El último llamado del Titanic antes de hundirse ante la IV Revolución Industrial

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Un grupo de pensadores y estrategas acaba de hacer un llamado para restaurar el modelo de asociación público-privada de EE.UU. del Programa Apolo de los años 60 y la Iniciativa de defensa estratégica de los años 80, para no perder la batalla por la conquista de la IV Revolución Industrial ante China.

Por David P. Goldman
El Claremont Institute Center for the American Way of Life acaba de publicar “How America Can Lose the Fourth Industrial Revolution” (Cómo EE.UU. puede Perder la Cuarta Revolución Industrial), su monografía sobre las ambiciones de liderazgo de China y sus recomendaciones para una respuesta política estadounidense. A continuación se incluye un resumen de la monografía. El informe completo está disponible en el sitio web del Claremont Center.

Las consecuencias para EE.UU.
Actualmente nos encontramos en medio de una Cuarta Revolución Industrial, definida por sistemas y aplicaciones de metadatos e inteligencia artificial. La Tercera Revolución Industrial, basada en la computación y las comunicaciones, fue impulsada por Estados Unidos.
China quiere liderar la Cuarta Revolución Industrial y así ganar el futuro. Puede que lo consiga. Si lo hace, las consecuencias para Estados Unidos serán desastrosas: nos volveremos considerablemente más pobres, nuestra política será menos estable y nuestra economía será dominada por un adversario. Además, la dimensión militar de esta revolución podría hacer obsoletos muchos, si no todos, nuestros principales sistemas de armas.

El ganador se lo lleva todo
Vivimos en un mundo en el que el ganador se lo lleva todo. La riqueza de Estados Unidos, así como su estabilidad financiera, dependen en gran medida del liderazgo tecnológico, que ha creado la mayor parte de la nueva riqueza en Estados Unidos durante las últimas dos décadas. El liderazgo chino en la Cuarta Revolución Industrial precipitaría el desmoronamiento de la posición financiera global de Estados Unidos y crearía una crisis profunda y sistémica.
Estados Unidos importa ahora casi $600,000 millones al año en productos chinos, un 25% más que en enero del 2018, cuando el entonces presidente Trump impuso aranceles punitivos. Eso equivale aproximadamente a una cuarta parte del PIB manufacturero de EE.UU. Lejos de separarse de China, una propuesta generalizada durante la pandemia del Covid-19, Estados Unidos está unido a China más estrechamente que nunca.

Más deuda sin producción
Ese es el resultado de más de $5 billones en estímulo fiscal de los dos últimos años —un impulso a la demanda de más del triple del apoyo fiscal para la economía durante la Gran Recesión del 2008-2009— sin la inversión correspondiente en la capacidad de producción de Estados Unidos. Estados Unidos tiene ahora un déficit de cuenta corriente de un billón (un millón de millones) de dólares, mientras que el déficit del presupuesto federal supera el 10% del PIB, según la Oficina de Presupuesto del Congreso.
El dominio chino en la próxima generación de manufactura y logística erosionaría la posición de Estados Unidos, como el proveedor de la moneda de reserva dominante en el mundo y, en última instancia, conduciría a una crisis de financiación para la creciente deuda interna y externa de Estados Unidos.

Imán para el capital mundial
El liderazgo estadounidense de la Tercera Revolución Industrial en computación y comunicaciones convirtió a este país en un imán para el capital mundial. Estados Unidos pudo tener un déficit crónico de bienes y servicios porque un mundo hambriento de inversiones quería nuestros activos.
Sustituir la fabricación nacional por importaciones baratas puede haber sido un error político, pero fue un error de política asequible debido al liderazgo de Estados Unidos en la era digital.
Para poner esto en perspectiva: la mega capitalización combinada del mercado de acciones tecnológicas de Estados Unidos (Facebook, Apple, Amazon, Microsoft, Netflix y Google) aumentó a $9 billones en el 2021 desde $1 billón en el 2013 —es decir, al 26% de la capitalización del mercado del S&P 500 del 8% en el 2013.

El control de los datos
La inteligencia artificial aplicada a grandes conjuntos de datos es la tecnología central de la Cuarta Revolución Industrial. Si la computación es el motor, los datos comprenden el combustible. Si bien el punto de control de la economía del siglo XX fue el petróleo, el punto de control del siglo XXI son los datos.
China ha avanzado considerablemente más que Estados Unidos en la implementación y aceleración de los frutos de esta nueva revolución. Ellos obtendrán grandes ventajas, especialmente en el transporte y la eficiencia comercial.

