Por Pepe Escobar
El neoliberalismo —literalmente— se está incendiando. Y de Ecuador a Chile, América del Sur, una vez más, está mostrando el camino. Contra la viciosa receta de austeridad del FMI, que utiliza armas de destrucción masiva económica, para destruir la soberanía nacional y fomentar la desigualdad social, América del Sur parece finalmente dispuesta a reclamar el poder de forjar su propia historia.
Hay tres elecciones presidenciales en juego. Las de Bolivia parecen haber sido resueltas el domingo pasado —incluso mientras los sospechosos habituales gritan “¡Fraude!”. En Argentina y Uruguay fueron el domingo 27.
El contragolpe contra lo que David Harvey ha conceptualizado espléndidamente como la acumulación por desposesión es, y seguirá siendo, una plaga. Con el tiempo llegará a Brasil, que, tal como está, sigue siendo despedazado por los fantasmas pinochetistas. Brasil, eventualmente, después de un inmenso dolor, se levantará de nuevo. Después de todo, los excluidos y los humillados de toda América del Sur están descubriendo finalmente que llevan un Guasón dentro de sí mismos.
Chile privatiza todo
La pregunta que recorre las calles chilenas es cruda: “¿Qué es peor, evadir los impuestos o invadir el metro? Todo es cuestión de hacer la matemática de la lucha de clases. El PIB de Chile creció un 1.1% el año pasado, mientras que las utilidades de las mayores empresas crecieron diez veces más. No es difícil encontrar de dónde se extrajo la enorme brecha. Las protestas callejeras han destacado cómo privatizaron el agua, la electricidad, el gas, la salud, la medicina, el transporte, la educación, el salar en Atacama, incluso los glaciares.
Esa es una acumulación clásica por desposesión, ya que el costo de la vida se ha vuelto insoportable para la abrumadora mayoría de los 19 millones de chilenos, cuyo ingreso promedio mensual no supera los 500 dólares.
Paul Walder, director del portal Politika y analista del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE), señala que menos de una semana después del fin de las protestas en Ecuador —que subyugaron al buitre neoliberal Lenin Moreno—, Chile entró en un ciclo de protestas muy similar.
Walder define correctamente al presidente de Chile, Sebastián Piñera, como el pavo en un banquete de larga duración, que involucra a toda la clase política chilena. No es de extrañar que las multitudes callejeras chilenas ya no hagan ninguna diferencia entre el gobierno, los partidos políticos y la policía. Piñera, como era de esperar, criminalizó a todos los movimientos sociales; envió al ejército a las calles para que hiciera una represión absoluta; e instaló un toque de queda.
Un presidente multimillonario
Piñera es el séptimo multimillonario más rico de Chile, con activos valorados en 2,700 millones de dólares, distribuidos en aerolíneas, supermercados, televisión, tarjetas de crédito y fútbol. Es una especie de Moreno turbocargado, un pinochetista neoliberal. El hermano de Piñera, José, era en realidad un ministro de Pinochet, y el hombre que implementó la privatización de la asistencia social de Chile, una fuente clave de la desintegración y desesperación social. Y todo está interrelacionado: el actual Ministro de Finanzas de Brasil, Paulo Guedes, un Chicago Boys, vivía y trabajaba en Chile en ese momento, y ahora quiere repetir el experimento absolutamente desastroso en Brasil.
El resultado final es que el “modelo” económico que Guedes quiere imponer en Brasil se ha derrumbado totalmente en Chile.
El principal recurso de Chile es el cobre. Las minas de cobre, históricamente, eran propiedad de Estados Unidos, pero luego fueron nacionalizadas por el presidente Salvador Allende en 1971; de ahí el plan del criminal de guerra Henry Kissinger de eliminar a Allende, que culminó en el 11-S original, en 1973.
Luego la dictadura de Pinochet reprivatizó las minas. La mayor de todas, Escondida, en el desierto de Atacama —que representa el 9% del cobre del mundo— pertenece al gigante anglo-australiano Bhp Billiton. El mayor comprador de cobre en los mercados mundiales es China. Al menos dos tercios de los ingresos generados por el cobre chileno no van a parar al pueblo chileno, sino a las multinacionales extranjeras.
Bajo el fuego de los indígenas
Antes de Chile, Ecuador estaba semiparalizado: escuelas inactivas, falta de transporte urbano, escasez de alimentos, especulación desenfrenada, graves perturbaciones en las exportaciones de petróleo. Bajo el fuego de la movilización de 25,000 indígenas en las calles, el presidente Lenin Moreno dejó cobardemente un vacío de poder en Quito, transfiriendo la sede del gobierno a Guayaquil. Los pueblos indígenas asumieron la gobernanza en muchas ciudades y pueblos importantes. La Asamblea Nacional estuvo ausente sin permiso durante casi dos semanas, sin la voluntad de intentar siquiera resolver la crisis política.
Al anunciar el estado de emergencia y el toque de queda, Moreno puso una alfombra roja a las Fuerzas Armadas, y Piñera repitió el procedimiento en Chile. La diferencia es que, en Ecuador, Moreno apuesta por la división y el dominio entre los movimientos de los pueblos indígenas y el resto de la población. Piñera recurre a la fuerza bruta.
