En lugar de recuperar su antigua destreza tecnológica, EE.UU. confía en los ataques contra China y las prohibiciones tecnológicas.
Por Dilip Hiro
Para los altos funcionarios del régimen de Trump, esta ha sido temporada abierta para atacar a China. Si necesita un ejemplo, piense en el juego de culpas del presidente sobre el “virus chino invisible“, a medida que se propagaba rápidamente por Estados Unidos.
Cuando se trata de China, de hecho, las críticas cada vez más virulentas nunca parecen detenerse.
Entre finales de junio y finales de julio, cuatro miembros del gabinete del presidente Donald Trump compitieron entre sí por el lanzamiento (más feroz) de la retórica anti-china. Esa racha particular de ataques comenzó cuando el director del FBI, Christopher Wray, describió al presidente chino Xi Jinping como el sucesor del dictador soviético Josef Stalin.
Elegir “entre la libertad y tiranía”
Esto fue coronado por la clarinada de alerta del Secretario de Estado Mike Pompeo, a los aliados de EE.UU. para que tomaran nota de la ideología marxista-leninista “en bancarrota” del líder de China y el impulso que tienen para lograr la “hegemonía global”, insistiendo en que tendrían que elegir “entre la libertad y tiranía”. (Olvídese de qué país en este planeta reclama realmente la hegemonía global como su derecho único y exclusivo).
Al mismo tiempo, el Pentágono desplegó sus portaaviones y otras armas de forma cada vez más amenazante en el Mar de China Meridional y en otras partes del Pacífico.
La pregunta es: ¿Qué se esconde detrás de este aumento en el hostigamiento a China por parte del régimen de Trump? Se puede encontrar una respuesta probable en la contundente declaración del presidente en una entrevista en julio, con Chris Wallace de Fox News, de que “No soy un buen perdedor. No me gusta perder”.
¿Quién está en descenso?
La realidad es que, con Donald Trump, Estados Unidos está perdiendo frente a China en dos esferas importantes. Como Wray dijo, “En términos económicos y técnicos [China] ya es un competidor de Estados Unidos… en un tipo de mundo [globalizado] muy diferente”.
En otras palabras, China está subiendo y Estados Unidos está cayendo. Sin embargo, no solo culpe a Trump y sus compinches por eso, ya que la caída comenzó desde hace tiempo.
Los hechos hablan por sí mismos. Casi indemne de la recesión mundial del 2008-09, China desplazó a Japón como la segunda economía más grande del mundo en agosto del 2010. En el 2012, con importaciones y exportaciones por valor de $3.87 trillones (millones de millones), superó el total de EE.UU. de $3.82 trillones, posición que ocupó durante 60 años como la principal nación comercial transfronteriza del mundo.
A fines del 2014, el Producto Interno Bruto (PBI) de China, medido por la paridad del poder adquisitivo, era de $17.6 trillones, ligeramente superior a los $17.4 trillones de EE.UU., que había sido la economía más grande del mundo desde 1,872.
El plan “Made in China 2025”
En mayo del 2015, el gobierno chino lanzó un plan “Made in China 2025”, destinado a desarrollar rápidamente 10 industrias de alta tecnología, incluidos automóviles eléctricos, tecnología de la información de la próxima generación, telecomunicaciones, robótica avanzada e inteligencia artificial.
Otros sectores importantes cubiertos en el plan incluyen la tecnología agrícola, la ingeniería aeroespacial, el desarrollo de nuevos materiales sintéticos, el campo emergente de la biomedicina y la infraestructura ferroviaria de alta velocidad.
El plan tenía como objetivo lograr un 70% de autosuficiencia en las industrias de alta tecnología y una posición dominante en esos mercados globales para el 2049, un siglo después de la fundación de la República Popular China.
Los semiconductores son cruciales para todos los productos electrónicos y, en el 2014, las pautas de desarrollo de la industria de circuitos integrados nacionales del gobierno establecieron un objetivo: China se convertiría en un líder mundial en semiconductores para el 2030.
