El nuevo libro de Andrei Martyanov sobre el declive del Hegemón imperial, presenta una acusación devastadora sobre la mediocridad política de EE.UU.
Por Pepe Escobar
Andrei Martyanov es un analista de clase mundial sin comparación. Un baby boom de la tercera ola, nacido a principios de la década de 1960 en Bakú, en el Cáucaso, por entonces parte de la antigua Unión Soviética, es posiblemente el analista militar más importante en la esfera rusa —que vive y trabaja en Estados Unidos, escribiendo en inglés para un audiencia global y siempre sobresaliendo en su blog Reminiscence of the Future.
He tenido el placer de revisar los dos libros anteriores de Martyanov. En “Losing Military Supremacy: The Myopia of American Strategic Planning”, publicado hace casi tres años, demostró de manera concluyente, entre otras cosas, que la brecha de misiles entre EE.UU. y Rusia era un “abismo tecnológico”, y que el misil de fabricación rusa Kinzhal, con capacidad nuclear, fue “un total cambio de juego geopolítico, estratégico, operativo, táctico y psicológico” —a favor de Rusia.
La llegada de un nuevo paradigma
El mapeó extensamente “la llegada final de un paradigma completamente nuevo” en la guerra y la tecnología militar. Esa reseña está incluida en mi propio libro electrónico de Asia Times Shadow Play.
Luego vino “The (Real) Revolution in Military Affairs”, en la que dio un paso más allá, explicando cómo esta “revolución”, introducida en el Pentágono por el fallecido Andrew Marshall, también conocido como Yoda, el inventor de facto del concepto de “el pivote de Asia”, de hecho fue diseñado por los teóricos militares soviéticos allá por la década de 1970, como una MTR (revolución tecnológico-militar).
Desmenuzando el declive imperial
Su nuevo libro, Disintegration: Indicators of the Coming American Collapse, completa una trilogía y en el proceso representa una salida sorprendente.
Aquí Martyanov, con meticuloso detalle, analiza temáticamente el declive imperial. Los capítulos sobre consumo, geoeconomía, energía y pérdida de la carrera armamentista, entre otros, comprenden una acusación devastadora, especialmente de los cabildos tóxicos del DC y la mediocridad política imperante dentro del Beltway.
Lo que queda al descubierto para el lector es la compleja interacción de fuerzas que están impulsando el caos político, ideológico, económico, cultural y militar estadounidense.
La gran farsa de la geoeconomía
El capítulo tres, sobre geoeconomía, es un viaje divertido. Martyanov muestra cómo la geoeconomía, como un campo separado de la guerra y la geopolítica, no es más que un alboroto de confusión: el viejo conflicto “envuelto en la delgada capa del intelectualismo superficial de la ciencia política”, la materia de la que están hechos los sueños de Huntington, Fukuyama y Brzezinski.
Eso está completamente desarrollado en el Capítulo Seis, sobre las élites occidentales, con una desacreditación mordaz del “mito de Henry Kissinger”: “solo otro excepcionalista estadounidense, etiquetado erróneamente como ‘realista'”, parte de una pandilla que “no está condicionada a pensar multidimensionalmente”.
Después de todo, todavía no son capaces de comprender el fundamento y las implicaciones del discurso de Múnich de 2007 del presidente ruso Vladimir Putin, en el que declaró que el momento unipolar —un eufemismo burdo del Hegemón— estaba muerto y enterrado.
Cómo no ganar las guerras
Una de las evaluaciones clave de Martyanov es que después de haber perdido la carrera armamentista y todas las guerras que causaron en el siglo XXI, como lo muestra el registro de la historia, la geoeconomía es esencialmente un “eufemismo para que EE.UU. aplique las sanciones continuas y los intentos de sabotear las economías, de cualquier nación capaz de competir con Estados Unidos”.
(Véase, por ejemplo, la saga en curso del Nord Stream 2). Esta es “la única herramienta” (en cursiva) que Estados Unidos está utilizando para tratar de detener su declive.
