Un catalizador es una sustancia que durante un proceso altera el desarrollo de una reacción. El 11-S fue el catalizador del Nuevo Siglo Americano para emprender la conquista del Medio Oriente y eventualmente el último intento de socavar a Eurasia, aunque terminó en una catástrofe geopolítica. Ahora mismo el Coronavirus irrumpe como el catalizador de la gran batalla entre el agónico Sistema Mundo Occidental —edificado a sangre y fuego sobre la ficción del Imperio de Papel de Wall Street— y el Nuevo Sistema Mundo Euroasiático —por la conquista de la Isla Mundo— como lo previó hace más de un siglo el geógrafo e historiador Harlford Mackinder.
Por Alexandr Mondragón
«Muchas cosas sabe la zorra, pero el erizo sólo sabe una y la mejor», decía el poeta griego Arquíloco. El zorro no encuentra, busca sin tregua. El erizo, en cambio, se edifica como el centro del mundo y hace que todos los demás se muevan en torno a sus pasos. Si quiere saber el final de la fábula, llegue a la última línea de este artículo.
Después de que en enero pasado escribimos “La Isla Mundo: El ganador lo toma todo” —para reforzar nuestra previsión de la paulatina llegada del Nuevo Sistema Mundo Euroasiático (NSME), esta vez con un alcance mayor a la propia Gran Eurasia y perfilándola hacia la teoría de la Isla-Mundo de Mackinder— nos sorprendió ver que China, con la aparición del Coronavirus, parecía estar bajo un ataque feroz. Y, como algunos dijeron para regocijo del Imperio Occidental, podía eventualmente paralizar sus ambiciones hegemónicas del Siglo XXI. Sin embargo, lo que hemos visto es que cuando a cuando a China le da un catarro, el mundo entero comienza a toser y a estornudar. ¿Por qué?
Para entender lo que está pasando con la epidemia del Coronavirus y sus cataclísmicos efectos en la economía mundial —incluyendo el desmoronamiento del Casino Wall Street— debemos razonar como Edward Bernays hace casi un siglo: “En reglas generales, los eventos que envuelven personas y válidos de ser noticia no suceden accidentalmente”. Todo tiene una causalidad y los catalizadores sirven, precisamente, para provocar sus efectos.
Dos preguntas esenciales
Entonces, en este escenario emergen las siguientes preguntas: ¿Qué hubiese pasado si el Coronavirus hubiera aparecido en un país olvidado del África Subsahariana, como sucedió con el Ébola a mediados de la década pasada? ¿Se hubiesen caído las bolsas de valores del mundo o la economía hubiese entrado en una parálisis con capacidad de causar una recesión mundial?
No hay que ser un Premio Nobel en Economía y sólo basta el sentido común para responder que al mundo no le hubiese importado mucho ese país remoto. ¿Entonces, porqué el pánico mundial por el Coronavirus en China? Bueno, no es lo mismo que se enferme el barredor de un banco que el presidente ejecutivo. Y eso es exactamente lo que está pasando en el mundo de hoy.
Lo que el Coronavirus ha causado —más allá de lo peligroso que pueda ser para la salud mundial y si fue casual o un arma de guerra biológica— es, primero, la paralización de la Fábrica-Mundo de la Economía Real, China, con efectos aún incalculables en la Economía-Mundo; segundo —e históricamente trascendental— la aceleración del proceso de transición entre el ya obsoleto Sistema Mundo Occidental, como lo previó hace más de tres décadas el profesor Immanuel Wallerstein, y la llegada de un Nuevo Sistema Mundo Euroasiático —como nosotros lo adelantamos hace más de dos años.
Así que debemos decirlo sin rodeos: Aunque el coronavirus puede ser, de hecho, el catalizador del estallido financiero que acelerará el cambio sistémico, el colmo de la estupidez es creer que es la causa, ya que las semillas del cambio sistémico son más profundas y se originaron mucho antes de lo que la mayoría de la gente está dispuesta a admitir.
Pero vayamos por partes. ¿Por qué cuando a China le da un catarro, el mundo entero comienza a toser y a estornudar?
