El nuevo libro Dan Blumenthal, tratando de demostrar las fragilidades de China, ilustra en verdad cuán completamente erróneo, por no decir desastroso, ha sido el enfoque estratégico de Washington.
Por David P. Goldman
Los legisladores y “estrategas” estadounidenses creen que China es frágil y que las presiones externas quebrarán el régimen y mitigarán el desafío de China al dominio estratégico estadounidense. Hacerlo a través de cortar el acceso a la tecnología, intimidar a los aliados para que excluyan a las empresas tecnológicas chinas de la infraestructura de comunicaciones, cercarlos a través de la alianza “Quad” de los EE.UU., Japón, India y Australia, las sanciones por el tratamiento de Hong Kong o Xinjiang, etc., o incluso colapsando al régimen comunista, según el Consenso de Washington. Dan Blumenthal, director de Estudios Asiáticos en el American Enterprise Institute, presenta la opinión del consenso en un nuevo libro que irónicamente, tratando de demostrar las debilidades de China, ilustra cuán completamente equivocado ha estado el consenso.
Blumenthal trata de ver a través del bosque pero omite los árboles; pero para invertir la frase, él tiene un profundo conocimiento de las fallas históricas de China, pero ignora los logros singulares que hacen de China un rival formidable.
Una mala pasada del destino
El destino le jugó una mala pasada a Blumenthal. Su libro fue a la imprenta en abril del 2020, lo suficientemente tarde como para que el autor agregara un epílogo sobre la pandemia del Covid-19 en China, pero demasiado pronto para contar la historia correctamente. Si el libro hubiera salido a la imprenta solo unas semanas después, el autor podría haber evitado errores atroces que socavan la credibilidad de su tesis, a saber, que China corre un riesgo inminente de colapso debido a sus “contradicciones internas”.
Para sorpresa de la mayoría de los analistas occidentales, China (junto con el resto de Asia Oriental) logró reprimir una enfermedad que continúa paralizando a la mayor parte de Occidente. Sin duda, las políticas aplicadas en China que aparentemente tuvieron éxito en mitigar la propagación del virus, solo fueron posibles debido a la falta de consideración del gobierno por la autonomía personal. La economía de China crecerá un 2% este año y un 8% el próximo, según el Fondo Monetario Internacional; todas las demás economías importantes del mundo se contraerán durante 2020. En abril todavía era posible creer (como escribió Blumenthal) que “China sigue notificando claramente sus casos de Covid-19, posiblemente por un factor de 100”. El Covid-19 fue “un virus causado políticamente”, debido a “un estado policial orwelliano [que] no pudo contener la epidemia y de hecho la empeoró”, a través de “la represión política y el control social que crea poderosos incentivos para que los funcionarios locales mientan , encubran y castiguen a quienes más pueden ayudar en una crisis”. Fue un comentario atroz.
Usando la Inteligencia Artificial
El éxito comparativo de China en el control de la pandemia asombró a Occidente. Después de algunas torpezas iniciales por parte de los funcionarios locales del partido, China usó sus datos de ubicación en tiempo real para teléfonos inteligentes y aislar casos individuales, alimentando así esta masa de información de teléfonos inteligentes a servidores de inteligencia artificial, que calcularon la probabilidad de nuevos grupos de infecciones. Un grupo de expertos del gobierno chino publicó un informe detallado sobre la respuesta de alta tecnología de Beijing el 24 de marzo, ignorado en ese momento por Occidente que no podía creer que estuviera sucediendo. Según se ha reportado, China prácticamente no ha tenido nuevos casos de Covid-19 desde abril, aparte de algunos brotes localizados que se aislaron y extinguieron rápidamente. Los comentaristas occidentales ya no se regodean con el “momento Chernobyl” de China.
China ha ganado una gran batalla en su contienda civilizatoria con Occidente. Podemos considerar con repugnancia los métodos de vigilancia que China desplegó contra la pandemia, pero no hay duda de su eficacia.
Exagera las debilidades y silencia las fortalezas
Blumenthal cree que China es un estado leninista sujeto a una mala gestión crónica, un crecimiento lento, un declive demográfico y fuerzas centrífugas que amenazan con destrozarlo. Tiene una comprensión clara de la historia de China como un imperio multiétnico disfrazado de estado-nación, siempre en riesgo de desmoronarse. Pero exagera los puntos débiles de China y guarda silencio sobre los medios por los que China los mitiga.
