¿El Pentágono en Wuhan? Murciélagos, manipulación genética, armas biológicas y DARPA en medio del brote de Coronavirus

La DARPA gastó recientemente millones de dólares en investigaciones sobre murciélagos y el coronavirus, así como en la edición genética de “armas biológicas”, antes del reciente brote de coronavirus. Ahora la agencia ha elegido “aliados estratégicos” para desarrollar una vacuna basada en un material genético para detener la posible epidemia.
Por Whitney Webb
En las últimas semanas, la preocupación por el surgimiento de un nuevo coronavirus en China ha crecido exponencialmente, ya que los medios de comunicación occidentales, expertos y funcionarios de gobiernos en todo el mundo, se han preocupado abiertamente de que esta nueva enfermedad tenga el potencial de convertirse en una pandemia mundial.
A medida que ha aumentado la preocupación por el futuro del brote en curso, también lo ha hecho el número de teorías que especulan sobre el origen del brote, muchas de las cuales culpan a diversos agentes estatales y/o multimillonarios controvertidos. Esto ha llevado inevitablemente a que los medios de comunicación y las principales plataformas de medios sociales se esfuercen por reprimir la “desinformación” relacionada con el brote de coronavirus.

DARPA y los nuevos coronavirus
Sin embargo, aunque muchas de estas teorías son claramente especulativas, también hay pruebas verificables del reciente interés de un controvertido organismo del gobierno de los Estados Unidos en los nuevos coronavirus, específicamente los transmitidos por murciélagos a los seres humanos.
Ese organismo del gobierno de EE.UU., la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa del Pentágono (DARPA), comenzó a gastar millones de dólares en dicha investigación en el 2018 y algunos de esos estudios, financiados por el Pentágono, se llevaron a cabo en conocidos laboratorios militares de armas biológicas de EE.UU. que limitan con China y resultaron en el descubrimiento de docenas de nuevas cepas de coronavirus, tan recientemente como el pasado mes de abril.
Además, los vínculos del principal laboratorio de biodefensa del Pentágono con un instituto de virología en Wuhan (China) —donde se cree que se inició el actual brote— no han sido divulgados hasta ahora en los medios de comunicación de lengua inglesa.

Desarrollando polémicas vacunas
Si bien sigue siendo totalmente desconocido lo que causó el brote, los detalles de los experimentos recientes de DARPA y el Pentágono son claramente de interés público, especialmente si se tiene en cuenta que las mismas empresas elegidas recientemente para desarrollar una vacuna para combatir el brote de coronavirus son, en sí mismas, aliadas estratégicas de DARPA. No sólo eso, sino que estas compañías respaldadas por DARPA están desarrollando polémicas vacunas de ADN y ARNm para esta particular cepa de coronavirus, un tipo de vacuna que nunca antes ha sido aprobada para uso humano en EE.UU.
Sin embargo, a medida que aumentan los temores sobre el potencial pandémico del nuevo coronavirus, estas vacunas están a punto de ser lanzadas al mercado para su uso público, por lo que es importante que el público conozca los recientes experimentos de DARPA sobre el coronavirus, murciélagos y las tecnologías de edición genética y sus amplias implicaciones.

Examinando la narrativa de la Bioarma de Wuhan
Como el brote de coronavirus ha llegado a dominar los titulares de los medios en las últimas semanas, varios medios de comunicación han promovido afirmaciones de que el epicentro del brote en Wuhan, China, también fue el lugar donde se encontraban laboratorios supuestamente vinculados a un programa de armas biológicas del gobierno chino.
Sin embargo, al examinar más a fondo el origen de esta grave afirmación, estos supuestos vínculos entre el brote y un supuesto programa chino de armas biológicas, han procedido de dos fuentes muy dudosas.
Por ejemplo, la primera fuente que informó sobre esta afirmación fue la Radio Free Asia, el medio de comunicación financiado por el gobierno de EE.UU. dirigido a las audiencias asiáticas, que solía ser dirigido encubiertamente por la CIA y nombrado por el New York Times como parte clave de la “red mundial de propaganda” de la agencia. Aunque ya no está dirigida directamente por la CIA, ahora la gestiona la Junta de Gobernadores de Radiodifusión (BBG), financiada por el gobierno, que responde directamente al Secretario de Estado Mike Pompeo, que fue director de la CIA justo antes de estar al frente del Departamento de Estado, su cargo actual.

Medios de propaganda de EE.UU.
En otras palabras, Radio Free Asia y otros medios de comunicación gestionados por la BBG son medios legales para la propaganda del gobierno de los Estados Unidos. En particular, la antigua prohibición sobre el uso doméstico de la propaganda del gobierno de EE.UU. sobre los ciudadanos estadounidenses se levantó en el 2013, con la justificación oficial de permitir que el gobierno “se comunique efectivamente de manera creíble” y combata mejor “la influencia de Al-Qaeda y otros extremistas violentos”.
Volviendo al tema que nos ocupa, el reciente informe de Radio Free Asia sobre los supuestos orígenes del brote relacionados con un centro de virología vinculado al gobierno chino, para esa afirmación sólo citaba a Ren Ruihong, el antiguo jefe del departamento de asistencia médica de la Cruz Roja china. Ruihong ha sido citado como experto en varios informes de Radio Free Asia sobre los brotes de enfermedades en China, pero no ha sido citado como experto por ningún otro medio de comunicación en inglés.
Ruihong dijo a Radio Free Asia que:
“Es un nuevo tipo de coronavirus mutante. No han hecho pública la secuencia genética, porque es altamente contagiosa… La tecnología de ingeniería genética ha llegado a tal punto ahora, y Wuhan es el lugar de un centro de investigación viral que está bajo la égida de la Academia de Ciencias de China, y es una instalación de investigación del más alto nivel en China”.