La Gran Fábrica del Mundo
La razón es porqué China es la Fábrica del Mundo. Más importante aún, es el principal creador de la riqueza real en el mundo. ¿Cómo así? Las siguientes cifras lo revelan sin ambages: La producción industrial de China fue de 515 trillones de dólares en diciembre del 2019, mientras que la de Estados Unidos fue 289 trillones. Y eso solo es el principio, la clave del verdadero poder asiático es que el erizo ha sabido edificarse inteligentemente como el Core de la economía planetaria y ha hecho que los demás —Estados Unidos incluido— se muevan en torno a sus pasos.
China empezó a estructurar su propio sistema —al punto que hoy en día su economía doméstica no requiere de préstamos foráneos— desde que las grandes corporaciones de EE.UU. y otras potencias de Occidente decidieron desde finales de la década de los 1990’s trasladar hacia allá su producción. Dos décadas después se volvieron dependientes de la compleja cadena de producción industrial y tecnológica del país asiático. “La dependencia de la globalización”, según el economista Paul Craig Roberts.
En este contexto, si a China le da un catarro, el mundo entero toserá y estornudará, porque esa civilización-estado es el “presidente ejecutivo de la economía mundial”. Al “enfermarse” se paralizó y como efecto dominó las economías del mundo se desestabilizaron. Y más importante aún, China mantiene su sistema industrial intacto. Sólo apagó los motores del aire acondicionado que refrescaba la economía mundial, la cual ahora está sofocada por la incertidumbre y el pánico. No existe otra gran fábrica mundial que pueda reemplazar a China en el corto plazo, ni siquiera en el mediano.
El otro Imperio viviendo del engaño del dinero
Y he aquí la gran ironía ¿Por qué la gran economía de un país autodeclarado comunista es capaz de paralizar la economía de los autodenominados “líderes del mundo capitalista”? La respuesta quizá esté en la fábula de Rumpelstiltskin: el erizo edificó su mundo con una economía real, mientras que el zorro-duende vivió del engaño y la ficción.
Por supuesto que el dinero es una herramienta perfectamente útil para facilitar el comercio y sortear el incómodo problema del truque de mercancías, pero en realidad es sólo eso: un elemento de apoyo a un proceso físico de mantenimiento y mejora de la existencia humana. Entonces, cuando los tontos se permiten perder de vista ese hecho y los embaucadores (los grandes banqueros de la Gran Cábala desde hace siglos atrás) elevan el dinero al estatus de causa de la riqueza (porque simplemente todos lo quieren), entonces nos encontramos con la burda magia de Rumpelstiltskin, también conocido como Alan Greenspan, donde arriba es abajo, el bien es el mal, y los humanos son poco más que unos monos viciosos y adictos al dinero sin que ellos mismos produzcan nada.
Así, antes de admitir porqué China tiene el PODER REAL de la economía, usted debe comprender a la economía como un sistema total de PRODUCCIÓN de RIQUEZA REAL (no de papel ficticio) del cual toda la humanidad (todas las culturas, naciones y familias del mundo) depende y existe.
La economía real el sustento de la humanidad
Esta coexistencia, como lo explica didácticamente Matthew J.L. Ehret, “se basa en ciertos poderes necesarios de producción de alimentos, ropa, bienes de capital (infraestructura dura y blanda), transporte y producción de energía. Después de que las materias primas se transforman en productos terminados, estos bienes y servicios físicos se desplazan de los puntos A hacia B y se consumen. Esto es muy parecido al metabolismo que mantiene un cuerpo vivo”.
“Ahora bien, dado que las poblaciones tienden a crecer geométricamente, mientras que los recursos se agotan aritméticamente, también se necesitan constantes demandas de nuevos descubrimientos creativos y aplicaciones tecnológicas para satisfacer y mejorar las necesidades de una humanidad en crecimiento. Este último factor es en realidad el más importante porque toca el elemento de principios que distingue a la humanidad de todas las demás formas de vida en el ecosistema que Lincoln identificó maravillosamente en su Discurso sobre Descubrimientos e Invenciones de 1859:
“Toda la creación es una mina, y cada hombre, un minero. Toda la tierra, y todo lo que hay dentro de ella, sobre ella y alrededor de ella, incluyéndose a sí mismo, en su naturaleza física, moral e intelectual, y en sus susceptibilidades, son las infinitamente variadas ‘pistas’ de las cuales, el hombre, desde el primero, debía desenterrar su destino… El hombre no es el único animal que trabaja; pero es el único que mejora su trabajo. Esta mejora, la realiza por medio de los Descubrimientos e Invenciones”.