Las “ciudades inteligentes”
La banda ancha móvil es la tecnología habilitadora para la Industria 4.0, al igual que los ferrocarriles fueron la tecnología habilitadora para la Primera Revolución Industrial. Con la llegada de la banda ancha de quinta generación (5G) y su capacidad para transmitir grandes cantidades de datos rápidamente y con un tiempo de respuesta casi instantáneo, la Industria 4.0 ya se encuentra en pleno desarrollo. China había instalado 800,000 estaciones base 5G hasta febrero del 2021, con otras 600,000 a 800,000 planeadas para el 2022, cubriendo todas las principales ciudades de China.
La rúbrica de “ciudades inteligentes” abarca un complejo de tecnologías habilitadas para el 5G, que reducirán drásticamente los tiempos de entrega de carga y paquetes, el tiempo de espera de los pasajeros, los costos laborales y la utilización de energía. Con el 5G de alta velocidad disponible en casi todos los principales centros urbanos de China, China ya ha introducido vehículos autónomos para el transporte urbano personal.

China ya vive la 4ta Revolución
Además, en términos de eficiencia comercial, China ha puesto en funcionamiento almacenes totalmente automatizados, liderados por los minoristas chinos de Internet Alibaba y JD.com. Ha integrado ejes urbanos con radios suburbanos a través de trenes de alta velocidad. Y ha utilizado Internet de las cosas y paneles solares “inteligentes”, para reducir el costo de energía de la calefacción y refrigeración de edificios.
Según fuentes de la industria china, ya se encuentran instaladas en China 5,000 redes 5G industriales privadas, y se espera que otras 50,00 se completen el próximo año. Estos incluyen los puertos automatizados en el puerto de contenedores Yangshan de Shanghai, que es el más grande del mundo, así como robótica industrial, vehículos autónomos y otras aplicaciones.

Occidente aún experimentando
Las redes comparables en los Estados Unidos y Europa son, en su mayor parte, más experimentales que operativas. Las sanciones de la administración Trump contra las ventas de componentes, incluidos semiconductores fabricados con equipo o propiedad intelectual de EE.UU., parecen haber ralentizado el lanzamiento de 5G de China solo ligeramente.
Los avances de China en el ahorro de mano de obra permitirán eliminar muchos puestos de trabajo intensivos en mano de obra. La descripción del trabajo que abarca a la mayoría de los trabajadores en los Estados Unidos es de “conductores”. La infraestructura urbana recién construida de China y el desarrollo del 5G admiten vehículos autónomos, mucho mejor que la infraestructura envejecida, a menudo caótica, de las ciudades estadounidenses.

Integrando a miles de millones
Además, China está por delante de Estados Unidos en la automatización de almacenes. El comercio electrónico representa más del 50% de todas las ventas minoristas en China, en comparación con el 14% en Estados Unidos en el primer trimestre de 2021.
Aún más importantes son las incursiones de China en el mundo en desarrollo. La Iniciativa de la Franja y la Ruta de China, en combinación con la tecnología digital, tiene como objetivo integrar a miles de millones de personas del mundo en desarrollo en la esfera económica de China. Las telecomunicaciones baratas permiten ofrecer servicios financieros y acceso al mercado mundial a personas que anteriormente estaban aisladas de la economía mundial.

El “señorío” de Estados Unidos
Mientras tanto, la capacidad de Estados Unidos para sostener una deuda federal de $24 billones (sin mencionar las obligaciones no financiadas del Seguro Social y Medicare de quizás $ 100 billones) se erosionará, junto con el valor del dólar estadounidense.
Estados Unidos puede tener déficits presupuestarios que ahora se acercan al 15% del producto interno bruto, un nivel sin precedentes en tiempos de paz, debido en parte a lo que los economistas llaman “señorío”, que lleva el nombre de la recarga (o interés) que ganaba una monarca por acuñar metales preciosos en moneda.

El desvanecimiento del dólar
Estados Unidos representa alrededor del 8% de las exportaciones mundiales, pero más del 50% de las reservas internacionales y depósitos respaldados en el extranjero. China ya es el mayor exportador del mundo con el 12% del total, y se convertirá en la economía más grande del mundo en términos de dólares antes del final de esta década.
Si la moneda de China gana un papel global acorde con su posición económica, el papel de reserva del dólar se desvanecerá como la libra esterlina antes que él y la capacidad estadounidense para pedir prestado en el extranjero se reducirá considerablemente. Eso, a su vez, implica un ajuste severo para una economía estadounidense orientada fuertemente a la deuda.

