Por Pepe Escobar
La narrativa de que la explosión de Beirut fue una consecuencia exclusiva de la negligencia y la corrupción del actual gobierno libanés está ahora grabada en piedra, al menos en la esfera atlantista.
Y, sin embargo, profundizando, encontramos que la negligencia y la corrupción pueden haber sido explotadas por completo, a través del sabotaje, para diseñar un atentado.
Líbano es el principal territorio de John Le Carré. Una guarida multinacional de espías de todos los matices —agentes de la Casa de Saud, operativos sionistas, “rebeldes moderados” armados, intelectuales de Hezbolá, la “realeza” árabe libertina y contrabandistas auto glorificados— en un contexto de desastre económico de amplio espectro, que aflige a un miembro del Eje de la Resistencia, un objetivo perenne de Israel —junto a Siria e Irán.
Trump enturbiando las aguas
Y como si esto no fuera lo suficientemente volcánico, en la tragedia intervino el presidente Trump para enturbiar las, ya contaminadas, aguas del Mediterráneo oriental. Informado por “nuestros grandes generales“, dijo Trump el martes: “Según ellos, ellos saben mejor que yo, pero parecen pensar que fue un ataque”.
Trump agregó, “fue una bomba de algún tipo”.
¿Este comentario incandescente estaba dejando que el gato saliera de la bolsa, al revelar información clasificada? ¿O el presidente estaba lanzando otra conclusión ilógica?
Trump finalmente retiró sus comentarios después de que el Pentágono se negó a confirmar su afirmación sobre lo que habían dicho los “generales” y su Secretario de Defensa, Mark Esper, apoyó la explicación del accidente de la explosión.
Es otra ilustración gráfica de la guerra que envuelve al establishment de Washington, D.C., Trump: ataque. El Pentágono: accidente. “No creo que nadie pueda decirlo ahora”, dijo Trump el miércoles. “Lo he oído en ambos sentidos”.
Aun así, vale la pena señalar un informe de la Agencia de Noticias Mehr, de Irán, según el cual cuatro aviones de reconocimiento de la Armada Naval de EE.UU. fueron avistados cerca de Beirut en el momento de las explosiones. ¿La inteligencia estadounidense está al tanto de lo que realmente sucedió en todo el espectro de posibilidades?
La misteriosa llegada del nitrato de amonio
La seguridad en el puerto de Beirut —el principal centro económico de la nación— debería considerarse una prioridad absoluta. Pero para adaptar una línea de la película Chinatown, de Roman Polanski: “Olvídalo, Jake. Es Beirut”.
Las ya icónicas 2,750 toneladas de nitrato de amonio llegaron a Beirut en septiembre del 2013, a bordo del Rhosus, un barco con bandera moldava que navega desde Batumi, en Georgia, a Mozambique. El Rhosus terminó siendo confiscado por el Control Estatal del Puerto de Beirut.
Posteriormente, el barco fue abandonado de facto por su propietario, el turbio empresario Igor Grechushkin, nacido en Rusia y residente en Chipre, quien sospechosamente “perdió interés” en su cargamento relativamente preciado, sin siquiera intentar venderlo, al estilo del dumping, para pagar sus deudas.
Grechushkin nunca pagó a su tripulación, que apenas sobrevivió durante varios meses antes de ser repatriada por motivos humanitarios. El gobierno chipriota confirmó que el Líbano no había pedido a la Interpol que lo arrestara. Toda la operación parece una tapadera: los verdaderos receptores del nitrato de amonio posiblemente sean “rebeldes moderados” en Siria, que lo utilizan para fabricar artefactos explosivos improvisados y equipar camiones suicidas, como el que demolió el hospital Al Kindi, en Alepo.
Un asombroso caso de negligencia
Las 2,750 toneladas —empacadas en sacos de 1 tonelada etiquetados como “Nitroprill HD”, fueron trasladadas al almacén Hangar 12 junto al muelle. Lo que siguió fue un asombroso caso de negligencia en serie.
Del 2014 al 2017, las cartas de los funcionarios de aduanas —una serie de ellas— así como las opciones propuestas para deshacerse de la carga peligrosa, exportarla o venderla, fueron simplemente ignoradas. Cada vez que intentaban obtener una decisión legal para deshacerse del cargamento, no obtenían respuesta del poder judicial libanés.
