Las medidas económicas neoliberales impulsadas por Ronald Reagan en la década de 1980 fueron, en el largo plazo, el talón de Aquiles de Estados Unidos en la competencia actual contra China. La desregulación de la economía y Wall Street, así como la deslocalización de empleos, acabaron con la Super Industrialización del Hegemón del Siglo XX. Cuatro décadas después, pegando un curita para detener una hemorragia, la Secretaria de Comercio, Gina Raimondo, al borde de la histeria, invocó al demonio del proteccionismo para preservar los chips de última generación. Too late to turn back now.
Por Wilder Buleje y Alexandr Mondragón
La teoría del neoliberalismo suscita adhesiones en los salones de la academia y en las campañas electorales. Ronald Reagan –40mo presidente de Estados Unidos entre 1981 y 1989– con sus pulidas maneras de actor y una voz entrenada para persuadir, vendió las bondades de esa corriente del pensamiento económico a la ciudadanía estadunidense y luego al Capitolio.
El Gran Comunicador, así lo llamaron a Reagan, señaló que su apuesta por el libre mercado estimularía el crecimiento económico y, en paralelo, fortalecería la defensa nacional. Desreguló la economía (el mercado se autocontrola), redujo los impuestos (los ricos apostarán por el país) y permitió la deslocalización de empleos (producción en países con mano de obra barata, la baraja que Henry Kissinger le lanzó a la mesa a Mao Tse Tung en 1972).
Si contamos desde principios de 1990 a la fecha, han pasado 33 años desde el final del mandato de Reagan y, por esas ironías del destino cuando el castillo de naipes se desploma, un concepto proscrito por el neoliberalismo acaba de ser lanzado por la Secretaria de Comercio, Gina Raimondo: el proteccionismo. Es decir, regulación con pánico. El entierro del periodo neoliberal en el gobierno del demócrata Joe Biden –aunque Trump fue el precursor, vociferando el nacionalismo MAGA (Hagamos America Grande Otra Vez) con el Made in USA.
MAGA duró tanto como unos coloridos fuegos artificiales. Al menos desde hace dos décadas Estados Unidos y el resto del mundo dependen de la compleja arquitectura de la cadena de producción dominada en gran medida por China y en algunos casos de la tecnología de punta de Rusia –solo un ejemplo, las naves espaciales de la NASA dependen de los motores rusos–, una cadena en la que no solo están las piezas de ensamblaje sino también materias primas como las tierras raras. Querer resquebrajar esa estructura, hoy en día, es como lanzarle una piedra a la Gran Muralla con el afán de derribarla.
Según el portal Fortune (AI chip export controls on China underfunded: Raimondo | Fortune), Raimondo dijo que las empresas estadunidenses tendrán que adaptarse a las prioridades de seguridad nacional de Estados Unidos, incluidos los controles de exportación que su departamento ha impuesto al comercio de semiconductores.
“Sé que hay directores ejecutivos de compañías de chips en esta audiencia, que estaban un poco de mal humor conmigo cuando lo hice, porque estás perdiendo ingresos”, dijo. “Así es la vida. Proteger nuestra seguridad nacional es más importante que los ingresos a corto plazo“.
Ella no se ha quedado corta y como cualquier funcionario de una nomenclatura estatista (al estilo vertical de un partido rojo) ha solicitado más dinero para evitar que China se ponga al día con los semiconductores de vanguardia. “No podemos permitir que China obtenga estos chips. Punto. (…) Les vamos a negar nuestra tecnología más avanzada”, dijo en el Foro de Defensa Nacional Reagan en Simi Valley, California. El libre mercado en su fase terminal.
Plus, en este caso el dinero no hace la magia sino la avanzada capacidad científica, tecnológica e industrial de una nación. En ese contexto, Estados Unidos está quedando a la zaga de China. Un ejemplo es lo que dijo David P. Goldman, señalando que los inconvenientes burocráticos y la cautela corporativa de Estados Unidos retrasan la adopción del 5G (telefonía celular de gran velocidad) mientras que China avanza a pasos agigantados.
¿SECTORES ESTRATÉGICOS?
El liberalismo y el neoliberalismo, en su versión recargada, proclaman la inexistencia de límites para el ingreso del capital privado en cualquier sector del estado. Por eso el agua potable, considerado un recurso vital para las poblaciones, ahora también es gestionado por empresas privadas, algo impensado en épocas pasadas.
