El virtual ganador de la segunda vuelta en las elecciones presidenciales del Perú es evangelista, un profesor rural y rondero campesino. Sus oponentes lo señalan de marxista-leninista-maoísta. Una rara simbiosis de dos dogmas de fe. Una contradicción, de punta a punta, que el presidente electo tendrá que desentrañar más pronto que tarde. See English Version Here.
Por Wilder Buleje y Alexandr Mondragón
La adicción religiosa de Pedro Castillo Terrones lo descalifica automáticamente para llevar la etiqueta paradójica de ser el primer comunista en alcanzar la presidencia de la República del Perú. Este maestro de escuela es evangélico y según Karl Marx está consumido por la droga más nefasta de un revolucionario: la religión. ¿Si este cajamarquino es un confeso adicto del Opio del Pueblo, como denominan los marxistas a la creencia en una divinidad, entonces por qué nadie desde la propia ribera del radicalismo de izquierda lo ha cuestionado? Incluso, los medios que lo han atacado ferozmente —acusándolo de comunista capaz de desatar una revolución bolchevique y otros disparates más— han omitido olímpicamente tal contradicción como el día y la noche porque, obviamente, eso desbarataba sus propios fuegos artificiales de distracción. Entonces si Castillo Terrones es un creyente y asiduo concurrente a la iglesia, ¿por qué la derecha inteligente y amable lo considera un pariente político del cubano Fidel Castro, del nicaragüense Daniel Ortega o del venezolano Nicolás Maduro? La respuesta puede ser simplemente que todo esto es una típica campaña de difamación en tiempos electorales, que puede encontrarse en los apolillados manuales de inteligencia y contrainteligencia, tan antiguos como los ataques al “comunista” Jacobo Arbenz, el presidente guatemalteco destituido en 1954 por un golpe auspiciado por los dueños extranjeros de las plantaciones que creían que iban a ser expropiada, o al chileno Salvador Allende. Ambos elegidos en las ánforas.
Dogmas de izquierda a derecha
Lo que sí parece vincular al marxismo-leninismo-maoísmo y la religión es que ambos se basan en una fe ciega. Ambos exigen que sus fieles asuman sus dogmas como verdaderos y únicos. Las dos plantean una entrega absoluta a sus escrituras, sin cuestionar sus fundamentos. Igual el Capitalismo que profesa que la avaricia del individuo es una bendición para la prosperidad de la sociedad. En todo caso, estas señales deben motivar una reflexión en averiguar cuál es el pensamiento más íntimo de Castillo Terrones y su posible transcurrir —o quien sabe su transformación simbiótica con lo opuesto— en los próximos cinco años al frente del Poder Ejecutivo. ¿Castillo Terrones está más cerca del pensamiento revolucionario-caribeño de la Cuba Castrista del huancaíno Vladimir Cerrón? ¿O en cambio, tiene más afinidad con la línea caviar de los inconformes pequeños burgueses que lidera la afrancesada cusqueña Verónika Mendoza? Quizá el maestro Castillo Terrones posee el pensamiento pragmático de los ronderos chotanos: diligentes con el trabajo e intransigentes con el parasitismo, algo que no es ajeno al pensamiento oriental del confucionismo pragmático que ha hecho renacer al gran imperio oriental tras zafarse del estéril maoísmo.
Que hay realmente en su pensamiento
Hasta ahora el potencial presidente electo por el partido Perú Libre no ha sido explorado a fondo por la prensa. Solo hubo visitas superficiales a su hogar en las alturas cajamarquinas, un contacto vertiginoso con sus padres, su esposa y sus tres hijos en el poblado de Chugur, provincia de Chota. Mucho menos Castillo Terrones ha ofrecido detalles de sus pensamientos más íntimos ni de sus influencias intelectuales más importantes. El maestro de escuela ha preferido no exhibir sus reflexiones políticas y ha optado por mantenerse como un ‘outsider’ misterioso. No sabemos si tienen algunas pinticas de Yoda o se ha propuesto ser un buen Padawan para oír a los sabios y saber cómo conducir un país tan dividido, confuso, controversial y paradójico que el realismo-mágico se quedaría corto para describirlo en una novela monumental.
Como Leónidas y sus 300
Lo que no deja margen de duda es la enorme intuición política de Castillo Terrones, o también su fortuna en la lotería electoral de la primera vuelta donde hubo 18 candidatos —donde la derecha dividió su voto como una pizza. Después de enrolarse en el partido del expresidente Alejandro Toledo y sufrir algún revés electoral en su propia localidad, él optó por cambiar de barca y navegar en otra corriente partidaria. Castillo Terrones dejó el apacible universo de Perú Posible e ingresó a las arenas movedizas del mundo sindical del magisterio en el 2013 a través de la filial cajamarquina del denominado Sutep-Conare (Comité de Reorientación y Reconstrucción). Cuando el Sutep-Conare central buscó un voluntario para liderar la batalla contra el poderoso Sutep (Sindicato Unitario de Trabajadores en la Educación del Perú), el modesto maestro chotano levantó la mano en solitario. Nadie en su sano juicio quería ser la cara visible de ese Sutep aliado con presuntos seguidores de Abimael Guzmán y nostálgicos equivocados del sanguinario Sendero Luminoso. Castillo Terrones asumió los riesgos y se puso en primera fila. Quién sabe si se sintió como Leónidas y sus 300 o si su fe evangelista lo iluminó como el dicho de Jesús: «Reconoce lo que tienes ante tu vista y se te manifestará lo que te está oculto, pues nada hay escondido que no llegue a ser manifiesto».
