El reloj de la historia ya marca el tiempo de Eurasia

The Economist / Nicolai Kondrátiev

Una imagen vale más que mil palabras. Pero, éstas no siempre revelan a simple vista los mensajes ocultos —los enigmas, como en los cuadros del Bosco— que solo pueden descifrarse a través del conocimiento, la percepción y el entendimiento. El mundo ya cambió. Esta es la síntesis de esa transformación.

Por Alexandr Mondragón
A fines de noviembre pasado, la mundialmente famosa revista The Economist publicó su portada “The World Ahead 2022” —El mundo después de 2022— ilustrándolo sobre un círculo que no necesariamente puede interpretarse como el mundo, sino más bien como un reloj marcando el principio de una nueva era —o un ciclo de gran desarrollo económico en los próximos sesenta años o el VI Ciclo Kondrátiev, como lo explicaremos más adelante— encabezado nada menos que por Xi Jinping, el presidente de China. Pero la portada, además, es la confirmación —clara y sin ambages— de lo que nosotros anunciamos a principios de diciembre del 2017, al igual que lo hizo la revista The Economist unos días después, aunque por entonces a través de una ilustración alegórica y misteriosa, sin leyenda explicativa ni artículo descriptivo.

El 8 de diciembre del 2017 tuvimos la audacia de anunciar que China no solo había demarcado una Muralla Invisible, sino también que “en algún momento del presente siglo, un Nuevo Sistema Mundo (NSM) estaría al mando de los Nuevos Mandarines”, en reemplazo del Viejo Sistema Mundo Occidental.
Lo que previmos en ese artículo y dos más (publicados en diciembre del 2017 y febrero del 2018) no fue una declaración fortuita o caprichosa, nos basamos en los trabajos de tres eruditos cuyas obras abarcaron un lapso de más de un siglo. Desde el geógrafo e historiador inglés John Halford Mackinder, quien dijo que quien controlara Eurasia controlaría la Isla-Mundo; hasta el economista ruso Nikolai Kondrátiev, quien describió los grandes ciclos de prosperidad económica del Capitalismo desde finales del Siglo XVIII, en base al desarrollo de las grandes invenciones tecnológicas, que dieron forma al Sistema-Mundo Occidental (SMO) de los dos últimos siglos; hasta el emérito profesor estadounidense Immanuel Wallerstein —fallecido en 2019—, quien predijo con exactitud el final del SMO, encabezado por Estados Unidos, en el presente siglo XXI. Ese contenido fue refrendado unos días después en la portada de la revista The Economist, aunque no de una forma tan abierta como lo expresamos nosotros, sino a través de una ilustración enigmática que pocos podían entender.

Portada de The Economist del 23 de diciembre del 2017

La enigmática portada de las Estaciones K
El 23 de diciembre del 2017, dos semanas después de nuestro primer artículo, la revista The Economist —el principal vocero de la Gran Cábala Occidental o la banca esclavista de los Rotschild, como lo describe Alfredo Jalife-Rahme— publicó en su portada una ilustración que aquí reproducimos.
Allí se ve un árbol otoñal sometido a los rigores de la nieve invernal. Una alusión a las estaciones de las Ondas de Kondrátiev, como explicaremos en el siguiente párrafo. Pero si se observa con más detalle, siguiendo el trazo de los bordes de las ramas (hacia la izquierda) se puede apreciar el perfil de un personaje histórico: Adam Smith, el padre fundador de la teoría del Capitalismo Occidental, mirando de reojo hacia el lado opuesto. ¿Qué es lo que ve? Mira a un tigre asiático, fuerte y vigoroso, enfilándose hacia la derecha, hacia la primavera y verano Kondrátiev.
¿Por qué el Invierno y la Primavera? El nombre de las cuatro estaciones climáticas del año es un simbolismo a las etapas de las Ondas de Kondrátiev, que son los ciclos largos de la actividad económica —descritas como fluctuaciones cíclicas de largo plazo, con forma sinusoidal— de la moderna economía mundial capitalista desde finales el siglo XVIII. La duración de cada onda o ciclo largo varía entre 47 y 60 años, durante los cuales se alternan periodos de alto crecimiento (la primavera y el verano), en el cual las coyunturas de prosperidad son más marcadas y duraderas, a las que siguen un período de crecimiento relativamente lento (el otoño), seguidos por las grandes crisis y depresiones más prolongadas (el Invierno) hasta llegar a su fin, como puede apreciarse en el siguiente gráfico.

