El Coronavirus precipita la caída de Occidente

Foto: Getty Images

Los grandes capitales de Europa y Estados Unidos entraron en pánico por la vertiginosa montaña rusa que vive Wall Street. La FED anunció una intervención para evitar la hemorragia financiera, pero los árabes le asestaron otra herida de necesidad mortal a la Gran Cábala. Mirando el incendio desde la otra orilla, China emerge con una lozanía y una robustez industrial, económica y tecnológica que dan envidia ajena. El Sistema Mundo Euroasiático desplaza al Sistema Mundo Occidental. La pesadilla de Mackinder ha empezado.
Por Wilder Buleje
Cuando el Coronavirus culmine su reinado mortal, empezará el régimen del Mandarín al frente del Nuevo Sistema Mundo. Xi Jinping emergerá firme y decidido para recuperar la supremacía de China en el planeta. Las decisiones dejarán de discutirse en Occidente y pasarán a ventilarse en las grandes ciudades de la Gran Eurasia.
Varias consecuencias en simultáneo golpearán la realidad de Occidente en el corto y mediano plazo: la retirada de tropas de Estados Unidos y sus aliados del Medio Oriente; la finalización del contrato de la Casa Saúd con la Casa Blanca que marcará el fin del dólar como única moneda de intercambio petrolero —es así como debe leerse el golpe al petrodólar con la caída de los precios del petróleo, entre $20 y $30 por barril—; el reinicio de las mega construcciones a lo largo de las Nuevas Rutas de la Seda; y la ejecución del poliducto a través de Siria para llevar a Europa el gas del Mediterráneo y del Golfo Pérsico.

El Nuevo Hegemón
En este contexto sistémico, China habrá recuperado una vez más la hegemonía sobre el mundo, varios siglos después de la supremacía europea y americana. Esta vez su interés comercial vendrá aparejado con un predominio descomunal en el plano tecnológico, industrial y energético. En esta oportunidad —además de su poderosa relación simbiótica con Rusia— cuenta con el soporte de Italia, Alemania e Inglaterra; también la simpatía de India, Brasil, Irán y Sudáfrica (BRICS) y más de un centenar de países con los cuales ha firmado acuerdos económicos alrededor de las Nueva Rutas de Seda.
Hace unos días la Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP) le pidió a Rusia que redujera su producción. La negativa rusa reducirá hasta 20 dólares el precio del barril. Con ese precio condenarán a que Estados Unidos reciba menos ingresos por sus Bonos del Tesoro. También la FED tendrá que emitir menos papel verde que otros países del mundo necesitan para comprar-vender el oro negro.
Rusia, socio de China, acaba así con el truco que le permitió a Estados Unidos evitar la hiperinflación doméstica por más de cuatro décadas.
Desentrañar el origen del Coronavirus depende de los virólogos chinos, pero si ellos logran decodificar su posible origen sintético, ajeno a sus propios laboratorios, los hallazgos tendrán consecuencias devastadoras. Principalmente, precipitarán el desplazamiento del ya decadente Sistema Mundo Occidental, para dar paso al Nuevo Sistema Mundo Euroasiático. La epidemia que afecta el sistema respiratorio aniquiló poco menos de tres mil ciudadanos chinos, pero en la cuenta general le quitó el oxígeno al anquilosado modelo occidental, que entró en pánico por la asfixia de sus principales plazas financieras. Y, hay que reiterar, por su endémica dependencia del poderoso complejo industrial y tecnológico de China.

Observar y actuar calmadamente
Es cierto, el Coronavirus frenó la enorme locomotora china. Pero sus conductores en vez de alarmarse decidieron, como el sabio cuento sufí de La Paz Perfecta, observar y actuar calmadamente en medio de la tormenta. Las consecuencias en el resto del mundo fueron letales. En buen romance: No hay que atacar al más grande país con una economía real (respaldada por una enorme capacidad industrial y tecnológica y con un potencial a mediano y largo plazo inigualable) porque quienes viven de la economía financiera, o la ficción de papel, no sobrevivirán.
Estados Unidos está agotando sus fuerzas tratando de parar la hemorragia de Wall Street, pero con la burda magia de crear más papel verde de la nada. La Fed acaba de anunciar su intervención para reanimar la anémica economía con una transfusión de billones de dólares. Pero esa medida solo servirá para que los grandes capitales sobrevivan unos cuantos meses más y puedan tener un mínimo de maniobra ante la nueva realidad. Es decir, les otorgan a los grandes capitales una pizca de capacidad de negociación.

Reconociendo la supremacía China
Spengler, el vocero de la Gran Cábala, gritó en dos artículos —apenas espaciados por horas de diferencia— que resultaba vital la inyección de recursos fiscales para salvar las joyas de la familia. También reconoció, a viva voz, la supremacía del nuevo hegemón asiático. La FED accionó mecanismos de protección y anunció su actuación para evitar que la sangre de Wall Street tiña de rojo el río Hudson y el East River. Pero cuando el paciente parecía estabilizado, vino el machetazo desde el Cartel del Golfo Pérsico. Y aún nos quedan muchas cosas por ver en esta guerra sin armas convencionales, ahora que la maquinita de hacer billetes de la Gran Cábala comienza a desmantelarse
El ruego de Spengler y la respuesta de la Fed también evidenciaron una respuesta política y económica —no militar— en este asunto. Todo apunta a que los grandes jerarcas del mundo occidental dejarán de lado al Pentágono por mucho tiempo y que las acciones bélicas en el nuevo frente de batalla en el ámbito económico y financiero será responsabilidad de civiles. Destruir el mundo no es negocio.

Los profetas ignorados
Desde la eternidad, dos testigos de excepción —Immanuel Wallerstein y Leroy Fletcher Prouty— esbozarán una mueca silente. La historia ha certificado sus predicciones. El nombre del economista ruso Nicokali Kondratieff adquirirá una significación nunca imaginada, al igual que la del geógrafo inglés Halford John Mackinder. Y como epílogo de este cambio sistémico, las guerras ideológicas —como el Capitalismo vs. Comunismo o El Duelo de las Civilizaciones, e incluso el Fin de la Historia— se estrellarán ante la esencia inmutable del ser humano: el Intercambio de Capital para continuar con la existencia transgeneracional del ser humano sobre el planeta.
La historia recordará que un Estado-Civilización derrotó al adalid del capitalismo en sus propios términos, incluso conservando su denominación comunista, la máscara ideológica con la cual Inglaterra —primero— y Estados Unidos —después— doblegaron a la mayoría de los países del planeta.
Al otro lado del mundo, el Mandarín está sentado en su poltrona. En China la fiebre del Coronavirus ya bajó y la reducción de casos está pintada en el horizonte. Sin preocupaciones ni temores, está a la espera de un nuevo escenario —mientras observa el incendio del Casino de Papel— para reiniciar la marcha de la locomotora del mundo. De seguro que lo hará lenta y pausadamente, como la paciencia oriental. Al igual que en otros tiempos, los pasajeros del nuevo tren bala euroasiático no elegirán el destino. Ese privilegio lo detentará el nuevo conductor. Hacia allá va la historia.

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