Cuando el primer ministro libanés Hassan Diab proclama ahora: “Los responsables pagarán el precio”, el contexto es absolutamente esencial.
Ni el primer ministro, ni el presidente, ni ninguno de los ministros del gabinete sabían que el nitrato de amonio estaba almacenado en el Hangar 12, confirma el exdiplomático iraní Amir Mousavi, director del Centro de Estudios Estratégicos y Relaciones Internacionales en Teherán. Estamos hablando de un IED (Mecanismo Explosivo Improvisado) masivo, ubicado en medio de la ciudad.
La burocracia en el puerto de Beirut y las mafias que están realmente a cargo, están estrechamente vinculadas, entre otras, a la facción al-Mostaqbal, que está dirigida por el ex primer ministro Saad al-Hariri, y él mismo totalmente respaldado por la Casa de Saud.
El inmensamente corrupto Hariri fue destituido del poder en octubre del 2019, en medio de serias protestas. Sus compinches “desaparecieron” al menos 20,000 millones de dólares de la tesorería del Líbano —lo que agravó gravemente la crisis monetaria del país.
¿Y de repente sintió ganas de explotar?
No es de extrañar que el gobierno actual —donde tenemos al primer ministro Diab respaldado por Hezbolá— no haya sido informado sobre el nitrato de amonio.
El nitrato de amonio es bastante estable, lo que lo convierte en uno de los explosivos más seguros utilizados en la minería. El fuego normalmente no lo enciende. Se vuelve altamente explosivo solo si está contaminado —por ejemplo con aceite— o se caliente hasta un punto en el que sufre cambios químicos que producen una especie de capullo impermeable a su alrededor, en el que el oxígeno puede acumularse hasta un nivel peligroso y una ignición puede causar una explosión.
¿Por qué, después de dormir en el Hangar 12 durante siete años, este montón de repente sintió ganas de explotar?
Hasta ahora, la principal explicación directa al punto, del experto en Medio Oriente Elijah Magnier, apunta a que la tragedia fue “provocada” —literalmente— por un herrero despistado con un soplete, que operaba bastante cerca del nitrato de amonio no asegurado. Sin la garantía debida, una vez más, los causales pueden ser la negligencia y la corrupción —o como parte de un “error” intencional que anticipa la posibilidad de una explosión futura.
Este escenario, sin embargo, no explica la explosión inicial de “fuegos artificiales”. Y ciertamente no explica de qué nadie —al menos en Occidente— está hablando: los incendios deliberados provocados en un mercado iraní en Ajam en los Emiratos Árabes Unidos, y también en una serie de almacenes de alimentos / agrícolas en Najaf, Irak, inmediatamente después de la tragedia en Beirut.
Siguiendo la pista del dinero
Líbano, que cuenta con activos y propiedades inmobiliarias por valor de billones de dólares —es un melocotón jugoso para los buitres financieros globales. Adquirir estos activos a precios mínimos, en medio de la Nueva Gran Depresión, es simplemente irresistible. Paralelamente, el buitre del FMI se embarcaría en un modo de represión total y finalmente “perdonaría” algunas de las deudas de Beirut, siempre que se imponga una dura variante del “ajuste estructural”.
Quienes se benefician, en este caso, son los intereses geopolíticos y geoeconómicos de Estados Unidos, Arabia Saudita y Francia. No es casualidad que el presidente Macron, un obediente servidor de los Rothschild, llegara a Beirut el jueves para prometer el “apoyo” neocolonial de París y casi imponer, como un virrey, un conjunto integral de “reformas”. Un diálogo impregnado de Monty Python, con un marcado acento francés, podría haber seguido estas líneas: “Queremos comprar tu puerto”. “No está a la venta”. “Oh, qué lástima, acaba de ocurrir un accidente”.
El FMI y otros buitres al acecho
Hace ya un mes, el FMI estaba “advirtiendo” que la “implosión” en el Líbano se estaba “acelerando”. El primer ministro Diab tuvo que aceptar la proverbial “oferta que no puede rechazar” y así “desbloquear miles de millones de dólares en fondos de donantes”. Si no. La corrida ininterrumpida de la moneda libanesa, desde hace más de un año, fue solo una advertencia —relativamente educada.
