Como pensar en el planeta post-encierro

Un fragmento de "Descenso de Cristo al Limbo", de Andrea Bonaiuti (1343-1379), en la Basilica of Santa Maria Novella.

El nuevo neomedievalismo, el biopoder de los virólogos-teólogos y el “virus de la palabra”

Por Pepe Escobar
Entre la falta de responsabilidad de las elites y la total fragmentación de la sociedad civil, el Covid-19 como un interruptor, muestra cómo el rey –el sistema imperial diseñado– está desnudo.
Estamos siendo absorbidos por una danza macabra de múltiples sistemas complejos que “chocan entre sí”, produciendo todo tipo de circuitos de retroalimentación, en su mayoría negativos.
Lo que ya sabemos con seguridad, como Shoshana Zuboff detalló en The Age of Surveillance Capitalism, es que “el capitalismo industrial siguió su propia lógica de conmoción y pavor” para conquistar la naturaleza. Pero ahora el capitalismo de vigilancia “tiene a la naturaleza humana en la mira”.
En “The Human Planet: How We Created the Anthropocene”, analizando la explosión del crecimiento demográfico, el aumento del consumo de energía y un tsunami de información “impulsado por los circuitos de retroalimentación positiva de la reinversión y el beneficio”, Simon Lewis y Mark Maslin, de la University College de Londres, sugieren que nuestro actual modo de vida es el “menos probable” entre varias opciones. “Un colapso o un cambio a un nuevo modo de vida es más probable”.

La ley de la tierra “desconcertada”
Con la distopia y la paranoia masiva que parece ser la ley de la tierra (desconcertada), los análisis de Michel Foucault sobre la biopolítica nunca han sido tan oportunos, ya que los estados de todo el mundo se hacen cargo del biopoder –el control de la vida y los cuerpos de las personas. [Nota del Traductor: ¿La previsión de The Matrix, desde la Neo Caverna de Platón o la Revolución Digital contra la Libertad?]
David Harvey, una vez más, muestra lo profético que fue Marx, no sólo en sus análisis del capitalismo industrial, sino de alguna manera incluso –en Grundrisse: Fundamentos de la Crítica de la Economía Política– pronosticó la mecánica del capitalismo digital:
Marx, escribe Harvey, “habla de la forma en que las nuevas tecnologías y el conocimiento se incrustan en la máquina: ya no están en el cerebro del trabajador, y el trabajador es empujado a un lado para convertirse en un apéndice de la máquina, un mero maquinista. Toda la inteligencia y todo el conocimiento que pertenecía a los trabajadores y que les confería un cierto poder de monopolio frente al capital, desaparece”.
Así, añade Harvey, “el capitalista que una vez necesitó las habilidades del trabajador ahora se libera de esa limitación, y la habilidad se encarna en la máquina. El conocimiento producido a través de la ciencia y la tecnología fluye en la máquina, y la máquina se convierte en ‘el alma’ del dinamismo capitalista”. [Nota del Traductor: Esta quizá sea una causa del porque los nacidos en la Revolución digital, son apéndices de sus teléfonos que, en cierto grado, son más “inteligentes” que ellos, al poderlos embaucarlos en la idea de tener una presunta libertad que, en la realidad, no la poseen.]

Estado de excepción y Necropolítica
Un efecto inmediato –económico– de la colisión de sistemas complejos es la aproximación a la Nueva Gran Depresión. Mientras tanto, muy pocos intentan comprender a fondo el Bloqueo del Planeta –y eso va, sobre todo, para el bloqueo post-Planeta. Sin embargo, algunos conceptos ya se destacan. Estado de excepción. Necropolítica. Un nuevo brutalismo. Y, como veremos, el nuevo paradigma viral.
Así que repasemos algunos de los mejores y más brillantes en la vanguardia del pensamiento del Covid-19. Un excelente mapa de ruta es proporcionado por la Sopa de Wuhan, una colección independiente reunida en español, con ensayos de, entre otros, Giorgio Agamben, Slavoj Zizek, Judith Butler, David Harvey, el surcoreano Byung-Chul Han y el español Paul Preciado.
Los dos últimos, junto con Agamben, fueron mencionados en ensayos anteriores de esta serie, sobre los estoicos, Heráclito, Confucio, Buda y Lao Tzu, y la filosofía contemporánea que se examinó en “La ciudad bajo la plaga”.

