
Tres generales en retiro con más de tres décadas de carrera cada uno en el Ejército de EE.UU., advirtieron en un artículo de opinión publicado por el diario The Washington Post, de la posibilidad de otro golpe de Estado, esta vez con una mayor participación de militares, en torno a las elecciones presidenciales del 2024.
Por Paul D. Eaton, Antonio M. Taguba, Steven M. Anderson
A medida que nos acercamos al primer aniversario de la letal insurrección en el Capitolio de los EE.UU., el 6 de enero del 2021 —todos nosotros, exfuncionarios militares de alto rango— estamos cada vez más preocupados por las secuelas de las elecciones presidenciales del 2024 y el potencial de un caos letal dentro de nuestro ejército, que pondría a todos los estadounidenses en grave peligro.
En resumen: estamos helados hasta los huesos ante la idea de que un golpe tenga éxito la próxima vez.
Uno de los puntos fuertes de nuestro ejército es que se basa en la diversidad de la población. Es una colección de individuos, todos con diferentes creencias y razas. Pero sin un mantenimiento constante, el potencial de un colapso militar que refleje el colapso social o político es muy real.
Militares insurrectos el 6-E
Las señales de una posible agitación dentro de nuestras fuerzas armadas están ahí. El 6 de enero, un número inquietante de veteranos y miembros en servicio activo de las fuerzas armadas participaron en el ataque al Capitolio. Más de 1 de cada 10 de los acusados en los ataques tenía un historial de servicio militar. Un grupo de 124 oficiales militares retirados, bajo el nombre de “Flag Officer 4 America”, publicó una carta en la que se hacía eco de los falsos ataques de Donald Trump a la legitimidad de nuestras elecciones.
Recientemente, y quizás más preocupante, el Brig. General Thomas Mancino, comandante general de la Guardia Nacional de Oklahoma, rechazó una orden del presidente Biden que ordenaba que todos los miembros de la Guardia Nacional fueran vacunados contra el coronavirus. Mancino afirmó que mientras la Guardia de Oklahoma no esté movilizada a nivel federal, su comandante en jefe es el gobernador republicano del estado, no el presidente.
Colapso de la cadena de mando
El potencial de un colapso total de la cadena de mando a lo largo de líneas partidistas —desde la parte superior de la cadena hasta el nivel de escuadrón— es significativo en caso de que ocurra otra insurrección. La idea de unidades rebeldes que se organicen entre sí para apoyar al comandante en jefe (que ellos consideran) “legítimo” no puede descartarse.
Imagínese a comandantes en jefe en competencia —un Biden recién reelecto (u otro candidato demócrata) dando órdenes, contra un Trump (u otra figura Trumpiana) que da órdenes como jefe de un gobierno en la sombra. Peor aún, imagine que los políticos a nivel estatal y federal instalen ilegalmente a un candidato perdedor como presidente.
Del colapso a la guerra civil
Todos los miembros del servicio prestan juramento de proteger la Constitución de los Estados Unidos. Pero en una elección disputada, con lealtades divididas, algunos podrían seguir las órdenes del comandante en jefe legítimo, mientras que otros podrían seguir al perdedor de Trump. Es posible que las armas no estén aseguradas dependiendo de quién las supervise. En tal escenario, no es descabellado decir que un colapso militar podría conducir a una guerra civil.
En este contexto, con nuestro ejército cojeando y dividido, la seguridad de Estados Unidos quedaría paralizada. Cualquiera de nuestros enemigos podría aprovecharse lanzando un asalto total contra nuestros activos o nuestros aliados. (Nota del Traductor: Una amenaza que tal vez sea exagerada, desde que los chinos, por ejemplo, nunca han presumido de invadir o conquistar, ellos solo observan el incendio desde la otra orilla y refuerzan su posición en lo que mejor que están haciendo hasta ahora: ser la superpotencia económica a escala global, ser el abanderado de la IV Revolución Industrial y así dominar el Nuevo Sistema Mundo.)
Las faltas que reveló el 6-E
La falta de preparación militar para las secuelas de las elecciones del 2020 fue sorprendente y preocupante. El secretario de Defensa interino de Trump, Christopher C. Miller, testificó que retuvo deliberadamente la protección militar del Capitolio antes del 6 de enero. El general del ejército Mark A. Milley, presidente del Estado Mayor Conjunto, supuestamente se apresuró en poner a salvo la cadena de mando de la defensa nuclear de la nación, para evitar órdenes ilegales. Es evidente que todo nuestro ejército fue tomado por sorpresa.
Con el país aún tan dividido como siempre, debemos tomar medidas para prepararnos para lo peor.
Evitar otra insurrección
Primero, hay que hacer todo lo posible para evitar otra insurrección. Ni un solo líder que lo inspiró ha tenido que rendir cuentas. Nuestros funcionarios electos y quienes hacen cumplir la ley —incluido el Departamento de Justicia, el comité selecto de la Cámara y todo el Congreso— deben mostrar más urgencia.
Pero los militares no pueden esperar a que los funcionarios electos actúen. El Pentágono debería ordenar de inmediato una revisión cívica para todos los miembros —uniformados y civiles— sobre la Constitución y la integridad electoral. También debe haber una revisión de las leyes de la guerra y cómo identificar y lidiar con las órdenes ilegales. Y debe reforzar la “unidad de mando” para dejar perfectamente claro a cada miembro del Departamento de Defensa a quién responden. Ningún miembro del servicio debería decir que no sabe de quién recibir órdenes en el peor de los escenarios.
Una purga de los amotinados
Además, todas las ramas militares deben realizar un trabajo de inteligencia más intensivo en todas las instalaciones. El objetivo debería ser identificar, aislar y eliminar a los amotinados potenciales; protegerse de los esfuerzos de los propagandistas que utilizan información errónea para subvertir la cadena de mando; y comprender cómo esa y otra información errónea se difunde entre las filas, después de que es introducida por los propagandistas.
Finalmente, el Departamento de Defensa debería hacer un simulacro de guerra sobre la próxima insurrección postelectoral o intento de golpe potencial, para identificar los puntos débiles. Luego debe realizar un informe de arriba hacia abajo de sus hallazgos y comenzar a implementar las salvaguardas necesarias para prevenir las fallas, no solo en el ejército, sino también en cualquier agencia que trabaje de la mano con el ejército.
Los militares y los legisladores han recibido el don de la retrospectiva para evitar que ocurra otra insurrección en 2024, pero solo tendrán éxito si toman medidas decisivas ahora.
Los autores son: Paul D. Eaton, un general de división retirado del Ejército de EE.UU. y asesor principal de VoteVets; Antonio M. Taguba, un general de división del Ejército retirado, con 34 años de servicio activo; y Steven M. Anderson, un general de brigada retirado que sirvió en el Ejército de Estados Unidos durante 31 años.
Fuente: https://www.washingtonpost.com/opinions/2021/12/17/eaton-taguba-anderson-generals-military/
Traducción: A. Mondragón
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