Una afirmación basada en una especulación
Aunque Ruihong no dijo directamente que el gobierno chino estaba fabricando un arma biológica en las instalaciones de Wuhan, sí dio a entender que los experimentos genéticos en las instalaciones podrían haber dado lugar a la creación de este nuevo “coronavirus mutante” en el centro del brote.
Con Radio Free Asia y su única fuente habiendo especulado sobre los vínculos del gobierno chino con la creación del nuevo coronavirus, el Washington Times fue mucho más lejos en un informe titulado “Wuhan tiene dos laboratorios vinculados al programa de guerra biológica chino“. Ese artículo, muy parecido al previo informe de Radio Free Asia, cita como una única fuente para esa afirmación a Dany Shoham, un ex especialista en bioguerras de la inteligencia militar israelí.
Sin embargo, al leer el artículo, Shoham ni siquiera hace directamente la afirmación citada en el titular del artículo, ya que él sólo dijo: “Ciertos laboratorios del instituto [Wuhan] han estado probablemente comprometidos, en términos de investigación y desarrollo, con las [armas biológicas] chinas, al menos colateralmente, pero no como una instalación principal para (la producción de) armas biológicas chinas (énfasis añadido)”.

Un experto que mintió en el pasado
Si bien las afirmaciones de Shoham son claramente especulativas, es revelador que el Washington Times se molestara en citarlo, especialmente por el papel clave que él desempeñó en la promoción de falsas afirmaciones sobre los ataques con ántrax del 2001, de que fueron obra de Saddam Hussein. Desde entonces se ha demostrado que las afirmaciones de Shoham sobre el gobierno del Iraq y el ántrax convertido en armas, que se utilizaron para reforzar el caso de la invasión de Iraq en el 2003, son completamente falsas, ya que se comprobó que Iraq no tenía ni las “armas de destrucción masiva” químicas o biológicas, que “expertos” como Shoham habían afirmado.
Más allá del propio historial de Shoham de hacer afirmaciones sospechosas, también cabe señalar que el ex empleador de Shoham, la inteligencia militar israelí, tiene un pasado preocupante con las armas biológicas. Por ejemplo, a fines del decenio de 1990, varios medios informaron de que Israel estaba elaborando un arma biológica genética dirigida a los árabes, en particular a los iraquíes, pero que no afectaba a los judíos israelíes.

Conspiraciones y contra conspiraciones
Dado el dudoso pasado de Shoham y la naturaleza claramente especulativa, tanto de sus afirmaciones como de las del informe de Radio Free Asia, un pasaje del artículo del Washington Times es particularmente revelador sobre el motivo por el que estas afirmaciones han salido a la luz recientemente:
“Una señal ominosa, dijo un funcionario de EE.UU., es que desde que comenzó el brote hace varias semanas han empezado a circular falsos rumores en la Internet china, afirmando que el virus es parte de una conspiración de EE.UU. para propagar armas bacteriológicas. Eso podría indicar que China está preparando salidas de propaganda para contrarrestar futuras acusaciones de que el nuevo virus escapó de uno de los laboratorios de investigación civil o de defensa de Wuhan (énfasis añadido)”.

Sin embargo, como se ve en ese mismo artículo, las acusaciones de que el coronavirus se escapó de un laboratorio vinculado al Estado chino no es una acusación futura, ya que tanto el Washington Times como Radio Free Asia ya han hecho esa afirmación. En cambio, lo que este pasaje sugiere es que los informes, tanto de Radio Free Asia como del Washington Times, fueron respuestas a las afirmaciones que circulan en China, de que el brote está vinculado a una “conspiración de EE.UU. para propagar armas bacteriológicas”.
Aunque la mayoría de los medios de comunicación de habla inglesa hasta la fecha no han examinado esa posibilidad, hay considerables pruebas de apoyo que merecen ser examinadas. Por ejemplo, no sólo el ejército de EE.UU., incluida su controvertida rama de investigación —DARPA—, financió recientemente estudios en China y países limítrofes, en los que se descubrieron nuevos coronavirus mutantes originados en murciélagos, sino que el Pentágono también se interesó recientemente por el posible uso de murciélagos como armas biológicas.

Los murciélagos como armas biológicas
Dado que el actual brote de coronavirus centrado en China se ha extendido a otros países y se le ha atribuido un número creciente de muertes, se ha llegado al consenso de que este virus en particular, clasificado actualmente como un “nuevo coronavirus”, se cree que se originó en los murciélagos y se transmitió a los seres humanos en Wuhan (China), a través de un mercado de mariscos que también comerciaba con animales exóticos. Los llamados mercados “húmedos”, como el de Wuhan, fueron culpados en el pasado por los mortales brotes de coronavirus en China, como el brote de 2003 del Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS).
Además, en un estudio preliminar sobre el coronavirus responsable del brote actual se determinó que el receptor, la enzima convertidora de angiotensina 2 (ACE2), no sólo es el mismo que el utilizado por el coronavirus del SARS, sino que los asiáticos orientales presentan una proporción mucho mayor de células pulmonares receptoras, que las demás etnias (caucásica y afroamericana) incluidas en el estudio. Sin embargo, esos resultados son preliminares y el tamaño de la muestra es demasiado pequeño para sacar conclusiones definitivas a partir de esos datos preliminares.