El Fin de la la 5ta Onda Kondrátiev
¿Entonces qué reflejaba esa ilustración? Que la 5ta Onda Kondrátiev del Sistema Mundo Occidental, que comenzó alrededor de 1970, estaba camino hacia su fase Invernal, la cual culminaría alrededor del 2030, como lo había previsto el profesor Wallerstein. Mientras que, en contraposición, el tigre asiático, rebosante y decidido, camina hacia una Primavera Kondrátiev —o lo que nosotros anunciamos, el nacimiento de un Nuevo Sistema Mundo Euroasiático (NSME). El nombre de las ondas se debe al economista ruso Nikolái Kondrátiev (1892-1938), ejecutado por órdenes del tirano José Stalin. Pero eso no es todo lo que la ilustración revelaba.
Que el perfil de Adam Smith en el árbol otoñal estuviera hacia la izquierda y el tigre camine hacia la derecha, tampoco es casual. Teniendo como base la mentalidad polarizada de la política occidental, que Occidente mire hacia la izquierda es un giro hacia las políticas socialistas para aplacar a las multitudes; y eso es precisamente lo que ha estado ocurriendo en Estados Unidos en la última década, como el movimientos “Woke” (Despertar), un fundamentalismo identitario y de hostilidad racial en los campus universitarios de Estados Unidos; el Proyecto 1619 de The New York Times (NYT), un revisionismo histórico que “tiene como objetivo replantear la historia de Estados Unidos colocando las consecuencias de la esclavitud y las contribuciones de los afroamericanos en el centro mismo de la narrativa nacional”; la visibilidad de políticos electos de la extrema izquierda dentro del Partido Demócrata, con propuestas de un socialismo radical, como el senador Bernie Sander y Alexandria Ocasio-Cortez; y no menos grave la radicalización —en dirección opuesta— de los movimientos de la extrema derecha, como es el caso del Trumpismo, que ha llegado incluso al interior de las fuerzas armadas, como lo revelaron tres ex generales en un reciente artículo de opinión publicado en el NYT. Todo esto, aunado al paulatino empobrecimiento de la clase media estadounidense, es un diagnóstico de la disolución social que está sucediendo al interior de Estados Unidos que, sin ser alarmistas, corre el riesgo de enfrentarse en un tiempo no muy lejano a una guerra civil, como ya lo advierten algunos autores.

El Capitalismo Histórico de China
Y el hecho de que el Tigre Asiático se enfile hacia la derecha, tampoco es casual. Aunque en China el régimen es comandado por el Partido Comunista de China, la nomenclatura es un ardid porque como dice Sun Tzu: “El arte de la guerra se basa en el engaño”. Y por sentido común es fácil de comprender que, a lo largo de las últimos cuatro décadas, lo que los chinos han hecho es la implementación de su propio Capitalismo Histórico, en una pragmática aplicación de la máxima del Pequeño Gran Timonel Deng Xiaoping: “No importa si el gato es negro o blanco, mientras pueda cazar ratones es un buen gato”. Un capitalismo industrial social, como lo describe el economista estadounidense Michael Hudson, con sus propias características chinas —que han logrado sacar de la pobreza extrema a más de 700 millones de sus habitantes.
Estos dos llamados —nuestro artículo del 2017 y la portada de The Economist— de que estábamos ad portas de un cambio sistémico en el eje del Sistema-Mundo, tuvieron una respuesta inmediata de Donald Trump, quien estaba al frente de la Casa Blanca. El entonces Hegemón del SMO —Estados Unidos— publicitó su “Estrategia de Seguridad Nacional”. Ahí Trump declaró abiertamente que Rusia y China son “potencias rivales… que buscan desafiar la influencia, los valores y la riqueza estadounidense”. En ese momento Estados Unidos aún daba la impresión de tener una posición estable. Pero todo era una ilusión, como el final de la película “Erase una vez Hollywood” de 2019. Y no fue casual.

