Los trenes Maglev y el gran atraso de EE.UU. frente a China

El prototipo del tren Maglev presentado en China. Foto: AP

China acaba de estrenar la prueba de un tren de levitación magnética que puede viajar hasta 600 km/h. Irónicamente —aunque parezca de Ripley— en la década de los 1990’s, en Estados Unidos existían planes para realizar una obra de similar magnitud, pero que nunca concretaron. Es decir, lo que EE.UU. planeó alguna vez, los chinos lo hicieron realidad casi tres décadas después. ¿Por qué sucedió así?

Por Alexandr Mondragón
La triste realidad. Mientras que en Nueva York y Washington, desde mayo pasado, han comenzado a discutir la idea de construir un tren bala entre la Ciudad de Nueva York y Boston, Massachusetts, que —si se lleva a cabo— estaría listo ¡dentro de 20 años!, China acaba de presentar su nuevo tren de levitación magnética (Maglev) el pasado martes 20 de julio en Qingdao, Shandong, y posee el título del “vehículo terrestre más rápido del mundo”, según Reuters.
¿Porque esta abismal disparidad? Bueno, lo que podemos afirmar es que el ejemplo de los trenes es solo una de las razones por las cuales EE.UU., en el umbral del tercer milenio, está muy rezagado frente a China —a punto de ser el nuevo eje del Sistema Mundo— en los avances tecnológicos y el comando de la 4ta Revolución Industrial de la Inteligencia Artificial, como lo señala David P. Goldman aquí. Pero tal vez lo más sorprendente a saber es que esto es así porque EE.UU. se quedó pasmado en sus sueños del pasado.

Una idea de hace 32 años
La afirmación anterior es porque, aunque muchos se sorprendan, la idea de un tren Maglev fue propuesto en Nueva York hace unos 28 años y de la cual yo recuerdo haber escrito en mis primeros años en La Tribuna Hispana. Más insólito aún es que el diario The New York Times publicó un artículo sobre el “tren del futuro” en 1989, ¡hace 32 años!, como puede verlo aquí.

El artículo que apareció en The New York Times sobre el “tren del futuro” en 1989.

Cuatro años después, en 1993, el entonces gobernador de Nueva York Mario Cuomo, padre del actual gobernador Andrew Cuomo, quería la construcción de un tren Maglev que uniera la Ciudad de Nueva York con Albany, la capital del estado, y eventualmente a Boston, como puedo verlo aquí.
Sin embargo, los neoyorquinos se quedaron con su sueño, mientras que los chinos —que en ese entonces apenas estaban por emprender la industrialización de su país, para unas décadas después convertirse en la Fábrica-Mundo— lo iban a realizar casi 3 décadas después.

La maravilla tecnológica china
El nuevo tren Maglev de la CRRC (China Railway Rolling Stock Corporation), puede viajar a una velocidad de hasta 600 km/h (o 372,8 mph), utilizando el fenómeno físico de la levitación electromagnética —que funciona sin contacto ni rozamiento con la vía del tren, por lo que al no existir fricción necesita menos mantenimiento que los trenes antiguos. Y si bien la formación del tren está completa, aún resta construir su trazado en el territorio chino, pero eso será cuestión de unos años.
Pero lo más importante a subrayar es que principios del siglo XXI, China no tenía no tenía trenes de alta velocidad. Hoy, es una imagen completamente diferente. Para el 2020, el 75% de las ciudades chinas con una población de 500,000 o más tenían una línea de alta velocidad, de acuerdo a un reporte de CNN. EE.UU., el “Hegemon Imperial”, apenas tiene una línea.

Una vasta red ferroviaria
La nación más poblada del mundo tiene —por mucho— la red ferroviaria de alta velocidad más grande del mundo. No menos de 37,900 kilómetros (aproximadamente 23,500 millas) de líneas ferroviarias atraviesan al país. Otros 3,700 kilómetros se abrirán antes de que termine el 2021.Y se espera que la red duplique su longitud, a 70,000 kilómetros, para 2035.
España, que tiene la red de alta velocidad más extensa de Europa y ocupa el segundo lugar en la clasificación mundial, es un pez pequeño con poco más de 3,200 kilómetros (2,000 millas) de líneas dedicadas que fueron construidas para operar a más de 250 km/h.
En contraste, Estados Unidos cuenta con solo una ruta ferroviaria que (casi) califica como de alta velocidad: el Corredor Noreste de Amtrak, donde los trenes Acela actualmente alcanzan un máximo de 240 km/h en secciones costosamente reconstruidas en las líneas existentes que se comparten con trenes suburbanos y mercantiles.

