La farsa del “pacto” de Huawei, entre EE.UU. y Polonia, parece un ejercicio de relaciones públicas de control de daños. El régimen de Trump parece cada vez más irrelevante.
Por Spengler (David P. Goldman)
Un alto funcionario polaco me explicó recientemente por qué su país no podía aceptar las demandas estadounidenses de excluir a Huawei, en su expansión de la banda ancha 5G en Polonia. A principios de la década del 2010, Estados Unidos ignoró por completo a Polonia, pero Huawei asumió un compromiso a largo plazo y construyó toda la infraestructura de telecomunicaciones del país. Excluir a Huawei en este punto sería perturbador, además de prohibitivamente costoso. Además, explicó el funcionario, el futuro económico de Polonia estaba ligado al de China. Su proyecto nacional emblemático, un enorme aeropuerto nuevo, a 40 kilómetros al este de Varsovia, será “la puerta de entrada de China al continente”.
Este es el trasfondo de la aparición del vicepresidente Mike Pence en Polonia, el martes 3 de septiembre, para firmar un “pacto de seguridad” que requiere una “revisión rigurosa” de los proveedores de telecomunicaciones, es decir, Huawei. El pacto declara: “Creemos que todos los países deben asegurarse de que sólo los proveedores de confianza y fiables participen en nuestras redes para protegerlos del acceso o interferencia no autorizados”.
Un pacto que no obliga
Uno se esfuerza por recordar otro de esos “pactos de seguridad”, o por comprender exactamente lo que ese pacto significa en términos de diplomacia. No obliga a los polacos a nada más que a un proceso formal de revisión. El regulador de telecomunicaciones de Alemania emprendió un proceso de revisión de este tipo y declaró, el pasado mes de abril, que “ningún proveedor de equipos, incluido Huawei, debería, o podría, estar específicamente excluido”. Fuentes gubernamentales e industriales alemanas y chinas informan que el gigante chino de las telecomunicaciones convenció al gobierno alemán de que su tecnología 5G no permitiría a China espiar a los alemanes, sino que más bien impediría que Estados Unidos lo hiciera. Se dice que un alto funcionario alemán le dijo al Secretario de Estado de los Estados Unidos, Mike Pompeo, que Alemania no tenía conocimiento de que China estuviera interviniendo el teléfono móvil de la Canciller Angela Merkel, como EE.UU. lo hizo el 2013, según se supo años después.
El esfuerzo de Estados Unidos para disuadir a sus aliados de usar la superior tecnología 5G de Huawei ha fracasado en su mayor parte, y la farsa polaca de Pence parece un ejercicio de relaciones públicas con el propósito de controlar los daños.
Los alemanes en Pekín
Y mientras Pence viajaba a Polonia, Merkel y una gran delegación de líderes empresariales alemanes se preparan para volar a Pekín, para celebrar tres días de reuniones. El sentimiento público en Alemania se centra en las protestas de Hong Kong, y Merkel se verá obligada a representar las preocupaciones alemanas sobre la represión de Pekín contra los manifestantes ante sus anfitriones chinos. No obstante, el periódico financiero alemán Handelsblatt informaba de ello: “Las empresas alemanas esperan que se produzcan avances en un acuerdo [con China]”. Friedolin Strack, jefe del grupo de trabajo para Asia de la federación de la industria alemana, explicó al South China Morning Post: “La economía mundial no está en las mejores condiciones, y muchos mercados se han vuelto más difíciles por diversas razones… El crecimiento económico de China se ha ralentizado sólo un poco y es cada vez más importante para nuestras empresas”.
“Bancarrota estratégica” de EE.UU.
Alemania parece resignada al ascenso de China como potencia económica y estratégica, aunque Alemania sigue viendo con inquietud al gigante asiático. La primera plana del diario alemán Die Welt, pro-Merkel, está dominada hoy por un informe sobre la “bancarrota estratégica” de Estados Unidos frente al creciente poderío militar de China. En el comentario, de Christopher Schlitz, se repasa el ampliamente difundido estudio publicado la semana pasada por el Centro de Estudios de los Estados Unidos de la Universidad de Sydney, en el que se llegaba a la conclusión de que los misiles de precisión chinos podían destruir prácticamente todos los activos estratégicos estadounidenses en Asia en cuestión de horas. Eso no es noticia. El difunto Andrew Marshall, entonces director de la Oficina de Evaluación Estratégica del Pentágono, me dijo lo mismo en el 2015. La noticia es que la noticia ha sido reconocida. Los autores del estudio de Sydney, Schlitz informa, “dudan de que los EE.UU. sean capaces de responder de la manera correcta a las preparaciones militares chinas, debido a la falta de un sistema de armas moderno, suficiente entrenamiento y preparación para el despliegue”.
La misión de Merkel en Pekín
Si el ejército americano es deficiente, el alemán está postrado. Durante parte del 2019 Alemania no pudo poner un solo helicóptero militar en el aire, y no más de cuatro de sus cazas Tornado en un momento dado. Sólo el 18% de los alemanes dijeron, en una encuesta Gallup del 2017, que estaban dispuestos a luchar para defender a su país. Merkel hablará de los derechos humanos en Hong Kong y se quejará de las adquisiciones predatorias de empresas alemanas por parte de China, pero su misión en Pekín es ampliar el comercio alemán con China y dar a las empresas alemanas más acceso al mercado chino.
Eso deja a Estados Unidos con poco margen de maniobra, y a Pence con pocas opciones excepto Polonia. Los polacos son amistosos con Trump y están ansiosos por acomodarse, y evidentemente estaban felices de poner en escena la mascarada de hoy. Pero el ejercicio recuerda las bromas de la era soviética sobre Rusia y Polonia, de las cuales mi favorita es la siguiente:
La charada rusa
Brezhnev planea una visita de Estado a Polonia y quiere regalar al pueblo polaco un mural sobre el tema. “Lenin en Polonia”. El problema es que Lenin nunca visitó Polonia en calidad de funcionario, y los pintores realistas socialistas sólo saben trabajar a partir de fotos de archivo. Brezhnev ordena a su secretario Krakpotkin que presente un cuadro. Desesperado, Krakpotkin va donde Rabinowitz, un refusenik que muere de hambre en una buhardilla. “Píntame a Lenin en Polonia”, dice Krakpotkin, “y te conseguiré un visado para Israel”.
El día antes de la partida de Brezhnev, Rabinowitz llega a la oficina de Brezhnev en el Kremlin con un enorme lienzo cubierto con un paño. Quita la cubierta y hay una foto de un hombre en la cama con una mujer.
“¿Quién es ese?”, pregunta Brezhnev.
Rabinowitz responde: “Ese es Trotsky”.
“¿Quién es la mujer?”
“Esa es Krupskaya [la esposa de Lenin]”, dice Rabinowitz.
“¿Dónde está Lenin?”, exige Brezhnev.
Rabinowitz se toma un largo respiro de su cigarrillo y dice: “Lenin está en Polonia”.
Esta vez, es Pence.
Texto original: https://www.asiatimes.com/2019/09/article/merkels-in-beijing-pence-is-in-poland/
Traducción: A. Mondragón
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