Usando a Rusia como una falsa excusa
Hace dos años, los medios de comunicación comenzaron a discutir la repentina preocupación del Pentágono por la posibilidad de que los murciélagos se utilizaran como armas biológicas, en particular para propagar el coronavirus y otras enfermedades mortales. El Washington Post afirmó que el interés del Pentágono en investigar el posible uso de murciélagos para propagar enfermedades mortales, se debía a los supuestos esfuerzos rusos por hacer lo mismo. Sin embargo, esas afirmaciones sobre este interés ruso en utilizar murciélagos como armas biológicas se remontan al decenio de 1980, cuando la Unión Soviética emprendió una investigación encubierta sobre el virus de Marburgo, investigación en la que ni siquiera participaron murciélagos y que terminó con el colapso de la Unión Soviética en 1991.

Investigaciones que son “ofensivas”
Al igual que muchos de los controvertidos programas de investigación del Pentágono, la investigación sobre los murciélagos como armas biológicas se ha enmarcado en un contexto defensivo, a pesar de que no se ha reconocido ninguna amenaza inminente que implique armas biológicas propagadas por murciélagos. Sin embargo, científicos independientes han acusado recientemente al Pentágono, en particular a su brazo de investigación DARPA, de afirmar que está realizando investigaciones que dice que son “defensivas” pero que en realidad son “ofensivas”.
El ejemplo más reciente de esto fue el programa “Insect Allies” de DARPA, que oficialmente “tiene por objeto proteger el suministro de alimentos agrícolas de EE.UU., mediante la entrega de genes protectores a las plantas a través de los insectos, que son responsables de la transmisión de la mayoría de los virus de las plantas”, y garantizar “la seguridad alimentaria en caso de una amenaza importante”, según informes tanto de DARPA como de los medios de comunicación.

“Una nueva clase de arma biológica”
Sin embargo, un grupo de científicos independientes muy respetados reveló en un mordaz análisis del programa que, lejos de ser un proyecto de investigación “defensivo”, el programa Insect Allies tenía como objetivo crear y entregar “una nueva clase de arma biológica”. Los científicos, escribiendo en la revista Science y dirigidos por Richard Guy Reeves, del Instituto Max Planck de Biología Evolutiva de Alemania, advirtieron que el programa de DARPA —que utiliza los insectos como vehículo para como agentes de alteración genética ambiental horizontal (HEGAAS)— reveló “una intención de desarrollar un medio de entrega de HEGAAs con fines ofensivos (énfasis añadido)”.
Cualquiera que sea la verdadera motivación detrás de la repentina y reciente preocupación del Pentágono, por el uso de murciélagos como vehículo de armas biológicas, el ejército de EE.UU. ha gastado millones de dólares en los últimos años para financiar la investigación sobre los murciélagos, los virus mortales que pueden albergar —incluidos los coronavirus— y la forma en que esos virus se transmiten de los murciélagos a los seres humanos.

Estudios financiados desde el Pentágono
Por ejemplo, DARPA gastó 10 millones de dólares en un proyecto en 2018 “para desentrañar las complejas causas de los virus transmitidos por murciélagos, que recientemente han dado el salto a los seres humanos, lo que ha causado preocupación entre los funcionarios de salud mundial”. Otro proyecto de investigación respaldado tanto por DARPA como por el NIH vio a investigadores de la Universidad Estatal de Colorado examinar el coronavirus que causa el Síndrome Respiratorio del Medio Oriente (MERS) en murciélagos y camellos “para comprender el papel de estos huéspedes en la transmisión de enfermedades a los humanos”. Otros estudios financiados por el ejército de EE.UU., que se examinarán en detalle más adelante en el presente informe, descubrieron varias nuevas cepas de nuevos coronavirus transportados por murciélagos, tanto dentro de China como en los países limítrofes con China.
Muchos de estos recientes proyectos de investigación están relacionados con el programa de Prevención de Amenazas Patógenas Emergentes, o PREEMPT, de DARPA, que fue anunciado oficialmente en abril de 2018. PREEMPT se centra específicamente en los animales reservorios de enfermedades, en particular los murciélagos, y DARPA incluso señaló en su comunicado de prensa sobre el programa, que “es consciente de las sensibilidades de bioseguridad y bioseguridad que podrían surgir” debido a la naturaleza de la investigación.

Fabricando súper-virus de ensayo
El anuncio de DARPA para la PREEMPT se produjo pocos meses después de que el gobierno estadounidense decidiera poner fin, de forma controvertida, a la moratoria de los llamados estudios de “ganancia de función” que implican patógenos peligrosos. VICE News explicó los estudios de “ganancia de función” de la siguiente manera:
“Conocidos como estudios de ‘ganancia de función’, este tipo de investigación trata ostensiblemente de estar un paso adelante de la naturaleza. Por hacer un súper-virus que son más patógenos y fácilmente transmisibles, los científicos pueden estudiar la forma en que estos virus pueden evolucionar y cómo los cambios genéticos afectan a la forma en que un virus interactúa con su anfitrión. Utilizando esta información, los científicos pueden tratar de adelantarse a la aparición natural de estos rasgos desarrollando medicamentos antivirales capaces de evitar una pandemia (énfasis añadido)”.