En el 2018, la industria local de chips pasó del empaque y las pruebas de silicio básico al diseño y fabricación de chips de mayor valor. Al año siguiente, la Asociación de la Industria de Semiconductores de EE.UU. señaló que, si bien EE.UU. lideraba el mundo con casi la mitad de la participación del mercado global, China era la principal amenaza para su posición, debido a las enormes inversiones estatales en fabricación comercial e investigación científica.
EE.UU. se ha quedado atrás
Para entonces, Estados Unidos ya se había quedado atrás de China en ese tipo de investigación científica y tecnológica. Un estudio, realizado por Qingnan Xie de la Universidad de Nanjing y Richard Freeman de la Universidad de Harvard, señaló que entre el 2000 y el 2016, la participación de China en publicaciones mundiales en ciencias físicas, ingeniería y matemáticas se cuadruplicó, superando a las de EE.UU.
En el 2019, por primera vez desde que se compilaron las cifras de patentes en 1978, EE.UU. no presentó la mayor cantidad de ellas. De acuerdo a la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, China presentó solicitudes para 58,990 patentes y EE.UU. para 57,840.
Además, por tercer año consecutivo, la corporación china de alta tecnología Huawei Technologies Company, con 4,144 patentes, estaba muy por delante de Qualcomm, con sede en EE.UU. (2,127).
Entre las instituciones educativas, la Universidad de California mantuvo su primer puesto con 470 solicitudes presentadas, pero la Universidad de Tsinghua ocupó el segundo lugar con 265. De las cinco mejores universidades del mundo, tres eran chinas.
Una carrera pareja en el consumo de electrónicos
Para el 2019, los líderes en tecnología de consumo en EE.UU. incluían a Google, Apple, Amazon y Microsoft; en China, los líderes fueron Alibaba (fundada por Jack Ma), Tencent (Tengxun en chino), Xiaomi y Baidu. Todos habían sido lanzados por ciudadanos privados.
Entre las empresas estadounidenses, Microsoft se estableció en 1975, Apple en 1976, Amazon en 1994 y Google en septiembre de 1998. El primer gigante tecnológico chino, Tencent, se estableció dos meses después de Google, seguido de Alibaba en 1999, Baidu en el 2000 y Xiaomi, un productor de hardware, en el 2010.
Cuando China ingresó por primera vez al ciberespacio en 1994, su gobierno dejó intacta su política de control de la información mediante la censura del Ministerio de Seguridad Pública.
En 1996, el país estableció una zona de desarrollo industrial de alta tecnología en Shenzhen, al otro lado del río Pearl desde Hong Kong, la primera de las que serían varias zonas económicas especiales. A partir del 2002, comenzaron a atraer corporaciones multinacionales occidentales, deseosas de aprovechar sus disposiciones libres de impuestos y trabajadores calificados con bajos salarios. En el 2008, esas empresas extranjeras representaban el 85% de las exportaciones de alta tecnología de China.
Política estatal de megaproyectos
Sacudido por un informe oficial del 2005, que encontró serias fallas en el sistema de innovación del país, el gobierno emitió un documento de política al año siguiente enumerando 20 megaproyectos en nanotecnología, microchips genéricos de alta gama, aviones, biotecnología y nuevos medicamentos. Luego se enfocó en un enfoque de abajo hacia arriba para la innovación, que involucraba pequeñas empresas emergentes, capital de riesgo y cooperación entre la industria y las universidades, una estrategia que tomaría algunos años para producir resultados positivos.
En enero del 2000, menos del 2% de los chinos utilizaban Internet. Para atender ese mercado, Robin Li y Eric Xu establecieron Baidu, en Beijing, como un motor de búsqueda chino. En el 2009, en su competencia con Google China, una subsidiaria de Google que opera bajo la censura del gobierno, Baidu obtuvo el doble de participación de mercado que su rival estadounidense cuando la penetración de Internet saltó al 29%.
Regreso de la diáspora tecnológica
A raíz del colapso financiero mundial del 2008-09, un número significativo de ingenieros y empresarios chinos regresaron de Silicon Valley para desempeñar un papel importante en la proliferación de empresas de alta tecnología en un vasto mercado chino, cada vez más aislado de las corporaciones estadounidenses y occidentales, debido a su falta de voluntad para operar bajo la censura del gobierno.