Inclusive cuando se hablaba de ámbitos estratégicos como las aerolíneas de bandera, las telecomunicaciones, las hidroeléctricas, los hospitales, las réplicas irónicas ponderaban la excelencia del sector privado versus la burocracia estatal.
El discurso neoliberal se impuso en los debates académicos y políticos desde los inicios de los 1980’s. Ronald Reagan y la Primera Ministra inglesa Margaret Thatcher pontificaron sobre las bondades de ese modelo. Durante sus mandatos el capital alcanzó velocidad de crucero. Cada uno ganó según su tamaño. Los más grandes ganaron más y los más pequeños ganaron menos.
El capitalismo occidental, sin embargo, se convirtió en un capitalismo rentista y usurero, no fomentó la expansión de la economía real –que es lo que ha marcado la diferencia entre el capitalismo occidental y el capitalismo chino y ruso, en los últimos 40 años–, sino que usufructuó de lo que ya existía, explotando al consumidor como un rehén financiero. El mismo sistema aplicado a los países del Sur Global, vía los préstamos del FMI y otros bancos de “ayuda” al Tercer Mundo, como lo ha detallado John Perkins, en su libro “Confesiones de un Sicario Económico”.
En este contexto, se percibió claramente que el mercado no se autocontrolaba, por el contrario, tendía a ser influido y dominado por los grandes capitalistas financieros. Era previsible. Las multinacionales y los milmillonarios tienen más recursos y mejores herramientas para proteger sus intereses –porque están en su propia esfera, sobrevolando el planeta dominando al 99%, como la alegoría que se refleja en la película futurista “Elysium”. Sin embargo, parafraseando al escritor guatemalteco Juan José Arévalo, autor de El Tiburón y las Sardinas, escrito en 1956, si bien con la desregulación de la economía los tiburones estaban felices, ¿alguien preguntó cómo estaban las sardinas?
¿EXPORTACIÓN DE QUÉ…?
Ya que hablamos de depredadores, recordemos una de las piezas estelares de ese proceso neoliberal en Estados Unidos: la deslocalización del empleo. Un concepto que dice poco a la primera, pero que se traduce como “exportación de empleos”. La mano de obra cara (en Estados Unidos, debido a los altos salarios y excelentes beneficios a los trabajadores, que Reagan comenzó a minar a través de la destrucción de los sindicatos) fue reemplazada por mano de obra barata (en Asia, primero con los cinco Tigres Asiáticos, y luego con China, pagando salarios hasta 10 o 20 veces menores a la mano de obra calificada). Y, como siempre lo recalcó Immanuel Wallerstein en sus estudios sobre el capitalismo, sin ceder un centavo por la destrucción del medio ambiente (un tema muy regulado en Estados Unidos).
Recordemos, se trata del libre mercado al estilo Reagan y Thatcher. Como empresario yo puedo contratar donde me resulta más favorable. Que alguien, que no sea yo (el estado), vea como atiende las necesidades de trabajo de decenas de miles de obreros –como el caso de Detroit, una ciudad que, después de ser la capital automotriz de Estados Unidos, se convirtió en una de las más pobres de ese país– que voy a sustituir con obreros industriales de China o México. Y así en la mayoría de los sectores manufactureros.
La consecuencia: amplios sectores sin empleo. La transformación laboral en Estados Unidos obligaba a los trabajadores no solo migrar al área de servicios, sino a quedarse enormemente endeudados con préstamos, como los hipotecarios para apuntar a una vivienda, que habían adquirido con altos salarios, y que ahora debían pagarlos ganando hasta el 50% menos en sus recientes empleos. Y el nuevo ámbito laboral de servicios –como en las economías del Tercer Mundo– filtraba a los interesados según preparación académica y habilidades, que estaban alejadas de las herramientas metálicas o manipulación de maquinaria. La absorción de esa masa de la población económicamente activa fue lenta, dramática y marcó el principio de la reducción de la Clase Media estadunidense – “Di adiós a la clase media: la mitad de todos los trabajadores estadounidenses hizo menos de $40,847,18 el año pasado”.
