Por Pepe Escobar
En lo profundo de la noche, frente a solemnes fogatas encendidas a través de los desiertos del suroeste de Asia, solía contar una fábula sobre el águila, el oso y el dragón —para el deleite de mis interlocutores árabes y persas.
Se trataba de cómo, en el naciente Siglo XXI, el águila, el oso y el dragón se habían quitado los guantes (peludos) y se habían comprometido en lo que resultó ser la Guerra Fría 2.0.
A medida que nos acercamos al final de la segunda década de este siglo ya incandescente, tal vez sea fructífero actualizar la fábula. Con el debido respeto a Jean de la Fontaine, discúlpenme mientras beso el cielo (del desierto) de nuevo.
Muy lejos quedaron los días en que un oso frustrado se ofrecía repetidamente a cooperar con el águila y sus secuaces en una cuestión candente: los misiles nucleares.
El oso argumentó repetidamente que el despliegue de misiles interceptores y radares en la tierra de los ciegos que conducen a los ciegos —Europa— era una amenaza. El águila argumentó repetidamente que esto es para protegernos de esos persas bribones.
Ahora el águila, alegando que el dragón está teniendo un viaje fácil —vendiéndole todo a las voraces crías del águila—, ha derribado todos los tratados a la vista y está empeñado en desplegar misiles nucleares en determinadas partes orientales de la tierra de los ciegos que conducen a los ciegos, apuntando esencialmente al oso.
Todo lo que brilla es seda
Aproximadamente dos décadas después de lo que Putin definió como “la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX”, propuso una forma de la URSS —descafeinado del comunismo—: un organismo político/económico llamado Unión Económica Euroasiática (UEEA).
La idea era que la UEEA interactuara con la UE (Unión Europea) —la principal institución de la heterogénea tripulación congregada como el ciego que guía a los ciegos.
El águila no sólo rechazó la posible integración, sino que ideó un escenario de las revoluciones de color para desenchufar a Ucrania de la UEEA.
Incluso antes de eso, el águila había querido establecer una Nueva Ruta de la Seda bajo su control total. El águila había olvidado convenientemente que la antigua y original ruta de la seda vinculó al dragón con el imperio romano durante siglos —sin intrusos fuera de Eurasia.
Las Nuevas Rutas del dragón
Así que uno puede imaginar el estupor del águila cuando el dragón irrumpió en el escenario global con sus propias Nuevas Rutas de la Seda sobrecargadas, mejorando la idea original de una zona de libre comercio “de Lisboa a Vladivostok”, para convertirla en un corredor multiconectividad, terrestre y marítimo, desde el este de China hasta Europa occidental y todo lo que se encuentra en el medio, abarcando toda Eurasia.
Frente a este nuevo paradigma, los ciegos, bueno, permanecieron ciegos durante tanto tiempo como cualquiera podía recordar; simplemente no podían actuar juntos.
El águila, mientras tanto, estaba incrementando las apuestas. Lanzaba lo que, a todos los efectos prácticos, equivalía a un cerco progresivamente armado para rodear al dragón.
El águila hizo una serie de movimientos que equivalen a incitar a las naciones que bordean el Mar del Sur de China a enfrentarse al dragón, mientras reposicionaba una serie de juguetes —submarinos nucleares, portaaviones, aviones de combate— cada vez más cerca del territorio del dragón.
El águila maltrecha vs. el dragón
Todo el tiempo, lo que el dragón vio —y sigue viendo— es un águila maltrecha tratando de salir de un declive irreversible, tratando de intimidar, aislar y sabotear el ascenso irreversible del dragón de vuelta a donde ha estado durante 18 de los últimos 20 siglos; entronizado como el rey de la selva.
Un vector clave es que los jugadores de Eurasia saben que bajo las nuevas leyes de la jungla el dragón simplemente no puede —y no será— reducido al estatus de un actor secundario. Y los jugadores de Eurasia son demasiado listos para embarcarse en una Guerra Fría 2.0 que socave a la propia Eurasia.
La reacción del águila a la estrategia de la Nueva Ruta de Seda del dragón tomó algún tiempo, para pasar de la inacción a la demonización total, complementando la descripción conjunta de que tanto el dragón como el oso son amenazas existenciales.
