Por Oscar Silva Valladares
La atemporalidad del pensamiento y la visión en la política mundial es una rara marca de grandeza. The Decline of the West, de Oswald Spengler, escrito hace un siglo, merece esta distinción ya que se lee como si hubiera sido hecho ayer.
El historiador-filósofo alemán escribió en 1922 que la civilización centenaria de Europa Occidental y los Estados Unidos estaba en un declive permanente e irreparable, en todas las manifestaciones de la vida, incluidas la religión, el arte, la política, la vida social, la economía y la ciencia. Para él, las dimensiones políticas, sociales e ideológicas de este declive eran evidentes en las fallas de la clase política occidental en ambos lados del Atlántico. Vio a los políticos, en su mayoría con sede en las grandes ciudades, consumidos por la ideología y el desprecio hacia las mayorías silenciosas y los describió como “un nuevo tipo de nómada, de una coherencia inestable, el habitante parasitario de la ciudad, sin tradiciones, totalmente práctico, sin religión, astuto, infructuoso y despreciando profundamente a las masas”. Hoy en día, el liderazgo de la Unión Europea (UE) con sede en Bruselas, a través de su desdén recurrente por la soberanía de la nación, se ajusta plenamente a esta definición.
La ideología sobre la acción
Spengler creía que la decadencia en la política significa el predominio de la ideología sobre la acción. “Los hombres de teoría cometen un gran error al creer que su lugar está a la cabeza y no en el tren de los grandes eventos”, escribió, sin darse cuenta de cuán cierto es esto hoy en día, ya que acabamos de ver la caída de la primera ministra británica, Liz Truss, quien sacrificó la economía en el altar de la ideología. El dogma que destruye la cohesión social y la prosperidad también está presente en la destrucción de la competitividad manufacturera de Europa, cuando sus políticos niegan por la fuerza la energía rusa barata o cuando la lituana liliputiense se pelea con China en defensa de la “soberanía” de Taiwán. Ante estos hechos el pensador alemán habría repetido su afirmación de que “el político doctrinario… siempre sabe lo que debe hacerse, y sin embargo en la práctica, una vez que deja de limitarse al papel, es la menos exitosa y por lo tanto la menos valiosa de la historia”.
Cuando escuchamos al Ministro de Asuntos Económicos de Alemania, Harbeck, o a su homólogo de Relaciones Exteriores, Baerbock, dar una conferencia sobre la primacía de la agenda verde o sobre cómo el apoyo militar a Ucrania debe continuar independientemente de lo que piensen los votantes, no podemos evitar recordar la pregunta condenatoria del escritor: “¿[Tienen] alguna idea de las realidades de la política mundial, de los problemas de las ciudades mundiales, del capitalismo, del futuro del estado, de la relación de la tecnología con el curso de la civilización, de Rusia, de la ciencia?”.
Sin entender a China
El “orden internacional basado en reglas”, ese axioma occidental nacido de la euforia posterior a la Guerra Fría y utilizado para justificar el hegemonismo liderado por Estados Unidos, nos recuerda el aforismo del escritor de que “nada es más simple que hacer buena la pobreza de las ideas fundando un sistema”. “Incluso una buena idea tiene poco valor cuando la enuncia un burro solemne” me viene a la mente cuando escuchamos al presidente de la Comisión Europea, von der Leyen, o al jefe de Asuntos Exteriores de la UE, Borrell, enunciar y repetir el mismo mantra. “En política, sólo las necesidades para la vida deciden la eminencia de cualquier doctrina”, es algo que se ha olvidado mientras Europa sigue ciegamente a Estados Unidos en una guerra económica que está arruinando el continente.
Sobre el enfrentamiento Este-Oeste, relativo a China, Spengler destacó la tradicional falta de comprensión de los políticos occidentales sobre los principales impulsores del pensamiento chino, que tienen que ver con una visión de 4,000 años de la historia y de su lugar en el mundo, en comparación con El estrecho marco de tiempo occidental absorbido por eventos que tuvieron lugar desde 1500 —Nota del traductor: “Un pequeño saber no puede equipararse a uno grande. Ni una corta vida a una larga existencia. ¿Cómo se sabe que esto es así? El hongo que sólo vive una mañana desconoce el ciclo de la luna. La cigarra de verano nada sabe de primaveras ni de otoños. Así son las pequeñas existencias”. Chuang Tsé—. La percepción autónoma occidental de la historia niega la historia del mundo, dice, y agrega que la historia del mundo, a los ojos occidentales, es nuestra imagen del mundo y no la de toda la humanidad.
Una inmensa ilusión óptica
El excepcionalismo estadounidense, la peligrosa noción de que los valores, el sistema político y la historia de Estados Unidos lo destinan a desempeñar el papel protagónico mundial, fue cuestionado por Spengler cuando señaló que hay tantas morales como Culturas, ni más ni menos, y que cada Cultura posee su propio estándar, cuya validez comienza y termina con él, una afirmación que explica la necesidad de un mundo multipolar. Por mucho que se haya vuelto políticamente correcto criticar las ideas de Nietzsche después de su apropiación por parte de la ideología nazi, Spengler afirmó que el concepto básico de la voluntad de poder de Nietzsche es esencial para la civilización occidental, y esto es consistente con la creencia occidental sobre la superioridad de sus valores y la necesidad de imponerlos a otras culturas. “La humanidad occidental está bajo la influencia de una inmensa ilusión óptica. Todos exigen algo de los demás”.
Decimos “tú debes” en la convicción de que fulano de hecho será, puede y debe ser cambiado o moldeado o arreglado conforme a la orden, y nuestra creencia tanto en la eficacia como en nuestro derecho a dar tal órdenes son inquebrantables.
El silencio de la “verdad”
El dinero, la política y la prensa juegan un papel íntimo en la civilización occidental, declara Spengler. En política, el dinero “cuida” el proceso democrático particularmente durante las elecciones, como es el caso recurrente de Estados Unidos. La prensa está al servicio de quien la posee y no difunde la opinión “libre”, la genera. “¿Que es la verdad? para la multitud, lo que continuamente lee y oye”. Sobre la libertad de prensa, se nos recuerda que a cada uno le está permitido decir lo que le plazca, pero la Prensa es libre de tomar nota de lo que dice o no. La prensa puede condenar a muerte cualquier “verdad” por simplemente no comunicarla al mundo: “La terrible censura del silencio es muy potente porque las masas de lectores de periódicos ignoran por completo que existe”.
Existen sorprendentes paralelismos entre la pobreza actual en las ciudades estadounidenses y su observación de Roma en la época de Craso, quien como especulador inmobiliario también recuerda a Donald Trump. El pueblo de Roma es retratado viviendo “en una miseria espantosa en las casas de huéspedes de muchos pisos de los suburbios oscuros”, una desgracia directamente relacionada con las consecuencias del expansionismo militar romano y que sugiere las condiciones actuales de vivienda en Detroit, Cleveland o Newark.
The Decline of the West se leyó por primera vez como el epílogo de la Primera Guerra Mundial, la guerra que terminó con todas las guerras. Esperemos que no se lea en el mundo de hoy como la introducción de una nueva calamidad.
Oscar Silva-Valladares es un ex banquero de inversiones que ha vivido y trabajado en América del Norte y América Latina, Europa Occidental y Oriental, Arabia Saudita, Japón, Filipinas y África Occidental. Actualmente brinda asesoramiento de consultoría estratégica sobre asuntos financieros en los mercados emergentes.
Texto original: http://www.ronpaulinstitute.org/archives/featured-articles/2022/november/11/the-decline-of-the-west-spengler-in-today-s-world/
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