19 de febrero, que Ucrania debería renunciar a sus aspiraciones de la OTAN y declarar la neutralidad como parte de un acuerdo de seguridad europeo más amplio entre Occidente y Rusia. El pacto sería firmado por Putin y Biden, quienes garantizarían conjuntamente la seguridad de Ucrania. Zelensky dijo que no se podía confiar en Putin para defender tal acuerdo y que la mayoría de los ucranianos querían unirse a la OTAN.

La contraoferta de las armas
El desafortunado Zelensky no inventó la idea de la membresía de Ucrania en la OTAN. Recibió garantías de Washington y Londres, que intensificaron las entregas de armas a Ucrania.
Estados Unidos no le dirá a Ucrania qué hacer, declaró el subsecretario Kahl. Pero eso no impide que otros gobiernos le hagan a Zelensky una oferta que no puede rechazar. El asesor de Zelensky, Oleksiy Arestovych, dijo al Bild-Zeitung de Alemania el 16 de junio, que el canciller alemán Scholz, el presidente francés Macron y el presidente italiano Draghi podrían presentar tal demanda a Zelensky durante su visita actual a Kyiv.
El asistente de Zelensky dijo que temía que Scholz, Macron y Draghi “trataran de obtener un Minsk III. Dirán que tenemos que poner fin a la guerra que está causando problemas alimentarios y económicos, que los rusos y los ucranianos se están muriendo, que tenemos que salvarle la cara al señor Putin, que los rusos cometieron errores y que tenemos que perdonarles y darles una oportunidad de regresar a la sociedad mundial”.

Un cambio de rumbo
El principal diario de centro-derecha de Alemania, Die Welt, comentó: “Kiev está empezando a tener dudas sobre la solidaridad de Occidente. Se alzan voces pidiendo esfuerzos de paz. En particular, una declaración del jefe de la OTAN, Stoltenberg, apunta a un cambio de rumbo”.
Die Welt se refirió a un discurso del 12 de junio en el que el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, declaró: “La pregunta es: ¿qué precio están dispuestos a pagar por la paz? ¿Cuánto territorio? ¿Cuánta independencia? ¿Cuánta soberanía? ¿Cuánta libertad? ¿Cuánta democracia estás dispuesto a sacrificar por la paz? Y ese es un dilema moral muy difícil”.

La cornisa de la arrogancia
Es posible que los instintos de supervivencia política de Biden prevalezcan sobre las prioridades ideológicas de su secretario de Estado, Antony Blinken, y de la subsecretaria de Estado, Victoria Nuland, la arquitecta del golpe de Maidan Square de 2014 que puso en marcha la tragedia actual.
No sabemos qué hará la Administración Biden ante este doble desastre. En este punto, es probable que Washington tampoco lo sepa. Las opciones, sin embargo, son duras y claras: o se baja de la cornisa de la arrogancia o se sumerge en una recesión mundial y una crisis estratégica en espiral.

David P. Goldman, es un editor adjunto del Asia Times y miembro del Claremont Institute Center for the American Way of Life, en Washington, D.C. Además es un economista y autor estadounidense, mejor conocido por su serie de ensayos bajo el seudónimo de Spengler.

Fuente: https://asiatimes.com/2022/06/biden-stares-down-from-ukraine-economic-ledge/

Be the first to comment

Leave a Reply

Your email address will not be published.


*