Viviendo en “psico-deflación”
Franco Berardi, un ícono estudiantil de 1968, ahora profesor de filosofía en Bolonia, ofrece el concepto de “psico-deflación” para explicar nuestra situación actual. Estamos viviendo una “epidemia psíquica … generada por un virus cuando la Tierra ha alcanzado una etapa de extrema irritación, y el cuerpo colectivo de la sociedad sufre por un tiempo un estado de estrés intolerable: la enfermedad se manifiesta en esta etapa, devastadora en lo social y esferas psíquicas, como una reacción de autodefensa del cuerpo planetario”.
Por lo tanto, como argumenta Berardi, un “virus semiótico en la psicoesfera bloquea el funcionamiento abstracto de la economía, sustrayendo los cuerpos de ella”. Solo un virus podría detener la acumulación de capital muerto: “El capitalismo es axiomático, funciona bajo una premisa no verificada (la necesidad de un crecimiento ilimitado que hace posible la acumulación de capital).
Toda concatenación lógica y económica es coherente con este axioma, y ​​nada se puede probar fuera de este axioma. No hay salida política del capital axiomático, no hay posibilidad de destruir el sistema”, porque incluso el lenguaje es un rehén de este axioma y no permite la posibilidad de nada “eficientemente extra-sistémico”.

Entonces, ¿qué queda?
“La única salida es la muerte, como aprendimos de Baudrillard”. El difunto gran maestro del simulacro ya pronosticaba un estancamiento sistémico en la década de los 1980’s posmodernista.
El filósofo croata Srecko Horvat, por el contrario, ofrece una hipótesis menos conceptual y más realista sobre el futuro inmediato: “El miedo a una pandemia es más peligroso que el virus mismo. Las imágenes apocalípticas de los medios de comunicación ocultan un nexo profundo entre la extrema derecha y la economía capitalista. Como un virus que necesita una célula viva para reproducirse, el capitalismo se adaptará a la nueva biopolítica del siglo XXI”.
Para el químico y filósofo catalán Santiago López Petit, el coronavirus puede verse como una declaración de guerra: “El neoliberalismo se disfraza descaradamente como un estado de guerra. El capital tiene miedo”, incluso cuando ” la incertidumbre y la inseguridad invalidan la necesidad del mismo estado”. Sin embargo, puede haber posibilidades creativas cuando “la vida oscura y paroxista, incalculable en su ambivalencia, escapa al algoritmo”.

Nuestra excepción normalizada
Giorgio Agamben causó una gran controversia en Italia y en toda Europa cuando publicó una columna a finales de febrero sobre “la invención de una epidemia”. Más tarde tuvo que explicar a qué se refería. Pero su idea principal sigue siendo válida: el estado de excepción se ha normalizado por completo.
Y resalta algo peor: “Un nuevo despotismo, que en términos de controles generalizados y cese de toda actividad política, será peor que los totalitarismos que hemos conocido hasta ahora”.
Agamben redobla sus análisis de la ciencia como la religión de nuestro tiempo: “La analogía con la religión se toma literalmente; Los teólogos declararon que no podían definir claramente qué es Dios, pero en su nombre dictaron reglas de conducta para los hombres y no dudaron en quemar a los herejes. Los virólogos admiten que no saben exactamente qué es un virus, pero en su nombre fingen decidir cómo vivirán los seres humanos”.
El filósofo e historiador camerunés Achille Mbembe, autor de dos libros indispensables, Necropolitics y Brutalisme, ha identificado la paradoja de nuestro tiempo: “El abismo entre la creciente globalización de los problemas de la existencia humana y la retirada de los estados dentro de sus propias fronteras antiguas”.
Mbembe profundiza en el fin de cierto mundo, “dominado por dispositivos de cálculo gigantes”, un “mundo móvil en el sentido más polimorfo, viral y casi cinematográfico”, refiriéndose a la ubicuidad de las pantallas (Baudrillard nuevamente, ya en la década de 1980) y la lexicografía, “que revela no solo un cambio de idioma sino el final de la palabra”.
Aquí tenemos a Mbembe dialogando con Berardi –pero Membe lo lleva mucho más lejos– “Este final de la palabra, este triunfo definitivo del gesto y los órganos artificiales sobre la palabra, el hecho de que la historia de la palabra termina bajo nuestros ojos, eso para mí es el desarrollo histórico por excelencia, el que revela el Covid-19″.

