La presidencia de Trump ha terminado

Por Robert Reich
Sus alaridos verbales e incendiarios son más fuertes que nunca, pero Donald J. Trump ya no es más el presidente de Estados Unidos. Al no tener una respuesta constructiva a ninguna de las crisis monumentales que convulsionan a nuestro país, él ha abdicado de su cargo.
No está gobernando. Está jugando al golf, viendo la televisión por cable y twitteando.
¿Cómo respondió Trump a los disturbios generalizados tras el asesinato de George Floyd en Minneapolis, un hombre afro-americano que murió después de que un policía blanco se arrodillara en su cuello durante nueve minutos mientras estaba esposado en el suelo?
Su respuesta fue incitar a más violencia policial. Trump llamó a los manifestantes “matones” y amenazó con dispararles. “Cuando empieza el saqueo, empieza el tiroteo”, tuiteó, repitiendo como un loro a un ex jefe de policía de Miami, cuyas palabras provocaron disturbios raciales a finales de los 1960’s.
Al día siguiente alentó a más violencia policial, regodeándose de (literalmente) “los perros más viciosos y las armas más ominosas” que esperaban a los manifestantes fuera de la Casa Blanca, en caso de que atravesaran las líneas del Servicio Secreto, mientras él estuvo escondido en un búnker. El domingo volvió a recurrir a sus tweets incendiarios, instruyendo a los “Alcaldes y Gobernadores Demócratas” a ser “mano dura” con los “ANARQUISTAS”.

Degradando a la presidencia
La respuesta de Trump al asesinato de George Floyd, ha degradado a la presidencia y ha desperdiciado la autoridad moral que le quedaba.
La respuesta de Trump a los últimos tres espantosos meses de enfermedad y muerte ha sido igual de descuidada. Desde que afirmó que el Covid-19 era un “engaño demócrata” y amordazó a los funcionarios de salud pública, criticando a los estados sobre el manejo del coronavirus.
Los gobernadores han tenido que encontrar ventiladores para mantener vivos a los pacientes y equipos de protección para los trabajadores de los hospitales y otros trabajadores esenciales que carecían de ellos, a menudo compitiendo entre sí. Han tenido que decidir cómo, cuándo y dónde reabrir sus economías.
Trump ha afirmado que “no tiene ninguna responsabilidad” en cuanto a las pruebas y la localización de contactos de los contagiados, que son las claves para contener el virus. Su nuevo “plan” responsabiliza a los estados de hacer sus propias pruebas y rastreo de contactos.

Desertando de sus funciones
Trump también ha DESERTADO de sus funciones en la peor crisis económica desde la Gran Depresión.
Más de 41 millones de estadounidenses están desempleados. En las próximas semanas, las moratorias temporal es de desalojo terminarán en la mitad de los estados. Una quinta parte de los estadounidenses no pagaron el alquiler de mayo. Los beneficios extra de desempleo expirarán a finales de julio.
¿Cuál es la respuesta de Trump? Al igual que Herbert Hoover, que en 1930 dijo “lo peor ya ha pasado” mientras miles de personas morían de hambre, Trump dice que la economía mejorará y no hace nada para remediar las crecientes dificultades. La Casa de Representantes, dirigida por los demócratas, aprobó un paquete de ayuda de 3 trillones (millones de millones) de dólares el 15 de mayo. Mitch McConnell ha puesto en receso al Senado sin tomar medidas y Trump calificó a la propuesta como un proyecto de ley muerto.
¿Qué hay de otros asuntos urgentes que un verdadero presidente estaría tratando? La Casa de Representantes ha aprobado cerca de 400 proyectos de ley en este período, incluyendo medidas para reducir el cambio climático, mejorar la seguridad de las elecciones, exigir la verificación de antecedentes sobre la venta de armas, reautorizar la Ley de Violencia contra la Mujer y reformar la financiación de las campañas. Todos están languideciendo en la bandeja de entrada de McConnell. Trump no parece estar al tanto de ninguno de ellos.

Usando Twitter para vengarse
No hay nada intrínsecamente malo en jugar al golf, ver la televisión y twittear. Pero si eso es casi todo lo que un presidente hace cuando la nación está envuelta en crisis, no es un presidente.
Los tweets de Trump no son un sustituto para gobernar. Solo lo usa para vengarse.
Cuando él no está fomentando la violencia contra los manifestantes negros, está acusando a una personalidad de los medios de comunicación de cometer un asesinato, reenviando en Twitter insultos sobre el peso de una política negra y las miradas del presidente de la Casa de Representantes, o conjurando conspiraciones contra sí mismo supuestamente organizadas por Hillary Clinton y Barack Obama, y animando a sus seguidores a “liberar” a sus estados de las restricciones del encierro.
Twittea amenazas falsas que no tiene poder para llevar a cabo: retener los fondos de los estados que amplían el voto por correo, “anula” a los gobernadores que no permiten que los lugares de culto se reabran “inmediatamente”, designa a los activistas antifascistas como terroristas y castiga a Twitter por verificar los hechos. Y miente incesantemente.

El desprecio por su trabajo
En realidad, Donald Trump no dirige el gobierno de Estados Unidos. No dirige nada. No organiza a nadie. No administra, ni supervisa, ni vigila. No lee memos. Odia las reuniones. No tiene paciencia para las reuniones. Su Casa Blanca está en un caos perpetuo.
Sus asesores no dicen la verdad. Son sapos, lacayos, aduladores y parientes.
Desde que se mudó al Despacho Oval en enero del 2017, Trump no ha mostrado ni un ápice de interés en gobernar. Sólo se obsesiona de sí mismo.
Pero se ha necesitado el actual conjunto de crisis para revelar las profundidades de su abdicación ensimismada –su total desprecio por su trabajo, su total repudio a su oficina.
La falta de compromiso de Trump va mucho más allá de la ausencia de liderazgo o de la falta de atención a las normas y roles tradicionales. En un momento de trauma nacional, ha renunciado a los deberes y responsabilidades fundamentales de la presidencia.
Ya no es el presidente. Cuanto antes dejemos de tratarlo como si lo fuera, mejor.

Robert Reich es un economista y autor que fue Secretario de Trabajo durante el primer gobierno de Bill Clinton, entre 1993 y 1997.

Fuente: https://robertreich.org/
Traducción: A. Mondragón

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