La invulnerabilidad militar de EE.UU. se ha acabado, para siempre

El último misil ruso aerobalístico hipersónico Mach-10 Kinzhal, recientemente probado en el Ártico.

La aparente invencibilidad del imperio militar del régimen de Washington —vía el Ministerio de la Propaganda y Hollywood— parece ser como un Huevo de Pascua, bonito por fuera pero vacío por dentro. Y no debería sorprender. Cómo hemos remarcado en varios artículos de nuestro portal, la supremacía de los servicios de inteligencia de EE.UU. de oír a escondidas al resto del mundo está a punto de quedar en 0, nada, o quizás ya haya ocurrido. Pero eso no es todo, como lo revela un nuevo libro de Andrei Martyanov, la presunta invulnerabilidad militar de EE.UU. se ha acabado, para siempre, ante el nuevo poderío militar de Rusia y China, lo que allana aún más el camino hacia el nuevo paradigma del Nuevo Sistema Mundo Euroasiático que acaba de nacer.
Por Pepe Escobar
Como la rareza de una luna azul, un libro indispensable ha salido a la luz, dejando en claro que un mundo post-MAD —el fin del régimen de Washington como la “superpotencia planetaria” o “Excepcionalistan”— es real. Ese es el mensaje de “La (verdadera) revolución en los asuntos militares”, de Andrei Martyanov (de Clarity Press), quizá el libro más importante del 2019.
Martyanov es un autor que tiene todos los atributos especiales para escribir un libro como de esta categoría —es un analista militar ruso de alto nivel, nacido en Bakú en los días de la URSS, viviendo y trabajando en los EE.UU., y escribiendo y blogueando en inglés. Y no es el primer libro que escribe sobre un tema crítico y fundamental en el mundo de la geopolítica actual.

La farsa de la Trampa de Tucídides
Desde el principio, Martyanov no pierde tiempo en destruir no sólo los desvaríos de Fukuyama y Huntington, sino especialmente el infantil y sin sentido argumento de Graham Allison sobre la Trampa de Tucídides —como si la ecuación de poder entre Estados Unidos y China en el siglo XXI, pudiera ser fácilmente interpretada en paralelo con Atenas y Esparta en la Guerra del Peloponeso hace más de 2,400 años. ¿Y ahora qué? ¿Xi Jinping es el nuevo Genghis Khan?
(Por cierto, el mejor ensayo actual sobre Tucídides es en italiano, de Luciano Canfora (“Tucidide: La Menzogna, La Colpa, L’Esilio”). No hay trampa. Martyanov disfruta visiblemente definiendo la Trampa como un “producto de la imaginación” de personas que “tienen una comprensión muy vaga de la guerra real en el siglo XXI”. No es de extrañar que Xi dijera explícitamente que la Trampa no existe).

La destrucción de la mitología
Martyanov ya había detallado en su espléndido libro anterior “La pérdida de la supremacía militar: La miopía de la planificación estratégica estadounidense”, cómo “la falta de experiencia histórica de los estadounidenses en una guerra continental”, terminó con la “plantación de las semillas de la destrucción definitiva de la mitología militar estadounidenses de los siglos XX y XXI —Made in Hollywood, cabría añadir—, que es fundamental para (explicar) su declive, debido a la arrogancia y el desapego de la realidad”. A lo largo del libro, él no deja de dar evidencia sólida sobre la letalidad apocalíptica que le espera a las fuerzas estadounidenses en una posible y futura guerra contra fuerzas aéreas, defensas aéreas y un poder naval de potencias militares reales —no los talibanes o la soldadesca de Saddam Hussein.

Explicado con matemáticas
Una de las claves es el fracaso de los modelos matemáticos estadounidenses: Los lectores del libro tienen que digerir bastantes ecuaciones matemáticas. El punto clave es que este fracaso llevó a Estados Unidos “a una continua espiral descendente de disminuir sus capacidades militares contra la nación [Rusia] que creían haber derrotado en la Guerra Fría”.
En Estados Unidos, la Revolución en Asuntos Militares (RMA) fue introducida por el difunto Andrew Marshall, alias Yoda, el ex jefe de la Evaluación Neta del Pentágono y el inventor de facto del concepto “El Eje hacia Asia” (la política militar y diplomática del gobierno de Obama a ser impuesta en el Este de Asia”). Sin embargo, Martyanov nos dice que la RMA comenzó en realidad como la MTR (Revolución Tecnológica Militar), introducida por los teóricos militares soviéticos en la década de 1970.

