El suicidio político de Trump que cambiará la historia

Donald Trump, creyendo tener el respaldo de un sector del Ejército de EE.UU., cometió el más grave error que pudo hacer en sus cuatro años como presidente, al salir a hablar en público a sus seguidores ante la Casa Blanca y enviarles unos cuantos mensajes por Twitter el 6 de enero, el mismo día que sus rivales ya habían etiquetado como un acto de “sedición” la impugnación de los resultados electorales presidenciales —en un puñado de estados claves— por una falange de legisladores republicanos en el Capitolio.

Por Lux Fer
El resto cayó por sí solo. Solo bastó que unos centenares de seguidores de Trump —incluyendo algunos infiltrados y con la ayuda de algunos guardias de seguridad— ingresaran al Capitolio y armarán un revolú en el recinto sagrado de la democracia estadounidense, para que el mandatario sucumbiera, y el establishment —desde el alto mando del Ejército, los grandes medios corporativos, las grandes compañías tecnológicas y el poder financiero, utilizando a los demócratas como su tropa de choque— no dejara escapar esta oportunidad para aplastarlo a él y a su movimiento.
Así, el domingo 10 de enero, la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, emitió un sorprendente ultimátum: “O el vicepresidente Mike Pence y el gabinete de Trump invocan la 25ª Enmienda, declaran al presidente “no apto” para el cargo y lo destituyen dentro de las 24 horas, o los demócratas de la Cámara votarán para acusarlo nuevamente”. Mientras el establishment comenzó a montar el espectáculo que, probablemente, sea la cortina de humo para encubrir la crisis existencial que viven los estadounidenses.
Pero el juicio político no puede ser tan expedito como el pedido de un menú.

Un chivo expiatorio a la mano
“Dado que el Senado, que tendría que escuchar el caso y celebrar el juicio, no se reúne de nuevo hasta el 19 de enero, el día antes de la inauguración presidencial de Joe Biden, ¿qué está pasando aquí?”, se pregunta Pat Buchanan. Y él mismo responde: “Suena absurdo, como apresurarse a ahorcar a un hombre que va a morir al día siguiente”.
No obstante, es posible que el ajusticiamiento se aplace. Después de todo, para el poder entrante es muy conveniente tener un chivo expiatorio a quien endilgarle todas las culpas, de todo el desastre sistémico —esencialmente el empobrecimiento y la esclavitud económica de la sociedad estadounidense en las últimas dos décadas— que comenzó mucho tiempo antes que Trump pisara el acelerador para provocar, lo que podría ser el abrupto final de la “La nación indispensable” y el “Faro de la democracia mundial” —que por supuesto nunca lo fue.

Un juicio a un ciudadano
Así, para el propósito de tener un chivo expiatorio en los primeros 100 día de la presidencia de Trump y seguramente más, el congresista James Clyburn, de Carolina del Sur, sugirió posponer el envío del proyecto de ley para el juicio político al Senado durante 100 días, y así darle a Biden la oportunidad de confirmar a sus designados para su gabinete presidencial y luego acusar y condenar a Trump por sedición cuando él ya sea un ciudadano más.
Ahora bien: “¿Cuál sería el propósito de acusar a un ciudadano que ya no ha sido presidente por más de tres meses?”, pregunta Buchanan.

Rebuznando sobre la democracia
La respuesta ya estuvo circulando desde el mismo 6 de enero. Sí Trump es hallado culpable en el juicio político, su condena sería despojar a los republicanos del derecho a reelegir al hombre que obtuvo el mayor número de votos en la historia de su partido —más de 74 millones.
Y he aquí la gran ironía, los demócratas del Congreso quieren el poder de veto sobre a quién pueden nominar los republicanos. Algo que Buchanan comenta sarcásticamente: “Y esta es la multitud que no deja de rebuznar sobre su devoción a la democracia”.