Agravamiento de la inflación
Según las proyecciones actuales, el Tesoro de EE.UU. tiene que financiar ahora un déficit federal aproximadamente igual al 10% del PIB de EE.UU. Durante el año pasado, la Reserva Federal y los bancos comerciales de EE.UU. han financiado prácticamente todas las emisiones de valores del Tesoro de EE.UU.
El declive del rol del dólar como la moneda de reserva, significa que los bancos centrales extranjeros dejarían de invertir en valores del Tesoro de los Estados Unidos y liquidarían una parte considerable de los valores del Tesoro que poseen actualmente. Eso obligaría a la Reserva Federal a comprar aún más valores del Tesoro (“monetizar la deuda” creando moneda con la que comprar estos valores), lo que provocaría un agravamiento de la inflación o, como alternativa, elevar las tasas de interés lo suficientemente altas como para atraer el capital mundial a los valores del Tesoro de EE.UU.

Los frikis del nuevo Imperio
Sin duda, los estadounidenses encontrarán cosas rentables que hacer en un nuevo Imperio chino. Los chinos no conquistan ni destruyen. Se asimilan. No sienten curiosidad por la forma en que los bárbaros manejan sus asuntos internos, desprecian las democracias que no elevan a los más capaces a puestos de mandarín. Estados Unidos persistirá incluso si no prevalece. Seguiremos escribiendo aplicaciones para teléfonos inteligentes. Seremos los frikis en un nuevo Imperio Romano.

Los desafíos del pasado
Estados Unidos ha enfrentado desafíos tecnológicos en el pasado. Al lanzamiento del Sputnik por parte de Rusia en 1957 y al primer vuelo espacial tripulado de Yuri Gagarin en 1961, las administraciones de Eisenhower y Kennedy respondieron con la promesa de aterrizar en la Luna a fines de la década de 1960.
Al desarrollo militar de Rusia en Europa y los avances rusos en cohetes antiaéreos, las administraciones de Carter y Reagan respondieron con avances decisivos en tecnologías militares y la promesa de un escudo antimisiles en el marco de la Iniciativa de Defensa Estratégica. Estados Unidos alcanzó un grado de superioridad tecnológica sin precedentes en la historia de la guerra moderna. (Nota del Traductor: Pero esa supremacía militarista fue su propio Talón de Aquiles, como lo advirtió el Coronel Leroy Fletcher Poutry en su libro The Secret Team, publicado en 1973 y desaparecido de las librerías por la CIA.)

Las manufactureras intensivas
Durante los últimos 20 años, las corporaciones estadounidenses se han alejado de las industrias manufactureras intensivas en capital hacia los software y servicios “livianos”. Al mismo tiempo, nuestros competidores asiáticos han aumentado la intensidad de capital de sus economías.
La intensidad de capital (la relación entre los activos totales y las ganancias antes de intereses e impuestos) del índice bursátil del índice S&P 500 ha cambiado poco. Durante el mismo período, la intensidad de capital de los componentes del Índice Compuesto de Shanghai de China casi se ha triplicado. El índice bursátil KOSPI de Corea del Sur muestra una intensidad de capital aproximadamente igual a la de China.

Lo que funcionó en el pasado
Es típico que los subsidios industriales fomenten el amiguismo, la corrupción y la ineficiencia. Estados Unidos desplegó una política industrial exitosa en el pasado por dos razones.
Primero, el gobierno federal (sobre todo el Departamento de Defensa) estableció prioridades claras dictadas por la necesidad militar. Los sistemas de armas superiores o el predominio en el espacio exigen avances reales en las fronteras de la ciencia.
En segundo lugar, trazamos una línea clara entre las responsabilidades del sector público y las del sector privado. El gobierno federal pagó la investigación básica de los laboratorios corporativos, pero el sector privado asumió el riesgo de la comercialización.
Estados Unidos, sin embargo, debería invertir directamente en industrias privadas solo en el caso especial de productos cuya importancia estratégica está fuera de toda duda, en semiconductores, por ejemplo.

Sin mucho tiempo que perder
La combinación correcta de subsidios para I + D e incentivos fiscales debería ser suficiente para persuadir a las corporaciones estadounidenses de revivir el sistema de laboratorios corporativos, que colaboraron tan bien con el Departamento de Defensa durante los años setenta y ochenta.
Estados Unidos todavía puede liderar la Cuarta Revolución Industrial. Pero no tenemos mucho tiempo que perder. China está cerca de alcanzar una masa crítica de talento, habilidades, capacidad tecnológica y profundidad logística, con una población casi cinco veces mayor que la de Estados Unidos. En algún momento del futuro previsible, Estados Unidos no podrá ponerse al día.

David P. Goldman, es un editor adjunto del Asia Times y miembro del Claremont Institute Center for the American Way of Life, en Washington, D.C. Además es un economista y autor estadounidense, mejor conocido por su serie de ensayos bajo el seudónimo de Spengler.

Texto original: https://asiatimes.com/2021/12/china-need-not-win-the-fourth-industrial-revolution-race/
Traducción: A. Mondragón

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