Poco después de que Xi Jinping asumiera la presidencia en marzo del 2013, su gobierno lanzó una campaña para promover “el espíritu empresarial masivo y la innovación masiva”, utilizando capital de riesgo respaldado por el estado. Fue entonces cuando a Tencent se le ocurrió su súper aplicación WeChat, una plataforma multipropósito para socializar, jugar, pagar facturas, reservar boletos de tren, etc.
Alibaba, el gigante del comercio electrónico de Jack Ma, salió a bolsa en la Bolsa de Valores de Nueva York en septiembre del 2014, recaudando un récord de $25,000 millones con su oferta pública inicial. A finales de la década, Baidu se había diversificado en el campo de la inteligencia artificial, al tiempo que expandía sus múltiples servicios y productos relacionados con Internet. Como motor de búsqueda elegido por el 90% de los usuarios de Internet chinos, más de 700 millones de personas, la compañía se convirtió en el quinto sitio web más visitado en el ciberespacio, con más de 1,100 millones de usuarios móviles.
Xiaomi Corporation lanzó su primer teléfono inteligente en agosto del 2011. En el 2014 se había adelantado a sus rivales chinos en el mercado nacional y había desarrollado sus propias capacidades de chip para teléfonos móviles. En el 2019 vendió 125 millones de teléfonos móviles, ocupando el cuarto lugar a nivel mundial.
A mediados del 2019, China tenía 206 nuevas empresas innovadoras privadas valoradas en más de mil millones de dólares, superando a EE.UU. con 203.
La historia de Jack Ma y Alibaba
Entre los muchos empresarios exitosos del país, el que más se destacó fue Jack Ma, nacido en Ma Yun en 1964. Aunque no pudo conseguir un trabajo en un establecimiento de Kentucky Fried Chicken, recién inaugurado en su ciudad natal de Hangzhou, finalmente logró entrar a una universidad local después de su tercer intento, comprando su primera computadora a la edad de 31 años.
En 1999, él fundó Alibaba con un grupo de amigos. Con el tiempo se convirtió en una de las empresas tecnológicas más valiosas del mundo. Cuando cumplió 55 años, era el segundo hombre más rico de China, con un patrimonio neto de $42.1 mil millones de dólares.
Nacido el mismo año que Ma, su homólogo estadounidense, Jeff Bezos, obtuvo un título en ingeniería eléctrica e informática de la Universidad de Princeton. El fundo Amazon.com en 1994 para vender libros en línea, antes de ingresar al comercio electrónico y otros campos.
Amazon Web Services, una empresa de computación en la nube, se convertiría en la más grande del mundo. En el 2007, Amazon lanzó un dispositivo de lectura de mano llamado Kindle. Tres años después, se aventuró a realizar sus propios programas de televisión y películas.
En el 2014, lanzó Amazon Echo, un altavoz inteligente con un asistente de voz llamado Alexa, que le permite a su propietario reproducir música instantáneamente, controlar una casa inteligente y obtener información, noticias, clima y más.
Con un patrimonio neto de $145.4 mil millones en el 2019, Bezos se convirtió en la persona más rica del planeta.
El uso de la inteligencia artificial
Al implementar un chip de inferencia de inteligencia artificial, para potenciar funciones en sus sitios de comercio electrónico, Alibaba categorizó mil millones de imágenes de productos cargadas por los proveedores a su plataforma de comercio electrónico a diario y las preparó para búsquedas y recomendaciones personalizadas para su base de clientes de 500 millones. Al permitir que los proveedores externos usen su plataforma por una tarifa, Amazon aumentó sus artículos a la venta a 350 millones, con 197 millones de personas accediendo a Amazon.com cada mes.
China también lideró el mundo en pagos móviles, con EE.UU. en sexto lugar. En el 2019, estas transacciones en China ascendieron a $80.5 trillones, debido a que con la pandemia del Covid-19 las autoridades alentaron a los clientes a utilizar el pago móvil, el pago en línea y el pago con código de barras, para evitar el riesgo de infección. El total proyectado para pagos móviles fue de $111.1 trillones. Las cifras correspondientes para EE.UU. de $130 mil millones parecen insignificantes en comparación.