Entonces la pregunta esencial se da por si misma: ¿Qué vale más para la existencia humana, una civilización que produce la riqueza real o un Imperio Parásito que somete al mundo desde un poder monetario y financiero creado de la nada, como son los dólares fabricados por la “magia” de la Reserva Federal (FED)?
China tiene el Poder Real
Entonces, si uno entiende sensatamente que es lo que cuenta realmente al final —la riqueza material creada por uno mismo para vivir, y no el papel inventado de la nada para vivir gratis de lo que otros producen— puede comprender que la razón esencial del porqué China ostenta la posición que tiene hoy en día en el mundo es porque hizo realidad una verdad inmutable: En el capitalismo real y esencial —aquel que, desde el Hombre de Neanderthal, nos suministra el sustento de vida, como lo subrayó Wallerstein— es la sociedad productora de mercancías la que ostenta el PODER REAL sobre las economías satélites, más aún si tiene la independencia energética y la autonomía sobre la fabricación industrial y los procesos tecnológicos y científicos para lograrlo.
Como antecedente, Estados Unidos tuvo ese rol hace 70 años. Cuando emergió como la potencia unipolar con su tejido industrial intacto al finalizar la II Guerra Mundial, mientras Europa y Eurasia estaban en ruinas, fue entonces que Estados Unidos se convirtió en la fábrica mundial que, sumado al control financiero del mundo con la imposición del dólar como moneda global, pudo constituirse en la Superpotencia Planetaria Unipolar, vía el Complejo Industrial Militar como su razón de ser. Sin embargo, como otros Imperios, la arrogancia y la ambición desmedida de su élite —similar al cuento de Rumpelstiltskin— lo convirtió en un zorro que buscaba con frenesí llenar sus arcas sin importarle, incluso, la vida de sus ciudadanos. Así fue como se transformó en un parásito depredador de su propio sistema, como lo ha explicado detalladamente el economista Michael P. Hudson.
El Nuevo Sistema Mundo Euroasiático
Pero que China sea la Gran Fábrica del Mundo y el Eje de la Economía Real en un mundo globalizado por la producción y el consumo, solo es un aspecto de lo que ha logrado en 42 años, un corto ciclo que ninguna otra civilización-estado ha conseguido en la historia de la humanidad. El otro aspecto y el más monumental que ha alcanzado —en una poderosa alianza con Rusia— es lo que nosotros —en esta página— hemos detallado como los cimientos y la arquitectura de un Nuevo Sistema Mundo Euroasiático, que desplazará al obsoleto Sistema Mundo Occidental.
A lo largo de siete décadas —como un zorro entrampado en su propia avaricia— Occidente cometió errores monumentales —a pesar de las advertencias de sus hombres más dotados, como Leroy Fletcher Prouty, en su obra “The Team Secret”— y fue incapaz de crear una alternativa de paz y desarrollo en la gran periferia mundial.
China —más allá de su impresionante desarrollo económico logrado en tan solo cuatro décadas, algo como nunca ha visto en la historia de la humanidad— se ha sabido referenciar como el centro de un nuevo sistema. A través de su megaproyecto de La Iniciativa de la Franja y la Ruta, también conocida como Las Nuevas Rutas de la Seda del Siglo XXI, buscará la expansión económica con una integración amplia desde el Core Euroasiático —China y Rusia— hacia el Asia Oriental, pasando por Asia Central, hasta el Mediterráneo Oriental. Otra fase incluye África y Latinoamérica —con lo que lograría formar la Isla Mundo. Y esa es la razón del “rugido de la cascada de noticias 24/7 y las erupciones de Twitter”, desde Occidente, especialmente en EE.UU., contra el gran proyecto Euroasiático —y quién sabe si el detonante desesperado de una guerra biológica que, si fue así, le ha explotado en su propia cara a los perpetradores —nunca entendieron que se están enfrentando a una civilización-estado de 5,000 años de historia.
Pero, aunque muchos lectores se puedan sorprender, lo que vemos hoy también parece ser el final de una cruenta guerra que comenzó a principios del siglo pasado.
La Gran Contienda de Un Siglo
Hace más de dos años —siguiendo la teoría de Mackinder y las enseñanzas del venerable maestro Immanuel Wallerstein— nosotros avizoramos la emergencia del Nuevo Paradigma: el Nuevo Sistema Mundo Euroasiático. En enero pasado puntualizamos que la batalla final sería por la Isla-Mundo, pero en ese momento era impredecible señalar con exactitud cómo y cuándo sucedería. Lo que sí hemos rastreado es que comenzó hace más de un siglo.
