El «orden internacional basado en reglas» ha muerto, Washington lo matóPor Ryan McMaken
Es sorprendente la falta de autoconciencia de los numerosos funcionarios estadounidenses que adoptan una postura moralista en su oposición a la invasión rusa de Ucrania.
Por ejemplo, Foreign Policy ha publicado una columna del coronel Yevgeny Vindman, en la que se pregunta cómo puede el mundo tolerar a un país como Rusia en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Su argumento concreto era que a cualquier país que invada a otro no se le debe permitir el poder de veto en las Naciones Unidas. En respuesta a Vindman, sin embargo, Stephen Wertheim señaló lo que debería ser obvio para todo el mundo: esa es una «pregunta justa» y «que también se debería haber aplicado en el 2003».
Rusia imitando a EE.UU.
En otras palabras, decir que la actual invasión rusa es, de algún modo, única en su agresividad, requiere reescribir completamente la historia y estar dispuestos a ignorar la realidad de la invasión de Irak por parte de Estados Unidos en el 2003. Si el poder del veto de una potencia agresora estaba perfectamente bien en el 2003, ¿por qué, de repente, no es aceptable ahora? La realidad, por supuesto, es que EE.UU. es lo suficientemente poderoso como para invadir el país que quiera y salirse con la suya. Una potencia de segunda categoría como Rusia no puede hacer lo mismo, ni siquiera cuando básicamente está imitando los actos de EE.UU.
Sin embargo, Washington sigue teniendo la audacia de presentarse como un caballero blanco que defiende un orden internacional «basado en las reglas», un orden supuestamente construido en torno al respeto de la soberanía nacional y la aplicación multilateral del derecho internacional. Pero ha quedado muy claro que estas supuestas normas no significan nada cuando EE.UU. desea invadir países en guerras preventivas y electivas. Para quienes no llevan las gafas de la memoria selectiva estadounidense, no está claro que los EE.UU. deban ocupar una posición de liderazgo en un orden basado en normas que, obviamente, está dispuesto a incumplir cuando le da la gana.
Implicaciones de la hipocresía
Esto tiene implicaciones que van mucho más allá de señalar la hipocresía de EE.UU., y se ha extendido al comercio mundial, al derecho internacional y a las perspectivas de una nueva Guerra Fría. El multilateralismo no significa nada para EE.UU. cuando la noción se interpone en el camino del próximo plan de cambio de régimen que va a ejecutar y, como resultado, probablemente no sea una coincidencia que la última demanda de EE.UU. de una cruzada moral multilateral haya producido poca cooperación del resto del mundo.
Como ya ha quedado claro, pocos regímenes fuera de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) han estado dispuestos a aceptar las exigencias de EE.UU. de que los regímenes del mundo empobrezcan a sus ciudadanos cortándoles el acceso al petróleo y al trigo rusos, y a todo lo demás. Parece que gran parte del mundo —desde Asia hasta África y América Latina— ya no está dispuesto a recibir lecciones de moralidad de Washington, y menos aún a hacer que sus poblaciones pasen hambre para complacer a los políticos de Washington.
Es probable que esto se convierta en un problema cada vez mayor para la economía mundial y para las instituciones internacionales globales en el futuro.
Irak 2003 versus Ucrania 2022
En el 2003, EE.UU. invadió un Estado soberano en una guerra electiva y «preventiva» (para sus intereses, cuando Saddam Hussein ya no quiso aceptar dólares por el petróleo iraquí y solo aceptar euros). Como resultado, cientos de miles de iraquíes —la mayoría de ellos civiles— fueron asesinados. Las descripciones de Irak como una amenaza para EE.UU. y sus vecinos quedaron expuestas como burdas mentiras.
En el 2022, Rusia invadió un Estado soberano en una guerra electiva y «preventiva». Es posible que algún día las bajas militares y civiles rivalicen con las de Irak, pero dado que la población de Ucrania es ahora dos veces mayor que la de Irak en el 2003, los totales tendrán que crecer considerablemente para ser comparables a la carnicería de Irak.
Sin embargo, la forma en que el régimen de EE.UU., los medios de comunicación y el público de EE.UU. tratan estas dos invasiones es realmente un espectáculo para la vista. Unos minutos en Twitter dejan claro que los estadounidenses siguen poniendo excusas a la sangrienta invasión de Irak. Algunos afirman que las muertes de mujeres y niños iraquíes deben ser ignoradas porque el régimen iraquí no era «democrático».
Otros describen los cientos de miles de muertos en Irak —una cifra baja de doscientos mil de una población de veintitrés millones— como un asunto insignificante de unos pocos «drones perdidos».
Lo que EE.UU. hizo en Irak
Estos apologistas olvidan las veces que las tropas de EE.UU. abrieron fuego contra niños y los mercenarios de EE.UU. que dispararon ametralladoras contra multitudes de iraquíes desarmados. Además, EE.UU. bombardeó y destruyó por completo tanto Faluya como Mosul. El derramamiento de sangre fue de hecho terrible. Por otro lado, los medios de comunicación de EE.UU. insinúan ahora que los rusos son unos bárbaros únicos por utilizar bombas de racimo, pero EE.UU. las utilizó en Irak. EE.UU. también fomentó a propósito una guerra civil mediante su innecesaria política de balcanización, que dejó sin empleo a millones de iraquíes y abolió las pocas instituciones del país diseñadas para mantener el orden local.
