Una de las revistas más importantes del mundo en materia de economía global, The Economist, como uno de los voceros, sino la más importante, de la Cábala Anglosajona que ha dominado el mundo desde principios del siglo pasado, en un artículo publicado el 16 de abril acaba de dar una muestra de que el Sistema Mundo Occidental que ellos representan está en decadencia y que su mayor temor —el cual lo admiten a regañadientes y menospreciando la sapiencia de una civilización-estado de 5,000 años de antigüedad— es que China pueda tomar la ventaja y convertirse en el nuevo Hegemón del Siglo XXI. Sin embargo, su arrogancia y ceguera intelectual, les impiden entender a cabalidad lo que siempre remarcamos: “Un pequeño saber (Occidente) no puede equipararse a uno grande. Ni una corta vida a una larga existencia (Oriente). ¿Cómo se sabe que esto es así? El hongo que sólo vive una mañana desconoce el ciclo de la luna. La cigarra de verano nada sabe de primaveras ni de otoños. Así son las pequeñas existencias”.
The Economist
Este año comenzó horriblemente para China. Cuando un virus respiratorio se propagó en Wuhan, el instinto de los funcionarios del Partido Comunista fue silenciarlo. Algunos predijeron que esto podría ser el “Chernobyl” de China —una referencia a cómo las mentiras del Kremlin sobre un accidente nuclear, que aceleraron el colapso de la Unión Soviética. Estaban equivocados. Después de su torpeza inicial, el partido gobernante de China impuso rápidamente una cuarentena de alcance y severidad impresionantes. El bloqueo parece haber funcionado. El número de nuevos casos reportados de covid-19 se ha reducido a un goteo. Las fábricas en China están reabriendo. Los investigadores se están apresurando para poner a prueba las vacunas candidatas. Mientras tanto, el número oficial de muertes ha sido superado con creces por Gran Bretaña, Francia, España, Italia y Estados Unidos.
China aclama esto como un triunfo. Una vasta campaña de propaganda explica que China logró controlar su epidemia gracias a un fuerte gobierno unipartidista. El país muestra ahora su benevolencia, dice, suministrando al mundo un kit médico, incluyendo cerca de 4 mil millones de mascarillas entre el 1 de marzo y el 4 de abril. Sus sacrificios le dieron tiempo al resto del mundo para prepararse. Si algunas democracias occidentales lo desperdiciaron, eso muestra cómo su sistema de gobierno es inferior al de China.
Un punto de inflexión geopolítico
Algunos, incluyendo a los nerviosos observadores de la política exterior en Occidente, han llegado a la conclusión de que China será la ganadora de la codiciada catástrofe. Advierten que la pandemia será recordada no sólo como un desastre humano, sino también como un punto de inflexión de la geopolítica lejos de Estados Unidos.
Esa opinión se ha arraigado en parte por defecto. El presidente Donald Trump parece no tener interés en liderar la respuesta mundial al virus. Los anteriores presidentes estadounidenses dirigieron campañas contra el VIH/SIDA y el Ébola. El Sr. Trump se ha comprometido a desbancar a la Organización Mundial de la Salud (OMS) por un supuesto sesgo pro-China. Con el hombre de la Casa Blanca afirmando un “poder absoluto”, pero diciendo “no asumo ninguna responsabilidad”, China tiene la oportunidad de aumentar su influencia.
Cuestionamientos contra China
Aun así, puede que no tenga éxito. Por un lado, no hay manera de saber si el historial de China en el trato con Covid-19 es tan impresionante como afirma, y mucho menos tan bueno como el de democracias competentes como Corea del Sur o Taiwán. Los extranjeros no pueden comprobar si los funcionarios secretos de China, han sido sinceros sobre el número de casos de coronavirus y muertes. Un régimen autoritario puede decir a las fábricas que empiecen a funcionar, pero no puede obligar a los consumidores a comprar sus productos. Mientras la pandemia siga su curso, es demasiado pronto para saber si la gente terminará acreditando a China por suprimir la enfermedad o culpándola por suprimir a los médicos de Wuhan que dieron la alarma.
