El Novus Ordo de Quechueslokoka, donde no se respira… solo se inhala

Por Wilder Buleje y Alexandr Mondragón
Hace mucho que el reino de Quechueslokoka dejó de ser una nación. No es una República Bananera, es una República Cokera. El polvito mágico atrofió nuestro olfato. Todo huele mal, pero nadie hace muecas de asco, solo se visibilizan gestos de un delirio desproporcionado. Este es un polvo-reino con todas las de la ley, solo falta que los bufones de la corte lo decreten de oficio. Lo pueden hacer porque tienen un buen número de curules y tienen influencia en las votaciones, a la buena o a la mala. El ambiente está tan contaminado con el polvo mágico que aquí ya no se respira… se inhala.
La hoja sagrada adormece al cuerpo del jornalero para prolongar su trabajo sin hambre ni fatiga. El polvito mágico anestesia la conciencia de los umalliquis (caudillos con plante de gamonales) para permitir su trasiego continuo y acelera las palpitaciones de los brokers en los mercados financieros del “big business”. Hasta los Lobos de Wall Street quebrarían si al polvito blanco no le sale alas verdes para volar.
La hoja sagrada forma parte de un legado cultural en Sudamérica. Está asociada al mayor rendimiento físico del campesino. El polvito mágico posee propiedades medicinales. Alivia el dolor y minimiza los efectos de las bebidas alcohólicas. Pero también hace polvo la frontera entre el bien y el mal. Estimula un bacanal de orgías multibillonarias.
La hoja sagrada la encuentras en los mercados comunales de las zonas rurales y en los mercados de barrio en las ciudades. Los yerberos la ofertan en los mercados populares a precios reducidos. El polvito mágico, sin embargo, llega a los consumidores a través de los “dealers” discretos de rostro anónimo. Un gramo roza cifras elevadas. Si acá cuesta 10 verdes, en el Imperio del Norte llega a 100, en el Viejo Mundo 150 y en el Reino Central del extremo oriente 250.

Una guerra pulverizada
El Primer Mundo también es el mayor mercado del polvito mágico. Ironías del destino, porque allá lanzaron su “guerra contra las drogas” hace más de 40 años, con el único resultado verificable: el aumento del precio a causa de las medidas para burlar la represión. Aquí las leyes del mercado se respetan: A menor oferta, mayor precio.
Las mejoras genéticas sobre la hoja sagrada consiguieron duplicar el número de cosechas. Daba dos veces por año… ¡ahora son cuatro! La producción mantiene números impresionantes, el área cultivada sigue en expansión… por la magia de la genética. Más de 120 mil hectáreas en la fértil selva. ¡La ciencia al servicio del libre mercado! ¿Qué diría Adam Smith o Milton Friedman? El primero quizá lo cuestionaría moralmente, cómo lo dejó entrever en su obra; el segundo levantaría hacia arriba el dedo pulgar —como lo hizo al generalísimo Don Pinochet, por obra y gracia del Tío Kissinger. Después de todo el polvo blanco se hace verde y del papel inventado de la nada surge la Moneda-Mundo, el pilar del Imperio financiero del Hegemón.