Y sin embargo, a pesar de todo el fuego cruzado, los jugadores de Eurasia ya no están exactamente impresionados con un imperio de águilas armado hasta los dientes.
El águila ya no los asusta
Especialmente después de que la cresta del águila fue severamente dañada por el fracaso de su feroz cacería en Afganistán, Irak, Libia y Siria. Los portaaviones del águila que patrullan la parte oriental de Mare Nostrum, no asustan al oso, a los persas ni a los sirios.
Un “restablecimiento” entre el águila y el oso siempre fue un mito. Tomó algún tiempo —y mucha angustia financiera— para que el oso se diera cuenta de que jamás habría un restablecimiento, mientras que el dragón sólo vio un restablecimiento hacia una confrontación abierta.
Después de establecerse, lenta pero seguramente, como la potencia militar más avanzada del planeta, con conocimientos hipersónicos, el oso llegó a una conclusión sorprendente: ya no nos importa lo que el águila diga —o haga.
Bajo el Furioso Vulcano
Mientras tanto, el dragón seguía expandiéndose, inexorablemente, por todas las latitudes asiáticas, así como por África, América Latina e incluso por los pastos infestados de desempleo de los ciegos guiando a los ciegos.
El dragón tiene la firme certeza de que, si se ve acorralado hasta el punto de recurrir a una opción nuclear, tiene el poder de hacer explotar el asombroso déficit del águila, degradar su calificación crediticia a basura y causar estragos en el sistema financiero mundial.
No es de extrañar que el águila, bajo una nube paranoica y envolvente de disonancia cognitiva, que alimenta la propaganda estatal las 24 horas del día, los 7 días de la semana, a sus súbditos y a sus secuaces, siga arrojando lava como un volcán enfurecido —repartiendo sanciones a gran parte del planeta, encandilando a un régimen de sueños húmedos, lanzando un embargo total de energía contra los persas, resucitando la “guerra en la tierra” y tratando de etiquetar como un Murciélago Infernal a cualquier periodista, editor o denunciante que revele sus maquinaciones internas.
El nuevo mundo multipolar
Duele tanto admitir que el centro político/económico de un nuevo mundo multipolar será Asia —en realidad Eurasia.
A medida que el águila se volvía más y más amenazante, el oso y el dragón se acercaban cada vez más en su asociación estratégica. Ahora tanto el oso como el dragón tienen demasiados vínculos estratégicos en todo el planeta, como para sentirse intimidados por el enorme Imperio de Bases del águila o por las coaliciones periódicas con sus (algo reacios) lacayos.
Para igualar la integración completa y en curso de Eurasia, de la que las Nuevas Rutas de la Seda son el símbolo gráfico, la furia del águila, desatada, no tiene nada que ofrecer —excepto el relanzamiento de una guerra contra el Islam junto con el acorralamiento armado del oso y del dragón.
En busca de un títere persa
Luego está Persia —esos maestros del ajedrez. El águila ha estado persiguiendo a los persas desde que se deshicieron del procónsul del águila, el Shah, en 1979 —y esto después de que el águila y la pérfida Albión ya habían aplastado la democracia para poner al Shah, que hizo que Saddam pareciera Gandhi, en el poder en 1953.
El águila quiere todo ese petróleo y gas natural de vuelta —por no hablar de un nuevo Shah como el nuevo gendarme del Golfo Pérsico. La diferencia es que ahora el oso y el dragón dicen que no hay manera. ¿Qué debe hacer el águila? ¿Izar una bandera falsa para terminar con todas las banderas falsas?
Aquí es donde estamos ahora. Y una vez más, llegamos al final —aunque no al final del juego. Todavía no hay moraleja en esta fábula renovada. Seguimos sufriendo los tiros y los flechazos contra una rueda de la fortuna escandalosa. Nuestra única y delgada esperanza es que un grupo de Hombres Huecos —obsesionados por la Segunda Venida— no conviertan la Guerra Fría 2.0 en Armagedón.
Texto original: https://consortiumnews.com/2019/05/06/pepe-escobar-the-eagle-the-bear-and-the-dragon/
Traducción: A. Mondragón
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