Desde nuestra perspectiva —y creemos que esto puede cambiar la forma de ver la historia del mundo desde el Siglo XX— el conflicto tuvo sus orígenes cuando en 1904 Mackinder explicó a la élite mundial de su época que el Imperio que controle la gran masa continental de Eurasia —el territorio de la Rusia zarista de aquel entonces— conquistará eventualmente la Gran Eurasia —Rusia, China, India— y, eventualmente, la Isla Mundo. Su profecía quizá ya esté en camino, pero no como él soñó: a favor de un imperio occidental.
Mackinder hizo una aritmética geopolítica incuestionable: la tierra está ocupada por nueve doceavos de agua (océanos, mares, lagos y otros); Eurasia, África y Oceanía representan dos doceavos; y América apenas un doceavo. Ahora la imagen aparece más nítida: quien controla Eurasia se impondrá en el globo terráqueo.
Desde entonces —y solo para condensar la historia que dejamos pendiente en un II Capítulo— fue Rusia y luego la Unión Soviética, la que enfrentó estoicamente la defensa de su territorio —Eurasia, según Mackinder— desde la intromisión de los Bolcheviques de Wall Street en la Revolución Rusa de 1917. Después continuaron su lucha de supervivencia en la Segunda Guerra Mundial. Luego evitaron la destrucción absoluta de la Unión Soviética y el intento occidental de balcanizar el territorio soviético en los 1990’s. Con ese coraje evitaron la conquista de Eurasia por Occidente.
Eventualmente, como también lo advirtió Mackinder, China pasó del oscurantismo comunista a su propia edad de oro capitalista, no sin antes hacer las paces y forjar una relación simbiótica con Rusia —como la doble hélice del ADN— a sabiendas que si no lo hacían, no solo era imposible asumir el control, el dominio y la creación de riqueza en su propio territorio —la Gran Eurasia de Mackinder— sino que desde hace décadas enfrentaban el peligro existencial de ser borrados del mapa a manos del Imperio Occidental como puede aprenderlo aquí.
¿Por qué no hay una III Guerra Mundial?
Así, como hemos detallado sucintamente un largo periodo histórico, podemos afirmar que estamos en medio de una confrontación enorme y de larga data. Pero la Gran Batalla del Siglo XXI no se trata de una guerra convencional, con ejércitos armados y batallas cruentas. No. Las armas bélicas que poseen los contendores son tan potentes que destruirían el planeta varias veces.
Estados Unidos está por encima de cualquier país individual en potencia de fuego, pero el dúo China-Rusia neutralizó esa ventaja con un acuerdo de cooperación militar y sus grandes avances tecnológicos de las comunicaciones cuánticas y la Inteligencia Artificial.
Una Tercera Guerra Mundial acabaría con la humanidad y la pérdida sería absoluta: nadie ganaría. Además, los grandes capitales son de seres humanos que tienen miedo de morir al igual que cualquier hijo de vecino, y quieren prolongar la existencia para seguir disfrutando de sus bienes. Solo que esos grandes capitalistas ya no tomarán las decisiones trascendentales. El control habrá pasado de la Gran Cábala al Gran Mandarín.
Ese es el eje central de lo que hoy estamos viendo asomar: La gran batalla final entre el Zorro de Wall Street y el Erizo de Beijing. Esa es la Gran Batalla que acaba de comenzar y la veremos, como prevén algunos, a lo largo de los Tumultuosos Años Veinte del Siglo XXI.
En este contexto histórico, así como el 11-S fue el catalizador de los neoconservadores del Nuevo Siglo Americano, en el último impulso de Sistema Mundo Occidental para emprender la conquista de Medio Oriente y eventualmente Eurasia (la Rusia que estaba en medio de los escombros tras la desaparición de la Unión Soviética), hoy en día el Coronavirus será el catalizador que acelerará el declive del Sistema Mundo Occidental, apenas sostenido por esa ficción de economía de papel llamada Wall Street que está por colapsar y desencadenar “un período de crisis global que cambiará el mundo”.
¿Pero por qué afirmar que la economía de papel está a punto de colapsar? La razón es porque a Rumpelstiltskin se le acabó la magia.