Veinte toneladas semanales de polvo mágico
Los laboratorios instalados por carteles foráneos en la selva de Quechueslokoka —en los reinos del camarada Joseph y por las artes mágicas de los herederos de Melquiades de Macondo— producen más de mil toneladas del polvo mágico al año —una cifra que hace salivar y alucinar al “cartel más grande del mundo”, como diría el personaje de Barry Seal, en la película “American Made”.
Cada semana debe movilizarse 20 toneladas del polvito mágico para atender las necesidades de los reinos allende los mares —donde está el gran negocio. Hay dos rutas para el exterior. Por el sureste: a través de las selvas de los andinos y el majestuoso pulmón del mundo —inhalaciones incluidas. Por el centro de Quechueslokoka hacia el puerto de Popeye el Marino, que cambio las espinacas por otras hojas. Rutas menos importantes conducen a otros lares mirando la Estrella Polar.
Cada siete días una enorme pila de papel moneda con el rostro de un notable historiador —que volvería a morirse de la vergüenza por esta deriva moral— sale desde la selva para pagar a los mochileros; a las autoridades civiles y de uniforme en la ruta terrestre; a los estibadores y “preñadores” de containers, a los Brutus y los Popeyes. Una larga cadena bien aceitada para que el “coimercio” jamás se detenga. Eso no es ningún secreto. Los grandes medios lo saben y las umillaquis con mayor razón. Pero actuar como los tres monos sabios tiene sus prebendas, desde cuentas multimillonarias hasta bonos de inversión, o pinches relojitos Rolex.
Esas 20 toneladas semanales son invisibles ¿Será que tienen los poderes de Mandrake el Mago o de Melquiades de Macondo? Nadie las detecta, nadie las observa, nadie las sigue, nadie las confisca. No la huelen ni los perros entrenados por la DEAllá y la de aquí. Son las veinte toneladas de más alto valor que transitan por trochas, carreteras, autopistas y barcos. Pero nadie las nota. Son 20 toneladas semanales de polvo mágico sin huella. ¿Serán cargados en submarinos o sobre un misil hipersónico? Quién sabe, aunque muy pronto viajarán por la ruta cuántica.

El gran sismo tectónico que se viene
Desde la década de 1960 el mayor porcentaje de esa droga viaja al Imperio del Norte y el Viejo Mundo, donde sirven para salvar a las icónicas lavanderías de la City of London y la Calle del Muro (a.k.a. bolsas de valores) —sin ese polvo mágico estarían más quebradas que en 1929. Una cantidad mínima llega a Asia. A partir del 2025, sin embargo, habrá un gran sismo tectónico de consecuencias impredecibles. Habrá un drástico cambio en las rutas a causa de un flamante Megapuerto y un túnel —¿trasandino y mil veces más grandes que las del “Chapo”?— construido por el Reino Central y, muy plausiblemente, manejado con Inteligencia Artificial. Cuando eso ocurra —tras lo cual Popeye se quedará sin espinacas— el principal destino del polvito mágico será el continente asiático, donde los precios cuadruplican las cifras de Occidente. Se desatenderán los viejos mercados y los precios oscilarán con fuerza. Negocios son negocios, la ley de la oferta y la demanda selectiva en su más salvaje expresión. Esto haría delirar al fundador de la dinastía de los Rothschild, quien dijo “Denme el poder de hacer el dinero y no me importará quien gobierne”. En nuestro caso solo tendría una leve variante: “Denme el poder de elaborar el polvito mágico y no importará quien gobierne”. El Camarada Joseph y el Gordito Burncandle lo saben muy bien.
Gracias a ese polvito blanco —quien sabe si algún día la hoja sagrada reemplace a la quina en el escudo patrio— nuestro Nuevo Inti es el “dólar” latinoamericano. Quechueslokoka no puede fabricar ni un alfiler, todo llega importado desde afuera —hasta los palitos de dientes— y sobre todo desde los reinos de la Fábrica-Mundo. ¿Si solo producimos lástima con nuestra clase política y gobernante, por qué tenemos una moneda tan fuerte? Los ladridos de un perro antidrogas son la respuesta más rotunda.