LA SEGURIDAD NACIONAL
Algo que llama la atención en el discurso de la secretaria de Comercio es el uso de un concepto que, en teoría, no corresponde a su sector: Seguridad Nacional. Que ese tema lo esgrima el Secretario de Defensa que despacha en el Pentágono parece lo más lógico, pero que la encargada del sector de intercambio de bienes y servicios lo utilice para referirse al proteccionismo contra China llama la atención.
Sin embargo, la señora Raimondo no está descaminada. Ella nos ha evitado la tercera conclusión de lo que ha significado el neoliberalismo en Estados Unidos: la pérdida de la soberanía. Ese tema está ligado con la migración global, causada por las guerras de conquista y el empobrecimiento masivo del Tercer Mundo.
En este contexto, uno de los procesos más interesantes de la globalización ha sido la movilidad de grandes masas de población hacia Europa occidental y Estados Unidos (las últimas cifras del Censo de EE.UU., publicadas esta semana, por ejemplo, señalan que la población nacida fuera de su territorio sigue creciendo). Hay flujos enormes de habitantes de África, Europa del Este, Medio Oriente y América Latina hacia el llamado Viejo Continente y la Tierra de las Oportunidades. Un fenómeno que no se detiene, como hemos visto este año, particularmente en Texas, California, Chicago y sobre todo en la Ciudad de Nueva York.
El concepto de nacionalidad se ha tornado relativo: “Yo soy de donde me tratan bien y de donde puedo obtener lo que yo aspiro por mi trabajo”. Parece ser una proclama de quienes ya están asentados en países a los cuales emigraron. Y hay otro detalle más, que es la pesadilla de Trump y sus fanáticos anglosajones de MAGA, la disminución de la población blanca en EE.UU. y el crecimiento de las otras etnias impulsado por la migración, que comenzó hace al menos cuatro décadas. He aquí un ejemplo: “Los latinos sobrepasan ya a los blancos no hispanos en Texas, según el censo de 2022”.
UN SUEÑO QUE AHORA ES UNA PESADILLA
Ahora regresemos al gigante del norte, donde el fruto de la industrialización e infraestructura todavía sirve como paraguas para las grandes demandas de la población. Es decir, Estados Unidos todavía luce como un país rico y provee los servicios que se necesitan para la vida moderna, aunque a un costo con tendencia alcista. La movilidad social, sin embargo, se ha trabado y ya no brinda masivamente las oportunidades laborales de hace tres décadas. Como ya lo han destacado múltiples autores El Sueño Americano, la ascendencia en la escala económica y social, ha desaparecido; o como decía George Carlin, “Tienes que estar dormido para creerlo”.
Un padre de familia de los decenios de 1960 y 1970, inclusive, podía mantener sin apuros a una familia de cuatro hijos, comprar una casa decente, tener autos, viajar al extranjero en vacaciones y administrar un ahorro sustancioso al año, además de asegurar su jubilación. Inclusive estaba en capacidad de pagar la universidad de los hijos que así lo requerían, sin una carga financiera excesiva. ¿Esto es posible ahora para el ciudadano promedio en Estados Unidos? Ni por un instante.
Y para volver al concepto de la Seguridad Nacional, en el pensamiento Raimondo, en realidad se refiere a la SEGURIDAD ECONÓMICA DEL COMPLEJO DE LA INDUSTRIA MILITAR, vía el presupuesto del Pentágono, que hoy en día bordea UN BILLÓN (UN MILLÓN DE MILLONES) DE DÓLARES ANUALES. Esa es la razón de los alardes y acciones de guerra. Las fábricas de producir tanques, aviones, misiles y ojivas nucleares, es la ÚNICA GRAN INDUSTRIA que sobrevive con vigor en el país del norte.
Además, hay que remarcar algo importante. El poderío financiero que aún retiene, además de su fortaleza militar, como la Roma Imperial, reposa en la imposición del dólar como la Moneda-Mundo. Estados Unidos es el único país del planeta que goza del privilegio exclusivo de emitir papel moneda –a decir verdad, de pedirlo prestado a los dueños de la Reserva Federal—para pagar sus deudas y comprar lo que sea en el resto del mundo. Si no tuviera esa capacidad los estadunidenses competirían con los pobres del resto del mundo. Y el dólar NO TIENE RESPALDO. Solo la frasecita IN GOD WE TRUST. O sea, es solo un acto de fe —impuesto por el garrote militar y su preeminencia en el sistema bancario y financiero a escala global.