La foto tomada el viernes 22 de noviembre del 2019, en Beijing, donde aparece el ex Secretario de Estado de Estados Unidos Henry Kissinger y al presidente chino Xi Jinping. Comparado con la portada de The Economist del 2017.

De la ilustración a la realidad
Dos años después, el 8 de diciembre del 2019, en un artículo titulado “Un Viejo Mundo se Va y El Nuevo Mundo ya Nació” escribimos que los Amos del Sistema Mundo Occidental había cedido la posta de la conducción del Sistema-Mundo a China —el timonel de la Gran Eurasia— ilustrándolo con una foto captada el viernes 22 de noviembre del 2019, donde aparece el ex Secretario de Estado de Estados Unidos Henry Kissinger y al presidente chino Xi Jinping en un foro económico en Beijing —e hicimos una contraposición de la imagen real con la portada de The Economist del 2017.
En nuestro análisis, la ilustración de The Economist se transformó en una fotografía en tiempo real tomada en Beijing. Allí figuran Henry Kissinger —como un símbolo del Viejo Sistema Mundo Occidental— y el presidente chino Xi Jinping —el Mandarín del Nuevo Sistema Mundo— y, al medio ligeramente detrás de ambos, el representante de una generación que plausiblemente —sin olvidar el Siglo de Humillación que sufrió su nación entre los Siglos XIX y XX— asumirá el destino del Nuevo Paradigma en las próximas décadas y, quien sabe, los siglos por venir.

La decadencia otoñal e invernal
En la foto del 2019, comparándola con la ilustración del 2017, Kissinger, una de las figuras más simbólicas del antiguo Sistema Mundo Occidental (SMO), refleja por sí mismo la decadencia otoñal e invernal —como El Otoño del Patriarca, de Gabriel García Márquez— de lo que él representó. Mientras que a su lado vemos al nuevo Mandarín, vigoroso, rumbo a emprender el Nuevo Sistema Mundo Euroasiático en los albores del Siglo XXI, en su primavera Kondrátiev. Y la historia detrás de esta foto, también es muy significativa porque fue captada una semana después que el propio Kissinger hiciera comentarios reveladores sobre la decadente situación del régimen del Washington y el SMO.
“Aquellos países que solían ser excepcionales y únicos —una referencia tácita a Estados Unidos— tienen que acostumbrarse al hecho de que tienen un rival”, dijo Kissinger, en evidente referencia a China, durante un discurso que pronunció en Nueva York el 14 de noviembre del 2019. Era así como el nonagenario Kissinger anunciaba el Fin de la Historia del Sistema Mundo Occidental… o el fin de Érase una vez América —cuya siniestra esencia fue captada magistralmente por el compositor francés Edgar Varese en su obra musical Ameriques.