Pensar que fuimos vanguardia
Testigos ilustrados de esta debacle aún recuerdan aquellos tiempos de una nación en coagulación, que fue vanguardia desde la época de los Incas y lo continuó siendo bajo el virreinato. Lima-Limón fue la Metrópoli de los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX inclusive.
Después de la Guerra Oceánica, traicionados por un presidente y cercenados de las tierras en el sur, fuimos otros. Por la derrota militar y sus consecuencias en la moral de la población, nuestra idiosincrasia comenzó a involucionar. Nada fue igual a partir de entonces. Lo poco que se edificó en las siguientes cinco décadas de la posguerra, hasta principios de 1970’s, fue borrado en los siguientes decenios de vergüenza que la sucedieron —donde el lema “El que no transa, no avanza” podría añadirse al himno nacional, sin el menor rubor, porque así somos y así estamos.
Llegamos al siglo XXI, en el tercer milenio de la era cristiana, como un guiñapo de proporciones. Los grandes esfuerzos de una minoría para empujar al país a otros horizontes son inútiles, es como tratar de evitar el jaque mate con un puñado de peones. Las fuerzas oscuras de los nuevos Rothschild tienen el tablero a su merced.
La dosis del polvito que circula por el torrente sanguíneo de las regiones indica un grado de adicción absoluto, no solo al polvito de marras sino también a la abyecta corrupción donde el cáncer parece un rasca rasca. En su obra “El Laberinto de la Soledad”, el Nobel mexicano Octavio Paz decía que los migrantes que habitan en la periferia de la gran ciudad, suelen absorber el detritus de la sociedad central y la clonan en una subcultura. Si lo aplicamos a nuestra tragedia nacional, nuestra población ha inhalado el detritus del Matrix occidental y ha creado no solo una subcultura de “El que no transa, no avanza”, también superó la imaginación de Dante al agregar el décimo y undécimo círculo del averno —y si seguimos así llegaremos hasta maléfico decimotercero.

La promoción mundial occidental
El famoso Sigmund Freud, padre del sicoanálisis y abuelito del delirio blanco, fue uno de los grandes propagandistas del polvito mágico entre las élites ilustradas. Freud creyó en sus bondades medicinales y también en las otras no tan saludables. La Coca Cola selló la publicidad internacional de la hoja de coca al elaborar el jarabe de su famosa fórmula con ese componente. La hoja sagrada alcanzó fama mundial.
Hace solo seis décadas el polvito mágico aún era una rareza en el mundo de las drogas, pues no alcanzaba el estatus de estrella en el negocio de la oferta y la demanda. Basta recordar que la Compañía del Norte la quemaba porque las mafias del Padrino aún no habían descubierto su potencial global… hasta que se creó la DEAllá y la de aquí, bajo la batuta de la Compañía —y no la de Jesús… Para nuestra tragedia nacional pasamos de ser un Pobre sentado en un banco de oro, a ser un Rico sobre ladrillos de polvo blanco.
El polvo mágico y fino causó una metástasis de proporciones. Penetró los cuarteles, la Casa de Gobierno, los gobiernos regionales, los gremios de empresarios, la judicatura, los ministerios y pervirtió hasta la última célula social. Nada se mueve en el país sin su estímulo. Somos los émulos del Lobo de Wall Street en su éxtasis y alucinación. Estamos sometidos a la voluntad de los reinos del camarada Joseph y similares —y ellos al “cartel más grande del mundo”.

Las grandes lavanderías
Hasta principios del decenio de 1990, Miami era más conocida por ser la capital del exilio cubano en los Estados Unidos. Pero en los años siguientes su desarrollo urbanístico fue explosivo. Hoy, más de tres décadas después, es una gran urbe donde viven grandes multibillonarios y famosos. ¿De dónde salió todo el dinero para este boom inmobiliario? Bueno, si ya lo intuyó es porque siguió la pista del dinero —y del polvo mágico. En el Sur comenzaron a replicar los ejemplos del Padrino del Norte.
Una de las grandes lavadoras de dinero del narcotráfico en Quechueslokoka es la minería aurífera: la informal y la ilegal. Luego, ambas blanquean los dólares que pagan los “exportadores”. Ese flujo de dinero se transforma en edificaciones, centros comerciales, importaciones de autos de lujo, enormes rascacielos, grandes residenciales, hoteles, condominios de playa y de campo, en fin múltiples proyectos de vivienda, vendidos en intis y dólares. ¿Quién los puede pagar en un país donde el sueldo mínimo apenas sobrepasa los 300 dólares mensuales? También las casas de apuesta, físicas y virtuales, los casinos y las máquinas tragamonedas, y toda una maraña similar como las “casas de cambio” virtuales, sirven para, irónicamente, santificar las ganancias del polvo mágico, que fluye por las arterias ateroescleróticas de la economía formal y legal.
Los puntos porcentuales del PBI suben, como arte de magia, también por influencia mágica del polvo. La contabilidad es engañosa, la maquillan como una cantidad estática que aporta el 3% o 4% del total. Pero ya sabemos que el dinero es dinámico y multiplica su valor cuando se la utiliza en operaciones rentables. La participación de nuestros lavanderos es mayor a esos cálculos oficiales —ya sabes, los que hacen las estadísticas son como las Cariñosas, se acomodan según quien paga.
La cotización del dólar en el sistema bancario, como ya anotamos antes, está influida por los movimientos del polvo mágico. Apenas se produce una caída en la cadena de distribución, por temas climáticos principalmente, y en “guachinton” experimentan una subida en los mercados financieros y en los mercados paralelos. Es decir, el gran regulador de la Moneda-Mundo no son los tecnócratas del Banco Central sino los camaradas de la “magia blanca”.

