Una semana después de que The New York Times había reportado el virtual triunfo e los talibanes, el presidente Joe Biden ha decidido dejar las tropas estadounidenses en Afganistán más allá de la fecha límite del 1 de mayo negociada con los talibanes por el régimen de Trump, y ha establecido el vigésimo aniversario de los ataques del 11-S como el nuevo objetivo, dijeron funcionarios estadounidenses el martes 13 de enero.
Por Philip Giraldi
La narrativa sugiere que el El ratón rugió y el león huyó, faltando solo Peter Sellers (el de la Pantera Rosa) para dar los toques finales a lo que debe considerarse como una gran humillación para Estados Unidos, que tiene un presupuesto de “defensa” que es mayor que el gasto militar combinado de los siguientes siete países en orden de magnitud. Esos números incluyen tanto a Rusia como a China.
Los talibanes, por otro lado, no tienen un presupuesto militar del que hablar. Esa enorme disparidad, que no se refleja en quién ganó y quién perdió, ha nutrido la preocupación de que “la nación indispensable” es la única superpotencia del mundo —sin duda autoproclamada— incapaz de ganar una guerra contra nadie.
La obsolescencia de su defensa
De hecho, algunos juegos de guerra recientes han sugerido que Estados Unidos perdería en un conflicto no nuclear con China, basado solamente en la obsolescencia de los sistemas de armas costosas y vulnerables de los que depende el Pentágono, como los grupos de portaaviones. Se dice que naciones como China, Irán y Rusia que han invertido en sistemas de misiles sofisticados y mucho más baratos, para compensar las ventajas de Estados Unidos, han gastado su dinero sabiamente.
Si los expertos militares y en política exterior de Biden, en gran parte involucrados en la división del país, optan por enfrentarse a China, es posible que no quede nadie para recoger los pedazos.
La ineficacia histórica de EE.UU.
Aquellos que advierten sobre la aparente ineficacia de las fuerzas armadas de los Estados Unidos, a pesar de su presencia global en más de mil bases, apuntan con mayor frecuencia al registro histórico para defender su caso. Corea, donde la guerra se luchó bajo los auspicios de las Naciones Unidas, estaba en un punto muerto, con la península dividida hasta el día de hoy y una fuerza militar estadounidense sustancial que continúa presente a lo largo de la DMZ (zona desmilitarizada), para hacer cumplir el armisticio que no terminó del todo la guerra. Vietnam fue una derrota, que provocó la muerte de más de 58,000 estadounidenses, así como un estimado de 3 millones de vietnamitas, la mayoría de los cuales eran civiles.
Mentiras para expandir las guerras
La verdadera lección aprendida de Vietnam fue que pelear en el territorio de otra gente, donde no tienes intereses reales o participación en el resultado es un juego de tontos, pero el Pentágono trabajó para salvar a la industria de las armas y el entrenamiento de las tropas a un gran costo sin abordar, en primer lugar, por qué la gente pelea estas guerras.
La otra lección fue que el ejército de los Estados Unidos estaba perfectamente dispuesto a mentirle al liderazgo civil del país para expandir la guerra y sostenerla, una actuación que se repitió en el 2001 —con las mentiras de que “Irak está apoyando a los terroristas y tiene armas nucleares”— y también con la actual cosecha de las falsas analogías utilizadas para mantener a miles de estadounidenses en Afganistán y Oriente Medio.
Afganistán “Tumba de los imperios”
Como un veterano del ejército de la guerra de Vietnam, puedo recordar estar sentado con compañeros enlistados leyendo “Stars & Stripes”, el periódico interno exclusivo para los militares que cubría la guerra. El periódico citaba a un oficial superior que opinaba que los soviéticos (como lo eran en ese momento) envidiaban la experiencia de combate que el Ejército de los Estados Unidos estaba obteniendo en Vietnam. Todos nos reímos. Ese mismo oficial probablemente tenía un puesto de personal fuera de los combates, pero los reclutas sabíamos bien que la guerra fue un error muy sangriento, mientras que él (oficial) pudo haber puesto a prueba su valor después de jubilarse del ejército y trabajar para Lockheed-Martin.
En cualquier caso, los “soviéticos” demostraron cuánto envidiaban la experiencia del combate cuando lucharon en Afganistán en la década de 1980, y finalmente, después de perder 15,000 hombres, se retiraron con el rabo entre las piernas, tal como lo había hecho Estados Unidos en Vietnam. Afganistán es la “Tumba de los imperios”, de hecho.
La úlcera que sigue sangrando
Desde Vietnam ha habido una serie de pequeñas guerras —o mejor dicho invasiones— en lugares como Panamá y Granada, pero la guerra global contra el terrorismo ha sido un desastre total para las tropas estadounidenses. Afganistán, como lo fue para los rusos, es la úlcera que sigue sangrando hasta que termine como una gran derrota para Estados Unidos, con los talibanes en pleno control, como ahora predicen.
Del mismo modo, la destrucción de un Irak secular, el cambio de régimen en Libia y una guerra continua contra una Siria (con el uso de mercenarios musulmanes) no han logrado que los estadounidenses estén más seguros ni más prósperos. Irán es el próximo, aparentemente, si la Administración de Joe Biden se sale con la suya, y las relaciones con los principales adversarios Rusia y China se hundan aún más de lo que fue durante el tiempo de Donald Trump como presidente.