La Guerra Centrada en la Red
Uno de los elementos básicos de la RMA se refiere a las naciones capaces de producir misiles de crucero de ataque terrestre, también conocidos como TLAM. En la actualidad, sólo Estados Unidos, Rusia, China y Francia pueden hacerlo. Y sólo hay dos sistemas mundiales que proporcionan orientación por satélite a los misiles de crucero: el GPS estadounidense y el GLONASS ruso. Ni el BeiDou de China ni el Galileo europeo califican —todavía— como sistemas globales de GPS.
Luego está la Guerra Centrada en la Red (NCW). El término en sí fue acuñado por el difunto almirante Arthur Cebrowski en 1998, en un artículo que co-escribió con John Garstka titulado “Guerra centrada en la red —su origen y su futuro”.

Los misiles supersónicos
Despejando sus ecuaciones matemáticas, Martyanov nos dice que “la era de los misiles anti-naves subsónicos ha terminado”. La OTAN, ese organismo con muerte cerebral (copyright Emmanuel Macron) ahora tiene que enfrentarse al supersónico P-800 Onyx ruso y al M54 de clase Kalibr en un “entorno de guerra electrónica altamente hostil”. Todo el desarrollo militar moderno de hoy en día se aplica según la Guerra Centrada en la Red (NCW), desarrollada por el Pentágono en la década de 1990.
Martyanov menciona en su nuevo libro algo que yo supe en mi visita a Donbass, en marzo del 2015: cómo los principios del NCW, “basados en las capacidades C4ISR de Rusia puestas a disposición por el ejército ruso a las fuerzas armadas numéricamente inferiores de las Repúblicas de Donbass (LDNR), fueron utilizados con un efecto devastador tanto en las batallas de Ilovaisk como de Debaltsevo, al atacar al obsoleto ejército de las Fuerzas Armadas Ucranianas de la era soviética”.

No hay escapatoria al Kinzhal
Martyanov proporciona amplia información sobre el último misil ruso —el aerobalístico hipersónico Mach-10 Kinzhal, recientemente probado en el Ártico.
Crucialmente, como él explica, “ninguna defensa antimisiles existente en la Armada de Estados Unidos es capaz de derribarlo, incluso en el caso de que se detecte este misil”. Kinzhal tiene un alcance de 2.000 km, lo que deja a sus portaaviones, MiG-31K y TU-22M3M, “invulnerables a la única defensa que un Grupo de Batalla de Portaaviones de EE.UU., un pilar principal del poder naval de EE.UU., puede montar —portaaviones de combate”. Estos cazas simplemente no tienen el alcance.
El Kinzhal fue una de las armas anunciadas por el presidente ruso Vladimir Putin en su discurso de cambio de juego del 1 de marzo de 2018 en la Asamblea Federal. Ese fue el día, subraya Martyanov, en el que llegó el verdadero RMA, y “cambió por completo, en forma dramática, la cara de la guerra, la competencia y el equilibrio de poder global entre iguales”.

El Pentágono admite su incapacidad
Altos funcionarios del Pentágono, como el general John Hyten, vicepresidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor, han admitido que “no existen contramedidas” contra, por ejemplo, el hipersónico vehículo de deslizamiento Mach 27 Avangard (que inutiliza los sistemas de misiles antibalísticos), diciendo al Comité de las Fuerzas Armadas del Senado de EE.UU. que la única salida sería “una disuasión nuclear”. Tampoco existen contramedidas contra los misiles antibuque como el Zircón y el Kinzhal.
Cualquier analista militar sabe muy bien cómo el Kinzhal destruyó un objetivo terrestre del tamaño de un Toyota Corolla en Siria, después de ser lanzado a 1.000 km de distancia en condiciones climáticas adversas. El corolario es el material de las pesadillas de la OTAN: Las instalaciones de mando y control de la OTAN en Europa son de hecho indefendibles.
Martyanov va directo al grano: “La introducción de armas hipersónicas seguramente vierte un poco de agua fría en la obsesión norteamericana de asegurar su territorio continental de ataques de represalia”.