En un capítulo sobre energía, Martyanov demuestra cómo la aventura del petróleo de esquisto de EE.UU. es financieramente inviable y cómo el aumento en las exportaciones de petróleo, se debió esencialmente a que EE.UU. “recogió las cuotas liberadas a causa de los recortes anteriores de Rusia y Arabia Saudita dentro de la OPEP + en un intento por equilibrar el mercado petrolero mundial”.
Para EE.UU. el mundo es el enemigo
En el Capítulo 7, sobre la pérdida de la carrera armamentista, Martyanov amplía el tema clave que lo ha convertido en una superestrella indiscutible: Estados Unidos no puede ganar guerras. Infligir una guerra híbrida es un asunto completamente distinto, como crear “mucha miseria en todo el mundo, desde hacer morir de hambre a las personas hasta matarlas directamente”.
Un ejemplo evidente: las sanciones económicas de “máxima presión” sobre Irán. Estas herramientas, que —junto con el asesinato del general Qassem Soleimani son parte del arsenal de “difundir la democracia”— no tienen nada que ver con la “geoeconomía”. Tienen “todo que ver con los juegos de poder en bruto, diseñados para lograr el principal objetivo de la guerra de Clausewitz: obligar a nuestro enemigo a hacer nuestra voluntad”. Y “para Estados Unidos, la mayor parte del mundo es el enemigo”.
La llegada de misiles hipersónicos
Martyanov también se siente obligado a actualizar aquello en lo que se ha destacado durante años: el hecho de que la llegada de misiles hipersónicos “ha cambiado la guerra para siempre”. El Kinzhal, desplegado en el 2017, tiene un alcance de 2,000 kilómetros y “no es interceptable por los sistemas antimisiles de EE.UU. existentes”.
El 3M22 Zircon, un misil de crucero hipersónico anti-buque propulsado por scramjet, “cambia por completo el cálculo de la guerra tanto naval como terrestre”. El rezago de Estados Unidos con respecto a Rusia en los sistemas de defensa aérea es “masivo, y tanto cuantitativo como cualitativo”.
El libro también califica como una aguda crítica del fenómeno eminentemente posmodernista —protagonizado por una fragmentación cultural infinita y la negativa a aceptar que “la verdad es cognoscible y se puede acordar”— que es responsable de la actual reingeniería social de los EE.UU. en conjunto, con una oligarquía que “de manera realista, no es muy brillante, a pesar de ser rica”.
La tecno-tiranía sobre los estadounidenses
Y luego está la rusofobia desenfrenada. Martyanov hace sonar la alerta roja definitiva: “Por supuesto, Estados Unidos todavía es capaz de iniciar una guerra con Rusia, pero si lo hace, esto solo significará una cosa —Estados Unidos dejará de existir, al igual que la mayoría de la civilización humana. Lo horrible es que hay algunas personas en EE.UU. por las que incluso este precio es demasiado pequeño para pagar”. (Nota del Traductor: Es una referencia a los neoconservadores straussianos, cómo lo escribió el autor Webster Griffin Tarpley en su libro El Falso Terrorismo del 11-S.)
Al final, un intelecto fríamente científico no puede dejar de confiar en un realismo político sólido. Suponiendo que Estados Unidos evite su desintegración total en “territorios separatistas”, Martyanov enfatiza que la única forma de que la “élite” estadounidense mantenga algún tipo de control “sobre las generaciones cada vez más despiertas o insensibilizadas por las drogas”, será a través de la tiranía. En realidad, una tecno-tiranía. Y eso parece ser el nuevo y valiente paradigma disfuncional que se perfila en el camino de los estadounidenses.
Pepe Escobar es un analista geopolítico independiente, escritor y periodista. Escribe para Asia Times Online, y trabajó como analista para RT, Sputnik News y Press TV. Anteriormente trabajó para Al Jazeera.
Texto original: https://asiatimes.com/2021/05/the-disintegrated-states-of-america/
Traducción: A. Mondragón
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