China siempre corre el riesgo de romperse, pero dos poderosas fuerzas centrípetas lo contrarrestan. Una es la infraestructura: en primer lugar la tecnología ribereña creó el imperio chino con una inversión y gestión centralizada de la infraestructura indispensable para el bienestar de China. La otra es la cultura china. Desde los seis hasta los 12 años, los niños chinos pasarán de tres a cuatro horas diarias convirtiéndose en chinos, es decir, aprendiendo los caracteres del lenguaje escrito. [Que ciertamente es más complejo, ideográfico y poético, que los lenguajes derivados del latín, como el Inglés o el Español.]
Construyendo ciudades del tamaño de Europa
La larga y a menudo trágica historia de China ha sido una historia de conflictos entre el centro y la periferia, como explica Blumenthal. En ninguna parte menciona lo más destacado de la historia reciente de China: durante los últimos 35 años, casi 600 millones de chinos han emigrado a ciudades desde el campo. Eso es el equivalente de toda la población europea desde los Montes Urales hasta el Océano Atlántico, y China ha construido el equivalente de todas las ciudades de Europa para albergarlos. Chengdu era un remanso del Tercer Mundo hace una generación; hoy es un gigante de acero y vidrio de 30 millones de personas, y el segundo Silicon Valley de China con una universidad que produce en masa graduados en informática. China ha fortalecido el centro contra la periferia drenando la periferia de población y concentrándola en nuevos centros urbanos.
Durante más de 2,000 años, los emperadores chinos han reforzado el centro reclutando a los jóvenes más talentosos en la casta directiva mandarín, alineando sus ambiciones personales con la corte imperial. La actual dinastía comunista ha hecho lo mismo, pero a una escala mucho mayor; Cada año, 10 millones de estudiantes chinos toman el examen de ingreso a la universidad, un camino hacia el éxito personal para los inteligentes y trabajadores. Eso no elimina las fuerzas centrífugas dentro del imperio chino, pero le da a Beijing un espacio considerable para controlarlas.
Una presentación engañosa
De paso, Blumenthal admite que “los resultados fueron posiblemente la creación de riqueza nacional más rápida en la historia de la humanidad”, pero no menciona que el consumo per cápita se multiplicó por nueve durante los últimos 30 años.
En todo momento, los argumentos de Blumenthal sobre la vulnerabilidad de China se basan en una presentación engañosa o errónea de los hechos. Un ejemplo evidente es el envejecimiento de la población de China, que Blumenthal menciona en una docena de ocasiones como un presagio del declive nacional. Simplemente afirma esto y no proporciona un análisis de apoyo. El envejecimiento es el resultado inevitable de la política de un solo hijo de China, reemplazada por una política de dos hijos hace cinco años sin que aún haya mostrado un impacto en la fertilidad. Pero en ninguna parte Blumenthal compara la situación de China con la de sus competidores. Japón, Corea del Sur, Taiwán e Italia están envejeciendo más rápido que China, según las proyecciones de la ONU, y Estados Unidos no se queda atrás. Sin la inmigración hispana (que contribuye de manera desproporcionada a la fertilidad), la tasa de envejecimiento de Estados Unidos sería aproximadamente la misma que la de China. [Nota del Editor: El problema con la inmigración hispana, sin embargo, es que nos está integrada a la sociedad estadounidense y más bien ha sido y es marginalizada en guetos culturales, donde la educación escolar es la que menos logros académicos ha tenido en los últimos 30 años. Peor aún el nominado a Secretario de Educación para el próximo gobierno de Joe Biden, propone “carreras técnicas” para que esas generaciones se “integren a la sociedad”, haciendo trabajos de “cuello azul”, el eufemismo para no decir mano de obra especialidad de servicios.]
Un problema que lo tiene todo el mundo
China tiene un problema, pero también todo el mundo industrializado. Blumenthal señala que China carece de un sistema de pensiones al estilo occidental para mantener a sus jubilados, pero no menciona que los hogares chinos han acumulado enormes activos para la jubilación: ahorran casi una cuarta parte de sus ingresos (y hasta hace poco ahorraban dos quintas partes), en comparación con un promedio global de 8% y un promedio de Estados Unidos de 6.5% entre 1990 y 2019. China también tiene un problema demográfico, pero no cambiará el equilibrio de poder dentro de ningún horizonte estratégico significativo. Mientras tanto, China está incorporando a su zona económica al sudeste asiático, con sus 600 millones de habitantes, y deslocalizando gran parte de su industria de mano de obra intensiva a Vietnam y otros países vecinos.