Quechueslokoka a la deriva
La descomposición social solo preocupa a una minoría en extinción. Los lavanderos regalan Rolex, prestan alhajas y hasta visten a los mandatarios. La televisión transmite las evidencias de ese vasto poder con imágenes en vivo y en directo. Sin embargo, nadie reacciona. Ni la policía, ni los fiscales, ingresan al territorio que la ley les faculta. De vez en cuando hay maroma, circo y comba en la puerta de Dina-merca, pero todo queda allí, como un reallity inconcluso.
Los nuevos Rothschild del dragón blanco marcan la agenda política con descaro. En buen mexicano: Les vale madre quien gobierne. Ahora los lavanderos prefieren exhibirse, con pana y dizque elegancia. Aunque el Pan está escaso para la plebe, el Circo abunda, en 4k u 8K. Optaron por acostumbrarnos a su boato, quieren normalizar sus excesos. Han olvidado que la jactancia y la vanidad, el pecado favorito de Luxifer, fue el principal enemigo de San Pablo del Medallo, que se perdió en su propio Laberinto otoñal. Quizá olvidaron la máxima de este negocio, como advertían los capo di tutti: jamás consumas tu propia mercancía.
Este país es el que heredarán nuestros hijos y nietos, los nuevos Homo Videns Stultus. Para qué mortificarlos con los estudios profesionales en una patria blanca con alma negra. Sin xilocaína de por medio, habría que advertirles que su futuro quedará asegurado con una buena relación con el Nuevo Reino del Traemerca. Que la plata grande no está en los negocios formales, o en alguna profesión, sino en las lavanderías —algo que lo supo a principios de siglo Marulanda, el guerrillero colombiano que hacía pingües negocios con los Lobos de Wall Street los cuales, con pana y elegancia, los visitaban en su propio rancho —¿será que el camarada Joseph ya fue el anfitrión de los nuevos Lobos de Wall Street?
Que su prole haga un posgrado práctico en Lacoña Street, que se especialicen en obtener el más jugoso ‘spread’ entre el dólar que se compra y el que se vende, como lo hacen los grandes apostadores de la City of London y Nueva York. Para qué más academia en este organismo que daría positivo y no por una buena causa. Estamos tan jodidos que ni la iglesia se salva de este maremagnum causado por el polvo mágico. Ni los seminaristas, ni los curas de capillas y parroquias, ni los obispos o arzobispos. Tampoco los cardenales. El diezmo se ha trasmutado. Hasta parece sospechoso que para anunciar al nuevo Papa usen el humo blanco.

Entras al “business” o pierdes todo
Y las grandes fortunas, esas que forjaron los inmigrantes a principios del siglo pasado, a punta de sacrificio y creatividad, también entraron al negocio del polvo mágico por la vía de su tercera o cuarta generación. Era inevitable. Esa gran masa monetaria tiene que multiplicarse en Quechueslokoka, porque si no los buitres de otros lares lo harán por ellos. El harakiri no es una práctica aceptada en la élite económica, sino vean a Arberto Kenye y su adorada Keyico —que quieren volver, con una ostra más grande que la que había en Miraflowers.
Los indecisos se decidieron porque estaban de por medio las amenazas de esos uniformados que antes les debían obediencia absoluta y que ahora solo aceptan las órdenes de los camaradas del valle y del Norte. Aunque quien sabe, como en una serie de Netflix, la Nueva Generación, que tiene el color de la hoja sagrada, aspire a convertirse en los nuevos Darth Vader. Del verde olivo hemos pasado al verde de Coke.
Los tiempos cambiaron. Los roles variaron. Si para cuidar las fortunas de antaño hay que entrar al ruedo del Nuevo Reino, entonces hay que colocarse el traje, pero no de luces sino de la lavandería para que las manos aparenten limpieza y pulcritud. Pese a sus contorsiones tampoco nuestros ex aristócratas se salvan de entrar al big business. Ya sabes: The money talk, the bullshit walk.

