El narcotráfico y el narcomilitarismo crece bajo la sombra artificial del terrorismo en el Perú

A propósito de la captura del denominado camarada Carlos, como miembro del inexistente Sendero Luminoso armado, y del narcomilitarismo del cual nadie quiere hablar. 

Por Wilson Barrantes
La Policía Nacional del Perú presentó hace unos días a un supuesto senderista, el ‘Camarada Carlos’. Lo que dice el Ministerio de la Propaganda, sin embargo, son la Ilusiones Necesarias de los dueños del poder para engatusar a las masas. Por esta razón es importante considerar un adagio del latín: RES NON VERBA, Realidades y no Palabras, para describir la cruda verdad y no creer en las ilusiones de La Caverna, para que termine esta direccionalidad político-policial y gubernamental, que viene de décadas atrás, constituyendo una maquinación para mantener a “buen recaudo” la actividad del narcotráfico, que corrompió a casi todo el Estado y al sector privado.

Narcotráfico y Subversión
A fin de entender la realidad, se hará una secuencia de los altibajos ocurridos en esta actividad delictiva del narcotráfico. Su presencia viene desde hace muchas décadas, pero en forma incipiente, cuasi artesanal. Para este análisis tomaremos como base los últimos 40 años —desde 1980 a la fecha— que es la etapa que el narcotráfico adquiere niveles de producción industrial y comercialización a gran escala, con un sustento bancario, y el uso de transportes nacionales e internacionales.
Esta ampliación de escala productiva de la droga ocurre concomitantemente con la aparición de Sendero Luminoso (1980) y el MRTA (1984) Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, en la esfera subversiva, asentados en las zonas cocaleras. Sabemos que no existen coincidencias en estos campos, puesto que el crecimiento de las operaciones del narcotráfico echa raíces cuando esos movimientos subversivos-terroristas hacen presencia en nuestra vida nacional.
Es como una estrategia del ajedrez: Para encubrir un plan estratégico, se realizan operaciones tácticas de distracción.

El punto de partida
Para uniformizar términos, consideraremos como el punto inicial del tráfico de drogas el producto de la hoja de coca conocida como pasta básica y pasta básica lavada, para elaborar posteriormente la cocaína. Y eso no ocurre aisladamente ya que es el resultado de una convivencia entre elementos del Estado (FFAA y PNP) con narcos y subversivos-terroristas, que lo explicaremos más adelante.
El desarrollo delincuencial del narcotráfico en los último 40 años, lo evaluaremos inicialmente desde (I) 1980-1993, al ocurrir el ‘boom’ de la producción de pasta básica, incentivado por la presencia del Cartel de Cali (Colombia) dedicado fundamentalmente al traslado de la pasta básica del Perú hacia ese país usando avionetas. La superficie productiva, en esa época, se estima en 130.000 hectáreas bajo la “indiferencia” de los gobiernos de Fernando Belaunde, Alan García y Alberto Fujimori.

Neutralización y renacimiento
Una segunda etapa (II) 1993-1998, como consecuencia de la caída del principal narco colombiano Pablo Escobar y sus principales lugartenientes, lo cual da pie a un conjunto de acciones dirigidas a erradicar la siembra. En ese entonces se redujo el área cultivada de 130 mil hectáreas a 115 mil en 1994 y luego a 43 mil hectáreas en 1995. Además, se neutralizaron los sistemas de transporte aéreo y pistas clandestinas. Fue un periodo complicado para el narcotráfico.
Y entonces viene un tercer periodo (III) 1998-2000, donde se vuelve a dar otro giro, pero esta vez a favor del narcotráfico. Coincide con el Plan Colombia. Se reinicia el cultivo de la hoja de coca con elaboración del clorhidrato de cocaína en forma intensa hasta el 2011, alcanzando preeminencia mundial en la producción de hoja de coca y de cocaína, con 62 mil hectáreas cultivadas. Se había incrementado la productividad (mejora genética de la planta, mayor número de cosechas al año), con una indolencia de parte del Estado para controlar esta ilícita actividad, agravada con decisiones inexplicables desde un punto de vista moral, como ocurrió en el segundo gobierno de Alan García, al dictaminar miles de narco-indultos en favor de esos delincuentes. Se comentó que “eso no era gratis”, además hubo inercia gubernamental para erradicar los cultivos.