Los turbulentos años veinte para Wall Street
El gran problema con el Sistema Mundo Occidental es que el Coronavirus, más allá de ser un enorme problema de salud pública, está exponiendo ahora una enfermedad mucho más mortal: “A saber, el venenoso brebaje del dinero fácil, la deuda barata y la especulación desenfrenada que han inyectado en la economía estadounidense la Reserva Federal y los políticos de Washington”, como escribe David Stockman.
Y es que el zorro, en su insaciable avaricia, convirtió a “Wall Street en un peligroso casino de juego”, dejando “a la economía estadounidense extremadamente vulnerable a los shocks externos”, exponiendo una “fragilidad sin precedentes”, que se está haciendo evidente a medida que, con la fábrica del mundo paralizada, “las cadenas de suministro del mundo se están abrochando y congelando, lo que hace que la producción y los ingresos caigan abruptamente”, debido a su extrema dependencia de la Fábrica Mundial.
Por lo tanto, una renovada crisis financiera y económica, así como un abrupto cambio de rumbo, pondrá fin a la era de 30 años de falsa prosperidad.
La ficción del Poder Unipolar
Como escribe Matthew Ehret: “Durante bastante tiempo parecía que la oligarquía que manejaba el sistema financiero mundial y la comunidad de inteligencia militar, era capaz de hacer magia desde la cima de poder unipolar. Si querían derrocar a una nación, o matar a un dignatario indeseable, todo lo que se necesitaba era un simple chasquido de dedos. ¿Convertir la paja en oro? ¡Ellos también podían hacerlo! Basta con mirar la masa de 1.5 cuatrillones de dólares de derivados que aparecieron de la nada. ¡En el mero lapso de 30 años!
“En serio, en 1990 los activos ficticios (formas de apuestas en seguros sobre deudas titulizadas) ascendían a poco más de 2 trillones (millones de millones) de dólares y 10 años antes de eso, apenas tenían existencia alguna. ¡AHORA… suman más de veinte veces el PIB mundial!!
“¿Cómo fue posible? Cuando se permitió que la economía real (capital agroindustrial/infraestructura que sustenta la vida real) se atrofiara durante ese mismo espacio de tiempo. La ¡Magia! de Rumpelstiltskin!, que ahora se autodestruirá de ira porque su ficción ha sido descubierta”.
Y aunque ahora mismo los banqueros han salido a amenazar a La Casa Blanca (como en el 2008) para que rescaten a los grandes bancos que “jamás pueden caer”, eso solo será un truco más para extender las apariencias de que todo volverá a la normalidad en la ficción del casino de apuestas. Pero nada de eso detendrá la aparición del Nuevo Paradigma.
El potencial de la Fábrica Mundo
El meollo del asunto es que, en la transición de un Sistema Mundo a otro, el centro de gravedad económico del orden mundial y la consiguiente ecuación de poder global se alejará de Occidente. En simultáneo, la Gran Eurasia —independizada de la economía y las finanzas occidentales— hará un avance inexorable porque, tal y como están las cosas, al resto del mundo no le quedará más alternativa. Así como después de la II Guerra Mundial Estados Unidos pudo edificarse como la superpotencia global sobre las cenizas de una guerra que mató entre 60 a 70 millones de personas, cuando la epidemia del coronavirus pase y la economía de papel de Wall Street quede al descubierto como la burda magia de Rumpelstiltskin, la Fábrica del Mundo (China) seguirá intacta.
Como dice David P. Goldman, uno de los principales voceros de la Gran Cábala: “Los desastres naturales retrasan la actividad económica pero no cambian el potencial de crecimiento a largo plazo de la economía… y eso es manifiestamente cierto en el Covid-19, que tiene una baja tasa de mortalidad. Las repercusiones económicas del virus se derivan de las medidas preventivas, que suspenden temporalmente la actividad económica”, lo cual “no es diferente de los daños causados por las tormentas o las inundaciones”.
Un potencial a mediano y largo plazo
Es por eso que China rebosa de un potencial a mediano —y largo— plazo “impulsado por sólidos fundamentos, entre ellos el crecimiento de los ingresos que impulsa el consumo interno, una robusta transición a los servicios, así como la consolidación, el crecimiento y la racionalización de la base manufacturera, que está siendo objeto de una drástica remodelación y transformación”, escribe Goldman, vocero e intérprete de la Gran Cábala Occidental.