De manera similar, Blumenthal encuentra “asombroso” que los activos de las empresas estatales chinas en el 2018 ascendieran al 177% del PIB, pero no pregunta cuáles podrían ser estos activos. También observa que el nivel de deuda de China es alto en 274% del PIB (el nivel de EE.UU. es 264%), pero no pregunta cómo se contrajo esta deuda. En un estudio del 2017 de las empresas estatales más grandes de China, yo calculé que dos tercios del total lo debían las empresas que construyeron la impresionante infraestructura de China, incluidos 16,000 millas de trenes de alta velocidad y 93,000 millas de carreteras, el doble de la longitud del sistema interestatal de EE.UU. Parte de la infraestructura china se desperdicia, pero la mayoría no. Estados Unidos acumuló deudas para pagar por los derechos de los ciudadanos trabajadores, mientras que China se endeudó para financiar la infraestructura.
Sobre las “ambiciones geopolíticas”
Blumenthal escribe: “Una amenaza adicional para las ambiciones geopolíticas de Xi [Jinping] es que desde junio del 2014 hasta enero del 2017, la cantidad total de divisas en el sistema bancario de la República Popular de China se redujo de $3.99 billones (millones de millones) a $2,998 billones”. Eso es cierto, pero engañoso: al mismo tiempo, las corporaciones chinas reembolsaron alrededor de $1 billón de sus deudas externas, por lo que la posición de activos externos netos de China se mantuvo sin cambios. Me resulta difícil encontrar una sola estadística en este libro que se presente con precisión y en el contexto adecuado.
Blumenthal menciona de pasada las ambiciones de China de liderazgo tecnológico, pero ve esto como un medio para el fin de la modernización militar. Esa es solo una cara de la historia. China ahora domina las telecomunicaciones 5G, tanto en calidad de equipos como en desarrollo de redes. La banda ancha 5G, a su vez, es una plataforma de lanzamiento para lo que China llama la Cuarta Revolución Industrial: ciudades inteligentes donde los servidores de inteligencia artificial combinan vehículos con pasajeros y paquetes, vehículos autónomos, diagnóstico y procedimientos médicos remotos, robots industriales de autoprogramación y, como se señaló, controlar epidemias. Si la inteligencia artificial es el motor de la Cuarta Revolución Industrial, los datos son su combustible y el dominio de los datos de China es inigualable, incluidos los registros médicos digitalizados y el ADN secuenciado de cientos de millones de sus ciudadanos. China aspira a poseer los “puntos de control” de la Cuarta Revolución Industrial y asimilar a las empresas occidentales en su modelo económico. [Nota del Editor: Lo que nosotros hemos denominado La Ruta Cuántica.]
El Plan Quinquenal de Avance Tecnológico
Las aplicaciones médicas de la IA tienen una importancia extraordinaria en un mundo que envejece rápidamente y que requiere servicios médicos más asequibles. El liderazgo de China en este campo, respaldado por el despliegue de 5G, puede darle una posición dominante en la industria de mayor crecimiento del siglo XXI.
El Congreso Nacional del Pueblo de marzo del 2020 –un evento teóricamente comunista, cuyos delegados incluían a cien multimillonarios– promovió una campaña de cinco años de 1.4 billones de dólares para impulsar el avance tecnológico. Estados Unidos no ha hecho nada como esto desde el “Moonshot” de JFK o la “Iniciativa de Defensa Estratégica” de Reagan. Blumenthal descarta la capacidad de China para innovar, alegando que sus empresas de alta tecnología “han inventado pocas tecnologías nuevas. En cambio, modificaron las tecnologías existentes (muchas de las cuales fueron robadas) para el mercado chino sin competencia de empresas extranjeras”. De hecho, Huawei gasta más en I + D (Investigación y Desarrollo) que sus dos mayores competidores juntos, y emplea a 50,000 extranjeros en dos docenas de centros de I + D en todo el mundo. Según la mayoría de las estimaciones de la industria, los equipos de telecomunicaciones de Huawei establecen el estándar mundial.
