Cada imperio es una dictadura, no solo sobre sus poblaciones extranjeras (lo que no hace falta decir, porque de lo contrario no puede haber ningún imperio), sino también sobre su población doméstica, sobre sus propios súbditos.
Por Eric Zuesse
Todo imperio es una dictadura. Ninguna nación puede ser una democracia ya sea si encabece un imperio o sea un estado vasallo del mismo. Obviamente, para ser un estado vasallo dentro de un imperio, esa nación está regimentada por la nación de la cual es una colonia. Sin embargo, incluso los habitantes de la nación colonizadora no pueden ser libres y vivir en una democracia, porque sus servicios son necesarios en el extranjero para imponer la fuerza de ocupación a la colonia o nación vasalla. Esta es una obligación para los “ciudadanos” o en realidad los súbditos de la nación imperial.
Además, a través de sus impuestos, necesitan financiar esta fuerza de ocupación en el extranjero, por la necesidad de someter cualquier resistencia de los residentes en cualquier colonia. Cualquier imperio es impuesto, ninguno es voluntario. La conquista crea un imperio, y la aplicación constante de la fuerza lo mantiene. Cada imperio es una dictadura, no solo sobre sus poblaciones extranjeras (lo que no hace falta decir, porque de lo contrario no puede haber ningún imperio), sino también sobre su población doméstica, sobre sus propios súbditos.
Los negocios armamentistas del Imperio
Cualquier imperio necesita fabricantes de armas, que venden al gobierno y cuyos únicos mercados son el gobierno imperial y sus naciones vasallas o “aliados”. En contraste, las naciones enemigas son las que el poder imperial ha colocado en su lista de prioridades de naciones por conquistar. Hay dos razones principales para conquistar una nación. Una es para poder extraer, de la colonia, el petróleo, el oro o algún otro producto valioso. El otro es para controlarlo y usar ese territorio como un pasaje para exportar, desde una nación vasalla a otras naciones, los productos de esa nación vasalla.
El comercio internacional es la base de cualquier imperio, y los multibillonarios que poseen bloques de acciones en las corporaciones internacionales de una nación son sus verdaderos gobernantes, los beneficiarios del imperio, los receptores de la riqueza que se extrae de las colonias y de la población doméstica.
Los gobernantes reales del Imperio
La idea de un imperio es que los verdaderos gobernantes de la nación imperial —su aristocracia— extraigan de las colonias sus productos, e imponen a sus súbditos domésticos las cargas financieras y militares de imponer su dictadura internacional a los súbditos extranjeros.
Algunos autores dicen que existe un “Estado profundo” y que consiste en (algunos elementos indefinidos dentro) de los servicios de inteligencia, y de los militares, y del cuerpo diplomático, de cualquier dictadura determinada; pero, en realidad, esos burócratas del Estado, son simples empleados, no la autoridad de gobierno real, de esa dictadura. El Estado Profundo real son siempre los aristócratas, ellos mismos, las personas que dirigen la puerta giratoria entre “el sector privado” (las corporaciones de la aristocracia) y el gobierno. Anteriormente, muchos de los aristócratas eran funcionarios gubernamentales (la titulada “nobleza”), pero esto ya no es común.
Los “Amos” son menos de 100
Hoy en día, la aristocracia son los individuos que poseen bloques de acciones que les permiten controlar las corporaciones internacionales (especialmente las firmas de fabricación de armas como Lockheed Martin y BAE, porque los únicos mercados para esas corporaciones son el propio gobierno del país donde está ubicada la corporación y sus estados vasallos o “aliados”); y tales individuos son usualmente los multibillonarios de la nación, y, quizás, algunos de los simples millonarios.
Un pequeño número, típicamente menos de 100, de estos individuos extremadamente ricos, son los mayores donantes para los políticos y los think tanks, y para otras organizaciones sin fines de lucro (estas últimas también son deducibles de los impuestos de sus donantes, que a su vez deben ser cubiertos por el público en general para cubrir la cuota que deja de percibir el gobierno) que participan en la formación de las políticas del gobierno nacional y, por supuesto, también son los propietarios y / o anunciantes en los medios de propaganda, que venden los puntos de vista centrales o más esenciales de la aristocracia a los sujetos de la nación y así persuadir a los votantes para que voten solo por los candidatos seleccionados de la aristocracia y no por los que se oponen a la aristocracia. Estos pocos, principalmente multibillonarios, son el Estado Profundo real —los patrones de la dictadura, los beneficiarios finales de cualquier imperio.
Las herramientas de control de la dictadura
Para mantener este sistema, de dictadura internacional o imperio, la herramienta más esencial es el engaño del electorado, por parte de la aristocracia.
El método de control es: los agentes comprados del Estado Profundo mienten al público sobre cuáles serán sus políticas si ganan, para poder ganar el poder; y, luego, una vez que han ganado el poder, hacen lo contrario, que es como siempre le pagan al Estado Profundo por ayudarlos a ser electos.
Por lo tanto, las elecciones no son “democráticas” sino “aristocráticas”: son meras formalidades de la democracia, sin la esencia de la democracia. Todos los candidatos bien financiados para los altos cargos son, en realidad, representantes del Deep State, y prácticamente ninguno representa al pueblo, porque los votantes han sido engañados y se les dieron opciones entre dos o más candidatos, ninguno de los cuales representará al pueblo sí y cuando sea elegido.
El ejemplo del farsante de Trump
Este es un ejemplo típico de este sistema —el sistema imperial, la dictadura internacional, en acción:
Durante la campaña presidencial, Donald Trump dijo: “El enfoque de combatir a Assad e ISIS simultáneamente fue la locura y la idiotez. Se pelean entre sí y, sin embargo, estamos luchando contra los dos. Ya sabes, estábamos luchando contra los dos. Creo que nuestro problema más grande que Assad es ISIS, siempre lo he sentido. Assad es, ya sabes, no estoy diciendo que Assad sea un buen hombre, porque no lo es, pero nuestro problema mucho mayor no es Assad, es ISIS. …Creo que no puedes estar luchando contra dos personas que están luchando entre sí, y luchando entre ellas. Tienes que elegir uno o el otro”.
Assad está aliado con Rusia contra los Sauds (que son los principales aliados de la aristocracia de EE.UU.), por lo que EE.UU. (de acuerdo con una política que George Herbert Walker Bush había iniciado el 24 de febrero de 1990 y que ha sido llevado a cabo por todos sus sucesores) estaba decidido a derrocar a Assad, pero Trump dijo que se oponía firmemente a esa política. Mentía para ganar. Esa es la norma. Y se acuerdan de la promesa de Barack Obama antes de ser electo el 2008, de cerrar la cárcel de Guantánamo, pues esa fue otra mentira.
Eric Zuesse es un autor estadounidense e historiador investigativo.
Texto original: https://www.strategic-culture.org/news/2019/06/04/force-that-is-ending-freedom-is-lies/
Traducción: A. Mondragón
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