Laboratorio encubierto de EE.UU.
Además, mientras que el programa PREEMPT de DARPA, así como el interés abierto del Pentágono en los murciélagos como armas biológicas, fueron anunciados en el 2018, el ejército de los EE.UU. —específicamente el Programa Cooperativo de Reducción de Amenazas, del Departamento de Defensa— comenzó a financiar la investigación que involucra murciélagos y patógenos mortales, incluyendo los coronavirus MERS y SARS, un año antes en el 2017. Uno de esos estudios se centró en la “Emergencia de enfermedades zoonóticas transmitidas por murciélagos en Asia occidental” y en él participó el Lugar Center en Georgia, identificado por ex funcionarios del gobierno georgiano, el gobierno ruso y la periodista de investigación independiente Dilyana Gaytandzhieva, como un laboratorio encubierto de armas biológicas de EE.UU.

“Fallos de bioseguridad” en EE.UU.
También es importante señalar el hecho de que los principales laboratorios del ejército de EE.UU. que se dedican al estudio de patógenos mortales, incluidos los coronavirus, el Ébola y otros, se cerraron repentinamente en julio pasado después de que el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) identificara importantes “fallos de bioseguridad” en las instalaciones.
El Instituto de Investigación Médica de Enfermedades Infecciosas del Ejército de los Estados Unidos (USAMRIID), situado en Fort Detrick (Maryland) —el principal laboratorio del ejército de los Estados Unidos para la investigación en materia de “defensa biológica” desde finales de los años 1960’s— se vio obligado a interrumpir todas las investigaciones que estaba llevando a cabo con una serie de patógenos mortales, después de que el CDC descubriera que carecía de “suficientes sistemas para descontaminar las aguas residuales” de sus laboratorios de máxima seguridad y que el personal no seguía los procedimientos de seguridad, entre otros lapsus. La instalación contiene laboratorios de bioseguridad de nivel 3 y nivel 4. Si bien se desconoce si en ese momento se estaban realizando experimentos con coronavirus, la USAMRIID ha participado recientemente en investigaciones que se basan en la reciente preocupación del Pentágono por el uso de murciélagos como armas biológicas.

Problemático historial de seguridad
La decisión de clausurar la USAMRIID obtuvo una cobertura mediática sorprendentemente escasa, al igual que la sorprendente decisión del CDC de permitir que la problemática instalación “reanudara parcialmente” la investigación a finales de noviembre pasado, a pesar de que la instalación estaba y sigue sin estar en “plena capacidad operativa”.
El problemático historial de seguridad de la USAMRIID en esas instalaciones es especialmente preocupante, a la luz del reciente brote de coronavirus en China. Como revelará pronto este informe, esto se debe a que la USAMRIID tiene una asociación estrecha, y de décadas de antigüedad, con el Instituto de Virología Médica de la Universidad de Wuhan, que se encuentra en el epicentro del actual brote.

¿El Pentágono en Wuhan?
Además de los gastos e intereses recientes del ejército de Estados Unidos en el uso de murciélagos como armas biológicas, también vale la pena examinar los estudios recientes que el ejército ha financiado sobre los murciélagos y los “nuevos coronavirus”, como el que está detrás del reciente brote, que han tenido lugar en China o en sus proximidades.
Por ejemplo, un estudio llevado a cabo en el sur de China en el 2018, dio como resultado el descubrimiento de 89 nuevas cepas de “nuevos coronavirus de murciélago” que utilizan el mismo receptor del coronavirus, conocido como Síndrome Respiratorio del Medio Oriente (MERS). Ese estudio fue financiado conjuntamente por el Ministerio de Ciencia y Tecnología del gobierno chino, la USAID —una organización que durante mucho tiempo ha sido alegada como una fachada de la inteligencia de EE.UU.—, y el Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos —que ha colaborado tanto con la CIA como con el Pentágono en la investigación de enfermedades infecciosas y armas biológicas.
Los autores del estudio también secuenciaron los genomas completos de dos de esas cepas y también observaron que las vacunas MERS existentes, no serían eficaces para atacar esos virus, lo que los llevó a sugerir que se debería desarrollar una con antelación. Esto no ocurrió.
Otro estudio financiado por el gobierno de EE.UU., que descubrió nuevas cepas del “novedoso coronavirus del murciélago” se publicó justo el año pasado. Titulado “Descubrimiento y caracterización de nuevos linajes de coronavirus de murciélago de Kazajstán“, se centró en “la fauna de murciélagos de Asia central, que vincula a China con Europa oriental” y se determinó que los nuevos linajes de coronavirus de murciélagos descubiertos durante el estudio estaban “estrechamente relacionados con los coronavirus de murciélagos de China, Francia, España y Sudáfrica, lo que sugiere que la cocirculación de coronavirus es común en múltiples especies de murciélagos con distribuciones geográficas superpuestas”. En otras palabras, los coronavirus descubiertos en este estudio se identificaron en poblaciones de murciélagos que migran entre China y Kazajstán, entre otros países, y están estrechamente relacionados con los coronavirus de los murciélagos en varios países, incluida China.

