Richard Nixon fue el tercer presidente de los Estados Unidos en retar o criticar frontalmente al Estado Profundo, el gobierno no electo detrás del gobierno electo. Pero al igual que J.F. Kennedy, su presidencia tuvo un final atroz. El único que salió indemne fue Ike Eisenhower, un general de la II Guerra Mundial. ¿Cómo sabemos que Nixon le plantó la cara al Estado Profundo? Bueno, el siguiente artículo, publicado originalmente hace 50 años, revela cómo el ex presidente anticipó hace 50 años la decadencia del Hegemón.
Por Tom Switzer
“Cuando vemos el mundo en el que estamos, Estados Unidos ya no está en la posición de preeminencia o predominio completo [y] eso no es algo malo. De hecho, puede ser un algo constructivo… Ahora tenemos una situación en la que cuatro potencias económicas potenciales tienen la capacidad [de] desafiar [a Estados Unidos] en todos los frentes”.
Eso dijo Richard Nixon, hace 50 años. Dirigiéndose a los ejecutivos de los medios de comunicación en Kansas City el 6 de julio de 1971, el 37 ° presidente predijo “en 5 años, 10 años, quizás 15, pero en cualquier caso dentro de nuestro tiempo”, la hegemonía global de Estados Unidos sería reemplazada por un mundo multipolar, en que Estados Unidos, la Unión Soviética, Europa Occidental, Japón y China serían las principales potencias.
Como Grecia y Roma imperiales
Los soviéticos no solo habían igualado el poder militar estadounidense, admitió el viejo guerrero frío, sino que Japón y Europa occidental competían vigorosamente con las empresas estadounidenses por los mercados. El siglo americano había terminado.
“Pienso en lo que pasó con Grecia y Roma, y ves lo que queda, solo los pilares”, concluyó sombríamente Nixon. “Lo que ha sucedido, por supuesto, es que las grandes civilizaciones del pasado, a medida que se hicieron ricas, a medida que perdieron la voluntad de vivir, de mejorar, se volvieron sujetas a la decadencia que eventualmente destruye la civilización. Ahora está llegando a ese período”.
Un mundo “multipolar más seguro”
Imagínese si el presidente Obama [Trump o Biden] o los principales republicanos de hoy en día le dieran la bienvenida al fin de la preeminencia estadounidense y al auge de la multipolaridad global. El cuerpo político estadounidense los denunciaría como declinistas, derrotistas, quizás incluso antiamericanos. Sin embargo, el discurso de Nixon no provocó indignación en julio de 1971.
Tampoco fue un incidente aislado. Unos meses más tarde, le dijo a la revista Time: “Creo que será un mundo más seguro y un mundo mejor si tenemos un Estados Unidos, Europa, la Unión Soviética, China, Japón fuertes y saludables, que se equilibren mutuamente”.
El acercamiento con China
La agenda de Nixon reflejaba su visión matizada del mundo: distensión y control de armas con los soviéticos; la doctrina de Guam en 1969 que enfatizaba los límites al poder de Estados Unidos; el abandono de Bretton Woods en 1971, cancelando así la convertibilidad directa del dólar en oro; y acercamiento con China. (Mientras Nixon hablaba el 6 de julio, su asesor de seguridad nacional, Henry Kissinger, se dirigía en secreto a Beijing para completar los planes para la primera visita presidencial, que Nixon anunció el 15 de julio).
Aquí estaba Nixon, un antiguo campeón de la Pax Americana, reconociendo lo que ningún presidente desde entonces ha estado dispuesto a reconocer: que vivimos en un mundo plural y que el poder de Estados Unidos ha pasado su apogeo.
Un nuevo sistema multipolar
En lugar de mirar el mundo posterior a Vietnam a través del prisma del excepcionalismo estadounidense, Nixon y Kissinger lo concibieron como un sistema multipolar emergente que sería estructurado y regulado por un equilibrio de poder al estilo del Congreso de Viena de 1815, tema de la tesis doctoral de este último.
“Es cuando una nación se vuelve infinitamente más poderosa en relación con su competidor potencial que surge el peligro de guerra”, declaró Nixon en un lenguaje que recuerda más a Metternich y Bismarck que a Truman y Kennedy.
Liquidando las exageraciones
El distinguido periodista liberal Walter Lippmann había pasado gran parte de las décadas de 1950 y 1960 criticando las estridentes opiniones anticomunistas de Nixon, pero captó el significado del nuevo Nixon. “Su papel”, reconoció Lippmann en 1973, “ha sido el de un hombre que tuvo que liquidar, desactivar, desinflar las exageraciones del período romántico del imperialismo estadounidense y la inflación estadounidense. Inflación de promesas, inflación de esperanzas, la Gran Sociedad, Supremacía estadounidense: todo eso tuvo que ser desinflado porque todo estaba más allá de nuestro poder”.