Un ensamblaje biológico y electrónico de control
Las consecuencias políticas son, inevitablemente, nefastas: “Parte del biopoder de las grandes naciones ¿acaso no radica en el sueño de una organización automatizada del mundo, gracias a la fabricación de un Hombre Nuevo que sería el producto del ensamblaje fisiológico, un sintético ensamblaje biológico y electrónico? Llamémoslo tecno-libertarismo”.
Esto no es exclusivo de Occidente: “China también está en ello, vertiginosamente”.
Este nuevo paradigma de una plétora de sistemas automatizados y decisiones algorítmicas “donde la historia y la palabra ya no existen, está en choque frontal con la realidad de los cuerpos en carne y hueso, microbios, bacterias y líquidos de todo tipo, sangre incluida”.
Occidente, argumenta Mbembe, eligió hace mucho tiempo “imprimir un rumbo dionisíaco a su historia y llevarse al resto del mundo con él, aunque no lo entienda. Occidente ya no conoce la diferencia entre el principio y el fin. China también está en ello. El mundo se ha sumergido en un vasto proceso de dilatación donde nadie puede predecir las consecuencias”.
Mbembe está aterrorizado por la proliferación de “manifestaciones vivas de la parte bestial y viral de la humanidad”, incluyendo el racismo y el tribalismo.

El neomedievalismo viral y digital
Esto, añade, conforma nuestro nuevo paradigma viral.
Su análisis ciertamente encaja con el de Agamben: “Tengo la sensación de que el brutalismo se va a intensificar bajo el impulso del tecno-libertarianismo, ya sea bajo China o escondido bajo los disfraces de la democracia liberal. Así como el 11 de septiembre abrió el camino a un estado de excepción generalizado, y su normalización, la lucha contra Covid-19 será utilizada como pretexto para mover la política aún más hacia el dominio de la seguridad”.
“Pero esta vez”, añade Mbembe, “será una seguridad casi biológica, que conlleva nuevas formas de segregación entre los ‘cuerpos de inmunidad’ y los ‘cuerpos virales’. El viralismo se convertirá en el nuevo escenario para fraccionar las poblaciones, ahora identificadas como especies distintas”.
Se siente como el neomedievalismo, una recreación digital del fabuloso fresco del “Triunfo de la Muerte” en Palermo. [Nota del traductor: O tal vez el “Descenso de Cristo al Limbo”, de Andrea Bonaiuti , cuyo fragmento que ilustra este artículo puede ser una alegoría a los líderes de la necropolítica y los virólogos-teólogos.]

La “comunidad del destino compartido”
Es útil contrastar tal pesimismo con la perspectiva de un geógrafo. Christian Grataloup, que sobresale en la geohistoria, insiste en el destino común de la humanidad (aquí se hace eco de Xi Jinping y del concepto chino de “comunidad de destino compartido”): “Hay un sentimiento de identidad sin precedentes. El mundo no es simplemente un sistema espacial económico y demográfico, sino que se convierte en un territorio. Desde los Grandes Descubrimientos, lo que era global se fue encogiendo, resolviendo muchas contradicciones; ahora debemos aprender a construirlo de nuevo, darle más consistencia ya que corremos el riesgo de dejar que se pudra bajo las tensiones internacionales”.
No es la crisis de Covid-19 la que llevará a otro mundo –sino la reacción de la sociedad a la crisis. No habrá una noche mágica –con actuaciones de estrellas del pop de la “comunidad internacional”– en la que se anuncie la “victoria” al ex Planet Lockdown.
Lo que realmente importa es un largo y arduo combate político para llevarnos al siguiente nivel. Los conservadores extremos y los tecnoliberales ya han tomado la iniciativa –desde el rechazo de cualquier impuesto a los ricos para apoyar a las víctimas de la Nueva Gran Depresión, hasta la obsesión de prevenir más deuda necesaria para el gasto público.

“Nada está inmóvil; todo se mueve; todo vibra”
En este marco, propongo ir un paso más allá de la biopolítica de Foucault. Gilles Deleuze puede ser el conceptualizador de una nueva y radical libertad. He aquí una deliciosa serie británica que puede ser disfrutada como si se tratara de un serio acercamiento de Monty Python a Deleuze.
Foucault destacó en la descripción de cómo el significado y los marcos de la verdad social cambian con el tiempo, constituyendo nuevas realidades condicionadas por el poder y el conocimiento.
Deleuze, por otro lado, se centró en cómo cambian las cosas. El movimiento. Nada es estable. Nada es eterno. Conceptualizó el flujo –de una manera muy heráclita. [Nota del traductor: O como el Kybalion: “Nada está inmóvil; todo se mueve; todo vibra”.]
Las nuevas especies (incluso la nueva Ubermensch creada por la IA) evolucionan en relación con su entorno. Es usando a Deleuze que podemos investigar cómo los espacios entre las cosas crean posibilidades para La Conmoción de lo Nuevo.