“Laboratorios de armas biológicas” del Pentágono límites con China y Rusia
El estudio fue financiado en su totalidad por el Departamento de Defensa de EE.UU., específicamente por la Agencia de Reducción de Amenazas de Defensa (DTRA), como parte de un proyecto de investigación de coronavirus similares al MERS, como el mencionado estudio del 2018. Sin embargo, más allá de la financiación de este estudio del 2019, las instituciones involucradas en la realización de este estudio también son dignas de mención dados sus propios y estrechos vínculos con el ejército y el gobierno de los EE.UU.
Los autores del estudio están afiliados al Instituto de Investigación de Problemas de Seguridad Biológica con sede en Kazajstán y/o a la Universidad de Duke. El Instituto de Investigación de Problemas de Seguridad Biológica, aunque oficialmente forma parte del Centro Nacional de Biotecnología de Kazajstán, ha recibido millones de dólares del gobierno de EE.UU., la mayoría de ellos procedentes del Programa Cooperativo de Reducción de Amenazas del Pentágono. Es el depositario oficial del gobierno de Kazajstán de “infecciones de animales y aves altamente peligrosas, con una colección de 278 cepas patógenas de 46 enfermedades infecciosas”. Es parte de una red de “laboratorios de armas biológicas” financiados por el Pentágono en todos los países de Asia Central, que limitan con los dos principales estados rivales de los EE.UU. —China y Rusia.
La participación de la Universidad de Duke en este estudio también es interesante dado que Duke es un socio clave del programa de la Plataforma de Prevención de Pandemias (P3) de DARPA, que oficialmente tiene como objetivo “acelerar drásticamente el descubrimiento, la integración, las pruebas preclínicas y la fabricación de contramedidas médicas contra las enfermedades infecciosas”. El primer paso del programa de Duke/DARPA implica el descubrimiento de virus potencialmente amenazantes y “desarrollar métodos para apoyar la propagación viral, para que el virus pueda ser usado para estudios posteriores”.
La Universidad de Duke también está asociada con la Universidad de Wuhan de China, que tiene su sede en la ciudad donde comenzó el actual brote de coronavirus, que dio lugar a la apertura de la Universidad de Duke Kunshan (DKU), con sede en China, en el 2018. Cabe destacar que la Universidad de Wuhan de China, además de su asociación con Duke, también incluye un Instituto de Virología Médica de varios laboratorios que ha trabajado estrechamente con el Instituto de Investigación Médica de Enfermedades Infecciosas del Ejército de EE.UU. desde la década de 1980, según su sitio web. Como se ha señalado anteriormente, la instalación USAMRIID de EE.UU. se cerró en julio pasado por no respetar la bioseguridad y los procedimientos adecuados de eliminación de desechos, pero se le permitió reanudar parcialmente algunos experimentos a finales de noviembre pasado.

La oscura historia del Pentágono sobre la guerra contra los gérmenes
El Ejército de Estados Unidos tiene un pasado preocupante de haber usado las enfermedades como arma en tiempos de guerra. Un ejemplo de ello fue el uso de la guerra bacteriológica por parte de EE.UU. durante la Guerra de Corea, cuando atacaron tanto a Corea del Norte como a China, arrojando insectos y topillos enfermos portadores de diversos patógenos —incluyendo la peste bubónica y la fiebre hemorrágica— desde aviones en medio de la noche. A pesar de la montaña de pruebas y el testimonio de los soldados estadounidenses que participaron en ese programa, el gobierno y el Ejército de EE.UU. negaron las afirmaciones y ordenaron la destrucción de la documentación pertinente.
En la era posterior a la Segunda Guerra Mundial, han surgido otros ejemplos de investigaciones estadounidenses destinadas a desarrollar armas biológicas, algunos de los cuales han recibido recientemente la atención de los medios de comunicación. Uno de esos ejemplos se produjo en julio pasado, cuando la Cámara de Representantes de EE.UU. exigió información al ejército estadounidense sobre sus esfuerzos anteriores para convertir en armas a los insectos y la enfermedad de Lyme entre 1950 y 1975.
Los Estados Unidos ha afirmado que no han perseguido armas biológicas ofensivas desde 1969, lo que se ha visto respaldado por la ratificación por los Estados Unidos de la Convención sobre las Armas Biológicas (CAB), que entró en vigor en 1975. Sin embargo, hay amplias evidencias de que EE.UU. ha seguido investigando y desarrollando encubiertamente esas armas en los años transcurridos desde entonces, gran parte de ellas realizadas en el extranjero y subcontratadas a empresas privadas, aunque todavía financiadas por el Ejército de EE.UU. Varios investigadores, entre ellos Dilyana Gaytandzhieva, han documentado cómo EE.UU. producen virus, bacterias y otras toxinas mortales en instalaciones fuera de EE.UU. —muchos de ellos en Europa oriental, África y Asia meridional— en clara violación de la CAB.

