El Destino de la Civilización Global en Juego

¿Se liberará el Sur Global de la deuda dolarizada? En su último libro, el economista Michael Hudson enfrenta al socialismo con el capitalismo financiero y destroza la “civilización de ensueño” impuesta por el 1 por ciento.

Por Pepe Escobar
Con “The Destiny of Civilization: Finance Capitalism, Industrial Capitalism or Socialism”, Michael Hudson, uno de los principales economistas independientes del mundo, nos ha brindado posiblemente el manual definitivo sobre dónde estamos, quién está a cargo (del Sistema Mundo) y si podemos pasarlos por alto.
Saltemos directamente a la refriega. Hudson comienza con un análisis del espíritu (del capitalismo parasitario del) “tomar el dinero y correr”, completado con la desindustrialización, ya que el 90 por ciento de los ingresos corporativos de EE.UU. se “utilizan para recompras de acciones y pagos de dividendos para respaldar los precios de las acciones de las empresas”.
Eso representa el ápice de la estrategia política del “Capitalismo Financiero”: “Capturar el sector público y trasladar el poder monetario y bancario” a Wall Street, la City de Londres y otros centros financieros occidentales.

El modus operandi imperial
Todo el Sur Global reconocerá fácilmente el modus operandi imperial: “La estrategia del imperialismo militar y financiero de los EE.UU. es instalar oligarquías y dictaduras clientes, y gánsteres aliados para unirse a la lucha contra los adversarios designados, al subsidiar no solo los costos del imperio de hacer guerras (llamado eufemísticamente “gastos de defensa”) sino incluso los programas de gasto interno de la nación imperial”. Esta es la antítesis del mundo multipolar defendido por Rusia y China.
En resumen, nuestra actual Guerra Fría 2.0 “básicamente está siendo librada por el capitalismo financiero centrado en los EE.UU. que respalda a las oligarquías rentistas, contra las naciones que buscan construir una autosuficiencia y una prosperidad interna más generalizadas”.

La principal beneficiaria
Hudson nos recuerda proféticamente a Aristóteles, quien diría que a la clase financiera les interesa ejercer su poder contra la sociedad en general: “Históricamente, la clase financiera ha sido la principal beneficiaria de los imperios al actuar como agentes recaudadores”.
Así que, inevitablemente, la principal influencia imperial sobre el mundo, una verdadera “estrategia de subdesarrollo”, tenía que ser financiera: instrumentalizar la presión del FMI para “convertir la infraestructura pública en monopolios privatizados y revertir las reformas prolaborales del siglo XX” a través de esas notorias “condicionalidades” llamadas préstamos (Nota del traductor: un tema que lo explicó magistralmente John Perkins en su libro “Confesiones de un gánster económico”, del 2004).
No es de extrañar que el Movimiento de Países No Alineados (NAM), establecido en Belgrado en 1961 con 120 naciones y 27 observadores, se convirtiera en una amenaza para la estrategia global de Estados Unidos. Este último, como era de esperar, contraatacó con una serie de guerras étnicas y las primeras encarnaciones de las revoluciones de color, fabricando dictaduras a escala industrial, desde Suharto hasta Pinochet.
La culminación fue una reunión cataclísmica en Houston el 19 de diciembre de 1990, “celebrando” la disolución de la URSS, mientras Hudson nos recuerda cómo el FMI y el Banco Mundial “presentaron un plan para que los líderes de Rusia impusieran (una severa) austeridad y regalaran sus activos –no importaba a quién – en una ola de ‘terapia de choque’ para dejar que la supuesta magia de la libre empresa creara un liberalismo neoliberal”.

El desierto romano de deudas
En gran medida, la nostalgia por la violación y el saqueo de la Rusia de la década de 1990 alimenta lo que Hudson define como la Nueva Guerra Fría, donde la diplomacia del dólar debe afirmar su control sobre todas las economías extranjeras. La Nueva Guerra Fría no se libra solo contra Rusia y China, “sino contra cualquier país que se resista a la privatización y la financiarización bajo el patrocinio de Estados Unidos”.
Hudson nos recuerda cómo la política de China “siguió casi el mismo camino que siguió el proteccionismo estadounidense desde 1865 hasta 1914: subsidio estatal para la industria, fuerte inversión de capital del sector público… y gasto social en educación y atención médica para mejorar la calidad y la productividad del trabajo. Esto no se llamó marxismo en los Estados Unidos; era simplemente la forma lógica de ver la industrialización, como parte de un amplio sistema económico y social”.

