El Rey Loco… ignorado por los que hacen las decisiones

Trump se está moviendo a una nueva y más peligrosa fase. Antes estaba limitado por unos pocos “adultos” –Rex Tillerson, Gary Cohn, H.R. McMaster y John Kelly– a quienes nombró porque pensaba que tenían cierta experiencia que (a él) le faltaba.
Ahora está despidiendo o en el proceso de eliminar a los adultos. Los reemplaza con una cantina de sapos de La Guerra de las Galaxias y aduladores que le reflejarán su propia visión grandiosa de sí mismo y lo ayudarán a venderse en la televisión.

Por Robert Reich

Los narcisistas son peligrosos porque piensan solo en ellos mismos. Los megalómanos son peligrosos porque piensan solo en su poder e invencibilidad. Un megalómano narcisista que no tiene restricciones, y que también es presidente de los Estados Unidos, es casi tan peligroso como los dos primeros juntos.
El hombre que una vez dijo que podía matar a cualquiera en la Quinta Avenida y aun así ser elegido presidente, ahora se jacta abiertamente de mentirle al Primer Ministro de Canadá, decide negociar por su cuenta un mano a mano con Kim Jong Un, impone unilateralmente los aranceles al acero y aluminio importados, y exige la pena de muerte para los traficantes de drogas.

Solo sigue sus propios instintos

Durante semanas, Trump ha estado sacando de su trasero grandes declaraciones políticas y luego dejando que sus amanuenses en la Casa Blanca improvisen explicaciones y planes de implementación.
“Trump cada vez vuela solo”, reportan Catherine Lucey y Jonathan Lemire, de Associated Press. “Trump le ha dicho recientemente a sus confidentes que quiere ser menos dependiente de su personal, creyendo a menudo que le dan malos consejos, y que planea seguir sus propios instintos, lo que él acredita con su asombrosa elección”.
Trump siempre ha tenido fe en sus instintos. “Hablo conmigo mismo, número uno, porque tengo un cerebro muy bueno”, dijo en la campaña. “Soy una persona muy instintiva… y mi instinto suele ser correcto”, le dijo a la revista Time el año pasado.

Hace lo que quiere y no pasa nada

Pero los instintos no son hechos, lógica o análisis. Una cosa es que un magnate de los negocios o incluso un candidato presidencial confíe en sus instintos, y otra muy distinta es que el líder del mundo libre confíe únicamente en su instinto.
Peor aún, el nuevo Trump cree que nadie puede ponerle un guante. Hasta este momento él ha sobrevivido a su presidencia, a pesar de los fallos que habría hecho caer a la mayoría de sus predecesores.
Que le pagó a una estrella porno para guardar silencio sobre su aventura ¿y qué? Qué recauda dinero para sí mismo en su presidencia ¿y qué? Qué no hay evidencia de sus afirmaciones de que se emitieron de tres a cinco millones de votos fraudulentos para Hillary Clinton, o que Obama le intervino su telefoneó ¿y qué? No hay consecuencias.

Y sus cortesanos se arrodillan

El nuevo Trump no se preocupa de que sus índices de aprobación sigan en el sótano. Por su medida, él está en la cima: sus ratings en la televisión por cable son enormes. Fox News lo ama. Él domina todos los espacios de noticias. Las multitudes preseleccionadas en sus mítines gritan su aprobación.
Se ha convertido en el Rey Loco que dice o hace cualquier cosa que su instinto le pida, mientras sus cortesanos se arrodillan.
¿Cómo terminará esto?

Hace lo que quiere, pero lo ignoran

Un resultado es que Trump se vuelva irrelevante para gobernar Estados Unidos. Obtiene toda la atención que anhela, mientras que los que toman decisiones en Washington y en todo el mundo miran para otro lado y lo ignoran.
Ya existen evidencias de que esto sucede. El proyecto de ley de impuestos republicano casi no se parecía a nada de lo que Trump había propuesto. El gran plan de infraestructura de Trump estaba muerto al llegar al Congreso. Su sorpresivo acuerdo de gastos con “Chuck and Nancy” quedó en nada. Su abrazo momentáneo a las medidas de control de armas, a raíz de un tiroteo en la escuela de Florida, se evaporó en la nada.
Mientras tanto, los líderes mundiales ignoran abiertamente al fanfarrón e ignorante de Trump, actuando como si Estados Unidos no tuviera presidente.

El peligro de que se enfurezca

Pero otro resultado posible podría ser mucho peor.
Trump podría enfurecerse tanto con cualquiera que lo tome en serio y arremeta con terribles consecuencias.
Furioso porque el consejero especial Robert Mueller haya ampliado su investigación, un Trump desenfrenado podría despedirlo, precipitando una crisis constitucional y en efecto una guerra civil entre los partidarios de Trump y el resto de Estados Unidos.
Sintiéndose insultado y desafiado por Kim, un Trump sin restricciones podría ordenar un ataque contra Corea del Norte, precipitando una guerra nuclear.
La mente se confunde. ¿Quién sabe qué hará un rey loco cuando no haya adultos para supervisarlo? Bueno, tal vez lo dejen apretar un botón nuclear… que no sirva para nada.

Traducción: A. Mondragón

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