Combate en el “mundo de los microbios”
Aparte de la propia investigación militar, el polémico grupo de expertos neoconservadores, del ya desaparecido Proyecto para un Nuevo Siglo Americano (PNAC), promovió abiertamente el uso de un arma biológica genéticamente modificada específica para cada raza, como “herramienta políticamente útil”. En lo que es posiblemente el documento más controvertido del think tank, titulado “Reconstruyendo las defensas de EE.UU.“, hay algunos pasajes que discuten abiertamente la utilidad de las armas biológicas, incluyendo las siguientes frases:
“…el combate probablemente tendrá lugar en nuevas dimensiones: en el espacio, el ‘ciberespacio’, y tal vez el mundo de los microbios… las formas avanzadas de guerra biológica que pueden ‘apuntar’ a genotipos específicos pueden transformar la guerra biológica del reino del terror a una herramienta políticamente útil”.

Las armas biológicas binarias
Aunque numerosos miembros del PNAC fueron prominentes en la administración de George W. Bush, muchos de sus miembros más polémicos han vuelto a alcanzar prominencia política en el régimen de Trump.
Varios años después de que se publicara “Reconstruyendo las defensas de EE.UU.”, la Fuerza Aérea de EE.UU. publicó un documento titulado “Biotecnología: Patógenos genéticamente modificados“, que contiene el siguiente pasaje:
“El grupo JASON, compuesto por científicos académicos, sirvió como asesores técnicos del gobierno de EE.UU. Su estudio generó seis amplias clases de patógenos de ingeniería genética que podrían suponer serias amenazas para la sociedad. Estos incluyen, pero no se limitan a las armas biológicas binarias, los genes de diseño, la terapia genética como arma, los virus de sigilo, las enfermedades de intercambio de huéspedes y las enfermedades diseñadas (énfasis añadido)”.

Tecnología de “impulso genético”
La preocupación por los experimentos del Pentágono con armas biológicas ha suscitado una renovada atención de los medios de comunicación, en particular después de que en el 2017 se revelara que DARPA era el principal financiador de la controvertida tecnología de “impulso genético”, que tiene el poder de alterar permanentemente la genética de poblaciones enteras, al tiempo que apunta a otras para su extinción. Al menos dos de los estudios de DARPA que utilizan esta controvertida tecnología fueron clasificados y “se centraron en la posible aplicación militar de la tecnología de conducción genética y el uso de las conductas genéticas en la agricultura”, según los informes de los medios de comunicación.
La revelación se produjo después de que una organización llamada Grupo ETC, como parte de una solicitud de la Ley de Libertad de Información (FOIA), obtuviera más de 1,000 correos electrónicos sobre el interés de los militares en la tecnología. El codirector del Grupo ETC, Jim Thomas, dijo que esta tecnología puede ser utilizada como un arma biológica:
“Los impulsores genéticos son una nueva tecnología poderosa y peligrosa, y su potencial uso como armas biológicas podrían tener impactos desastrosos en la paz, la seguridad alimentaria y el medio ambiente, especialmente si se usan mal, El hecho de que el desarrollo de impulsores genéticos esté siendo financiado y estructurado principalmente por el ejército de EE.UU., plantea alarmantes preguntas sobre todo este campo”.

“Larga guerra” contra Rusia y China
Aunque se desconoce el motivo exacto del interés de los militares en dicha tecnología, el Pentágono ha sido abierto sobre el hecho de que está dedicando gran parte de sus recursos a la contención de lo que considera las dos mayores amenazas a la hegemonía militar de los Estados Unidos: Rusia y China. China ha sido citada como la mayor amenaza de las dos por varios oficiales del Pentágono, incluyendo a John Rood, el principal asesor del Pentágono para la política de defensa, quien, en el Foro de Seguridad de Aspen el pasado mes de julio, describió a China como la mayor amenaza a “nuestra forma de vida en Estados Unidos”.
Desde que el Pentágono comenzó a “rediseñar” sus políticas e investigaciones hacia una “larga guerra” con Rusia y China, el ejército ruso ha acusado a los militares estadounidenses de recolectar ADN de los rusos como parte de un programa encubierto de armas biológicas, una acusación que el Pentágono ha negado rotundamente. El general de división Igor Kirillov, jefe de la unidad de protección radiológica, química y biológica del ejército ruso que hizo estas afirmaciones, también afirmó que los EE.UU. estaban desarrollando tales armas en estrecha proximidad a las fronteras rusas y chinas.
China también ha acusado al ejército de los Estados Unidos de extraer ADN de ciudadanos chinos con malas intenciones, como cuando 200,000 agricultores chinos fueron utilizados en 12 experimentos genéticos sin consentimiento informado. Esos experimentos habían sido realizados por investigadores de Harvard como parte de un proyecto financiado por el gobierno de los Estados Unidos.

DARPA y sus socios para desarrollar la vacuna contra el coronavirus
El jueves pasado, la Coalición de Innovaciones para la Preparación ante Epidemias (CEPI) anunció que financiaría tres programas separados para promover el desarrollo de una vacuna para el nuevo coronavirus responsable del actual brote.
La CEPI —que se describe a sí misma como “una asociación de organizaciones públicas, privadas, filantrópicas y civiles que financiará y coordinará el desarrollo de vacunas contra amenazas de salud pública de alta prioridad”— fue fundada en 2017 por los gobiernos de Noruega y la India, junto con el Foro Económico Mundial y la Fundación Bill y Melinda Gates. Su financiación masiva y sus estrechas conexiones con organizaciones públicas, privadas y sin fines de lucro, la han colocado en una posición que le permite financiar la rápida creación de vacunas y su amplia distribución.
El reciente anuncio del CEPI reveló que financiaría a dos empresas farmacéuticas —Inovio Pharmaceuticals y Moderna Inc.— así como a la Universidad de Queensland de Australia, que se convirtió en socia del CEPI a principios del año pasado. Cabe destacar que las dos empresas farmacéuticas elegidas tienen estrechos vínculos y/o asociaciones estratégicas con DARPA y están desarrollando vacunas que implican de manera controversial material genético y/o genes manipulados. La Universidad de Queensland también tiene vínculos con DARPA, pero esos vínculos no están relacionados con la investigación biotecnológica de la universidad, sino con la ingeniería y el desarrollo de misiles.