El rival como un dúo simbiótico
Y a lo anterior debemos subrayar que China no es el único rival del Hegemón y que tampoco está sola en esta Batalla por la Isla-Mundo. China tiene como un súper aliado a Rusia, la nación que sobrevivió a la Unión Soviética, cuya desaparición en 1989 fue instigada por los Amos del Imperio Anglosajón. ¿Y cómo sabemos de esa alianza simbiótica? De hecho ya existían muchas referencias al respecto, en particular las escritas por The Saker, desde mediados de la década pasada. Pero fue el propio Ministro de Relaciones Exteriores ruso Sergey Lavrov, quien en la Sexta Conferencia Internacional Rusia y China: Cooperación en una Nueva Era, Moscú, 1 de junio de 2021, lo explicó cuando dijo: “Este es un año especial para nosotros: hace 20 años, el 16 de julio del 2001, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, y el presidente de China, Jiang Zemin, se reunieron en Moscú para firmar el Tratado de Buena Vecindad, Amistad y Cooperación.
Una relación en donde “lo que le falta a una nación, la otra lo tiene. En lo que sobresale una nación, la otra aspira. Lo que una nación necesita de inmediato la otra está lista para entregarla. Lo que una nación necesita a lo largo del tiempo, la otra está preparada para suministrarlo o acceder a él mientras dure. Y más claramente, ambas naciones tienen la misma amenaza existencial de la misma fuente (el Imperio Anglo-sionista), usando los mismos medios para amenazar a ambas. Entonces, la asociación es única”, como lo The Saker lo había descrito unos años antes.

La alianza como la pesadilla de Mackinder
Una alianza que, es preciso señalar, Mackinder temió en 1904, en “El Eje Geográfico de la Historia” cuando él advirtió: “No estaría fuera de lugar indicar expresamente que la implantación de algún nuevo control en la zona interior, en sustitución del de Rusia, no tendería a reducir el significado geográfico de la posición del eje. Si los chinos, por ejemplo, organizados como los japoneses, llegaran a vencer al Imperio Ruso y conquistar sus territorios, podrían representar un peligro amarillo para la libertad del mundo, porque simplemente añadirían un frente oceánico a los recursos del gran continente, ventajas de las que no han podido gozar todavía los rusos”.
Lo que Mackinder, sin embargo, no pudo imaginar es que, menos de un siglo después, China y Rusia —con las lecciones aprendidas a lo largo del Siglo XX e inicios del XXI— decidieron tender lazos de cooperación y acordaron una relación simbiótica, uniendo el espectacular desarrollo capitalista industrial, tecnológico y científico nunca antes visto en la historia de la humanidad, como es el caso de China, y la hipermoderna capacidad tecnológica-militar de Rusia, para frenar el poderío armamentista del Hegemón. Y, solo entonces, sentar las bases de lo que ahora vemos con mayor claridad: lograr una “tarea verdaderamente histórica”, como lo dijo Lavrov, y que nosotros lo hemos llamado la edificación en ciernes del Nuevo Sistema Mundo Euroasiático, la razón de nuestro portal.

Foto: GettyImages

El Covid como un catalizador 3 meses después
Y aunque nosotros esperábamos que la realidad de “Un Viejo Mundo se Va y El Nuevo Mundo ya Nació” aún tardaría en ser visible a los ojos del mundo a lo largo de la nueva década que iba a empezar, la realidad es que una pandemia —preanunciada por Bill Gates en octubre del 2019— sería el catalizador de la Gran Transformación, parafraseando a Karl Polanyi.
Un catalizador es una sustancia que, durante un proceso, altera el desarrollo de una reacción. El 11-S fue el catalizador del Nuevo Siglo Americano para emprender la conquista del Medio Oriente y eventualmente el último intento de los Amos del Mundo para socavar a Eurasia, aunque terminó en una catástrofe geopolítica.
El Coronavirus, sin embargo, irrumpió como el catalizador de la gran batalla entre el agónico Sistema Mundo Occidental —edificado a sangre y fuego sobre la ficción que el Imperio de Papel de Wall Street quiso imponer al mundo, la globalización del mercado neoliberal— y el Nuevo Sistema Mundo Euroasiático —por la conquista de la Isla Mundo, escribimos nosotros el 11 de marzo del 2020.

Richard Haass, el presidente del influyente CFR (Consejo de Relaciones Exteriores) y, como tal, el vocero principal de los Amos del Sistema Mundo Occidental.