En este contexto, “la industria manufacturera seguirá desempeñando un papel fundamental tanto en China, como en la economía mundial. La base de producción instalada —el capital humano y físico— representa una profunda cadena de suministro imposible de desplazar, dada su capacidad de seguir añadiendo valor” —algo que menospreció cándidamente el Secretario de Comercio de Estados Unidos, Wilbur Ross cuando dijo que el Coronavirus podía “traer de vuelta los trabajos a EE.UU.”.
En este sentido, como señala Goldman, en China el “gasto en infraestructura ha sido un importante impulsor del crecimiento económico durante los últimos 40 años, y se ha establecido el aparato para acelerar los proyectos ya en marcha. China respondió a los vientos contrarios a la fabricación de la guerra comercial de 2018-19 estimulando el gasto de los hogares, y luego aumentando el gasto en infraestructura, especialmente para el despliegue de la banda ancha de 5G. El mejor desempeño durante el primer semestre de 2019 fue el sector de los productos de consumo básico, seguido por un resurgimiento del sector de las telecomunicaciones durante el último trimestre del año”.
Por eso la respuesta masiva del gobierno chino al brote de virus probablemente explica la fortaleza del mercado de valores, puesto que “China también tiene más capacidad para ampliar el gasto en infraestructura que los países occidentales”.
Así, en forma sucinta, Goldman —sin querer queriendo— nos detalla sin ambages que, una vez que pase la epidemia, China seguirá andando tan fortalecida como estaba, antes de la epidemia del Coronavirus; mientras que Occidente necesita ahora mismo y con extrema urgencia docenas de balones de oxígeno si quiere sobrevivir a la pandemia económica.
Así que como cualquier adicto que se despierta una mañana con el terror repentino de que su muerte está cerca, el primer paso de Estados Unidos y Occidente es admitir que tienen un problema. Esto significa simplemente: reconocer la verdadera naturaleza de la actual calamidad económica en lugar de tratar de culpar al “coronavirus” o a China, o a algún otro chivo expiatorio. Y que en las décadas por venir el zorro tendrá que seguirle los pasos al erizo, no sin antes aprender la lección de la fábula.
El final de la fábula
El zorro controlaba los poderes económicos. Era recibido magnánimamente en los salones dorados. Lo visitaban en su guarida y le hacían reverencias. Lo aclamaban los poderes espirituales, lo abrazaban los hermanos masones, tenía la llave de los templos.
El erizo, por más de un siglo, apenas asomó la mirada desde su guarida, nadie le hacía caso. Los grandes poderes lo despreciaban, aunque uno de ellos sabía lo peligroso que era. El zorro no entendió que el erizo era un sabio milenario, que ya había visto todo aquello que para Occidente era novedoso: “Una corta vida”, de apenas cinco siglos de existencia, “no se puede comparar con una larga existencia” de cinco milenios.
Aun así, el zorro trató al erizo con el desprecio habitual que solía hacerlo con sus lacayos. Se sentía superior y tenía sus razones. Acostumbrado a conquistar a tirios y troyanos, a ganar todas las batallas, a desafiar las leyes de la gravedad y las otras, a inventar empresas y fábulas, a vivir a costa de los demás, aquello que llaman éxito.
Entonces un día el zorro se planteó la conquista del erizo como a las otras especies. Le ofreció al erizo su madriguera, sus tesoros, sus parras y sus cabezas de ganado. Le transfirió sus conocimientos para que trabajara para él, como otros en el pasado lo hicieron y lo siguen haciendo —hasta lo endulzó con un asiento en la Organización Mundial de Comercio. El erizo lo acepto con humildad, sin que el zorro entendiera que sería el principio de su final.
Entonces, cuando la Luna de Miel entre especies tan diferentes no podía ser eterna, nos enteramos de la batalla de los últimos tiempos. El erizo, aliado con el oso, había construido su propio mundo, en el que todos giraban alrededor de él. El zorro se puso nervioso pensando en las fortunas que podía perder. Y entonces la batalla se transformó en un espectáculo. En estos días, como una serie de Netflix, la estamos viendo. Pero, curiosamente, sólo uno de ellos parece estar sofocándose en sus propias llamas, mientras el guerrero sabio observa el incendio desde la otra orilla.
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