La reconversión económica de EE.UU.
Pero luego, el capitalismo financiero –o de casino– cobró fuerza y dejó que la economía de EE.UU. este basada principalmente con “los excedentes la agro-industria (a través de agrodólar impuesto a los importadores) y los monopolios en la tecnología de la información (desarrollados en gran medida como un subproducto de la investigación militar), la maquinaria militar y las patentes farmacéuticas (basadas inicialmente en capital público para financiar la investigación), capaces de extraer rentas de monopolio, mientras se hacían en gran medida exenta de impuestos mediante el uso de centros bancarios extraterritoriales”.
Ese es el Estado del Imperio actual: confiando únicamente “en su clase rentista y la diplomacia del dólar”, con la prosperidad concentrada en el uno por ciento superior de las élites del establishment. El corolario inevitable es que la diplomacia estadounidense impone sanciones ilegales y unilaterales a Rusia, China y cualquier otra persona que desafíe sus dictados.

Como del imperio romano tardío
La economía de EE.UU. es, de hecho, una nueva versión posmoderna coja del imperio romano tardío: “Depende del tributo extranjero(a través del petrodólar, el agrodólar, las vacunadólar, las privatizaciones y los intereses de las deudas del Sur Global) para su supervivencia en la economía global rentista de hoy”. Es decir, el Imperio tiene un miedo absoluto de que se le acabe el almuerzo gratis ante la aparición de otro sistema: “Es por eso que Estados Unidos ha rodeado Eurasia con 750 bases militares”.
Deliciosamente, Hudson se remonta a Lactancio, a fines del siglo III, describiendo el imperio romano basado en las Instituciones Divinas, para enfatizar los paralelos con la versión estadounidense:
“Con el fin de esclavizar a muchos, los codiciosos comenzaron a apropiarse y acumular las necesidades de la vida y a mantenerlas herméticamente cerradas, para poder quedarse con estas dádivas para sí mismos. Hicieron esto no por el bien de la humanidad (que no estaba en ellos en absoluto), sino para recoger todas las cosas como productos de su codicia y avaricia. En nombre de la justicia hicieron leyes arbitrarias e injustas para cometer sus hurtos y avaricias impunemente contra el poder de la multitud. De esta manera se aprovecharon tanto de la autoridad como de la fuerza de las armas o del mal manifiesto”.

Socialismo o barbarie
Hudson enmarca sucintamente el problema central que enfrenta el mundo hoy: si “el dinero y el crédito, la tierra, los recursos naturales y los monopolios serán privatizados y concentrados en manos de una oligarquía rentista o utilizados para promover la prosperidad y el crecimiento general. Esto es básicamente un conflicto entre el capitalismo financiero y el socialismo como sistemas económicos”.
Para avanzar en la lucha, Hudson propone un programa contrarrentista que debería ser el Plan Definitivo del Sur Global para el desarrollo responsable: propiedad pública de los monopolios naturales; infraestructura básica clave en manos públicas; autosuficiencia nacional, de manera crucial, en la creación de dinero y crédito; protección al consumidor y laboral; controles de capital: para evitar el endeudamiento o la denominación de deudas en moneda extranjera; impuestos sobre la renta no laboral como la renta económica; tributación progresiva; un impuesto sobre la tierra (“evitará que el aumento del valor de alquiler de la tierra sea usado por los bancos a cambio de crédito para aumentar los precios inmobiliarios”); uso del excedente económico para inversión de capital tangible; y la autosuficiencia nacional en alimentos.

Creación de un sistema alterno
Como Hudson parece haber cubierto todas las bases, al final del libro me quedé con una sola pregunta general. Le pregunté cómo analizaba las discusiones actuales entre la Unión Económica de Eurasia (EAEU) y los chinos, y entre Rusia y China, más adelante, como capaces de ofrecer un sistema financiero/monetario alternativo. ¿Podrán vender el sistema alternativo a la mayor parte del planeta, mientras esquivan el acoso financiero imperial?
Hudson tuvo la amabilidad de responder con lo que podría considerarse el resumen de un capítulo completo de un libro: “Para tener éxito, cualquier reforma debe abarcar todo el sistema, no solo una parte. Las economías occidentales de hoy se han financiarizado, dejando la creación de crédito en manos privadas, para ser utilizado en la obtención de ganancias financieras a expensas de la economía industrial… Este objetivo se ha extendido como la lepra a través de economías enteras: sus patrones comerciales (dependencia de las exportaciones agrícolas y petroleras de EE.UU. y Tecnología de la Información TI), relaciones laborales (antisindicalismo y austeridad), tenencia de la tierra (plantaciones de agricultura de propiedad extranjera en lugar de autosuficiencia y autosuficiencia doméstica en granos alimenticios) y la propia teoría económica (tratar las finanzas como parte del PBI, no como gastos generales que desvían los ingresos del trabajo y de la industria por igual)”.