El Vocero de los Amos del Mundo
Cinco semanas después, Richard Haass, el presidente del influyente CFR (Consejo de Relaciones Exteriores) y, como tal, el vocero principal de la élite occidental que ha regido los destinos del mundo desde principios del Siglo XX, reafirmó casi literalmente lo que nosotros habíamos escrito. Él escribió:
“Estamos atravesando lo que en todos los sentidos es una gran crisis, por lo que es natural suponer que será un punto de inflexión en la historia moderna. En los meses transcurridos desde la aparición del Covid-19, la enfermedad causada por el nuevo coronavirus, los analistas han diferido sobre el tipo de mundo que la pandemia dejará a su paso. Pero la mayoría argumenta que el mundo en el que estamos entrando será fundamentalmente diferente de lo que existía antes. Algunos predicen que la pandemia traerá consigo un nuevo orden mundial liderado por China; otros creen que provocará la desaparición del liderazgo de China. Algunos dicen que pondrá fin a la globalización; otros esperan que marque el comienzo de una nueva era de cooperación mundial. Y otros proyectan que sobrecargará el nacionalismo, socavará el libre comercio y conducirá a un cambio de régimen en varios países, o todo lo anterior”.
“Pero es poco probable que el mundo que sigue a la pandemia sea radicalmente diferente del que la precedió… Como resultado”, agrega Haass, “esta crisis promete no ser tanto un punto de inflexión sino una estación de paso en el camino que el mundo ha estado recorriendo durante las últimas décadas”. Es decir, el declinamiento de Occidente y el ascenso de la Gran Eurasia.

El reloj de la VI onda Kondrátiev
Y ahora —dos años después de “Un Viejo Mundo se Va y El Nuevo Mundo ya Nació” y la aseveración de Haass— la revista The Economist, como señalamos al principio, publica una portada que refrenda con nitidez lo que ellos mismos publicaron como enigma hace cuatro años.

La figura debe observarse como un reloj de 60 minutos, la alegoría de los 60 años que duran aproximadamente los ciclos Kondrátiev. Y es Xi Jinping quien está ubicado, precisamente, en los primeros minutos del reloj o como una alegoría al inicio del nuevo ciclo de 60 años, o la Sexta ola de Prosperidad Kondrátiev. Mientras que con mucho optimismo aparece la foto de Joe Biden pasando los 30 minutos, o mejor dicho al final de la primavera y el verano del auge logrado con V Ola Kondrátiev de la Era de la Computación y la Tecnología de las Comunicaciones, desde 1970 hasta la primera década del presente siglo, quedándole solo los 30 últimos minutos (años), aunque podrían ser menos, de su otoño e invierno Kondrátiev.

La cuatro Ondas Kondrátiev de Estados Unidos.

Mirando el futuro lejano
Y aquí es importante agregar que cuando China alcance el pico del nuevo ciclo alrededor del 2050 —cuando celebren el centésimo aniversario del PCC el 2049, o la meta de la Maratón de los 100 Años, como señala el autor estadounidense Michael Pillsbury, que revela la astucia de los chinos para engañar a los estadounidenses entre los 1970’s y 1980’s, en una presunta alianza contra la entonces Unión Soviética— con el dominio de la 5ta Revolución Industrial de la Inteligencia Artificial y la Computación Cuántica, ellos estarán entrando a su otoño K y Estados Unidos estará al final del invierno y —¿quién sabe? — al principio de una primavera. Entonces ¿qué sucederá?
Si se cumple la historia cíclica de la Onda Kondrátiev, alrededor del año 2070 u 2080, China estaría en su época invernal y Estados Unidos en los albores de un nuevo renacimiento. Pero no necesariamente puede ser así. Estados Unidos ha tenido varias Ondas K a lo largo de su existencia, así como los nacimientos de las nuevas olas han tenido como elemento común la aparición de nuevas tecnologías que transformaron sociedades enteras a escala global. Y China, al parecer, ya está pensando en esas nuevas tecnologías, pero no en la tierra sino más bien en el espacio, como el “Helio-3: La ‘guerra minera’ secreta en el espacio”.
En este contexto, entonces, el enigma a resolver es: ¿Qué tecnología será el motor de la 7ma Onda Kondrátiev y quién tomará el dominio de esa tecnología? De hecho, es demasiado aventurado prever algo que, en el mejor de los casos, solo lo verán nuestros descendientes dentro de tres generaciones. Pero si nos atenemos a quienes han demostrado entender mejor cómo funciona el mundo, hasta ahora, porque su gran saber es superior al pequeño saber de otro, podemos prever que —como ha sido en su milenaria historia— un Imperio “Bajo un solo cielo” —porque “Dos soles no pueden brillar bajo el mismo cielo” — podría persistir más allá de lo imaginable. Y los chinos saben muy bien que antes que conquistar es mejor dominar… desde la ruta cuántica. Y quien sabe reconfigurar los periodos de las Ondas Kondrátiev.

