Tres ases que dejaron a Trump sin nada bajo la manga

El Nord Stream 2, el gasoducto ruso tan odiado por EE.UU. y a punto de finalizarse; las elecciones presidenciales, donde parece estar en caída libre en las encuestas; y la debilidad del dólar como la moneda global —frente a la caída de los precios del petróleo y el emergente poder económico y financiero de China, en particular, y Eurasia en general; complicaron al presidente de Estados Unidos. Al parecer su sistema inmunológico flaqueó y fue presa fácil del Covid-19. Su reelección parece lejos de su posibilidades, pero con El Aprendiz de Maquiavelo siempre puede haber patadas de ahogado.

Por Wilder Buleje y Alexandr Mondragón
Las situaciones críticas del mundo convergieron en Washington, D.C. En la Casa Blanca para ser más precisos. Fueron tres intensas bolas de fuego que cayeron en el centro del poder político de Estados Unidos: el conflicto gasífero por la culminación del gasoducto Nord Stream 2; la debilidad manifiesta del dólar ante la tendencia de precios a la baja del petróleo, con menos posibilidades de emitir Petrodólares “como cancha”; y la lid electoral inclinada, hasta el momento, hacia el Partido Demócrata.
Esos enormes desafíos recayeron sobre los hombros de Donald Trump, el presidente en busca de la reelección. Al parecer su sistema inmunológico acusó los golpes y terminó cediendo ante el temible Covid-19. Hoy el mandatario republicano está internado en un hospital naval y los informes sobre su estado de salud no están muy claros.

EL APRENDIZ DE MAQUIAVELO
Si Joseph Biden había colocado algunos buenos golpes en contra de Trump, en el primer debate de candidatos, puede afirmarse que el Coronavirus lo terminó de noquear en una. No habrá forma de recuperar la imagen vigorosa y dinámica del presidente número 45 de Estados Unidos. Hay dos ejemplo a la mano, el Primer Ministro británico Boris Jonhson y su escasa trascendencia en estos tiempos de intensas batallas geopolíticas; y el mandatario brasileño Jair Bolsonaro, quien ha dejado de interesar a propios y extraños. El Covid 19 no los mató, pero los bajó del primer peldaño de exposición.
Sin embargo, como advierte el cineasta Michael Moore, no hay que dejar cabo suelto. Trump —El Aprendiz de Maquiavelo— puede provocar compasión entre su fanaticada —en este escenario es importante entender la sicología de masas entre los votantes blancos y conservadores de EE.UU.— y como en la elección de la “Superpotencia Indispensable” —dixit Obama— no gana el que saca más votos, sino el que suma más delegados en el Colegio Electoral, la hinchada del magnate —que han engañado a las encuestadoras— puede salir a votar en masa en los estados claves e indecisos y dejarlo en la Oficina Oval, como el 2016, cuando ganó con menos votos totales que Hillary Clinton. Los Demócratas los saben y para eso también tienen sus planes de contingencia, ver aquí y aquí.

EL GASODUCTO NORD STREAM 2
El tema del Nord Stream 2, la culminación del segundo gasoducto entre Rusia y Alemania para proveer de gas a media Europa, también alcanzó el rojo intenso. Trump había presionado con sanciones hacia empresas y países de la Unión Europea, para que dejaran a los rusos con los crespos hechos. Hace dos semanas el tema parecía favorecerlo puesto que la discusión estaba inclinándose hacia la paralización de ese proyecto.
El día 2 de octubre, sin embargo, los vientos soplaron a favor de Gazprom —la petrolera rusa, dueña del 50% del emprendimiento— cuando la pequeña Dinamarca otorgó los permisos firmes (uno anterior fue el precedente para esta confirmación) para que las obras se reinicien y se pueda concluir con el tendido de menos de 100 kilómetros de ductos bajo el Mar Báltico.
Ese mismo día —¡vaya coincidencia!— Trump fue llevado de manera sigilosa al hospital naval Walter Reed, bastión médico del Pentágono. Desde aquel momento no se le ha vuelto a ver y solo hay informes médicos de por medio. Hoy (domingo 4 de octubre) hubo rumores de que regresaría en funciones mañana lunes, como para demostrar que está en franco proceso de recuperación. Sin embargo, como escribe Thomas L. Knapp “Un presidente hospitalizado con ese tipo de condición está intrínsecamente incapacitado”. Y si se sale pronto de la cama entonces será evidente lo que dice Moore: “¡Trump es un mentiroso! ¡Trump es un mentiroso! Entonces ¿por qué creerle ahora?”.
Pero hay más sobre el gasoducto: un jaque, advirtiendo un mate. Una declaración de Sergey Tsekov, miembro del Consejo de la Federación de Rusia, dado este fin de semana, cayó como una advertencia: “Si alguien piensa que es posible cancelar el Nord Stream 2, solo porque es el deseo de alguien más o puede seguir el ejemplo de Estados Unidos y no pasará nada, están muy equivocados”. Así en la física como en la política, ante una acción siempre hay que esperar una reacción.
Ahora bien, ustedes preguntarán ¿qué tiene que ver un gasoducto al otro lado del mundo? Pues, elemental mi querido Watson. El gas está reemplazando al petróleo como una fuente de energía y eso tiene un impacto directo en el precio del petróleo —y en el petrodólar como lo explicamos a continuación.