El centillonario mercado chino
En agosto del 2012, el fundador de ByteDance, con sede en Beijing, Zhang Yiming, de 29 años, abrió nuevos caminos al agregar noticias para sus usuarios. Su producto, Toutiao (titulares de hoy), realizó un seguimiento del comportamiento de los usuarios en miles de sitios para formarse una opinión de lo que más les interesaría y luego recomendó historias.
Para el 2016 ya tenía 78 millones de usuarios, el 90% de ellos menores de 30 años.
En septiembre del 2016, ByteDance lanzó una aplicación de videos cortos en China llamada Douyin, que ganó 100 millones de usuarios en un año. Pronto entraría en algunos mercados asiáticos como TikTok. En noviembre del 2017, por mil millones de dólares, ByteDance compraría Musical.ly, una aplicación de red social con sede en Shanghái para la creación de videos, mensajería y transmisión en vivo, y establecería una oficina en California.
Zhang lo fusionó con TikTok en agosto del 2018, para darle a su compañía una presencia más grande en EE.UU. y luego gastó casi $1,000 millones para promover TikTok como la plataforma para compartir videos de baile corto, sincronización de labios, comedia y talentos. Ha sido descargado por 165 millones de estadounidenses y ha llevado al régimen de Trump a la distracción.
Una locura de la Generación Z, en abril del 2020 superó los 2 mil millones de descargas a nivel mundial, eclipsando a los gigantes tecnológicos de EE.UU. Eso llevó al presidente Trump (¡no es un perdedor!) y a sus principales funcionarios a atacarlo, y firmó órdenes ejecutivas que intentan prohibir que tanto TikTok como WeChat operen en EE.UU. o sean utilizados por estadounidenses (a menos que se lo vendan a un gigante tecnológico estadounidense). Manténganse sintonizados.
El octanaje de Huawei en ascenso
Pero el mayor ganador chino en electrónica de consumo y telecomunicaciones ha sido Huawei Technologies Company, con sede en Shenzhen, la primera multinacional global del país. Se ha convertido en un punto de inflexión en la batalla geopolítica entre Beijing y Washington.
Huawei (en chino, significa “un logro espléndido”) fabrica teléfonos y enrutadores que facilitan las comunicaciones en todo el mundo. Establecida en 1987, su fuerza laboral actual, de 194,000 personas, opera en 170 países. En el 2019, su facturación anual fue de $122.5 mil millones.
En el 2012, superó a su rival más cercano, Ericsson Telephone Corporation of Sweden, de 136 años de antigüedad, para convertirse en el mayor proveedor mundial de equipos de telecomunicaciones, con un 28% de participación del mercado a nivel mundial. En el 2019, se adelantó a Apple para convertirse en el segundo fabricante de teléfonos más grande después de Samsung.
Varios factores han contribuido al estratosférico ascenso de Huawei: su modelo de negocio, la personalidad y el modo de toma de decisiones de su fundador Ren Zhengfei, las políticas estatales sobre la industria de alta tecnología y la propiedad exclusiva de la empresa por parte de sus empleados.
Huawei y el lema “luchar y sobrevivir”
Nacido en 1944 en la provincia de Guizhou, Ren Zhengfei fue a la Universidad de Chongqing y luego se unió a un instituto de investigación militar durante la caótica Revolución Cultural de Mao Zedong (1966-1976). Se desmovilizó en 1983 cuando China redujo su cuerpo de ingenieros. Pero el lema del ejército, “luchar y sobrevivir”, se quedó con él. Se mudó a la ciudad de Shenzhen y trabajó en el sector de la electrónica infantil del país durante cuatro años, ahorrando lo suficiente para cofundar lo que se convertiría en el gigante tecnológico Huawei.
Se centró en la investigación y el desarrollo, adaptando tecnologías de empresas occidentales, mientras que su nueva empresa Huawei recibió pequeños pedidos del ejército y más tarde subvenciones sustanciales de investigación y desarrollo del estado, para desarrollar teléfonos GSM (Sistema Global para Comunicaciones Móviles) y otros productos. A lo largo de los años, la empresa produjo infraestructura de telecomunicaciones y productos comerciales para teléfonos inteligentes de tercera generación (3G) y 4G.
