Federico Pieraccini
Existe una fuerte corriente de cambio que afecta a la arena política internacional. Es el comienzo de una revolución provocada por la transición de un orden mundial unipolar a otro multipolar. En la práctica, nos enfrentamos a la combinación de varios factores, incluyendo la aplicación de aranceles estadounidenses a las exportaciones chinas, las sanciones de Washington a Irán, la autosuficiencia energética de EE.UU., la vulnerabilidad de las instalaciones industriales saudíes y las capacidades iraníes para resistir los ataques estadounidenses, así como su exportación de grandes cantidades de gas y petróleo a China. Todo converge en un solo factor, a saber, el inminente declive del dólar estadounidense como la moneda de reserva mundial.
Recientemente hemos sido testigos de acontecimientos de considerable importancia en Oriente Próximo, casi a diario. Las tensiones entre Washington y Teherán están alimentadas, sobre todo, por la necesidad del régimen de Trump de aplacar a la mayor parte del Estado Profundo de EE.UU., unida al neoconservadurismo, que marchan a la par de los financistas de Trump de la Arabia Saudita wahabí e Israel.
Una imagen por los suelos
La reciente política agresiva hacia Teherán, consistente en provocaciones y banderas falsas, ha provocado una calamitosa imagen de la industria militar estadounidense, la cual he anticipado durante años.
El ataque de los Houthis yemenís afectó a dos importantes instalaciones petrolíferas en el Reino de Arabia Saudita, dejando al descubierto las deficiencias de los carísimos (multibillonarios) sistemas de defensa aérea Patriot de Estados Unidos.
Este ataque conmocionó a los responsables políticos de todo el mundo, al demostrar que los medios de guerra asimétricos y de bajo coste pueden ser eficaces más allá de todas las expectativas, capaces de infligir daños por valor de miles de millones de dólares con un desembolso de sólo unos pocos miles de dólares. Con Aramco controlando la información oficial, se desconoce el alcance real de los daños causados por el ataque de Houthi.
Más del 50% de la producción de petróleo fue interrumpida por el ataque, con informes no confirmados que sugieren que Riyadh podría necesitar importar cantidades considerables de petróleo de Irak.
Los alardes de guerra
Como si este escenario no fuera suficiente para complicar los planes de supervivencia saudíes, Israel y los neoconservadores de Washington están presionando para que se dé una respuesta armada contra Teherán y que Arabia Saudí cargue con la mayor parte del coste. La familia Al Saud, consciente de las capacidades militares iraníes, parece haber suavizado su tono beligerante contra Irán.
En esta ya volátil situación de Oriente Medio, que corre el riesgo de sufrir una conflagración incontrolable, los riesgos para los saudíes son bastante claros, y quizás también demasiado conocidos por ellos. El reino saudí se encuentra en una situación precaria, sostenida por el bienestar que ofrece a la población. Si una guerra resultara en muerte, destrucción y empobrecimiento, ¿cuánto tiempo podría durar la Casa de Saud antes de ser derrocada en una insurrección de tipo árabe guiada por Washington?
La clave, el control de la OPEP
Hay que darse cuenta de que la importancia de Arabia Saudita no radica tanto en quién la gobierna, sino en su capacidad para controlar a la OPEP e imponer la venta de petróleo en dólares estadounidenses, asegurando así la centralidad de Washington en la economía mundial gracias al concepto de la moneda de reserva mundial —el petrodólar.
La reciente decisión de Pekín de conceder una línea de crédito de entre 280,000 y 400,000 millones de dólares estadounidenses a la República Islámica de Irán, forma parte de una estrategia de amplio espectro que mira hacia un futuro lejano y no sólo inmediato.
Ciertamente, Irán se beneficiará de esta ayuda económica que compensará la falta de ingresos de la venta de petróleo debido a las sanciones secundarias de los Estados Unidos. Pekín tiene la intención de entrar en el mercado iraní del gas y el petróleo, ayudando a las empresas estatales iraníes a desarrollar yacimientos, plantas, logística, puertos y centros de energía, garantizando así un futuro suministro de petróleo y gas para un país que experimenta un fuerte crecimiento económico y demográfico.
Un panorama interesante
Si ampliamos el razonamiento que subyace a las intenciones de China y lo relacionamos con los intereses de Oriente Medio y Estados Unidos, surge un panorama interesante que debe ser cuidadosamente evaluado.