La “incitación” que nunca dijo
Pero volvamos al juicio político. ¿Cuáles son los motivos específicos para acusar a Trump? En el primer borrador de la resolución de acusación, según se lee, el delito es la “incitación a la insurrección”.
Sin embargo, en su discurso del miércoles 6 de enero en el Mall, Trump declaró: “Vamos a animar a los valientes senadores y congresistas”, refiriéndose a los legisladores que apoyaban la anulación de las elecciones en algunos estados. Y agregó: “Todos los que están aquí pronto estarán marchando hacia el edificio del Capitolio para hacer oír sus voces de manera pacífica y patriótica”.
En ninguna parte de los comentarios de Trump hubo un llamado a la violencia o a invadir el edificio del Capitolio, o participar en la criminalidad de las turbas que tuvo lugar bajo la cúpula del Capitolio el miércoles 6 por la tarde.

El gran error monumental
Sin embargo, fue allí donde estuvo el error monumental de Trump. Él tenía que haber calculado que se estaba lanzando a un profundo abismo, donde la ignominia lo iba a esperar en lo más profundo.
¿O será que Trump aún creía tener el respaldo de un sector rebelde del Estado Profundo, del Ejército o de los aún estaban con él en La Casa Blanca? Nadie se lanzaría a una misión suicida sin saber que tiene un respaldo. En este punto, el analista geopolítico Pepe Escobar, dice que “hay una oleada de rumores de facto” que uno de los jugadores claves ha sido el General Micahel Flynn y su equipo de la DIA (Agencia de Defensa de Inteligencia) y el hecho de que “Trump NO tiene a los principales generales de su lado; aunque tiene un apoyo masivo entre los oficiales de rango medio”, en un ejército donde el 70% es étnicamente blanco.
Es más, agrega Escobar, “aún no hay una confirmación definitiva de que Trump firmó la Ley de Insurrección, lo que puede haber sucedido, una vez más, en la oscuridad”. Si fue así, entonces Trump pensó que tenía un salvavidas a la mano y lanzó a una mar infectada por tiburones. Por ahora la respuesta a qué fue lo que hizo que se lanzara al vacío sólo la sabe Trump y tal vez algún día la deslice. Pero el hecho concreto es que no tenía una red de salvación y ahora deberá enfrentar las consecuencias.

La Purga de los trumpistas
Pero aún hay más. El esfuerzo por liquidar políticamente a Trump de un cargo que dejará vacante en pocos días y usarlo como un chivo expiatorio de la falla sistémica del Imperio —lo que tarde o temprano causará un Gran Reinicio de la sociedad estadounidense— es solo una parte de la purga general que está en marcha contra los conservadores, republicanos y trumpistas.
En un artículo de opinión Robert Reich, quien fuera Secretario de Trabajo en el primer gobierno de Bill Clinton, no solo ha propuesto que los Republicanos del Senado instalen una nueva Corte Suprema para que Trump sea “sea arrestado y enjuiciado por incitar a la violencia y sedición”, junto con Rudolph Giuliani, sino también que todos aquellos que atacaron el Capitolio sean enjuiciados y que los Senadores Ted Cruz y Josh Hawley y otros políticos que propusieron la anulación de las elecciones, sean “forzados a resignar” de sus cargos y no puedan ser elegidos nunca más, entre otras propuestas que harían sonrojar a cualquier comisario de un partido comunista. Pero lo que Hawley y Cruz hicieron, comenta Buchanan, estaba permitido bajo los estatutos del Congreso.

¿El principio de una revuelta armada?
Un memorándum del FBI advirtió el lunes 11 de enero que grupos armados de extrema derecha planean marchar frente a los Capitolios de los 50 estados de la nación el próximo fin de semana, lo que desencadenó una prisa por fortificar los edificios gubernamentales en medio de preocupaciones de que la violencia que estalló en el Capitolio el pasado 6 de enero, lo que podría extenderse por todo el país, según reportó el Washington Post.
El memo es una especie de producto de inteligencia en bruto, que recopila información recopilada por el FBI y varias otras agencias gubernamentales, dijo un funcionario. Parte de la información no está verificada y es probable que la amenaza difiera significativamente de un lugar a otro, aunque el memorando decía que había planes en las 50 capitales estatales, según el funcionario, que habló bajo condición de anonimato porque el boletín es considerado como un documento no autorizado para la divulgación.
Ahora bien, las marchas pueden ser reales en el contexto de ser organizadas por los trumpistas, pero conociendo los operativos de inteligencia contra la insurgencia, de larga data, es factible prever que algunos de esos movimientos sean fabricados, o infiltrados —que fue una de las causas por las cuales el movimiento de Ocupa Wall Street del 2011 fue desarticulado rápidamente—, por lo que las protestas, reales o no, solo servirán para echar más gasolina al fuego y fortalecer el Estado Policial.