Una represalia garantizada
Por lo tanto, Martyanov es implacable con los responsables políticos estadounidenses que “carecen de las herramientas necesarias para comprender la realidad geoestratégica en desarrollo, sobre la verdadera revolución en los asuntos militares… (que) han degradado drásticamente las siempre infladas capacidades militares estadounidenses y sigue redefiniendo el estatus geopolítico de EE.UU. lejos de su autodeclarada hegemonía”.
Y es más drástico cuando escribe: “Tales armas aseguran una represalia garantizada [la cursiva es de Martyanov] en el propio EE.UU.”. Incluso los actuales elementos de disuasión nuclear rusos —y en menor grado los chinos, que desfilaron recientemente— “son capaces de superar los sistemas antibalísticos estadounidenses existentes y destruir a Estados Unidos”, sin importar la burda propaganda que el Pentágono esté vendiendo.
En febrero del 2019, Moscú anunció la finalización de las pruebas de un motor nuclear para el misil de crucero Petrel. Se trata de un misil de crucero subsónico con propulsión nuclear que puede permanecer en el aire durante bastante tiempo, cubriendo distancias intercontinentales, y es capaz de atacar desde las direcciones más inesperadas. Martyanov caracteriza maliciosamente al Petrel como “un arma de venganza en caso de que algunos de los responsables de la toma de decisiones estadounidenses, que pueden ayudar a precipitar una nueva guerra mundial, intenten esconderse de los efectos de lo que han desatado en la relativa seguridad del hemisferio sur”.

El “asesino de portaaviones”
Una sección del libro destaca el progreso militar de China y los frutos de la asociación estratégica entre Rusia y China, como la compra por parte de Pekín de misiles antiaéreos S-400 Triumph, valorados en 3,000 millones de dólares, “ideales para tratar con el tipo exacto de activos de ataque que Estados Unidos utilizaría en caso de un conflicto convencional con China”.
Debido al momento, el análisis ni siquiera toma en consideración el arsenal presentado a principios de octubre en el desfile de Pekín, para celebrar el 70 aniversario de la República Popular China.
Esto incluye, entre otras cosas, el “asesino de portaaviones” DF-21D, diseñado para atacar buques de guerra en el mar a un alcance de hasta 1.500 km; el “asesino de Guam” DF-26 de alcance intermedio; el misil hipersónico DF-17; y los misiles de crucero antibuque YJ-18A, lanzados por submarinos y buques de largo alcance. Por no mencionar el ICBM DF-41 —la columna vertebral de la disuasión nuclear de China, capaz de llegar al territorio continental de los Estados Unidos con múltiples ojivas.

EE.UU. rezagado en generaciones
Martyanov no pudo evitar dirigirse a la Corporación RAND, cuya razón de ser es presionar implacablemente para conseguir más dinero para el Pentágono —culpando a Rusia de la “guerra híbrida” (un invento norteamericano) incluso cuando se queja de la incapacidad de los Estados Unidos para derrotar a Rusia en todos y cada uno de los juegos de guerra. Los juegos de guerra de RAND que enfrentaban a los Estados Unidos y sus aliados contra Rusia y China, terminaron invariablemente en una “catástrofe” para la “mejor fuerza de combate del mundo” —según el Ministerio de la Propaganda.
Martyanov también se dirige a los S-500, capaces de alcanzar los aviones AWACS y posiblemente, incluso, capaces de interceptar objetivos hipersónicos no balísticos. El S-500 y su último sistema de defensa aérea de rango medio, el S-350 Vityaz, estarán operativos en el 2020.
El párrafo clave del libro: “No hay paridad entre Rusia y Estados Unidos en campos como la defensa aérea, las armas hipersónicas y, en general, el desarrollo de misiles, por nombrar sólo unos pocos campos —Estados Unidos está rezagado en estos campos, no sólo en años sino en generaciones [la cursiva es mía]”.