Sabemos que Washington se jacta de haber logrado la autosuficiencia energética a través del fracking y el gas de esquisto, convirtiéndolo en un exportador neto. Aunque existen dudas sobre la durabilidad de los pozos en cuestión, la situación actual parece confirmar que Estados Unidos depende mucho menos del petróleo saudí y de Oriente Medio para satisfacer la demanda interna.
En consecuencia, muchos responsables políticos, incluidos los generales Dunford y Mattis, entrevistados recientemente por el CFR (Consejo de Relaciones Exteriores), explicaron cómo el cambio en la Estrategia de Defensa Nacional confirma cómo se ha pasado del conocido marco 4+1 (China, Rusia, Irán, República Popular Democrática de Corea + terrorismo islámico) a un marco 2+3 mejor equilibrado (China, Rusia + República Popular Democrática de Corea, Irán y terrorismo), en reconocimiento del retorno de la política de grandes potencias.
Hacia el Lejano Oriente
En términos geográficos, esto implica un futuro desplazamiento de las fuerzas militares del Golfo Pérsico, Oriente Medio y África del Norte hacia el Lejano Oriente. Esto es con el propósito de contener y rodear (militar, económica y tecnológicamente) al principal competidor de Washington, a saber, China.
Pekín, en respuesta a este cerco, tiene una carta en la manga. Puede tratar de reemplazar la situación de la moneda de reserva del dólar estadounidense no sólo acudiendo a la ayuda de Irán, que es fundamental para su Iniciativa las Nuevas Rutas de Seda, sino también, en una etapa posterior, tratando de atraer a Arabia Saudita (y a la OPEP) para que dejen de vender petróleo en dólares estadounidenses exclusivamente. Moscú, con el desarrollo de la OPEP+, puede ayudar a su aliado chino, dando forma al mercado del GNL con precios cotizados en monedas distintas al dólar estadounidense. En la actualidad, Pekín y Moscú comercian con hidrocarburos pasando por alto completamente tanto el sistema de pago SWIFT así como al dólar estadounidense.
Operación a mediano plazo
Los chinos tienen en mente una operación bien planificada que podría cambiar todo el panorama económico del mundo. En primer lugar, China ayudará a Irán a desarrollar sus exportaciones y, al mismo tiempo, se garantizará el suministro futuro, permitiendo que ambos países se protejan del terrorismo económico estadounidense. Naturalmente, la venta de petróleo de Irán a China tiene lugar fuera del sistema SWIFT y, por lo tanto, fuera del ámbito del petrodólar estadounidense.
Con esta medida, Pekín busca asegurar la futura venta de hidrocarburos para su economía en crecimiento, asegurando el desarrollo continuo del país, complementando las inversiones ya realizadas en el norte de África (minerales y materias primas) y en el este de Rusia (agricultura).
El verdadero peligro para la hegemonía económica de EE.UU. que representa China reside en Arabia Saudí. Si Washington sigue dependiendo cada vez menos de los saudíes para las importaciones de petróleo, desplazando su atención hacia el sudeste asiático, entonces habrá cada vez menos razones para que Estados Unidos ofrezca un impedimento al ascenso de Irán como el hegemón regional. Por lo tanto, los sauditas se verá obligados a empezar a mirar a su alrededor y a reevaluar su lugar en el mapa regional.
Cerco chiita a los sauditas
La pesadilla de Riad es la de un arco chiita que se extiende desde el Mediterráneo hasta el Golfo Pérsico, con China como su principal socio comercial y Rusia como su socio militar. Todo esto ¡sin que su aliado estadounidense ofrezca un contrapeso de equilibrio en la región!
La estrategia de China con respecto a Irán es presionar a Arabia Saudí para que considere la venta de petróleo en monedas distintas al dólar estadounidense. Tal y como están las cosas ahora, Pekín importa cantidades sustanciales de petróleo crudo de Arabia Saudí. Esto podría cambiar si China transfiere sus importaciones de petróleo a Irán, pagando por este petróleo en monedas distintas al dólar, o tal vez simplemente en renminbi.
Si este contagio se extendiera a Qatar (un socio económico iraní de importancia fundamental para el desarrollo del yacimiento de gas South Pars/North Dome) y a otros países del Golfo, Arabia Saudí vería amenazada su condición de potencia económica exportadora de gas y petróleo, con planes tan esperanzadores como el de Saudi Vision 2030 que ofrecen pocas compensaciones.
