
Por Brian Cloughley*
La petulante arrogancia del Complejo Militar-Industrial de Washington nunca deja de intrigar al resto del mundo, gran parte del cual se encoge de hombros colectivamente, pero tiene que reconocer que la exageración refleja la Estrategia de Defensa Nacional de los EE.UU., que nos informa que los militares se están concentrando para confrontar a Rusia y China.
Una de las voces más fuertes en el coro de la confrontación es la del Comandante de las Fuerzas Navales de los Estados Unidos en Europa, el almirante James Foggo III, quien sabe que cuanto más ruidoso es, más dinero será asignado por el gobierno para adquirir más y más barcos. Y él es muy bueno para ser bullicioso. En el 2016, escribió una pieza especialmente belicosa para el Instituto Naval de EE. UU., titulada “La Cuarta Batalla del Atlántico”, en la que criticó a Rusia por no reconocer que Estados Unidos es el líder supremo. Declaró que “la nueva estrategia de seguridad nacional de Rusia describe a los Estados Unidos y la OTAN, como amenazas a la seguridad de Rusia y nos acusa de aplicar ‘presión política, económica y militar’ sobre Rusia”.
Desde hace casi 20 años
Tiene toda la razón acerca de la amenaza entre Estados Unidos y la OTAN, porque ha estado creciendo durante casi veinte años. Como he escrito antes, después de que el Pacto de Varsovia se disolvió en marzo de 1991, tras la desaparición de la URSS, la OTAN, que ya no tenía ninguna razón para seguir existiendo, logró continuar y, en 1999, agregó a Polonia, a la República Checa y Hungría, a sus 16 miembros. Como señaló la BBC, estos países se convirtieron en “los primeros estados del antiguo bloque soviético en unirse a la OTAN, adelantando las fronteras de la alianza unas 400 millas hacia Rusia”.
Con una buena razón, Moscú se preguntó qué demonios podría estar planeando la camarilla militar estadounidense y de la OTAN.
El New York Times reportó que la expansión de 1999 fue para “abrir un nuevo camino a la alianza militar” y expresó su satisfacción por la ceremonia que se llevó a cabo en la ciudad de Independence, Missouri, donde “la emotiva Secretaria de Estado Madeleine K Albright, observó a los tres ministros extranjeros firmar los documentos de adhesión, que ella misma la firmó y luego los sostuvo en alto como trofeos de victoria”. La Sra. Albright, que nació como Marie Korbelová, en Praga y “hoy no hizo ningún secreto de su alegría como su patria y las otras dos naciones se unieron a la alianza”. Pero ni ella ni nadie más estaban al tanto para explicar lo que significaría el “nuevo camino” que tomaría la OTAN.
Un imperio militar expansionista
La OTAN continuó expandiéndose alrededor de las fronteras de Rusia, invitando a Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Rumania, Eslovaquia y Eslovenia a unirse en el 2002, lo que lo logró dos años después.
No es de extrañar que Rusia esté preocupada por las intenciones de la OTAN, ya que la coalición militar de occidente se lanza cada vez más ansiosa hacia el conflicto.
Además, los propios Estados Unidos tienen cientos de bases militares, repartidas por todo el mundo. Como señaló Nick Turse “Oficialmente, el Departamento de Defensa mantiene 4,775 sitios, distribuidos en los 50 estados, ocho territorios de los EE.UU. y 45 países extranjeros. Un total de 514 de estos puestos de avanzada se encuentran en el extranjero, de acuerdo con la cartera de propiedades mundiales del Pentágono… Pero la versión más reciente de esa cartera, publicada a principios del 2018 y conocida como el Informe de Estructura Base, no incluye ninguna mención de al-Tanf [la base de las fuerzas especiales de EE.UU. en Siria] o, para el caso, cualquier otra base en Siria. O Irak. O Afganistán. O Níger. O Túnez. O Camerún. O Somalia. O cualquier número de lugares donde se sabe que existen tales puestos militares e incluso, a diferencia de Siria, se están expandiendo”.
La paranoia invertida de EE.UU.
Sin embargo, el almirante Foggo insiste en que “un objetivo perdurable de la política exterior rusa hoy (en día) es desafiar a la OTAN y elevar a Rusia al escenario europeo una vez más”. Bueno, ciertamente Rusia quiere estar en el escenario europeo, y hay que señalar que está más cerca a esa etapa de lo que es Estados Unidos. Pero no es un escenario militar. Quiere comerciar con Europa —como lo aprecian las principales potencias europeas, Alemania y Francia— y sería una locura tomar medidas en contra de esta cooperación mutuamente beneficiosa.
Desafortunadamente, Polonia y los Estados bálticos de Estonia, Letonia y Lituania están al borde de la paranoia de la supuesta “amenaza” de Rusia, pero Moscú no ha dado ningún indicio de que Rusia tenga alguna intención de actuar en contra de ellos, de ninguna manera. El comercio con estos países también es importante, pero esto no ha impedido que el cuarteto paranoico se entregue a una operación sumamente costosa para “separar las redes eléctricas de Rusia”, a pesar del hecho de que “Rusia, en la que los estados bálticos se confían actualmente para equilibrar sus flujos de energía eléctrica, nunca ha cortado la energía, ni ha amenazado con hacerlo”.