La advertencia de Hudson
Hudson advierte que “para liberarse de la dinámica del capitalismo financiero depredador patrocinado por Estados Unidos y sus satélites, los países extranjeros deben ser autosuficientes en la producción de alimentos, energía, tecnología y otras necesidades básicas. Esto requiere una alternativa al ‘libre comercio’ estadounidense y su ‘comercio justo’ aún más nacionalista (considerando ‘desleal’ cualquier competencia extranjera a la industria de propiedad estadounidense). Eso requiere una alternativa al FMI, el Banco Mundial y la ITO (la International Trade Organization, de la que Rusia acaba de retirarse). Y, por desgracia, una alternativa también requiere una coordinación militar como la SCO [la Organización de Cooperación de Shanghái] para defenderse de la militarización del capitalismo financiero centrado en Estados Unidos”.
Hudson ve algo de luz por delante: “En cuanto a su pregunta de si Rusia y China pueden ‘vender’ esta visión del futuro al Sur Global y los países de Eurasia, eso debería ser mucho más fácil para fines de este verano. Un subproducto importante (no involuntario) de la guerra de la OTAN en Ucrania es aumentar drásticamente los precios de la energía y los alimentos (y los precios de envío). Esto llevará a la balanza de pagos de muchos países del Sur Global y otros países a un fuerte déficit, creando una crisis a medida que vence su deuda denominada en dólares con los tenedores de bonos y los bancos”.

Evitar el incumplimiento
El desafío clave para la mayor parte del Sur Global es evitar el incumplimiento:
“La subida de tipos de interés en EE.UU. ha incrementado el tipo de cambio del dólar no sólo frente al euro y el yen japonés, sino también frente al Sur Global y otros países. Esto significa que se debe pagar mucho más de sus rentas e ingresos por exportaciones para pagar su deuda externa, y solo pueden evitar el incumplimiento si se quedan sin alimentos ni petróleo. Entonces, ¿qué elegirán? El FMI puede ofrecerles los DEG (Derechos Especiales de Giro, que es un dinero creado por el FMI) para permitirles pagar, pero sujetos a acumular más deuda dolarizada, así como a los planes de austeridad del FMI y exigirles que vendan aún más sus recursos naturales, bosques y agua”.
Entonces, ¿cómo liberarse de la deuda dolarizada? “Necesitan una masa crítica. Eso no estaba disponible en la década de 1970’s cuando se discutió por primera vez un Nuevo Orden Económico Internacional. Pero hoy se está convirtiendo en una alternativa viable, gracias al poderío de China, los recursos de Rusia y de países aliados como Irán, India y otros países del este y centro de Asia. Así que sospecho que está surgiendo un nuevo sistema económico mundial. Si tiene éxito, el siglo pasado, desde el final de la Primera Guerra Mundial y el desorden que dejó, parecerá un largo desvío de la historia, volviendo ahora a lo que parecían ser los ideales sociales básicos de la economía clásica –un mercado libre de rentistas, terratenientes, monopolios y finanzas depredadoras.”

Un conflicto entre dos sistemas
Hudson concluye reiterando de lo que se trata realmente la Nueva Guerra Fría:
“En resumen, es un conflicto entre dos sistemas sociales diferentes, cada uno con su propia filosofía de cómo funcionan las sociedades. ¿Serán planificados por centros financieros neoliberales centrados en Nueva York, apoyados por los neoconservadores de Washington, o serán el tipo de socialismo que imaginaron a fines del siglo XIX y principios del siglo XX: un ‘mercado’ y, de hecho, una sociedad libre de rentistas? ¿Se socializarán los monopolios naturales como la tierra y los recursos naturales y se utilizarán para financiar el crecimiento interno y la vivienda, o se dejarán en manos de los intereses financieros, para convertir la renta en pagos de intereses que consumen los ingresos de los consumidores y las empresas? Y, sobre todo, ¿los gobiernos crearán su propio dinero y dirigirán la banca para promover la prosperidad nacional, o permitirán que los bancos privados (cuyos intereses financieros están representados por los bancos centrales) tomen el control de las tesorerías nacionales?”.

Pepe Escobar es un analista geopolítico independiente, escritor y periodista. Escribe para Asia Times Online, The Cradle, The Saker, Strategic Culture Foundation, y otros medios, Trabajó como analista para RT, Sputnik News y Press TV. Anteriormente trabajó para Al Jazeera.

Texto original: https://thesaker.is/will-the-global-south-break-free-from-dollarized-debt/

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