Esto está sucediendo en medio de una apropiación masiva de activos globales, caracterizada en el contexto más amplio por una caída del PIB estadounidense de casi un 40% y una serie de bancarrotas, en donde un puñado de multimillonarios y megabancos demasiado grandes para quebrar —debidamente rescatados con un tsunami de dinero gratis— acumulan ganancias increíbles.
Dag Detter, un financiero sueco, y Nasser Saidi, ex ministro libanés y vicegobernador del banco central, sugieren que los activos de la nación se coloquen en un fondo de riqueza nacional. Los activos jugosos incluyen Electricité du Liban (EDL), servicios de agua, aeropuertos, la aerolínea MEA, la compañía de telecomunicaciones OGERO, el Casino du Liban.
El EDL, por ejemplo, es responsable del 30% del déficit presupuestario de Beirut.
Eso no es suficiente para el FMI y los megabancos occidentales. Quieren engullirse todo, además de una gran cantidad de bienes raíces.
“El valor económico de los bienes raíces públicos puede valer al menos tanto como el PIB y, a menudo, varias veces el valor de la parte operativa de cualquier cartera”, dicen Detter y Saidi.
¿Quién siente las ondas de choque?
Una vez más, Israel es el elefante proverbial en una habitación, que ahora los medios corporativos occidentales describen como “el Chernobyl del Líbano”.
Un escenario como la catástrofe de Beirut se ha vinculado a los planes israelíes desde febrero del 2016.
Israel admitió que el Hangar 12 no era una unidad de almacenamiento de armas de Hezbolá. Sin embargo, de manera crucial, el mismo día de la explosión de Beirut, y luego de una serie de explosiones sospechosas en Irán y una alta tensión en la frontera entre Siria e Israel, el primer ministro Netanyahu tuiteó, en tiempo presente: “Atacamos una celda y ahora golpeamos a los despachadores. Haremos lo necesario para defendernos. Sugiero a todos ellos, incluido Hezbolá, que lo consideren”.
Eso se relaciona con la intención, proclamada abiertamente a fines de la semana pasada, de bombardear la infraestructura libanesa, si Hezbolá daña a los soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel o a civiles israelíes.
Sacando provecho de la tragedia
Un titular —“Las ondas de choque de Beirut serán sentidas por Hezbolá durante mucho tiempo”— confirma que lo único que importa para Tel Aviv es sacar provecho de la tragedia para demonizar a Hezbolá y, por asociación, a Irán. Eso se relaciona con el proyecto de ley del Congreso de Estados Unidos “Contrarrestar a Hezbolá en la Ley Militar del Líbano de 2019” {S.1886}, que prácticamente ordena a Beirut expulsar a Hezbolá del Líbano.
Y, sin embargo, Israel ha sido extrañamente sometido.
Enlodando las aguas aún más, la inteligencia saudita —que tiene acceso al Mossad y demoniza a Hezbolá mucho más que a Israel— interviene. Todas los operativos de inteligencia con quienes hablé se niegan a dejar constancia, considerando la extrema sensibilidad del tema.
Aun así, debe enfatizarse que una fuente de inteligencia saudita cuyo valor son los frecuentes intercambios de información con el Mossad, afirma que el objetivo original eran los misiles de Hezbolá almacenados en el puerto de Beirut. Su historia es que el primer ministro Netanyahu estaba a punto de atribuirse el mérito del ataque —a través de Twitter. Pero entonces el Mossad se dio cuenta de que la operación salió horriblemente mal y se convirtió en una gran catástrofe.
Ataque con un arma desconocida
El problema comienza con el hecho de que este no era un depósito de armas de Hezbolá, como incluso lo admitió Israel. Cuando explotan los depósitos de armas, hay una explosión primaria seguida de varias explosiones más pequeñas, algo que podría durar días. Eso no es lo que pasó en Beirut. La explosión inicial fue seguida por una segunda explosión masiva, casi con certeza una explosión química importante, y luego hubo un silencio.
Thierry Meyssan, muy cercano a la inteligencia siria, adelanta la posibilidad de que el “ataque” se llevó a cabo con un arma desconocida, un misil —y no una bomba nuclear— probado en Siria en enero del 2020. (La prueba se muestra en un video adjunto en el artículo de Meyssan.) Ni Siria ni Irán hicieron referencia alguna a esta arma desconocida, y no obtuve ninguna confirmación sobre su existencia.