Además de aplicar las mismas viejas tácticas de subir los precios para obtener más fondos del FMI, Ecuador también mostró una articulación clásica entre un gobierno neoliberal, las grandes empresas y el proverbial embajador de EE.UU., en este caso Michael Fitzpatrick, ex Subsecretario para Asuntos del Hemisferio Occidental a cargo de la región andina, Brasil y el Cono Sur hasta el 2018.
La debacle argentina
El caso más claro de fracaso total del neoliberalismo en América del Sur es Argentina. Hace menos de dos meses, en Buenos Aires, vi los viciosos efectos sociales del peso en caída libre, la inflación al 54%, una emergencia alimentaria de facto y el empobrecimiento incluso de sectores sólidos de la clase media. El gobierno de Mauricio Macri literalmente quemó la mayor parte de los 58,000 millones de dólares del préstamo del FMI —aún quedan 5,000 millones de dólares por llegar. Macri va a perder las elecciones presidenciales: Los argentinos tendrán que pagar su enorme factura.
El modelo económico de Macri no podía ser otro que el de Piñera —en realidad Pinochet, donde los servicios públicos se gestionan como un negocio. Una conexión clave entre Macri y Piñera es la ultra neoliberal Fundación para la Libertad, patrocinada por Mario Vargas Llosa, quien al menos se jacta de haber sido un novelista decente hace mucho tiempo.
Macri, millonario, discípulo de Ayn Rand e incapaz de mostrar empatía hacia nadie, es esencialmente un cifrado, prefabricado por su gurú ecuatoriano Jaime Durán Barba como un producto robótico de minería de datos, redes sociales y grupos focales. En La Cabeza de Macri: Como Piensa, Vive y Manda el Primer Presidente de la No Política, de Franco Lindner, se puede encontrar una visión hilarante de sus inseguridades.
Entre miles de travesuras, Macri está indirectamente vinculado a la fabulosa máquina de lavado de dinero del HSBC. El presidente del HSBC en Argentina fue Gabriel Martino. En el 2015, se descubrieron cuatro mil cuentas argentinas por valor de 3,500 millones de dólares en el HSBC en Suiza. Esta espectacular fuga de capitales fue diseñada por el banco. Sin embargo, Martino fue salvado esencialmente por Macri, y se convirtió en uno de sus principales asesores.
Cuidado con los buitres del FMI
Ahora todos los ojos deben estar puestos en Bolivia. Al momento de escribir este artículo, el presidente Evo Morales ganó las elecciones presidenciales del domingo (20 de octubre) en la primera vuelta, obteniendo, por un estrecho margen, el 10% de diferencia necesario para que un candidato gane si no obtiene el 50% más uno de los votos. Morales lo hizo bien al final, cuando los votos de las zonas rurales y del extranjero fueron contados en su totalidad, y la oposición ya había empezado a salir a las calles para presionar. No es de extrañar que la OEA —servil a los intereses estadounidenses— haya proclamado una “falta de confianza en el proceso electoral”.
Evo Morales representa un proyecto de desarrollo sostenible, inclusivo y, sobre todo, autónomo de las finanzas internacionales. No es de extrañar que todo el aparato del Consenso de Washington lo odie. El ministro de Economía, Luis Arce Catacora, fue al grano: “Cuando Evo Morales ganó su primera elección en el 2005, el 65% de la población tenía bajos ingresos, ahora el 62% de la población tiene acceso a un ingreso medio”.
La oposición, sin ningún proyecto, excepto las privatizaciones salvajes, y sin ninguna preocupación por las políticas sociales, se ve obligada a gritar “¡Fraude!”, pero esto podría dar un giro muy desagradable en los próximos días. En los suburbios del sur de La Paz, el odio de clase contra Evo Morales es el deporte favorito: al Presidente se le llama “indio”, un “tirano” e “ignorante”. Los cholos del Altiplano son definidos rutinariamente por las elites de terratenientes blancos en las llanuras como una “raza malvada”.
Nada de eso cambia el hecho de que Bolivia es ahora la economía más dinámica de América Latina, como destacó el analista argentino Atilio Borón.
“Preocupados” por la pobreza
La campaña para desprestigiar a Morales, que está destinada a ser aún más cruel, forma parte de la guerra imperial del 5G, que, escribe Borón, borra totalmente “la pobreza crónica que la mayoría absoluta de la población sufrió durante siglos”, un Estado que siempre “mantuvo a la población bajo total desprotección institucional” y “el pillaje de las riquezas naturales y el bien común”.
Por supuesto, el espectro de las aventuras de los buitres del FMI no desaparecerá en América del Sur como un encanto. Incluso los sospechosos habituales, a través de informes del Banco Mundial, parecen ahora “preocupados” por la pobreza; los escandinavos ofrecen el Premio Nobel de Economía a tres académicos que estudian la pobreza; y Thomas Piketty, en Capital e Ideología, intenta desarmar la justificación hegemónica de la acumulación de riqueza.
Lo que sigue estando fuera de los límites de los guardianes del actual sistema mundial es investigar, realmente, el neoliberalismo radical como la causa fundamental de la hiperconcentración de la riqueza y la desigualdad social. Ya no basta con ofrecer curitas. Las calles de Sudamérica están en llamas. El retroceso ya está en pleno efecto.
Fuente: https://www.strategic-culture.org/news/2019/10/23/burn-neoliberalism-burn/
Traducción: A. Mondragón
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