El “orden” de EE.UU. al borde del colapso
A lo largo y ancho del Sur Global, decenas de naciones están muy conscientes de que el “orden” económico de Estados Unidos —más bien el desorden— está al borde del colapso. En contraste, un modelo de relaciones exteriores cooperativas, conectadas, basadas en reglas, entre naciones soberanas está avanzando en Eurasia —simbolizado por la fusión de las Nuevas Rutas de la Seda, o la Iniciativa del Cinturón de Carreteras (BRI), la Unión Económica de Eurasia (EAEU), la Organización de Cooperación de Shangai (SCO), el Banco de Inversión en Infraestructura de Asia (AIIB), el BND (el banco BRICS).
Los principales garantes del nuevo modelo son Rusia y China. Y Pekín y Moscú no se hacen ilusiones sobre la dinámica tóxica de Washington. Mis recientes conversaciones con los principales analistas en Kazajstán, el mes pasado, y en Moscú la semana pasada, subrayaron una vez más la inutilidad de negociar con personas descritas —con matices de sarcasmo superpuestos— como fanáticos excepcionalistas. Rusia, China y muchos rincones de Eurasia se han dado cuenta de que no hay acuerdos posibles y significativos con una nación empeñada en romper todos los acuerdos.

¿Indispensable? No: Vulnerable
Martyanov no puede dejar de evocar el discurso de Putin ante la Asamblea Federal en febrero del 2019, después de que Washington abandonara unilateralmente el tratado INF, despejando el camino para el despliegue por parte de Estados Unidos de misiles de alcance intermedio y cercano estacionados en Europa y apuntando a Rusia:
“Rusia se verá obligada a crear y desplegar esos tipos de armas… contra aquellas regiones de las que nos enfrentaremos a una amenaza directa, pero también contra aquellas regiones que albergan los centros donde se toman las decisiones sobre el uso de esos sistemas de misiles que nos amenazan”.
Traducción: La invulnerabilidad americana se ha acabado, para siempre.
A corto plazo, las cosas siempre pueden empeorar. En su tradicional reunión de fin de año con la prensa, en Moscú, que duró casi cuatro horas y media, Putin declaró que Rusia está más que lista para “simplemente renovar el actual acuerdo New START”, que está destinado a expirar a principios de 2021: “Ellos [Estados Unidos] pueden enviarnos el acuerdo mañana, o podemos firmarlo y enviarlo a Washington”. Y sin embargo, “hasta ahora nuestras propuestas han quedado sin respuesta. Si el Nuevo START deja de existir, nada en el mundo detendrá una carrera armamentista. Creo que esto es malo”.

La disonancia cognitiva de la elite
“Malo” es un eufemismo. Martyanov prefiere subrayar cómo “la mayoría de las élites americanas, al menos por ahora, todavía viven en un estado de disonancia cognitiva orwelliana”, incluso cuando la verdadera RMA “hizo saltar por los aires el mito de la invencibilidad convencional americana”.
Martyanov es uno de los pocos analistas —siempre de diferentes partes de Eurasia— que han advertido sobre el peligro de que EE.UU. “tropiece accidentalmente” en una guerra contra Rusia, China, o ambas, que es imposible de ganar convencionalmente, “por no hablar de la pesadilla de una catástrofe nuclear global”.
¿Esta advertencia es suficiente para inculcar, al menos, un poco de sentido común a los que dominan esa enorme vaca lechera, el complejo industrial-militar-seguridad? No cuentes con ello.

Pepe Escobar es un analista geopolítico independiente, escritor y periodista. Escribe para The Roving Eye, Asia Times Online, y trabaja como analista para RT, Sputnik News y Press TV. Anteriormente trabajó para Al Jazeera.

Texto original: https://consortiumnews.com/2019/12/21/pepe-escobar-you-say-you-want-a-russian-revolution/
Traducción: A. Mondragón

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