El Industrialismo del Narcotráfico
Periodo (IV). En Vizcatán se instalan los laboratorios para producir clorhidrato de cocaína. Uno de ellos a cargo de los colombianos. Otro a cargo de un familiar de los Quispe Palomino, el llamado primo Lucho. Otro laboratorio en el sector de Bidón, donde se asentaron los Quispe Palomino después de su paso por Vizcatán.
En este último lugar, la ingeniería estuvo a cargo de los brasileros. Los insumos llegaban desde Huancavelica y Junín a través de varias entradas, sin control de nadie. Además de los laboratorios, los colombianos suministran armas modernas. Del 2003 al 2009 con fusiles Galil, radios, computadoras portátiles y otros medios modernos. José implemento un sistema de traslado de droga con 99 mujeres y un varón delante, un burro que guía al grupo, trasladando de 1.000 a 1.500 kilos de clorhidrato de cocaína por viaje fuera del VRAEM (Valle de los Ríos Apurímac, Mantaro y Ene). El dinero era recogido y entregado en mochilas a José, aproximadamente un millón de dólares por cada operación.

Crecimiento en cifras
Un dato interesante. La Dirección Antidrogas (Dirandro) informó que en 2022 alcanzamos cerca de 90,000 hectáreas de hoja de coca y 900 toneladas de clorhidrato de cocaína. O sea, 10 kilos de clorhidrato de cocaína por hectárea. El narcotráfico se nutre de 4 a 5 cosechas anuales (por mejoras genéticas de la planta). Si solo consideramos 2 cosechas anuales, lo cual es un número bastante conservador, hablamos de 1,800 toneladas —si fueran 4 o 5 cosechas, eso puede explicar aún más el por qué el narcotráfico ha corrompido a casi todo el Estado y al sector privado.
Por los puertos sale a un costo de 5 mil dólares el kilo. Entonces estaríamos hablando de 9 mil millones de dólares. Un estimado de 4 puntos del PBI. Esa cifra es la culpable de generar una gran distorsión en las cuentas nacionales y tiene una gran incidencia en el crimen organizado, la inseguridad ciudadana, el incremento de la corrupción —y como fresa del pastel: refuerza la posición del Nuevo Sol frente al Dólar de EE.UU.

Cuál es la realidad
La Dircote refiere —y es la narrativa del Ministerio de la Propaganda— que en la zona del VRAEM existe una alianza entre el narcotráfico y Sendero Luminoso y que los Quispe Palomino solo les dan seguridad y cobran cupos. Pero, como ya lo hemos subrayado, su actividad es netamente delictiva: la preparación de clorhidrato de cocaína. Además, son los dueños de su propia firma de narcotráfico. Cubren todos los eslabones de la cadena de producción a escala industrial de la cocaína y el lavado de dinero —que debería tener alianzas con el sector financiero.
Lo que se acaba de describir es la Realidad y no las Palabras que un sector del Estado quiere que creamos: la burda historia de que solamente son terroristas. Así, lo real y concreto es que para 2011 se había incrementado paulatinamente el área cultivada llegando a las 77 mil hectáreas en forma sostenida, incluyendo la cuenca del Huallaga y la provincia de Leoncio Prado —todo esto muy a pesar de la presencia militar en el VRAEM, ¿por qué?

