La petulancia como arte de gobernar

Cuando se trata de Donald Trump, tiendo a ignorar sus travesuras egocéntricas. Creo que la sustancia (cuando la hay) se pondrá de manifiesto más adelante cuando su personal aclare lo que quiso decir el rey loco. Sin embargo, la serie de eventos en torno a la reciente Cumbre del G-7 fue algo más allá de lo normal. Esto es especialmente cierto cuando uno nota que John Bolton estaba al lado de Trump, en la ahora infame foto donde se le ve sentado al otro lado de la mesa, frente a otros líderes de gran parte del mundo capitalista, con los brazos cruzados y una mirada de enojo. La combinación de Trump y Bolton es peligrosa. Los diseños demoníacos de Bolton para conquistar el mundo siempre han sido parte del programa de los neoconservadores de EE.UU, pero otros poderes han mantenido sus planes más maníacos bajo control. Es poco probable que Trump los haga y Bolton lo sabe. Pero uno puede estar seguro de que él ya está tramando cómo comenzar la próxima guerra.

Por Ron Jacobs

Una comprensión ignorante

Los eventos antes y durante la reciente cumbre del G-7 no fueron sorprendentes. Trump y sus asesores nacionalistas viven en un mundo en el que Estados Unidos es y siempre será el mandamás. Su comprensión de la naturaleza del capitalismo moderno está, en el mejor de los casos, mal informada y sencillamente ignorante en el peor de los casos. El llamado a una política de America First refleja esta ignorancia. Además de su referencia a un pasado inexistente, cuando más bien los Estados Unidos manejó al resto del mundo a su antojo, sin ser desafiado, el enfoque de Trump puede llevarnos a una severa depresión económica o a una guerra que el mundo ha visto jamás. Cuando uno considera las guerras de devastación causadas en el siglo pasado, esa es una posibilidad bastante siniestra.

El real mundo de los financistas

Tanto si a Trump como a su gente les guste o no, no pueden retroceder en el tiempo sin destruir gran parte del sistema comercial actual. Uno no puede simplemente reconstruir fábricas y repartir trabajos bien remunerados en el 2018; uno no puede simplemente hacer viviendas asequibles y dejar que todos los que quieran comprar una casa compren una. Este es especialmente el caso si todo el esfuerzo de la reconstrucción se realiza a través de una mayor privatización.
Los financistas de hoy no están interesados ​​en producir bienes, quieren dinero fácil y rápido al comprar y vender deudas, y especular sobre el futuro de la clase trabajadora internacional. Incluso si las fábricas se reconstruyen, los salarios pagados a quienes trabajan dentro de ellas tendrán que ser competitivos. Y como ya lo sabe cualquier persona endeudado en el mundo de hoy, los salarios no sacarán a una persona de la deuda.

Comprando en la mentira

En cambio, es muy probable que esos trabajadores incurran en una deuda aún mayor, comprando en la mentira de una economía resurgente, un fenómeno del que solo los ricos se beneficiarán realmente. Después de todo, son sus bancos los que poseen la deuda que el resto de nosotros tenemos. No importa lo que ganen la mayoría de los trabajadores con sus salarios, sus deudas son casi seguramente mayores. Eso no es un accidente, es la forma en que el capitalismo moderno está diseñado para funcionar.
Así, a pesar de la casi imposibilidad de devolver la economía de los Estados Unidos a los primeros días del capitalismo monopólico, Trump y sus fuerzas están tratando de hacer justamente eso. Este es el significado detrás de los aranceles y los brazos cruzados de Trump en el G-7.

Trump se resiste a la cooperación

A pesar de que Estados Unidos ha perdido terreno en el área de la producción industrial, con la consecuente pérdida de millones de trabajos de clase media generada por las propias mega-corporaciones de Wall Street, sigue dominando el mundo militarmente. Trump, al igual que sus predecesores, entiende esto. Sin embargo, a diferencia de sus predecesores, Trump se resiste a la cooperación que existe desde hace décadas entre Europa occidental, Canadá y los Estados Unidos. En cambio, culpa a los socios comerciales de los fracasos de la economía de los EE.UU. y cambia el objetivo de sus acusaciones aparentemente por capricho. Una semana es China, la próxima es el G-7.
Esta rivalidad intercapitalista no es algo nuevo. Sin embargo, la naturaleza de la intensificación de la rivalidad de Trump sí lo es. De hecho, es una reminiscencia de los años anteriores a la Primera Guerra Mundial. Ahí radica el peligro. La belicosidad de Trump representada por sus palabras, sus acciones y las de sus asesores, ha creado un trasfondo de peligro innecesario para las relaciones comerciales en todo el mundo. La historia demuestra que cuando las naciones poderosas se niegan a negociar mientras construyen sus ejércitos, la guerra se acerca cada vez más.

Traducción: A. Mondragón

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