Ejercicios militares provocativos
Todo esto es parte de la obsesión anti-rusa que se está acumulando en gran parte de Occidente, y juega en manos de almirante Foggo, quien ahora, unos tres meses después de un incidente en el estrecho de Kerch en noviembre pasado, lo anunció diciendo: “Me irrita sin fin” de que Rusia detuviera y acusara a 24 marineros ucranianos, de estar involucrados en el paso ilegal de algunos buques ucranianos. La furia de Foggo reside en su creencia de que “son marineros, oficiales y jefes ucranianos uniformados. No son delincuentes, y están siendo acusados bajo un código penal”.
Ninguno de sus pronunciamientos tiene sentido, pero el 19 de febrero Foggo despachó al destructor de misiles guiados Donald Cook al Mar Negro, donde debe realizar “operaciones de seguridad marítima y mejorar la estabilidad marítima regional, preparando y combinando la capacidad naval con nuestros aliados y socios de la OTAN en la región”. La provocativa salida de Donald Cook no logrará nada más que el aumento de la tensión entre EE.UU. y Rusia, que, desafortunadamente, es el objeto del ejercicio.
En el Mar de China Meridional
Ahora vayamos a la otra región de los fandangos por la libertad de la Marina de los Estados Unidos, el Mar de China Meridional.
En ese lado del mundo, los Estados Unidos están representados militarmente por el almirante Philip S Davidson, el Comandante del Comando Indo-Pacífico de los Estados Unidos, a quien no le gusta China. El 12 de febrero advirtió al Comité de Servicios Armados del Senado de los EE.UU. que el “primer grupo de portaaviones de China, centrado alrededor de su renovado portaaviones construido por los soviéticos, alcanzó su capacidad operativa inicial a mediados de 2018” y su “primer portaaviones construido a nivel nacional ha completado cuatro sets de pruebas en el mar desde mayo del 2018 y probablemente se unirá a la flota de la Armada del PLA (Ejército de Liberación del Pueblo, de China) en el 2019”.
Lo anterior es muy interesante, pero lo que no dice es que Estados Unidos tiene once grupos de ataque totalmente operativos, uno de los cuales, encabezado por el transportador John C. Stennis, según lo registrado por Stratfor, “está en marcha en el área de operaciones de la 7ª Flota de EE.UU., en apoyo de las operaciones navales para garantizar la estabilidad y seguridad marítimas en la Región Central”. El cual es, como lo señaló el Instituto Naval de EE.UU., el “Mar del Sur de China”, donde contribuirá a la tensión al navegar a través de las aguas que China considera suyas.
Reclamando por una Convención no firmada
El almirante Davidson anunció que China no estaba cumpliendo con la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar y, naturalmente, no observó ninguna ironía divertida en el hecho de que Estados Unidos no haya ratificado la Convención.
Pero en cualquier caso, a los ojos del Estado Industrial Militar de Washington, las reglas de la ONU son valiosas solo cuando coinciden con la política de los Estados Unidos.
El 7 de enero, la Flota del Pacífico de los Estados Unidos anunció que el USS McCampbell, un destructor de misiles guiados, había llevado a cabo una operación de “libertad de navegación”, navegando a 12 millas náuticas de las islas Paracel de China, “para desafiar las reclamaciones marítimas excesivas” chinas. Luego, el 11 de febrero volvieron a hacerlo. La CNN informó que la séptima flota anunció que los destructores de misiles guiados USS Spruance y USS Preble habían navegado a menos de 12 millas náuticas de las Islas Spratly “para desafiar los reclamos marítimos excesivos y preservar el acceso a las vías fluviales según lo regulado por la ley internacional”.
Las gamberradas juveniles
Washington ha tejido un patrón de confrontación militar, desde el Báltico y el Estrecho de Kerch, hasta el Mar de China Meridional, cuyo objetivo es contrariar a Rusia y China. Se puede afirmar que las maniobras de provocación en el aire, en el mar y en tierra, se realizan con el objetivo de alterar las políticas chinas y rusas, pero la única consecuencia de estas gamberradas juveniles es aumentar la tensión, aumentar la desconfianza y allanar el camino a la guerra. Ese es el camino previsto por el New York Times en 1999, y se está siguiendo fielmente.
Solo podemos esperar que Trump vea la luz indicadora de la cooperación y la prosperidad en lugar de seguir el camino de la confrontación, pero parece estar a merced del Estado Industrial Militar. Si es así, solo puede haber serios problemas en el futuro.
* Brian Cloughley es un veterano de los ejércitos británico y australiano, ex jefe adjunto de la misión militar de la ONU en Cachemira y Agregado de Defensa de Australia en Pakistán.
Texto original: https://www.strategic-culture.org/news/2019/02/26/military-industrial-state-confronts-russia-and-china.html
Traducción: A. Mondragón
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