Violencia en blanco y rojo
Pero nada viene gratis y este negocio solo es blanco en apariencia. Ya sabemos que también tiñe de rojo. ¿Será por eso que la bandera de Quechueslokoka tiene ambos colores? El efecto más notorio del crecimiento del tráfico de la blanca es la violencia generalizada. Es su consecuencia lógica, su correlato natural. Cada masacre, cada ajuste de cuentas, cada baja ocasionada por el sicariato, tiene una arista vinculada al trasiego de la droga. Un error en la entrega se paga con la vida, una deuda no saldada tiene pena de muerte. Ese es el nuevo rojo patrio.
Aún estamos en el inicio de este proceso que nos recuerda el Reinado del Terror de la Revolución Francesa, aunque la nuestra es una Revolución Narcosicótica. Son mil toneladas de la blanca al año (un millón de kilos). A 50 mil dólares por kilo de polvo mágico que se queda en el mercado local, estamos hablando de 50 mil millones de dólares por año. Cuando la droga salga al mercado asiático desde los túneles del Megapuerto esa cifra llegará a los 250 mil millones de dólares por año. La espiral de violencia alcanzará niveles nunca imaginados. Haití será un bizcochito, Afganistán un vulgar gallinero, ¿surgirá un Talibán blanquirrojo?

¿Sólo la blanca Salvará a Quechueslokoka?
Ante este cuadro solo quedan tres caminos: ¿Nos rebelamos y peleamos para encausar al país hacia un horizonte alejado de la droga y sus efectos secundarios; cerramos los ojos y aceptamos nuestra condición de narcopaís? o ¿Maquinamos una tercera vía que, con inteligencia y sagacidad, trascienda del undécimo círculo del averno y ascendamos al paraíso tecnológico del Siglo XXI y XXII?
En el primer supuesto, las opciones de victoria son mínimas. «A LOS QUE SABEMOS NO NOS LLAMAN» como diría el estridente Vicente González Montolivo en sus recordadas «Charlas de Café». La metástasis está acabando con los mecanismos de defensa. La corrupción del cuerpo social es de tal magnitud que frenarla puede ser tan difícil como detener una avalancha con las manos o querer curar una infección letal con una pastilla de Tylenol.
Ya hemos avanzado un buen tramo del segundo tema. En realidad estamos llegando a un punto sin retorno. El “White Business” en su versión más arcaica empezó en la década de 1960 y en las siguientes décadas sedujo a los líderes políticos. Después penetró los cuarteles. En la década de 1990’s ejerció un cogobierno a través del principal asesor presidencial de Arberto Kenye. Los demás regímenes solo fueron variantes útiles en el trasiego del polvo y el manejo de la cosa pública.
Ahora ya sabemos que el “White Business Power” existe, que tenemos títeres y lavanderos en el Chongreso, en los gobiernos regionales y locales. Estamos viviendo el periodo del poder político que alguna vez anhelaron los traficantes en sus sueños más húmedos. El prócer Mosca Loca lo visualizó a principios de 1980 y hasta le propuso a Fernando Telaúnde el pago de la deuda externa, a cambio de libertad para el floreciente negocio.