LA DUPLA NEOLIBERAL
El neoliberalismo del señor Reagan y la señora Thatcher dinamizó la economía en el corto plazo, aunque generó déficits monumentales en el presupuesto público en cada ejercicio anual. Tuvo que recurrir a la asistencia social para que la clase trabajadora no caiga al nivel de miseria del Tercer Mundo. En el horizonte más largo complotó contra la seguridad nacional al adelgazar el pegamento social del individuo con su país.
Ese mismo neoliberalismo, a la medida de la voracidad de los accionistas y ejecutivos de las multinacionales, aceleró la transferencia tecnológica hacia naciones menos desarrolladas. El caso de China es singular. La antigua civilización asiática tenía un plan estratégico magistral (Murió el hombre que resucitó al Dragón) de largo plazo para convertirse en la fábrica-mundo, posición que logró en solo tres décadas, las mismas que transcurrieron desde la salida de Reagan de la Casa Blanca al presente.
Es decir, los más grandes beneficiarios de las políticas neoliberales de Ronald Reagan entre 1981 y 1989 –profundizadas por los presidentes que lo sucedieron– fueron las grandes multinacionales en el corto y mediano plazo, y China en el largo plazo. No por nada, cuando Kssinger visitó China en julio pasado, el presidente chino Xi Jinping dijo: “El pueblo chino nunca olvida a sus viejos amigos, y las relaciones chino-estadounidenses siempre estarán vinculadas con el nombre de Henry Kissinger”.
Por eso la incursión de la señora Raimondo en la seguridad nacional tiene asidero. Sin embargo, puede afirmarse que ha llegado tarde. El daño ya está consumado. No hay forma de detener esa portentosa maquinaria industrial, tecnológica y militar euroasiática (Rusia y China) que se construyó gracias a la codicia de los grandes conglomerados de Occidente, que erosionaron las columnas de la nación que les facilitó esa opulencia incalculable.
El expresidente Donald Trump intuyó el avance chino y estableció medidas de salvaguarda vía aranceles. Era el preámbulo de un vasto sistema de controles que se sintetizan en esa palabra que disgusta tanto a los neoliberales: REGULACIÓN. Sin embargo, con Biden y Raimondo las decisiones proteccionistas alcanzaron niveles de histeria. El fin de la historia. El verdadero, no el ficticio de Francis Fukuyama ilusionado en 1991.
RAIMONDO Y UN DO DE PECHO
El tono elevado de voz de la señora Raimondo todavía reverbera entre los ejecutivos que asistieron a su conferencia. Ella lanzó una frase que podría ser adjudicada al más entusiasta dictador de una nación totalitaria: “Proteger nuestra seguridad nacional es más importante que los ingresos a corto plazo”.
Si funcionarios como la señora Raimondo hubiesen estado conscientes del daño que ocasionaría a futuro Ronald Reagan en ese infausto 1981-1989, quizá ahora estaríamos contando otra versión de la historia. Pero como diría Wallerstein, el pecado del Capitalismo occidental es su incesante voracidad.
En treinta años, un breve lapso en la historia del mundo, la realidad sobrepasó a la teoría, como se ha recordado en líneas previas. Empero, en América Latina hay quienes creen que el neoliberalismo resuelve todo y atrae la prosperidad ante el conjuro de un mago.
Tal como ocurrió en Estados Unidos, quizá en el corto plazo puedan conseguirse algunas cifras interesantes, pero en el largo plazo los déficits y las deudas terminarán agobiando al país que decida abrir las puertas de su economía a la engañosa brisa enriquecedora del neoliberalismo.
Si algo falta para que una nación de esta parte del mundo vuele en mil fragmentos es precisamente ese modelo que siguió la potencia del norte, la misma que acaba de certificar su defunción oficial con un control férreo de exportaciones y un rígido marco regulatorio.
MILEI: UN NEOLIBERAL ANACRÓNICO
Como afirmamos al inicio de esta nota. El neoliberalismo embelesa en los pasillos académicos y embauca a los desprevenidos electores en las carreras por la toma del poder político. Esos ingredientes fueron usados por Javier Milei para llegar como inquilino de la Casa Rosada, en Argentina, para el naciente periodo presidencial.