Pekín sería más favorable a la importación de bienes primarios, incluyendo gas y petróleo, en una moneda distinta al dólar, quizás a través de una canasta de monedas que represente mejor el contexto multipolar en el que vivimos. Podría ser una cesta modelada a partir de la del FMI, pero con una proporción menor de dólares estadounidenses (o tal vez ninguna), para limitar la influencia de la Reserva Federal en los mercados extranjeros y en las finanzas privadas de los países individuales.
Como un baile de capoeira
La estrategia de Pekín parece estar diseñada para progresar en fases, modulando según la reacción de los EE.UU., ya sea agresiva o leve; una especie de baile de capoeira en el que uno nunca golpea a su oponente incluso cuando puede. Sin embargo, el objetivo a largo plazo de esta danza es socavar la principal fuente de ingresos y poder de los Estados Unidos: el dólar estadounidense como moneda de reserva mundial —o mejor dicho el petrodólar.
La primera fase de esta estrategia se centra en Irán y en la precaria situación económica en la que se encuentra el país, principalmente como resultado de las sanciones estadounidenses. En esta primera fase, la línea de crédito de Pekín servirá para mantener a flote a Irán en su lucha contra el terrorismo económico estadounidense. Una segunda fase probablemente implicará algún tipo de cambio legislativo iraní para permitir que las empresas estatales chinas trabajen junto a las iraníes en los yacimientos de petróleo y gas. Una tercera fase será probablemente la participación de Qatar en el desarrollo del mayor yacimiento de gas del mundo, compartido entre Doha y Teherán. Mientras tanto, el BRI continuará expandiéndose, moviéndose a las afueras del país persa e involucrando a muchos países del sudeste asiático a lo largo del camino, expandiendo así el comercio entre diferentes partes del mundo.
Confirmando que esta estrategia ya está en marcha, China también está intentando salvaguardar sus líneas marítimas de comunicación en caso de guerra. Pekín es consciente de que es imperativo contar con una sólida capacidad naval, por lo que ha realizado grandes inversiones en este sentido.
El catalizador para un cambio
En un contexto geopolítico como éste, es difícil imaginar que Arabia Saudí siga siendo tan incuestionablemente complaciente con los intereses estadounidenses: vender petróleo exclusivamente en dólares estadounidenses, sin recibir a cambio suficiente protección militar o beneficios económicos. Washington ha calculado seriamente mal si cree que puede mantener vivo el dólar estadounidense como reserva global, mientras continúa desestabilizando al mundo económicamente, continúa ignorando la protección militar de sus aliados regionales, y todo esto a pesar de la creciente alternativa china-iraní-rusa para que todos lo vean.
Entre Obama y Trump hubo la Primavera Árabe, amenazas de guerras y las llevadas a cabo, desestabilización económica, terrorismo financiero, amenazas a los aliados, la venta de material militar obsoleto, y un cambio de estrategia (“Pivote hacia Asia”) ocasionado por la transición de un orden unipolar a uno multipolar. En un mundo tan cambiante, el dólar estadounidense será inevitablemente reemplazado por una cesta de monedas, que a su vez eliminará el poder adquisitivo ilimitado que permitió que Washington se convirtiera en la superpotencia que es hoy.
El jaque mate económico
Pekín entendió este mecanismo hace años, y ahora ve a Irán como el catalizador para efectuar un cambio de época. Irán es útil no sólo porque el BRI transita por su territorio, sino porque también ofrece el jaque mate económico a la hegemonía petrodólar de Estados Unidos, ofreciéndose como un caballo de batalla para acercarse a Arabia Saudita y llevar a este reino al redil multipolar.
De hecho, es obvio que las propuestas económicas y morales de Pekín a Riad encontrarán problemas, y los Estados Unidos, reconociendo la importancia de Arabia Saudí en el mantenimiento de su hegemonía petrodólar, se resistirán a ello. Rusia, sin embargo, está contribuyendo a esta transición geopolítica ofreciendo vender armas defensivas al Reino.
Los esfuerzos de Obama y Trump por socavar el ascenso de Pekín, por las buenas o por las malas, sólo han acabado socavando la capacidad de Washington para mantener el dólar estadounidense como moneda de reserva mundial, lo que ha supuesto el inicio del desenlace de esta imposición privilegiada y antinatural.
*Federico Pieraccini es un escritor independiente, especializado en asuntos internacionales, conflictos, política y estrategias.
Texto original: https://www.strategic-culture.org/news/2019/10/03/iran-is-chinas-secret-weapon-for-killing-off-the-us-dollars-global-reserve-status/
Traducción: A. Mondragón
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