La Tercera Vía de la simbiosis
¿Peleamos o nos rendimos? ¿Respiramos o inhalamos? Ese es el dilema de un mundo bipolar. Pero si somos pragmáticos, como los orientales, es plausible una Tercera Vía, después de todo, como dicen ellos, el equilibrio no es el punto medio, sino saber moverse un poco a la izquierda y luego un poco a la derecha, como los equilibristas en la cuerda floja. Tampoco hay que olvidar: No importa si el gato es blanco o negro, lo importante es que cace ratones.
Habría que pensar en un gato simbiótico, con sapiencia y sabiduría, para que los verdaderos dueños del poder —después de purgar a los lavanderos, títeres y payasos, que son el espectáculo decadente que vemos en la TV, TikTok y en las redes de los Homo-Videns— recuerden que de la oscuridad nace la luz.
Quizá seguir el ejemplo de los árabes en Dubái, donde hace seis décadas sus puertos era caletas de pescadores, pero que con el boom del petróleo que tuvieron desde entonces supieron usar la masa monetaria para elevar de categoría su emirato, hasta convertirlo en un emporio financiero, multiplicando sus inversiones en las tecnologías del futuro para las nuevas generaciones.
O usar la pila de billetes en una industrialización de mediano y largo plazo acorde a las nuevas tecnologías, no sin antes olvidar que un pinche Rolex es el precio que cuesta construir una escuela. En días pasados, una maestra fue hallada en la sierra de Limamanta Pacha donde estuvo desaparecida por una semana, tras caerse y perderse cuando regresaba caminando luego dar clases en un colegio rural. Sí a esa maestra ejemplar le regalaran un Rolex por su esfuerzo magisterial ¿lo luciría como la Dina-merca? Lo dudamos. Seguramente se ofendería y pediría que con eso reconstruyeran la escuela donde enseña. Invertir en la educación, en lugar de elefantes blancos y repotenciar la educación en base a una rigurosa meritocracia —al estilo oriental, del cual hay demasiado que aprender— sería una de las tantas vías para abrir la trocha hacia un futuro diferente, como dijo alguna vez Alan Damián García —que quizá nos lea en algún lugar del planeta.

Nada es eterno en la historia
En fin, los caporales de la blanca también deben recordar el final del Imperio Español, corroído hasta la médula por parasitar gracias al oro de América Latina y terminar dando lástima unos siglos después. Si las grandes y notables familias de Quechueslokoka fueron incapaces de reinventar un país, hasta mediados del siglo pasado, quizá los rudos jefes de las Firmas puedan concebir un territorio que les siga dando renta. Hay que pensar como los grandes estrategas, como los grandes visionarios, pero con la humildad de un sabio, como nos dice Lao Tse.
No olviden que allá en el Norte odian la competencia —como los mafiosos italianos detestaban al Padrino del Harlem— y quizá algún día el polvo mágico valga lo mismo que la harina una vez haya sido reemplazada por alguna droga sintética cómo caramelos. O que por el milagro de la manipulación genética la puedan sembrar hasta en los jardines, de la misma forma que la marihuana en la actualidad, al punto que la gobernadora de Nueva York la promueve. Muy atrás quedaron las ventas de toneladas de “Maryjean”, en las épocas de la prohibición.

El Opus Magnum
Los buenos tiempos jamás son eternos y tampoco olviden que: “Quien pretende el dominio del mundo… se encamina al fracaso. El mundo es tan sagrado y vasto que no puede ser dominado. Quien lo domina lo empeora, quien lo tiene lo pierde”.
Esta es la tarea inconclusa en estas tierras abandonadas del Señor de los Cielos, donde debemos aplicar los principios alquímicos de trasmutar el plomo en oro —aunque nuestros Melquiades Sudacas han trasmutado el polvo blanco en oro y el oro en un bacanal de orgías y ostentación. No, eso no, sino el Opus Magnum:
“Al principio unimos, después corrompemos, disolvemos lo que ha sido corrompido, purificamos lo que ha sido disuelto, reunimos lo que ha sido purificado y lo solidificamos”. De esa forma, las “Diez mil cosas florecen”, porque “El hombre sabio no acumula. Cuanto más ayuda a los otros, más se beneficia él mismo. Cuanto más da a los otros, más obtiene él mismo”.
El que tenga oídos, que sepa escuchar, 正如他所说的关于耶稣.

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