Al leer el artículo en su informe diario de la Casa Blanca, Nixon señaló: “Sabia observación”.
Reconociendo los límites
Por supuesto, la predicción de Nixon sobre el fin del predominio global de Estados Unidos fue prematura. Y su valoración del poder militar soviético fue exagerada. Pero sí reconoció los límites del papel de Estados Unidos como el policía mundial, en un sistema multipolar que comenzaba a hacerse más evidente.
Ensangrentado por los atolladeros en Irak y Afganistán, paralizado por una deuda de 14 billones (millones de millones) de dólares (hoy en día de casi 24 billones) y un desempleo de casi dos dígitos, destrozado por crecientes ejecuciones hipotecarias, Estados Unidos está luchando por imponer su voluntad y liderazgo en todo el mundo. Mientras tanto, el ascenso de China, India y Brasil, junto con la formidable presencia de Japón y la Unión Europea, sugiere que el poder se está volviendo más difuso.
Visiones fútiles e inútiles
En las últimas dos décadas (los 1990’s y los 2,000’s), la sabiduría aceptada en Washington ha abarcado varias expresiones sobre el lugar de Estados Unidos en el mundo posterior a la Guerra Fría, desde la “nación indispensable” y la “única superpotencia restante”, hasta “hegemonía benigna” y “Un nuevo siglo estadounidense”.
Richard Nixon reconoció los peligros de visiones tan grandiosas. Para la política exterior de Estados Unidos, la palabra clave no era “y” sino “o”, y la pregunta clave no era “cómo” sino “por qué”. Los demócratas y republicanos podrían hacer algo peor que reflexionar sobre los comentarios de Nixon hace 50 años.
Tom Switzer es investigador asociado en el Centro de Estudios de Estados Unidos de la Universidad de Sydney, Australia.
El Sistema Mundo 50 años después
Por Lux Fer
Aunque la decadencia de EE.UU. no fue tan acelerada como lo predijo Nixon —aunque parezca paradójico— la decadencia se aceleró a partir del 11-S por dos hechos geopolíticos de gran magnitud, que cambiaron el eje del Sistema Mundo y, por ende, el desplazamiento del Hegemón del centro del universo.
El primer factor fue las “guerras interminables” en el Oriente Medio por casi dos décadas en el Oriente Medio, que resultaron en una transferencia de decenas de millones de millones de dólares para la élite del 0.01%, mientras se aceleraba la desindustrialización que empobrecía y endeudaba al resto de su propia población —bajo lo que el economista estadounidense Michael Hudson llama el Capitalismo Depredador.
La tiranía no electa del 0.01%
No por nada, hace 70 años la filósofa política Hannah Arendt, decía que “Aunque la tiranía, debido a que no necesita el consentimiento de la gente, puede gobernar con éxito a los pueblos extranjeros, sólo puede permanecer en el poder si, en primer lugar, destruye las instituciones nacionales de su propio pueblo”. Eso fue lo que hizo el gobierno no electo —el 0.01% del Estado Profundo— y, por ende, dejó a un país devastado e incapaz no solo de asegurar el bienestar y la seguridad de su propia población, sino también su posición hegemónica a escala global.
El renacimiento de Eurasia
El segundo factor fue la emergencia de un formidable rival que los Master del Sistema Mundo Occidental nunca entendieron a cabalidad: China, que hoy en día no solo es la Fábrica-Mundo —de la cual depende en gran medida el voraz consumo de Estados Unidos— sino también ha tomado un importante ventaja en la construcción de la 4ta Revolución Industrial de la Inteligencia Artificial —junto con su capacidad tecno-industrial, militar, financiera y sobre todo humana— y en alianza con otros jugadores claves en el tablero geopolítico mundial —Rusia e particular— le permitirá ascender a la posición de ser el core de un Nuevo Sistema Mundo Euroasiático que ya se está perfilando.
Como todos los imperios
Tampoco debemos olvidar a Rusia, que colapsó con el nombre de la URSS pero logró renacer de las cenizas, al punto que su nueva capacidad tecnológica-militar ha neutralizado el poderío nuclear de EE.UU. Y si a esto le añadimos en su alianza estratégica con China en múltiples niveles y ser el nuevo centro de la fuente de energía gasífera para China y Europa, en las décadas por venir, Rusia tiene una posición expectante para la expansión de su influencia en regiones donde EE.UU. está en retirada.
Así, el mundo de hoy, 50 años más tarde de la visión de Nixon, exhibe muchas similitudes con la salida de Estados Unidos de Afganistán, su repliegue del Medio Oriente, su grave crisis financiera-monetaria y su implosión doméstica.
Todos los magnificentes imperios y portentosas civilizaciones han perecido. Estados Unidos no es la excepción.
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