Post Data:
Cuando estábamos terminando el presente ensayo, la revista Foreign Affairs publicaba su número más reciente en cuya portada, sobre el logo de la revista, aparecía el título de uno de sus artículos más destacados: “El nuevo orden mundial de Xi Jinping”. Demás está decir que el título se refiere al actual estado de transición sobre la hegemonía del Sistema-Mundo. Que lo digan los voceros de los Amos del Mundo, que dieron forma al Sistema Mundo Occidental en los dos últimos siglos, no es poca cosa.


El artículo deja en claro que: “China ya ocupa una posición de centralidad en el sistema internacional. Es la potencia comercial más grande del mundo y la mayor fuente de préstamos mundiales, cuenta con la población y el ejército más grandes del mundo y se ha convertido en un centro mundial de innovación. La mayoría de los analistas predicen que el PIB real de China superará al de Estados Unidos en 2030 para convertirlo en la economía más grande del mundo. Además, como ha demostrado la evolución de la pandemia, la respuesta de China a los desafíos globales tiene profundas implicaciones para el resto del mundo”.
Y abren la interrogante: “… si Beijing quiere dar forma a un nuevo orden internacional o simplemente forzar algunos ajustes al actual, promoviendo intereses y preferencias discretos sin transformar fundamentalmente el sistema global”, o si la ambición de XI es “un orden internacional radicalmente transformado” —un planteamiento que desde hace cuatro años nosotros hemos perfilado como el Nuevo Sistema Mundo Euroasiático, el nombre de nuestro portal.
Y concluyen: “Que Xi sea capaz de realizar su ambición dependerá, por un lado, la interacción de muchos factores, como la vitalidad continua de la economía y las fuerzas armadas chinas y el apoyo de otros líderes de alto rango y del pueblo chino y, por el otro, la capacidad del mundo para continuar resistiendo la coerción china y la capacidad de las democracias del mundo y otros, para articular y perseguir su propia visión convincente del futuro del mundo. Sin embargo, quizás lo más importante para el éxito de Xi sea su capacidad para reconocer y abordar la gran desconexión entre lo que quiere ofrecer al mundo y lo que el mundo quiere que le entregue”.

Como un viejo proverbio chino
De hecho, el último párrafo está escrito en un lenguaje muy diplomático en el que, por un lado, aceptan lo irreversible y, por el otro, soslayan un intento de resistencia del Hegemón occidental que, pragmáticamente, ni siquiera la tiene estructurada, como lo revelan dos recientes estudios de los propios estadounidenses, como pueden ver aquí y aquí. Sin embargo, hay otra cosa más relevante, la mirada es al sol, no al sistema solar. Parafraseando un viejo proverbio chino, esto sería como: “El idiota mira el dedo mientras el sabio señala la luna”.
El ensayo de Foreign Affairs, así como muchos otros de los “expertos occidentales”, como puede leerse en “Is Xi the cause or solution to China’s troubles?” publicado en Asia Times, está escrito desde la mentalidad occidental de que el universo gira alrededor del sol.