Asumiendo que el puerto de Beirut fue alcanzado por un “arma desconocida”, el presidente Trump pudo haber dicho la verdad: fue un “ataque”. Y eso explicaría por qué Netanyahu, al contemplar la devastación en Beirut, decidió que Israel tendría que mantener un perfil muy bajo.
Un tiro por la culata para Occidente
La explosión de Beirut, a primera vista, podría verse como un golpe mortal contra la Iniciativa de las Nueva Rutas de la Seda, considerando que China entiende que la conectividad entre Irán, Irak, Siria y Líbano es la piedra angular del corredor de la Franja y la Ruta en el Sudoeste de Asia.
Sin embargo, eso puede ser un tiro por la culata —bastante dañino. China e Irán ya se están posicionando como los inversores a los que acudir después de la explosión, en marcado contraste con los sicarios del FMI, tal como aconsejó el secretario general de Hezbolá, Nasrallah, hace solo unas semanas.
Siria e Irán están a la vanguardia en el suministro de ayuda al Líbano. Teherán enviará un hospital de emergencia, paquetes de alimentos, medicamentos y equipo médico. Siria abrió sus fronteras con el Líbano, envió equipos médicos y está recibiendo pacientes de los hospitales de Beirut.
Siempre es importante tener en cuenta que el “ataque” (Trump) al puerto de Beirut destruyó el principal silo de granos del Líbano, además de diseñar la destrucción total del puerto —el sustento comercial clave de la nación.
Eso encajaría en una estrategia para matar de hambre al Líbano. El mismo día que el Líbano se volvió en gran medida dependiente de Siria para la alimentación —ya que ahora solo tiene suministro de trigo para un mes— Estados Unidos atacó los silos en Siria.
Siria es un gran exportador de trigo orgánico. Y es por eso que Estados Unidos ataca rutinariamente los silos sirios y quema sus cosechas —intentando también matar de hambre a Siria y obligar a Damasco, que ya está bajo severas sanciones, a gastar fondos muy necesarios para comprar alimentos.
Observando al camello en movimiento
En marcado contraste con los intereses del eje Estados Unidos / Francia / Arabia Saudita, el Plan A para el Líbano sería abandonar progresivamente el dominio de Estados Unidos y Francia, y dirigirse directamente a las Nueva Rutas de Seda, así como a la Organización de Cooperación de Shanghái. Yendo al este, al estilo euroasiático. El puerto e incluso una gran parte de la ciudad devastada, a mediano plazo, pueden ser reconstruidos rápida y profesionalmente con inversiones chinas. Los chinos son especialistas en la construcción y gestión de puertos.
Este escenario abiertamente optimista implicaría una purga de los corruptos y ricos canallas de armas / drogas / bienes raíces de la plutocracia del Líbano —que en cualquier caso y a la primera señal de problemas, se escabullen en sus elegantes apartamentos en París.
Combine eso con el muy exitoso sistema de bienestar social de Hezbolá —que el año pasado yo lo vi en persona cómo funcionaba— que tiene una oportunidad de ganar la confianza de las clases medias empobrecidas y convertirse así en el núcleo de la reconstrucción.
Será una lucha de Sísifo. Pero compare esta situación con el Imperio del Caos —que necesita del caos en todas partes, especialmente en Eurasia, para encubrir el caos de Mad Max dentro de los EE.UU.
Una vez más me vienen a la mente los notorios 7 países en 5 años del general Wesley Clark —y el Líbano sigue siendo uno de esos 7 países. Es posible que la lira libanesa se haya derrumbado; la mayoría de los libaneses pueden estar completamente arruinados; y ahora Beirut está semi-devastada. Esa puede ser la gota que derramó el vaso de la espalda del camello —liberándolo a la libertad de volver finalmente sobre sus pasos de regreso a Asia, a lo largo de las Nuevas Rutas de la Seda.
Pepe Escobar es un analista geopolítico independiente, escritor y periodista. Escribe para The Roving Eye, Asia Times Online, y trabaja como analista para RT, Sputnik News y Press TV. Anteriormente trabajó para Al Jazeera.
El artículo fue publicado originalmente en https://asiatimes.com/2020/08/who-profits-from-the-beirut-blast/ y republicado en https://thesaker.is/who-profits-from-the-beirut-tragedy/ de donde se hizo la traducción al español.
Traducción: A. Mondragón
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