A medida que aumentaba la industria de alta tecnología de China, la suerte de Huawei subía. En el 2010, contrató a IBM y Accenture PLC para diseñar los medios de gestión de redes para proveedores de telecomunicaciones. En el 2011, la empresa contrató al Boston Consulting Group para que lo asesorara en adquisiciones e inversiones extranjeras.
Inversiones mil millonarias en I + D
Como muchos empresarios estadounidenses exitosos, Ren le ha dado la máxima prioridad al cliente y, en ausencia de la presión habitual a corto plazo para aumentar los ingresos y las ganancias, su equipo de gestión ha invertido entre $15,000 y $20,000 millones anuales en trabajo de I + D (Investigación y Desarrollo).
Eso ayuda a explicar cómo Huawei se convirtió en una de las cinco compañías del mundo en el negocio de los teléfonos inteligentes 5G, encabezando la lista al enviar 6.9 millones de teléfonos en el 2019 y capturar el 36.9% del mercado. En vísperas del lanzamiento de los teléfonos 5G, Ren reveló que Huawei tenía la asombrosa cantidad de 2,570 patentes 5G.
Por lo tanto, no fue sorprendente que en la carrera global por 5G, Huawei fuera el primero en lanzar productos comerciales en febrero del 2019. Cien veces más rápido que sus predecesores 4G, el 5G alcanza un máximo de 10 gigabits por segundo y se esperan futuras redes 5G para conectar una gran variedad de dispositivos, desde automóviles hasta lavadoras y timbres de puertas.
La alarma y la reacción de Trump
El exponencial éxito de Huawei ha alarmado cada vez más al régimen de Trump, que se acerca cada vez más a un conflicto con China. El mes pasado, el Secretario de Estado Pompeo describió a Huawei como “un brazo del estado de vigilancia del Partido Comunista Chino, que censura a los disidentes políticos y permite campos de internamiento masivo en Xinjiang”.
En mayo del 2019, el Departamento de Comercio de EE.UU. prohibió a las empresas estadounidenses suministrar componentes y software a Huawei, por motivos de seguridad nacional. Un año después, impuso la prohibición de que Huawei comprara microchips de empresas estadounidenses o utilizara software diseñado en Estados Unidos. La Casa Blanca también lanzó una campaña global contra la instalación de los sistemas 5G de la compañía en naciones aliadas, con un éxito mixto.
Ren continuó negando tales cargos y oponiéndose a las medidas de Washington, que hasta ahora no han logrado frenar el avance comercial de su empresa. Sus ingresos para el primer semestre del 2020, $65 mil millones, fueron un 13.1% más con respecto al año anterior.
El siglo estadounidense ha terminado
Desde los aranceles (impuestos) sobre los productos chinos y la reciente prohibición de TikTok, hasta los insultos sobre la “gripe kung” cuando la pandemia de Covid-19 azotó a Estados Unidos, el presidente Trump y su equipo han expresado su creciente frustración por China y han intensificado los ataques contra una potencia inexorablemente creciente en el escenario global. Lo sepan o no, el siglo estadounidense ha terminado, lo que no significa que no se pueda hacer nada para mejorar la posición de EE.UU. en los próximos años.
Dejando a un lado la creencia de Washington en la superioridad inherente de EE.UU., una futura administración podría dejar de insultar o intentar prohibir empresas tecnológicas chinas de éxito envidiable y, en cambio, emular el ejemplo chino formulando e implementando una estrategia de alta tecnología bien planificada a largo plazo. Pero como ha dejado muy en claro la pandemia de Covid-19, la idea misma de planificación no es un concepto disponible para el “genio muy estable” https://www.thedailybeast.com/trump-im-like-really-smart-a-very-stable-genius que actualmente ocupa la Casa Blanca.
Dilip Hiro es el autor, entre muchas otras obras, de “After Empire: The Birth of a Multipolar World“. Actualmente está investigando una secuela de ese libro, que cubriría varios temas interrelacionados, incluida la pandemia de Covid-19.
Fuente: http://www.tomdispatch.com/post/176742/tomgram%3A_dilip_hiro%2C_donald_trump_is_losing_his_tech_war_with_xi_jinping/#more
Traducción: A. Mondragón
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