Ley contra el “Terrorismo Doméstico”
Y desde el 6 de enero estamos viendo el masivo uso de la frase “terrorismo doméstico” —aunque los grandes miedos apenas se atrevieron usar esa frase al atentado de Nashville, ocurrido el pasado Día de Navidad— es por eso que Joe Biden hizo todo lo posible para distinguir a los “terroristas domésticos” de los “manifestantes” en su discurso después de los disturbios. Así mismo el Washington Post tiene un artículo dedicado a “legisladores y expertos”, que sostiene que la protesta en el Capitolio fue un acto de “terrorismo doméstico”. Y también Vox y Mother Jones. Y es por eso qué #TrumpisaDomesticTerrorist es tendencia en Twitter.
En septiembre del 2020, la Universidad de Georgetown publicó un artículo titulado “La necesidad de una ley específica contra el terrorismo doméstico”, y los artículos de opinión que lamentan la falta de tal ley han salido a través de la prensa desde incluso finales del 2019. Pero ahora tienen la gran oportunidad.
“Joe Biden ha afirmado varias veces ser el autor de la Ley Patriota original, diciendo que se basó por completo en un proyecto de ley que propuso a raíz del atentado de la ciudad de Oklahoma en 1995. Bueno, ahora él también tiene la oportunidad de trabajar en el reinicio, y siempre son mucho mejores cuando puedes volver a reunir al equipo creativo original”, escribe Kit Knightly.

La gran censura tecnológica
De otro lado Twitter y Facebook —los megáfonos de las redes sociales que Trump ha utilizado para comunicarse con unos 80 millones de seguidores— han cancelado las cuentas personales del presidente. Mientras que Apple, Amazon y Google han cortado sus vínculos con el sitio web de redes sociales Parler, que es popular entre los conservadores.
El objetivo de las grandes tecnologías es la censura —circunscribir la capacidad de Trump para comunicarse con sus seguidores y luego paralizar la capacidad del derecho a comunicarse entre sí. En este sentido, Twitter ya ha borrado 70,000 cuentas relacionadas con QAnon, que son seguidores del mandatario. “Y esto está siendo aplaudido por individuos que se ven a sí mismos como acólitos de la Primera Enmienda”, comenta Buchanan.

Congelación de donaciones
Así mismo, las grandes corporaciones han comenzado a instruir a sus Comités de Acción Política para que detengan las contribuciones a los legisladores republicanos que apoyan a Trump. Y algunos de los funcionarios del gabinete de Trump y el personal de la Casa Blanca lo han abandonado, como cuando un barco se hunde. “Cuenta a tus amigos cuando estés deprimido”, dijo una vez Richard Nixon.
En cuanto al Partido Republicano, bajo estas circunstancias, debería seguir en estos días difíciles el consejo de LB Johnson cuando las cosas iban mal: “Agáchate como una mula en una tormenta de granizo. Y deja que sople el viento salvaje. Y el sol volverá a salir por la mañana”. ¿Pero cuándo volverá a salir el sol?

Un gran sismo geopolítico
A partir del 21 de enero, los demócratas controlarán el Senado, la Casa de Representantes y la Casa Blanca, así como las grandes corporaciones tecnológicas, bancarias, financiera y mediáticas que usaron todo su poder para aupar a Biden a la presidencia. Y serán todos ellos quienes harán todo lo posible para que los republicanos trumpistas no vean el sol por mucho tiempo, quizá en décadas.
Mientras tanto, lo que si ya es una certeza es que la imagen “democrática” de EE.UU. ante el resto del mundo se ha hecho añicos y esto, aunado al profundo quiebre-desfase del Sistema Mundo Occidental ocurrido en las últimas décadas, traerá unos cambio geopolíticos de dimensiones históricas no vistas en los últimos cinco siglos —cuando el eje central del Sistema-Mundo se traslade de Occidente a Eurasia, como lo temió el geógrafo e historiador inglés John H. Mackinder ¡en 1904!

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