Otro obstáculo es que la propaganda de China es a menudo grosera y desagradable. Los portavoces de China no se limitan a alabar a sus propios líderes; algunos también se regodean con la disfunción de Estados Unidos o promueven salvajes teorías de conspiración de que el virus es un arma biológica estadounidense. Durante algunos días los africanos de Guangzhou fueron desalojados en masa de sus hogares, se les prohibió la entrada a los hoteles y luego fueron acosados por dormir en las calles, aparentemente porque los funcionarios locales temían que pudieran estar infectados. Su difícil situación ha generado airados titulares y reprimendas diplomáticas en toda África.
El contraataque Sinofóbico
Y los países ricos sospechan de los motivos de China. Margrethe Vestager, la jefa de competencia de la Unión Europea, insta a los gobiernos a comprar participaciones en empresas estratégicas para impedir que China se aproveche de la agitación del mercado, sacando provecho de sus bajos precios para adquirirlas. En términos más generales, la pandemia ha alimentado los argumentos de que los países no deben depender de China para obtener bienes y servicios cruciales, desde ventiladores hasta las redes 5G. La Organización Mundial del Comercio espera que el comercio mundial de mercancías se reduzca de un 13% al 32% a corto plazo. Si esto se convierte en un retroceso a largo plazo de la globalización —que ya era una preocupación antes de covid-19— perjudicará a China tanto como en cualquier otro lugar.
Más fundamental que si otros países están dispuestos a ver a China suplantar a EE.UU., es si tiene la intención de hacerlo. Ciertamente, China no va a intentar reproducir las fortalezas de EE.UU.: una vasta red de alianzas y legiones de actores privados en la red del poder blando global, desde Google y Netflix hasta Harvard y la Fundación Gates. No muestra ningún signo de querer asumir el tipo de liderazgo que significa ser absorbido por las crisis de todo el planeta, como lo ha sido EE.UU. desde la segunda guerra mundial.
Las presuntas estrategias de China
Una prueba de las ambiciones de China será ver cómo actúa en la carrera por una vacuna. Si llega primero, el éxito podría utilizarse como un triunfo nacional y una plataforma para la cooperación mundial. Otra prueba es el alivio de la deuda de los países pobres. El 15 de abril el G20, incluyendo a China, acordó dejar que las naciones endeudadas suspendieran los pagos de la deuda a sus miembros durante ocho meses. En el pasado China ha regateado la deuda a puerta cerrada y bilateralmente, de dragón a ratón, para extraer concesiones políticas. Si la decisión del G20 significa que el gobierno de Pekín está ahora dispuesto a coordinarse con otros acreedores y ser más generoso, sería una señal de que está dispuesto a gastar dinero para adquirir un nuevo rol —geopolítico.
Sin embargo, tal vez China esté menos interesada en dirigir el mundo que en asegurarse de que otras potencias no puedan o no se atrevan a intentar frustrarlo. Su objetivo es romper el estatus del dólar como moneda de reserva. Y se esfuerza por colocar a sus diplomáticos en puestos influyentes en los organismos multilaterales, para que estén en condiciones de configurar las reglas mundiales, por ejemplo en materia de derechos humanos o de gobernanza de Internet. Una de las razones por las que la actitud generalizada del Sr. Trump contra la OMS es mala para Estados Unidos, es que hace que China parezca más digna de tales posiciones.
Grandes ambiciones con cautela
Los gobernantes de China combinan grandes ambiciones con una cautela nacida de la enorme tarea que tienen de gobernar un país de 1.400 millones de personas. No necesitan crear un nuevo orden internacional basado en reglas, desde cero. Podrían preferir seguir presionando los tambaleantes pilares del orden construido por Estados Unidos después de la segunda guerra mundial, para que una China en ascenso no se vea constreñida.
Esa no es una perspectiva reconfortante. La mejor manera de hacer frente a la pandemia y sus consecuencias económicas es a nivel mundial. Así que, también, problemas como el crimen organizado y el cambio climático. Los años 1920’s mostraron lo que sucede cuando las grandes potencias se vuelven egoístas y se apresuran en aprovecharse de los problemas de los demás. El brote de la covid 19 ha provocado, hasta ahora, tanto la lucha por la ventaja como la magnanimidad con visión de futuro. El Sr. Trump tiene mucha culpa de eso. Para China, reforzar tales visiones sombrías del comportamiento de las superpotencias no sería un triunfo sino una tragedia.
Texto original: https://www.economist.com/leaders/2020/04/16/is-china-winning
Traducción: A. Mondragón
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