Una red de subvenciones millonarias
Por ejemplo, entre los principales financiadores de Inovio Pharmaceuticals se encuentran tanto DARPA como la Agencia de Reducción de Amenazas del Pentágono (DTRA) y la empresa ha recibido millones de dólares en subvenciones de DARPA, incluida una subvención de $45 millones para desarrollar una vacuna para el Ébola. Inovio se especializa en la creación de inmunoterapias de ADN y vacunas de ADN, que contienen ADN modificado genéticamente, que hace que las células del receptor produzcan un antígeno y pueden alterar permanentemente el ADN de una persona. Inovio desarrolló previamente una vacuna de ADN para el virus Zika, pero —hasta la fecha— ninguna vacuna de ADN ha sido aprobada para su uso en humanos en EE.UU. Inovio también recibió recientemente más de $8 millones del ejército de EE.UU. para desarrollar un pequeño dispositivo intradérmico portátil para la entrega de vacunas de ADN desarrollado conjuntamente por Inovio y USAMRIID.

Programa probado en el Medio Oriente
Sin embargo, la subvención del CEPI para combatir el coronavirus puede cambiar eso, ya que financia específicamente los esfuerzos del Inovio para continuar desarrollando su vacuna de ADN para el coronavirus que causa el MERS. El programa de vacunas MERS de Inovio comenzó en el 2018, en asociación con el CEPI en un acuerdo por valor de 56 millones de dólares. La vacuna que se está desarrollando actualmente utiliza “la plataforma de medicamentos de ADN de Inovio, para llevar genes antigénicos sintéticos optimizados a las células, donde se traducen en antígenos de proteínas que activan el sistema inmunológico de un individuo” y el programa está asociado con el Instituto de Investigación Médica de Enfermedades Infecciosas del Ejército de los Estados Unidos (USAMRIID) y los NIH, entre otros. Ese programa está siendo probado actualmente en el Medio Oriente.
La colaboración de Inovio con el ejército de EE.UU. en lo que respecta a las vacunas de ADN no es nada nuevo, ya que sus esfuerzos anteriores para desarrollar una vacuna de ADN tanto para el virus del Ébola como para el de Marburgo, también formaron parte de lo que el director general de Inovio, el Dr. Joseph Kim, denominó su “programa de biodefensa activa” que ha “obtenido múltiples subvenciones del Departamento de Defensa, la Agencia de Reducción de Amenazas de Defensa (DTRA), el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID) y otros organismos gubernamentales”.

Afirmaciones contradictorias de tratamientos
El interés del CEPI en aumentar su apoyo a este programa específico del MERS, parece estar en desacuerdo con su afirmación de que al hacerlo se combatirá el actual brote de coronavirus, ya que el MERS y el nuevo coronavirus en cuestión no son análogos y los tratamientos para ciertos coronavirus han demostrado ser ineficaces contra otras cepas.
Cabe señalar también que Inovio Pharmaceuticals fue la única empresa seleccionada por la CEPI con acceso directo al mercado farmacéutico chino, gracias a su asociación con la empresa china ApolloBio Corp., que actualmente tiene una licencia exclusiva para vender a los clientes chinos productos de inmunoterapia con ADN fabricados por Inovio.
La segunda empresa farmacéutica que fue seleccionada por la CEPI para desarrollar una vacuna para el nuevo coronavirus es Moderna Inc., que desarrollará una vacuna para el nuevo coronavirus en colaboración con los Institutos Nacionales de Salud de EE.UU. y que será financiada en su totalidad por la CEPI. La vacuna en cuestión, a diferencia de la vacuna de ADN de Inovio, será una vacuna de ARN mensajero (ARNm). Aunque es diferente de una vacuna de ADN, las vacunas de ARNm siguen utilizando material genético “para dirigir las células del cuerpo a producir proteínas intracelulares, de membrana o secretas”.
Los tratamientos de ARNm de Moderna, incluidas sus vacunas de ARNm, se desarrollaron en gran medida usando una subvención de $25 millones de la DARPA y a menudo se anuncia en los comunicados de prensa una alianza estratégica con la DARPA. Los esfuerzos de investigación pasados y en curso de Moderna han incluido el desarrollo de vacunas de ARNm adaptadas al ADN único de un individuo, así como un esfuerzo infructuoso para crear una vacuna de ARNm para el virus Zika, que fue financiado por el gobierno de EE.UU.