Empero, esas son viejas noticias para Argentina. Carlos Saúl Menem (como presidente entre 1989-1999) también privatizó y liberalizó la economía. Los resultados de esas políticas alimentaron parte de la crisis que padecen hoy. Tal como ocurrió en Estados Unidos el remedio resultó más nocivo que la enfermedad (Javier Milei y la gran farsa argentina – Opinión en RT). En el 2000 Argentina ya estaba vendida al capital extranjero –hay una escena en la película platense Nueve Reinas, del año 2000, cuando el protagonista abre la envoltura de un chocolate y se da cuenta que viene de Turquía, y dice: “Estamos jodidos, ahora hasta importamos dulces”.
LA AMNESIA HISTÓRICA
Algo muy similar ocurrió en Perú durante el decenio de Alberto Fujimori (1990-2000). Centros mineros de enorme valor se remataron a precio de gallina flaca, la empresa de distribución de electricidad de Lima fue tan mal concedida que en los últimos treinta años fue revendida dos veces con enorme plusvalía para sus nuevos propietarios.
Como la memoria es frágil, y tres décadas después con nuevas generaciones de votantes (Homo Videns Videns) que nunca vivieron y/o sufrieron la privatización de Menem, Milei deslumbró con los apuntes efectistas sobre cifras macroeconómicas. Ofreció aparatosos números sobre el recorte del aparato del estado. Anunció la radical reducción de ministerios y la total privatización de empresas públicas. Con eso le bastó para sortear a sus rivales en el proceso electoral y alcanzar la primera magistratura de Argentina. Los argentinos compraron el cebo de culebra del mercachifle, como la pócima mágica de todos los remedios.
De pasada, obnubiló a los sectores de derecha en los demás países del subcontinente, quienes lo consideran un prohombre del pensamiento neoliberal –o quizá, sabiendo realmente cómo funciona el neoliberalismo, usaron el nuevo caramelo para venderlo como una pastilla milagrosa y seguir rematando todo lo que queda en sus países. Sin embargo, Milei solo recitó la plantilla que antes había proclamado Ronald Reagan en la década de 1980 y Menem una década después. ¿Si ese modelo fracasó en una potencia de la magnitud de Estados Unidos, por qué tendría que triunfar en un país empobrecido como Argentina, donde irónicamente ya probó su ineficacia?
OTRA VISIÓN CAPITALISTA
A quienes mejor les ha ido con el capitalismo han sido, curiosamente, China y Rusia. Ambos dejaron atrás el comunismo, bajo la concepción maoísta y marxista, respectivamente. En escasas tres décadas avanzaron a una velocidad que jamás hubiesen conseguido bajo sus anteriores estructuras político-económicas. Sin embargo, he aquí lo más importante a entender, ellos adoptaron su propia versión del capitalismo –con características chinas, como lo hizo el dragón oriental– que el economista estadounidense Michael Hudson llama un capitalismo industrial socialista. O, para entenderlo mejor, ellos aplicaron su sabiduría taoísta del Ying y el Yang, donde los opuestos pueden converger y ser el todo –no dos polos opuestos que se fraccionan en 10,000 cosas.
Nadie en su sano juicio puede desconocer las bondades del capital, después de todo el capitalismo es un sistema-herramienta. Es el hombre quien decide cómo usarlo, para beneficios de un puñado o para todos sus conciudadanos. Los países nórdicos son ejemplo de que el manejo estatal de la economía no está reñido con la eficiencia. Otro ejemplo, aún más práctico, es el uso del Internet. Puede usarse para tener acceso a libros, investigaciones, análisis científicos, sobre un tema en particular. O —como lo hace una gran mayoría, según las encuestas— ver el Tik Tok, Instagram, Only Fans, etc., etc., o simplemente pornografía. Es el usuario el que decide, aunque obviamente después de haber sido acondicionado y manipulado a través de la “Psicopolítica: Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder”.
En esa perspectiva, el neoliberalismo es el capitalismo del Lejano Oeste (Far West) o capitalismo salvaje, donde prima la ley del más fuerte. No es difícil inferir quiénes están detrás de su relanzamiento en esta parte del mundo. Son los mismos que se están frotando las manos para participar en la próxima subasta de los bienes públicos en Argentina. Es decir, los buitres del capital internacional o los Lobos de Wall Street.
De seguro, si Argentina aplica su recetario neoliberal, dentro de algunos años Milei será el verdugo de quienes confiaron en él y una mala palabra para la clase política de Sudamérica. Y otra vez: “El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”.
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