EL PETRÓLEO NO SUBE
El tercer problema en la agitada vida presidencial de Donald Trump está vinculado a la debilidad del dólar como moneda de intercambio internacional. Como se recuerda, desde 1972 (Bretton Woods) el circulante estadunidense está respaldado por las transacciones petroleras y, por ende, por casi medio siglo la “Superpotencia Indispensable” ha estado viviendo de gratis, emitiendo papel verde para que el mundo venda y compre el oro negro, y de esta manera exportar su inflación monetaria al resto del mundo —más allá de imponer su “Quinta y más importante libertad, la de saquear y explotar”, dixit Noam Chomsky. Sin embargo, ahora el negocio del petrodólar está en picada.
Desde que empezó la pandemia los precios del carburante cayeron hasta cifras negativas. Desde hace dos meses los precios (WTI) se estabilizaron en 41 dólares. Sin embargo, en las pasadas dos semanas las cifras cayeron debajo de la línea de 40 dólares y este fin de semana terminaron en 37 dólares por barril.
Ese valor tiene dos efectos. Por un lado, le pone una lápida pesada a las petroleras de esquisto y las deja al borde una quiebra masiva —un Canto de Dante, que ya circulaba desde hace años— causando además que EE.UU. deje de ser autosuficiente en petróleo y tenga que empezar a importarlo (o robarlo con su Quinta Libertad, esa es la tragedia de Venezuela). De otro lado, ese bajo precio del petróleo le impide a la Reserva Federal emitir papel moneda en cantidades navegables para prestársela al gobierno de EE.UU. y éste transferir su inflación al mundo. Si lo hiciere —como está ocurriendo tácitamente con la emisión de más de 3 millones de millones de dólares al régimen de Washington, para paliar la crisis del Covid, sólo este año— el riesgo de una inflación desbocada en Estados Unidos sería el alto precio para pagar. Los banqueros no son idiotas y no serán ellos quienes dinamitarán su propio sistema financiero. Sea cual sea la salida de escape, lo único cierto es que quien pagará los platos rotos será el 99% del mundo —esa es una de las varias razones del porqué China y Rusia están creando un Sistema Mundo Euroasiático paralelo, para desengancharse del dólar Made in USA.

COMO UN CUENTO DEL MULLAH NASRUDIN
En política no existen las coincidencias. Por eso resulta relevante mencionar esos tres meteoros de fuego que cayeron en la Casa Blanca y que impactaron en el septuagenario Donald Trump. La suerte del magnate de bienes raíces, parece, está echada. Pero como dice la enseñanza de un cuento del Mullah Nasrudin, tal vez no hay que echarle toda la culpa a la mula, sino observar la carga que llevaba y, sobre todo, quién se la puso.
En otras palabras, el sistema político que los Amos de Occidente o Gran Cábala crearon bajo la presunta “democracia” electiva, está elaborada para que todos los errores sean cargados a los responsables políticos de turno. Ese es el truco, creer que una elección de cambio solucionará el problema. Pero lo que pocos se dan cuenta es que reemplazar un tornillo creyendo que el sistema mejorará, es simplemente seguir andando con la misma carcacha, sin asumir que lo que no está funcionando —para el 99%— es la carcacha (el sistema-mundo occidental en sí, el de la incesante acumulación capitalista, dixit el profesor Immanuel Wallerstein, a cualquier precio y solo a favor del 1%). ¿Capiscie?

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