Un símbolo de 3 generaciones
Los occidentales se enfocan en Xi, pero no parecen comprender qué —más allá de su estatus como el mandarín imperial— él es el símbolo de al menos 3 generaciones que —sin olvidar un instante del “Siglo de Humillación” que vivió su nación de manos de Occidente— están dedicados al renacimiento de su civilización-estado como en sus épocas imperiales.
En este contexto, como ya hemos señalado, es plausible observar que al pequeño saber de occidente aún le falta comprender el gran saber de oriente —una civilización-estado con una historia de 5,000 años. Una historia de la cual —plagada de guerras sangrientas, en la lucha por el poder dinástico e imperial— los chinos han aprendido que es mejor dominar que conquistar. Pero no dominar en el sentido de ejercer el poder a través de la fuerza brutal y sangrienta para imponer su 5ta Libertad, como dice Noam Chomsky sobre los métodos empleados por Occidente en 500 años: “la libertad de saquear y explotar”. Para los chinos —que llegaron al Nuevo Mundo antes que Colón y no lo conquistaron, a pesar de tener la pólvora, como sí lo hizo Occidente— en los albores del Siglo XXI esos métodos ya quedaron en el pasado.

La sapiencia de los chinos
Los chinos han observado, entendido y discernido que es mejor dominar que conquistar. Dominar como un arte de conocer cómo funciona el mundo hoy en día a través de las herramientas de las nuevas tecnologías. El dominio y el control —científico, tecnológico, industrial, económico y financiero— de lo que la gente necesita para vivir en el Siglo XXI y más allá. Los chinos no necesitarán salir de sus murallas para dominar el mundo, ellos lo harán con las nuevas invenciones y las tecnologías que ya están poniendo en marcha y sigan descubriendo en las décadas por venir, a través de las rutas cuánticas de cuyo uso el resto del mundo pagará un tributo —como en las épocas imperiales de China— sin invadir, arrasar y expoliar a sus estados vasallos, olvidándose incluso de sus propias poblaciones, como hicieron Gran Bretaña y Estados Unidos en su momento —esa fue la advertencia que el Tnte. Coronel Leroy Fletcher Prouty hizo a los Amos de su país hace 48 años.

Una advertencia enterrada en el ostracismo
Fletcher Prouty, quien fuera un coronel de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, publicó en 1973 el libro El Equipo Secreto (The Secret Team), donde reveló con minuciosos detalles la existencia de una Gran Cábala encubierta entre los sectores de la comunidad de inteligencia, el ejército, la industria militar y financiera estadounidense y europea, que utilizaban su poder —riqueza, influencia y recursos colectivos— para manipular los acontecimientos mundiales y maximizar su fortuna particular, por encima del interés nacional, o del 99%, así como de eliminar cualquier oposición, ya sea mediante la propaganda dirigida o los asesinatos —como el del presidente JFK.
La advertencia de Prouty, como se escribió Wilder Buleje en nuestro portal, fue de hecho la prueba escrita de lo que trece años antes había advertido el presidente Ike Eisenhower, en su discurso de despedida en 1960, cuando afirmó —tras ocho años como presidente y expuesto al sistema de defensa estadounidense— que un enorme poder de enorme influencia estaba en las manos un grupo no electo, y advirtió a su pueblo que la existencia de esa cábala amenazaba la esencia de la democracia estadounidense para convertirla en una Oligarquía del 1%.
La reveladora denuncia de Prouty fue enterrada por una prensa sumisa y políticos cobardes. Pero ese Estado Profundo jamás imaginó que ahora lamentarían ese triunfo como Pirro lo hizo en su momento: “Otra victoria así y habremos perdido la guerra”.

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