Una comparación Imperial
El objetivo de China es exportar su modelo político, en opinión de Blumenthal, y ese es el propósito de la iniciativa One Belt / One Road (OBOR) para construir infraestructura en Eurasia. “Las actividades del PCCh para crear el OBOR”, escribe, “también han demostrado que, contrariamente a la retórica pasada, China se involucrará en los asuntos de otros países, para lograr contratos, asegurar votos en instituciones internacionales y construir asociaciones estratégicas para apuntalar la visión del orden mundial de China. En otras palabras, contrariamente a su retórica y propaganda, China se comportará como cualquier otra potencia dominante”.
Esta es una forma extraña de ver el asunto, dado que China a lo largo de su historia ha sido indiferente a cómo los bárbaros manejan sus asuntos internos. A diferencia de la Rusia soviética, que creó partidos comunistas en todo el mundo comprometidos con el derrocamiento de los gobiernos locales, o de los Estados Unidos, que de vez en cuando intenta exportar la democracia (del garrote y la zanahoria), China se ha quedado contenta con la combinación de sobornos e intimidación que sus emperadores emplearon a través de los milenios.
Fomentar una fuga de cerebros
“Los altos funcionarios estadounidenses que han comenzado a distinguir entre su hostilidad hacia el PCCh y su deseo de amistad con el pueblo chino… deben continuar con acciones que muestren consistentemente que Estados Unidos está del lado del pueblo chino y apoyará sus aspiraciones de libertad”. Es un sentimiento noble, pero de dudoso valor práctico. China continental mostró poco interés en las protestas de Hong Kong del año pasado y tiene poca simpatía por la minoría uigur, por ejemplo.
Hay muchos millones de chinos que aspiran a la libertad, pero son una minoría pequeña y atomizada. Blumenthal imagina que un liderazgo chino débil y dividido se fracturará; eso es improbable y una base pobre para la política. Pero muchos chinos amantes de la libertad se encuentran entre los innovadores e inventores de los que depende el futuro de China. Estados Unidos haría bien en fomentar una fuga de cerebros fuera de China, reclutando científicos, ingenieros y empresarios para contribuir con su talento a nuestra economía.
La cuestión de la innovación
Lo anterior tiene que ver con un punto más amplio: China puede innovar y de hecho lo hace, pero Estados Unidos puede innovar mejor –cuando hacemos el esfuerzo. Los programas de arriba hacia abajo sobre el modelo chino se centran en objetivos específicos; Es más probable que la innovación estadounidense genere descubrimientos inesperados. De hecho, las tecnologías más disruptivas de la era digital comenzaron con una subvención del Departamento de Defensa a un laboratorio corporativo que, inadvertidamente, tropezó con algo mucho más importante que el objetivo original del proyecto. Uno de los muchos ejemplos es el láser semiconductor, la base de todas las redes ópticas, que comenzó con una solicitud del Pentágono de iluminación nocturna en el campo de batalla.
Permanecemos en un estado nacional de negación sobre la magnitud del desafío que China nos plantea, y el relato plagado de errores de Blumenthal muestra lo difícil que es sostener esta ficción consoladora ante la evidencia masiva de lo contrario. Ha llegado el momento de centrarse en lo que China hace bien en lugar de lo que hace mal, y comprometerse a hacerlo mejor.
Hace veinte años, la administración de George W. Bush se propuso rehacer el mundo islámico a la imagen de Estados Unidos y fracasó estrepitosamente. Esta es una civilización propensa al fracaso que no podemos arreglar por mucho que lo intentemos [Nota del Editor: En realidad, el objetivo del régimen de Bush, o mejor dicho de Dick Cheney, fue privatizar el Pentágono a una escala mayor para el beneficio único y exclusivo del complejo de la industria/militar/seguridad. La Guerra es una Estafa, como lo diría el General Smedley D. Butler, en 1935]. Ahora los mismos neoconservadores quieren debilitar a China y tienen el mismo problema inverso: esta es una civilización de 5,000 años que no podemos reprimir, por mucho que lo intentemos. Solo podemos ser mejores.
David Paul Goldman es un economista, crítico musical y autor estadounidense, mejor conocido por su serie de ensayos en línea en el Asia Times bajo el seudónimo de Spengler.
Texto original: https://asiatimes.com/2021/01/why-china-is-anti-fragile/
Traducción: A. Mondragón
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