Un silencio cómplice
En 2022, fuentes oficiales señalaban que en el Perú existían 61.700 hectáreas. No era tan cierto, la UNDOC (Organización de Naciones Unidas para el Control de la Droga) determina que eran 85 mil hectáreas, con una producción de 900 toneladas de clorhidrato de cocaína por cosecha. Ningún medio de prensa trata este escandaloso tema. Hay un silencio cómplice con relación al narcotráfico y se transfiere al terrorismo como actividad principal en el VRAEM. Tampoco es cierto.
La única explicación del silencio cómplice es “inflar” el tema subversivo y que los órganos encargados de controlar el narcotráfico estén fuera de su objetivo, al derivar su función a una situación inexistente como es el control del terrorismo. Esto, al parecer, es promovido por algunos miembros corruptos de las Fuerzas Armadas FF.AA. y de la Policía Nacional PNP (DIRCOTE), con la única finalidad de lucrar con el presupuesto del Estado y la libertad de acción para coludirse con el narcotráfico.
Lo anterior significa una posición muy rentable para los involucrados, quienes estarían en la mayoría de los estamentos jerárquicos de las instituciones públicas, empresas privadas y banca nacional. Y hay una razón de peso para esta afirmación, el volumen monetario del transporte, la siembra, la logística y la ganancia final en dólares estadounidenses NO PUEDE PASAR DESAPERCIBIDO. Es evidente, entonces, la complicidad de todos los encargados de controlar esa ilícita actividad.

Penetración de la corrupción
Dentro del variopinto mundo de esta estructura criminal, el narcotráfico —a causa de sus multibillonarios ingresos— tiene el poder y la capacidad de penetrar los altos niveles sociales y gubernamentales que lucran con el “boom” actual de la cocaína (2022). Es un virtual “matrimonio” del crimen organizado, con elementos peruanos así como transnacionales.
Si a lo anterior le sumamos los otros multibillonarios ingresos a través de la minería ilegal, que viene creciendo imparablemente; la trata de personas que aumenta día a día; la desertificación de los bosques por la tala ilegal de madera; y el tráfico descontrolado de armas, entonces las consecuencias son ineludibles: el crecimiento de la inseguridad ciudadana (debido a que las fuerzas de seguridad están en su “propio negocio” ya descrito), con la presencia diaria de, bandas criminales, ajustadores de cuentas o sicarios —lo cual se comprueba diariamente por la información  de prensa.

Un espectáculo mendaz
Y si agregamos la intención mafiosa de “terruquear” y tildar a cualquier ciudadano con ese calificativo, sabiendo de la inexistencia de Sendero Luminoso SL (Abimael Guzmán ha muerto y la cúpula está presa o a muerto) y el MRTA (dejó de existir con la muerte de Néstor Serpa en la Embajada de Japón, en 1997) se configura un espectáculo mendaz —vociferado por el Ministerio de la Propaganda— que nos deja un sabor de incapacidad como sociedad y nación, al no disponer de instituciones capaces de dar seguridad a la inmensa mayoría de los peruanos.
Así, con este escenario retratado fuera de La Caverna —la alegoría de Platón—, la pregunta es ¿Por qué se llegó a este nivel de inseguridad? La única respuesta es el uso del terrorismo como instrumento de manipulación psicológica y política. Necesitan que el VRAEM vigente como La Caverna donde viven los “terroristas”. Sin embargo, saben muy bien que, con la captura de Feliciano en 1999, tras ser traicionado por los hermanos Quispe Palomino culminó la fase subversiva. Ahora los sectores del poder y los medios alardean sobre un terrorismo fantasmal, pero muy efectivo para ocultar las actividades multibillonaria del narcotráfico.

Camarada José entra en escena
De esa manera, desde principios del presente Siglo llega el Camarada José y, como un CEO, asume la dirigencia de una corporación del crimen organizado dedicándose al cobro de cupos. Organiza a los mochileros para el traslado de la droga, los convierte en narcotraficantes sin ningún atisbo de ideología ni orientación política. Sin embargo, la policía los sigue considerando senderistas aunque su camino está vinculado al tráfico de drogas, y desde 2003 comienzan con el sembrado de hoja de coca.
Como sucede en la lucha por el poder en toda organización criminal, en esta actividad del narcotráfico hay desacuerdos permanentes entre ellos y la policía. Cuando no respetan ‘los acuerdos’, es entonces que se dedican a ‘hacer justicia’ —o mejor dicho a realizar ajustes de cuentas— cuando las patrullas policiales se quedan con la droga. Desde 2000 a la fecha han perpetrado cerca de 13 atentados contra la policía por quedarse con la droga.