El Designio de la Mano de Dios
La decisión fue decisiva para lanzar su figura a nivel nacional. Ocurrió en el 2017. Una prolongada huelga magisterial, una ministra de Educación (Marilú Martens) sin capacidad de respuesta y un impasible Castillo Terrones que demandaba reconocimiento oficial para el Sutep-Conare. Castillo no consiguió ese objetivo, pero ganó visibilidad absoluta. Estaba en la vitrina y solo debía tener los sentidos bien afinados para cuando la oportunidad apareciera. Esta llegó en setiembre del 2020. Perú Libre no tenía candidato presidencial por la sanción judicial que impedía la postulación de su fundador y secretario general, el ya conocido Vladimir Cerrón. En este punto, tal vez la desprestigiada justicia peruana esta vez, sin querer queriendo, hizo una especie de labor divina de sentenciar a Cerrón y dejar que la mano de Dios fuera tendida al profesor. Perú Libre tiene su bastión en Huancayo, región Junín en el centro geográfico peruano. Irrumpió como un partido minúsculo sin presencia en Lima. Inclusive Verónika Mendoza desistió de una comunión con ellos por las posiciones radicales e intransigentes de Cerrón. Vladimir Cerrón necesitaba un candidato y Castillo Terrones anhelaba un partido. Hambre y necesidad en campaña. Sin el profesor, Cerrón no ganaba ni un puesto en el Congreso de la República. Castillo en cualquier partido hubiese tenido suceso. Su base magisterial así lo verifica.
Hizo lo que Verónika no pudo
Cuando Vladimir Cerrón lanzó la invitación Pedro Castillo levantó la mano y dijo sí a Perú Libre. Necesitaba de un vehículo político prestado para conducir a cerca de 500 mil maestros (multiplicados como los peces de la Biblia con el voto familiar) hacia una parada aún desconocida. Una vez que el mensaje de Pedro prendió entre sus colegas, su propuesta alcanzó al corazón de los dos millones de personas que componen esos hogares. Después de impactar en el universo del magisterio peruano solo le bastó alcanzar algunos sectores andinos rurales por su origen campesino, su pasado de rondero y su trayectoria como maestro de escuela rural. Habría que sumarle también una buena porción de los 2.8 millones de votos que recibió Verónika Mendoza hace 5 años (¡más votos que Castillo!), pero que sus neo tendencias liberales izquierdistas de los últimos años, al parecer, desencantaron a sus seguidores de hace un quinquenio. De todos esos sectores salieron los votos para alcanzar el 19% en la primera vuelta de las elecciones generales y en convertirse en el ganador de esa primera etapa del proceso. También jugó a su favor los efectos mortales de la pandemia por Covid-19 que desnudó por completa las grandes debilidades de economía social de mercado, que había prescindido de políticas de integración de las grandes mayorías y había cerrado la tesorería para los grandes bolsones de desamparados.
¿Cómo enfrentará a los otros Apóstoles?
Lo demás ya es historia reciente. Queda pendiente una lectura más rigurosa de la ideología dominante en este maestro sindicalista. Esperemos que esa definición no se oponga a su capacidad de trabajo, no solo para atender las principales necesidades de los habitantes de este país, sino también para enfrentar a los Apóstoles del otro lado —esos poderosos agentes económicos que apostaron en quemar su imagen en la hoguera de la Inquisición mediática, pero de cuyas cenizas el maestro ha renacido como el ave Fénix— con los cuales también puede negociar si el profesor encuentra un gran socio en el Nuevo Sistema Mundo del Siglo XXI. Dos décadas de un modelo liberal con tecnócratas, en su mayoría, formados en universidades de Estados Unidos —“Conquistando las mentes de sus jóvenes más educados, conquistaremos esos países sin el uso de las armas, y dejaremos que ellos gobiernen por nosotros”, dijo un político estadounidense a principios del siglo pasado— no mejoraron las condiciones de aquellos que ahora optaron por una opción de cambio y esperanza. Lo cierto es que la figura del nuevo caudillo —o del mesías andino— es la boya de salvación de los más olvidados, de ese Perú de los Ríos Profundos de José María Arguedas o del Mundo es Ancho y Ajeno de Ciro Alegría. La aparición de Pedro Castillo también evidencia el antagonismo entre el globalismo y el patriotismo o nacionalismo (que fue usado hasta por el propio Donald Trump en el 2016, aunque él pertenecía al 1%). La lucha de esas enormes fuerzas exógenas que pretenden extender ese modelo de interés por materias primas y control social a cualquier precio, que Vladimir Cerrón acepta con normalidad. Mientras en la vereda opuesta, Castillo Terrones puede aglutinar a quienes pretenden mayor vigor para ampliar el horizonte económico y buscan autonomía para definir un futuro con menos dependencia.
Oyendo la sabiduría oriental
Como dijo Den Xiao Pin: “No importa si el gato es negro o blanco, mientras pueda cazar ratones es un buen gato”. Ese es el pragmatismo oriental del cual Occidente aún tiene mucho por aprender. Esa será la exigencia de cumplimiento para Castillo. Importará poco si es socialista, comunista o rondero y evangelista. Lo importante será que lleve a cabo un buen gobierno para las mayorías. Ese 99% —desde los pueblos olvidados en los desiertos, las serranías y selva del país, hasta los cerros que rodean Lima— que siguen arando en el mar de las ilusiones democráticas. Que Castillo Terrones valore el consejo del líder chino, el Pequeño Gran Timonel que, tras la muerte de Mao en 1976, consiguió cambiar el rumbo del gigante asiático hacia un capitalismo-industrial —esa simbiosis que debemos desentrañar, entender y aplicar— que al cabo de cuarenta años —cuando tenía tanta pobreza como nosotros, los peruanos— transformó a esa civilización-estado en la primera potencia industrial, tecnológica y financiera del planeta.
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