Quienes están atrapados en el actual frenesí antirruso denuncian (como pro ruso) a cualquiera que mencione estos hechos históricos, porque no encajan en la narrativa actual de Washington. Pero para la mayor parte del mundo, que no está tan involucrado emocionalmente en la idea de que EE.UU. es el faro de la política exterior moral, los últimos veinticinco años de la política exterior de EE.UU. dejan claro que hablar de un orden basado en reglas no es más que pura palabrería.
¿El mundo aislará a Rusia por motivos morales?
Incluso a raíz de las supuestas masacres en Bucha y sus alrededores, no estamos escuchando casi nada de los regímenes fuera del círculo interno de la OTAN y de los aliados cercanos a la OTAN. Por ejemplo, en el artículo de Fox sobre la reacción de los «líderes mundiales» a la supuesta masacre, rápidamente descubrimos que «el mundo» significa un puñado de países como Japón, Nueva Zelanda y los miembros de la OTAN. Todos los mismos regímenes siguen apareciendo en cada artículo sobre la reacción del «mundo».
Incluso dentro de la OTAN, Turquía sigue esforzándose por facilitar las conversaciones de paz con Rusia. Todavía no hay señales de que América Latina desee lanzar sus economías a la recesión adhiriéndose al régimen de sanciones de EE.UU. Todavía no se ha añadido ningún país latinoamericano a la lista de «países no amigos» de Rusia. Como el presidente de México ya ha dejado claro, el interés de México es mantener relaciones amistosas con todas las naciones. India y China, por supuesto, siguen comerciando con los rusos. De hecho, el eje EE.UU.-OTAN sólo representa un tercio del PIB (producto interior bruto) mundial. EE.UU. va a tener que convencer al resto del mundo de que se corte (las venas) a sí mismo de los productos básicos críticos en nombre de unirse al orden basado en reglas de EE.UU. Pero EE.UU. no está en una posición moral para hacerlo.
¿Expulsarán las Naciones Unidas a Moscú?
Otro de los puntos clave de la estrategia de EE.UU. está saliendo a la luz. Pocos días después de que Vindman publicara un artículo en Foreign Policy, en el que pedía la expulsión de Rusia del Consejo de Seguridad de la ONU, el ucraniano Volodymyr Zelensky exigió lo mismo, alegando que ningún país que invada a otro puede continuar en el Consejo de Seguridad. A falta de expulsar a Rusia, sostiene Zelensky, el Consejo debería disolverse. No hace falta decir que no se hicieron demandas similares cuando EE.UU. invadió Irak, o cuando la OTAN devastó Libia.
Sin embargo, Zelensky puede haber dado con una buena idea. Ahora puede ser un buen momento para abolir la ONU. EE.UU. ha pasado los últimos treinta años convirtiendo a las Naciones Unidas en una institución bajo su total dominio, diseñada para aprobar las intervenciones militares de EE.UU., presentar excusas para los aliados de EE.UU. y señalar con el dedo a los enemigos de EE.UU. Esto ha proporcionado durante mucho tiempo la pantomima de un orden internacional basado en normas, que también puede ser ignorado cuando le conviene a Washington.
Ucrania envió soldados a Irak
Así, cuando EE.UU. no consiguió el visto bueno de la ONU antes de la invasión de Irak, Washington denunció a sus oponentes en el Consejo de Seguridad y, en cambio, abrazó a sus socios de Europa del Este, como Polonia y Ucrania, que aparentemente no tenían ningún problema en invadir y ocupar países sin ser provocados. (Ucrania envió al menos 5,000 soldados para ayudar a ocupar Irak).
Antes de esto, por supuesto, hasta 1991 el Consejo de Seguridad estaba bloqueado la mayor parte del tiempo porque EE.UU. y la Unión Soviética simplemente se vetaban mutuamente. Aunque tanto Washington como Moscú invadieron otros estados soberanos durante ese tiempo, ninguno de los dos era lo suficientemente ilusos como para pensar que otros estados del Consejo de Seguridad podían ser expulsados por tales actos. Eso era entonces.
El nuevo orden mundial de Biden
Todo esto sigue poniendo de manifiesto cómo el mundo está descendiendo a un mundo posglobalización de al menos dos bloques: el antirruso y el neutral. Biden ya ha afirmado que Washington liderará el «mundo libre» en este «nuevo orden mundial». Pero este «mundo libre» se parece cada vez más a EE.UU., Europa y un puñado de otros aliados frente a todos los demás. La ampliación de este bloque dependerá de la expansión del poder blando basado, al menos en parte, en el liderazgo moral, especialmente a medida que EE.UU. siga siendo una parte cada vez más pequeña de la economía mundial. Gracias al flagrante desprecio de EE.UU. por un orden basado en normas en las últimas décadas, esto parece cada vez más improbable.
Ryan McMaken (@ryanmmaken) es editor sénior en el Instituto Mises. Tiene una licenciatura en economía y una maestría en políticas públicas y relaciones internacionales de la Universidad de Colorado. Fue economista de vivienda para el estado de Colorado. Es autor de Commie Cowboys: The Bourgeoisie and the Nation-State in the Western Genre.
Texto original: https://mises.org/wire/rules-based-international-order-dead-washington-killed-it
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