Elaborando otra guerra en Rusia
Recientemente, La Casa Blanca envió un cargamento de armas ofensivas a Kiev y el gobierno ucraniano ha reiterado su intención de recuperar Crimea de Rusia, una fórmula para un nuevo desastre militar que fácilmente podría convertirse en una gran guerra (pero en la que EE.UU. no enviará a ningún soldado). Lo que es particularmente lamentable es el hecho de que Estados Unidos no tiene un interés nacional imperioso en fomentar la guerra abierta entre Moscú y Kiev, un conflicto que no podrá evitar ya que está suministrando armamento a Ucrania. (El único interés es que la Unión Europea se enemiste con Rusia y el gasoducto Nord Stream 2 se vaya al diablo.)
Durante las recientes elecciones casi no hubo discusión sobre las guerras de Estados Unidos. Sin embargo, se debe tomar nota de un artículo reciente del exsecretario adjunto de Defensa Lawrence Korb, que apareció en National Review, y que busca proporcionar una explicación de “La verdadera razón por la que los Estados Unidos ya no pueden ganar guerras”, a pesar del hecho de que es “el país más poderoso de la historia del mundo”. Sin duda, Kolb culpa en gran medida a los legisladores por la derrota en Vietnam, ayudado e instigado por una cultura de silencio en el ejército, donde muchos oficiales sabían que el incidente del Golfo de Tonkin, que intensificó el conflicto, fue un fraude, pero optaron por no decir o hacer nada.
Presidentes que huyeron de las guerras
También observa que la guerra en sí era imposible de ganar por varias razones, incluida la observación de que muchos estadounidenses de clase media y trabajadora eran poco más que la carne de cañón del conflicto, mientras que las élites del país esquivaban el servicio militar o explotaban su estatus para enrolarse a la guardia nacional o comisiones de reserva, que eran los mecanismos conocidos para evitar ir a Vietnam.
Kolb señala que “… los cuatro presidentes más recientes que podrían haber servido en Vietnam evitaron esa guerra y el reclutamiento por medios dudosos. Bill Clinton fingió unirse al Ejército ROTC; George W. Bush usó conexiones políticas para ingresar a la Guardia Nacional Aérea, cuando el presidente Johnson dejó en claro que el componente de reserva no se activaría para pelear la guerra; Donald Trump, por supuesto, hizo que el médico de su familia le dijera que tenía espolones óseos (el propio Trump no puede recordar qué pie); y Joe Biden afirmó que el asma que tenía en la escuela secundaria le impidió servir, a pesar de jactarse de sus hazañas atléticas mientras estaba en la escuela secundaria”.
La traición de EE.UU. a Irán
Kolb también revela cómo la supuesta destreza de Estados Unidos en el campo de batalla, ha distorsionado sus esfuerzos de “construcción de la democracia”, hasta tal punto que se han ignorado los intereses nacionales genuinos. Cuando Estados Unidos invadió Afganistán, el éxito en el derrocamiento de los talibanes se derivó de la asistencia crítica de Irán, que consideraba correctamente al grupo extremista sunita como un enemigo.
Pero la Casa Blanca de Bush, lejos de mostrar gratitud, poco después agregó a Irán en su lista del “eje del mal”. Se desperdició una oportunidad de oro para reparar una relación que, desde entonces, ha envenenado la presencia de Estados Unidos en el Medio Oriente.
Nunca se “defendió” a EE.UU.
Se podría agregar algo más a la evaluación de Kolb sobre el fracaso en la guerra. La mayoría de los soldados estadounidenses han estado y están orgullosos de su servicio y consideran un honor defender a su país, pero la palabra clave es “defender”. En Vietnam o Afganistán no hubo defensa, esos países no atacaron a EE.UU. Y Afganistán estaba dispuesto a entregar a Osama Bin Laden si la Casa Blanca podía proporcionar pruebas de que estaba involucrado en el 11 de septiembre.
Tampoco hubo nada defensivo sobre la destrucción de Libia por parte de Obama y las décadas de guerras “secretas” para derrocar a los gobiernos sirio e iraní. Los soldados están entrenados para luchar y obedecer órdenes, pero eso no significa que ya no puedan observar y pensar.
La ilusión de “reconstruir el mundo”
Los veinte años de la tarea de “reconstrucción” en Afganistán no era defender a los Estados Unidos y la moral de los soldados estadounidenses en el plan combinado, de los partidos demócrata y republicano, para “reconstruir el mundo”, no es un motivador suficiente si se le pide a uno que ponga su vida en la línea de fuego.
Claro, los soldados estadounidenses todavía pueden ganar guerras, pero tiene que ser una guerra real en la que haya algo genuino en juego, como proteger a su país en su propio territorio —algo que nunca ha ocurrido, ni en la I o II Guerras Mundiales, el territorio continental de EE.UU. jamás fue atacado. Eso es lo que la gente que dirige Washington —muy pocos de los cuales son veteranos de guerra y la mayoría de los cuales preguntan primero “¿Cuánto es lo que voy a ganar?”— no pueden entender —o simplemente les importa un bledo.
Texto original: https://www.strategic-culture.org/news/2021/04/08/yankees-coming-home-taliban-won-get-over-it/
Traducción: A. Mondragón
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