Un tren de costos faraónicos
Pero ahora volvamos al nuevo tren propuesto para Nueva York, llamado el North Atlantic Rail. Para comenzar, el tren ni siquiera es uno de levitación magnética, sino de alta velocidad que está cotizado en $105 mil millones, que se extendería desde la Ciudad de Nueva York hasta Boston, viajando a lo largo de los condados de Nassau y Suffolk y un túnel a través del Long Island Sound.
El objetivo es hacer de la línea ferroviaria la primera de su tipo en los Estados Unidos, pero ¡dentro de dos décadas! Más sorprendente aún es que el plan costaría ¡quince veces más! que el plan de 1993 —el cual estaba valorado en $6.7 mil millones solo para llegar a Albany, o $45 millones por milla, y ese sí era de “levitación magnética”.

El más costoso de la historia
El precio del proyecto del nuevo tren de NYC a Boston —y allí puede estar parte del problema— lo convertiría en uno de los proyectos de obras públicas más costosos en la historia de EE.UU. y el mundo: aproximadamente 10 veces el presupuesto del proyecto East Side Access de la MTA, en la Segunda Avenida en Manhattan, que une la Long Island Rail Road con el Grand Central Terminal. Más crítico aún es que el trabajo tomaría unos 20 años en concluirse —cuando, puede preverse, los chinos ya hayan construido otro tipo de trenes producto de la 4ta, o 5ta, Revolución Industrial.

Unos $2 mil millones por milla
Y como un ejemplo de los despilfarros de construir un tren en EE.UU., según Goldman, es que la extensión del metro de la Segunda Avenida en Manhattan, Nueva York, costó la desorbitante suma de $6 mil millones, o $2 mil millones por milla, el transporte público urbano más caro jamás construido —y de ¡sólo 3 millas! Mientras que el costo promedio de las líneas de metro fuera de los EE.UU. es de $350 millones por milla, o una sexta parte del costo de Nueva York. En este escenario, no debería sorprender que si en Nueva York se deciden a construir el tren, los chinos sean uno de los candidatos en hacerlo por su bajo costo.

El entonces vicepresidente electo Joseph Biden, su esposa Jill Biden, el presidente de Estados Unidos, el electo Barack Obama y su esposa Michelle Obama se preparan para salir de la estación después de abordar un tren el 17 de enero de 2009 en Wilmington, Delaware. Foto de John Moore / Getty Images

Otro sueño que tampoco sucedió
Y para volver a subrayar el hecho de que EE.UU. se quedó pasmado en sus sueños, debemos recordar que en el 2009, el entonces presidente Barack Obama pidió la construcción del primer servicio ferroviario de alta velocidad en EE.UU., que compita con los trenes expresos de Francia, Japón, España y China, destacando un aumento de fondos gubernamentales de 13 mil millones de dólares. Sin embargo, como el deseo de Mario Cuomo 16 años antes, todo quedó en los sueños fantásticos del Matrix Hollywoodense —¡la ideología virtual del Matrixsmo! (no es un error de tipeo, Matrixsmo, de Matrix).
Mientras que los chinos, pragmáticos como son, hicieron lo que alguna vez pronunció Don Manuel Apolinario Odría, un ex presidente peruano de los años 1950’s: “Hechos y no palabras”.

La deprimente realidad de EE.UU.
¿Por qué sucedió todo esto y más —el gran atraso tecnológico e industrial de EE.UU.?
Como nota David P. Goldman aquí, una respuesta es que después de haber alcanzado su pináculo de gloria y creerse la “Superpotencia Indispensable”, como lo decía Obama, los EE.UU. como nación “disipamos nuestros recursos morales y financieros en aventuras extranjeras fallidas (las Guerras en el Oriente Medio en los últimos 20 años) y descuidamos nuestras propias circunstancias en casa, confundiendo las burbujas de activos con la riqueza nacional. El final de la Guerra Fría (en 1991) dejó a Estados Unidos en una posición relativa más fuerte que cualquier otra potencia desde (la) Roma (Imperial), pero ahora —tres décadas después— corremos un grave riesgo de convertirnos en una (nación de) segunda clase”, sobre todo ahora que el mundo ya no está interesado en EE.UU.

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