Los peligros de las vacunas ADN
Tanto las vacunas de ADN como las de ARNm implican la introducción de material genético extraño y manipulado en las células de una persona, y estudios anteriores han determinado que esas vacunas “poseen una imprevisibilidad significativa y una serie de peligros potenciales inherentes y perjudiciales”, y que “no se dispone de conocimientos suficientes para definir la probabilidad de que se produzcan acontecimientos imprevistos o las consecuencias de las modificaciones genéticas”. No obstante, el clima de temor que rodea al brote de coronavirus podría bastar para que el sector público y el privado desarrollen y distribuyan esos controvertidos tratamientos, por temor al potencial epidémico del brote actual.
Sin embargo, las terapias que están desarrollando Inovio, Modern y la Universidad de Queensland, están en consonancia con los objetivos de la DARPA en lo que respecta a la edición de genes y la tecnología de las vacunas. Por ejemplo, en el 2015, el genetista de DARPA, el coronel Daniel Wattendorf, describió cómo la agencia estaba investigando un “nuevo método de producción de vacunas [que] implicaría dar al cuerpo instrucciones para producir ciertos anticuerpos”. Debido a que el cuerpo sería su propio biorreactor, la vacuna podría producirse mucho más rápido que los métodos tradicionales y el resultado sería un mayor nivel de protección”.
Según los informes de los medios de comunicación sobre las declaraciones de Wattendorf en ese momento, la vacuna se desarrollaría de la siguiente manera:
“Los científicos cosecharían anticuerpos virales de alguien que se ha recuperado de una enfermedad como la gripe o el Ébola. Después de probar la capacidad de los anticuerpos para neutralizar los virus en una placa de petri, aislarían el más efectivo, determinarían los genes necesarios para fabricar ese anticuerpo y luego codificarían muchas copias de esos genes en un trozo circular de material genético —ya sea ADN o ARN, que el cuerpo de la persona utilizaría luego como libro de cocina para ensamblar el anticuerpo”.

Modificaciones genéticas permanentes
Aunque Wattendorf afirmó que los efectos de esas vacunas no serían permanentes, DARPA ha estado promoviendo desde entonces las modificaciones genéticas permanentes como medio de proteger a las tropas estadounidenses de las armas biológicas y las enfermedades infecciosas. “¿Por qué DARPA está haciendo esto? [Para] proteger a un soldado en el campo de batalla de las armas químicas y biológicas controlando su genoma —haciendo que el genoma produzca proteínas que automáticamente protegerían al soldado de adentro hacia afuera”, dijo el entonces director de DARPA Steve Walker (ahora con Lockheed Martin) el pasado septiembre del proyecto, conocido como “Genes Seguros“.

Conclusión
Las investigaciones llevadas a cabo por el Pentágono, y por DARPA específicamente, han suscitado preocupaciones continuas, no sólo en el campo de las armas biológicas y la biotecnología, sino también en los campos de la nanotecnología, la robótica y varios otros. DARPA, por ejemplo, ha estado desarrollando una serie de inquietantes proyectos de investigación que van desde microchips que pueden crear y borrar memorias del cerebro humano, hasta software de máquinas de votación que está plagado de problemas.
Ahora, a medida que el temor con respecto al actual brote de coronavirus comienza a aumentar, se ha encomendado a las empresas que tienen vínculos directos con DARPA la tarea de desarrollar su vacuna, cuyos efectos a largo plazo sobre los seres humanos y el medio ambiente se desconocen y seguirán sin conocerse para el momento en que se espera que la vacuna salga al mercado dentro de unas semanas.

Tecnologías de alteración y extinción genética
Además, la historia pasada de DARPA y el Pentágono con las armas biológicas y sus experimentos más recientes sobre las tecnologías de alteración y extinción genética, así como los murciélagos y coronavirus en proximidad a China han quedado en gran parte fuera de la narrativa de los medios de comunicación, a pesar de que la información está disponible públicamente. También se han dejado fuera de la narrativa los vínculos directos de la USAMRIID y la Universidad de Duke, asociada a la DARPA, con la ciudad de Wuhan, incluido su Instituto de Virología Médica.
Aunque todavía se desconoce mucho sobre los orígenes del brote del nuevo coronavirus, vale la pena detallar los vínculos del Ejército de EE.UU. con los estudios de investigación y las instituciones de investigación antes mencionados, ya que esa investigación —aunque se justifica en nombre de la “seguridad nacional”— tiene el aterrador potencial de tener consecuencias no deseadas, pero que alteran el mundo. La falta de transparencia sobre estas investigaciones, como la decisión de DARPA de clasificar sus polémicas investigaciones sobre la extinción genética y el uso de la tecnología como arma de guerra, agrava estas preocupaciones. Si bien es importante evitar en la medida de lo posible la especulación temeraria, la opinión de esta autora es que la información de este reporte es de interés público y que los lectores deberían utilizar esta información para llegar a sus propias conclusiones sobre los temas tratados en el mismo.

Whitney Webb es redactora de MintPress News y colaboradora de Truth in Media & The Last American Vagabond de Ben Swann. Su trabajo ha aparecido en Global Research, el Instituto Ron Paul y 21st Century Wire, entre otros. También ha hecho apariciones en radio y televisión en RT y Sputnik. Actualmente vive con su familia en el sur de Chile.

Texto original: https://www.thelastamericanvagabond.com/top-news/bats-gene-editing-bioweapons-recent-darpa-experiments-raise-concerns-amid-coronavirus-outbreak/ o https://www.europereloaded.com/bats-gene-editing-and-bioweapons-recent-darpa-experiments-raise-concerns-amid-coronavirus-outbreak/
Traducción: A. Mondragón

 

Traducción: A. Mondragón

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