Los militares como partícipes
En marzo del 2008, tras una decisión político-estratégica, la Fuerza Armada hace su ingreso y desde hace 15 años, según el Ministerio de la Propaganda, fueron los encargadas de desarticular a los narcotraficantes Quispe Palomino. Pero lo cierto es que desde hace 15 años emboscan a policías que se quedan con la mercadería y abusan de la de las comunidades. Así, con el pretexto de la lucha contra el terrorismo, mantienen oculto el narcotráfico y, a cambio de ello, la Fuerza Armada y la Policía Nacional obtienen un jugoso presupuesto de millones de soles del presupuesto nacional en esa zona (armamento, operatividad, bonos).
En el VRAEM —con más de 350,000 hectáreas de terreno y 40.000 hectáreas de hoja de coca cultivada— no se combate al narcotráfico porque, según argumentan los expertos, los cocaleros se pueden juntar con las columnas terroristas.

Operaciones fantoches
El 11 de agosto de 2022 se hizo la Operación Patriota. Fue un fracaso rotundo. Se dijo que el Camarada José había sido herido. Después de 2 meses José graba un audio y se burla de la operación de los militares. Queda claro que su grupo, de no más de 150 hombres, jamás ha podido ser golpeado durante 15 años. Ahora hay una militarización parcial de la lucha antinarcóticos. Claro, si uno se hace la pregunta: ¿Cuál es el costo-beneficio en el Perú de esta política? La respuesta es que la Fuerza Armada y la policía estarían siendo facilitadores del narcotráfico desde el 2013 hacia delante. ¿Y cuál es el resultado?

El narcomilitarismo
Lo que ha surgido, a lo largo de los hechos aquí revelados, es la aparición de un nuevo narco militarismo con narco-vuelos. Malos militares y policías se apropian de ese dinero. Por supuesto que el terrorismo no es una amenaza y por eso exigimos al gobierno que sincere las amenazas nacionales (con indicadores precisos y objetivos) y extermine el “terruqueo” como una excusa banal.
Esta es parte de la historia del narcotráfico ocurrido en el Perú desde los 1980’s. Recientemente las autoridades presentaron a dos narcotraficantes, pero los describieron como terroristas de Sendero Luminoso. Los presentó el ministro del Interior bajo una flagrante mentira. Nos preguntamos entonces —tras la explicación que los Quispe Palomino son una corporación del narcotráfico con sus 150 efectivos y que resulta imposible creer que pertenecen a un inexistente SL, y que simplemente son delincuentes comunes— ¿por qué tenemos que creer que son senderistas o terroristas? La respuesta es porque son narcotraficantes.

Un escenario de terror estatal
Pero vale preguntarse: ¿por qué los presentan como terroristas? Desde la cima del poder en el gobierno, creen que estando en vísperas de un nuevo desplazamiento de ciudadanos del interior del país hacia Lima, para protestar y exigir un adelanto de elecciones, se está enviando al público en general el mensaje-propaganda de que ellos serían terroristas. Que aplicando la ley pueden hacer uso de sus armas en defensa propia para matar a más gente en una represión peligrosa, cobarde y premeditadamente. Muertes para crear el terror en la población descontenta.

Epílogo:
Esa y no otra sería la verdadera razón de presentar a un “X” como líder de un grupo subversivo que no existe. Es decir, aplicar la trilogía Hegeliana de Problema-Acción-Reacción. Enfrentar el Problema del descontento popular, a través de una presunta Acción terrorista y, entonces, preparar el terreno de una Reacción brutal con una nueva represión policial.

El autor es el General EP Wilson Barrantes, Ex Director de Inteligencia Nacional del Perú.

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