Los poetas, no los políticos
Ahora más que nunca, sabemos cómo está todo conectado (gracias, Spinoza). El mundo (digital) es tan complicado, conectado y misterioso que esto abre un número infinito de posibilidades.
Ya en la década de 1970, Deleuze decía que el nuevo mapa, el potencial innato de la novedad, debería llamarse “lo virtual”. Cuanto más compleja es la materia viva, más transforma esto virtual en acción espontánea y movimientos imprevistos.
Deleuze planteó un dilema que ahora nos enfrenta a todos en términos aún más duros. La elección es entre “el poeta, que habla en nombre de un poder creativo, capaz de anular todas las órdenes y representaciones, para afirmar la diferencia en el estado de revolución permanente que caracteriza el retorno eterno: y el del político, que está por encima todos interesados ​​en negar lo que “difiere”, para conservar o prolongar un orden histórico establecido, o para establecer un orden histórico que ya exponga en el mundo las formas de su representación”.
El tiempo exige actuar como poetas en lugar de políticos.

La metáfora central de Deleuze
La metodología puede ser ofrecida por el formidable “A Thousand Plateaus” de Deleuze y Guattari, subtitulado significativamente “Capitalismo y esquizofrenia”, donde el impulso no es lineal. Estamos hablando de filosofía, psicología, política conectada por ideas que se ejecutan a diferentes velocidades, un movimiento vertiginoso sin parar, mezclando líneas de articulación, en diferentes estratos, dirigidas a líneas de fuga, movimientos de desterritorialización.
El concepto de “líneas de vuelo” es esencial para este nuevo paisaje virtual, porque lo virtual está conformado por líneas de vuelo entre diferencias, en un proceso continuo de cambio y libertad.
Sin embargo, todo este frenesí debe tener raíces, como en las raíces de un árbol (del conocimiento). Y eso nos lleva a la metáfora central de Deleuze; el rizoma, que no es solo una raíz, sino una masa de raíces que brotan en nuevas direcciones.
Deleuze mostró cómo el rizoma conecta conjuntos de códigos lingüísticos, relaciones de poder, artes y, lo que es más importante, biología. El hipervínculo es un rizoma. Solía ​​representar un símbolo de la deliciosa ausencia de orden en Internet, hasta que se degradó cuando Google comenzó a imponer sus algoritmos. Los enlaces, por definición, siempre deberían llevarnos a destinos inesperados.

El rizoma inherentemente progresivo
Los rizomas son las antítesis de los rasgos estándar de la “democracia” liberal occidental: el parlamento y el Senado. Por el contrario, los senderos, como en el sendero de Ho Chi Minh, son rizomas. No hay plan maestro. Múltiples entradas y múltiples posibilidades. Sin principio ni fin. Como Deleuze lo describió, “el rizoma opera por variación, expansión, conquista, captura, ramificación”.
Esto puede funcionar como el modelo para una nueva forma de compromiso político, a medida que se derrumba el diseño sistémico. Encarna una metodología, una ideología, una epistemología y también es una metáfora. El rizoma es inherentemente progresivo, mientras que las tradiciones son estáticas. Como metáfora, el rizoma puede reemplazar nuestra concepción de la historia como lineal y singular, ofreciendo diferentes historias que se mueven a diferentes velocidades. TINA (“There Is No Alternative”) está muerta: hay múltiples alternativas.
Y eso nos lleva de vuelta a David Harvey inspirado por Marx. Para embarcarnos en un nuevo camino emancipador, primero tenemos que emanciparnos para ver que es posible un nuevo imaginario, junto con una nueva realidad de sistemas complejos.

La palabra es un virus”
Así que vamos a relajarnos y a desterritorializarnos. Si aprendemos cómo hacerlo, la llegada del New Techno Man en servidumbre voluntaria, controlado remotamente por un estado de seguridad todopoderoso y que todo lo ve, no será un hecho.
Deleuze: un gran escritor siempre es como un extranjero en el idioma a través del cual se expresa, incluso si es su lengua materna. Él no mezcla otro idioma con su propio idioma; él talla una lengua extranjera inexistente dentro de su propia lengua. “Hace que el lenguaje mismo grite, tartamudee, murmure. Un pensamiento debería dispararse rizomáticamente, en muchas direcciones.
Tengo un resfrío. El virus es un rizoma.
¿Recuerdas cuando Trump dijo que se trataba de un “virus extraño”?
Todos los virus son extraños, por definición.
Pero Trump, por supuesto, nunca leyó al Gran Maestro Naked Lunch William Burroughs.
Burroughs: “La palabra es un virus”.

Pepe Escobar es un analista geopolítico independiente, escritor y periodista. Escribe para The Roving Eye, Asia Times Online, y trabaja como analista para RT, Sputnik News y Press TV. Anteriormente trabajó para Al Jazeera.

Texto original: https://asiatimes.com/2020/04/how-to-think-post-planet-lockdown/
Traducción: A. Mondragón

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