Un siglo del PCCh, los Gatos Multi Simbióticos y Matrix

“El arte de la guerra se basa en el engaño. Por lo tanto, cuando es capaz de atacar, ha de aparentar incapacidad; cuando las tropas se mueven, aparentar inactividad. Si está cerca del enemigo, ha de hacerle creer que está lejos; si está lejos, aparentar que se está cerca. Golpear al enemigo cuando está desordenado. Evitarle durante un tiempo cuando es más fuerte. Si tu oponente tiene un temperamento colérico, intenta irritarle. Si es arrogante, trata de fomentar su egoísmo. Ataca al enemigo cuando no está preparado, y aparece cuando no te espera. Estas son las claves de la victoria para el estratega”.
SUN TZU,
El arte de la guerra (500 a.C.)

Por Alexandr Mondragón

De acuerdo con el pensamiento estratégico de Sun Tzu, eso es lo que China hizo en la realidad —bajo una praxis dialéctica constante, el ensayo y el error— a lo largo de un siglo de ejercicio del poder de una nueva dinastía bajo el nombre de Partido Comunista Chino (PCCh).
En su primer centenario el PCCh logró que la civilización-estado más antigua del planeta —inventores de la pólvora en el siglo IX d.C., arquitectos de la 4ta Revolución Industrial de la Inteligencia Artificial y del “Capitalismo Cuántico”, todo Bajo un Solo Cielo— haya retomado su estatus global convertido en una potencia industrial, económica, financiera y económica, tras más de dos siglos de humillaciones. ¿Cómo lo logró?
En principio, puede decirse que aplicaron con gran sapiencia la máxima que dejó el Pequeño Gran Timonel Deng Xiaoping en los albores de la Gran Transformación: “No importa si el gato es negro o blanco, mientras pueda cazar ratones es un buen gato”. En principio la frase puede entenderse como el pragmatismo de utilizar lo que sirve y descartar lo que no. Sin embargo, eso puede ser muy superficial. En cambio, si nos atenemos a la milenaria sabiduría china, el fundamento tal vez puede comprenderse a través de las siguientes reflexiones del Tao:

Todo el mundo toma lo bello por bello,
y por eso conocen qué es lo feo.
Todo el mundo toma el bien por bien,
y por eso conocen qué es el mal.
Porque, el ser y el no-ser se engendran mutuamente.
Lo fácil y lo difícil se complementan.
Lo largo y lo corto se forman el uno de otro.
Lo alto y lo bajo se aproximan.
El sonido y el tono armonizan entre sí.
El antes y el después se suceden recíprocamente.
Por eso, el sabio…
Nada usurpa ni nada rehúsa.

Y es así como el gato no sólo es una utilidad pragmática, es una sapiencia simbiótica —la asociación íntima de especies diferentes para beneficiarse mutuamente en su desarrollo vital— que para China significó trascender la ideología de los extremos que, en la lógica se anulan mutuamente, pero que en el balance —la inmutable Ley del Péndulo— no toca los extremos y busca el constante equilibrio que no es estático en el centro, sino un ir y venir de un lado hacia el otro. El balance de la simbiosis.
Pero eso no es todo, en China la polaridad sobrepasa al dualismo excluyente de occidente —la lucha entre el yo (lo bueno) contra lo otro (lo malo)— y entiende “la realidad como un continuo proceso de cambio, como un resultado de una danza entre las polaridades… donde el cambio es una continuidad con el pasado y no una ruptura del pasado”, como nos dice Laodan. Así, “las fundaciones de la Modernidad Occidental (ideología y propaganda) chocan contra las fundaciones de la cultura tradicional china del pragmatismo y el flujo”.

El gato capitalista industrial
Es así como China, en su aparente atraso económico tras medio siglo de haber experimentado con el gato del maoísmo, a fines de los 1970’s lo cambió por el gato capitalista industrial, trabajando para el enemigo —las grandes corporaciones multinacionales estadounidenses— haciéndoles creer que se rendían ante los “bueno” del capitalismo y abandonaban lo “malo” del socialismo” y que estaba remotamente lejos de ser un peligroso competidor. De esa forma embaucó a los ejecutivos de las grandes corporaciones —fascinados por la eficiencia laboral china a gran escala y mano de obra súper barata— permitiéndoles —como ya había sucedido con los Tigres Asiáticos en los años 1980’s— obtener ganancias multibillonarias y poder económico y financiero. Pero occidente no comprendió que los chinos estaban fluyendo desde su pasado y no fraccionándolo para abandonarlo.
Un tema que confundió a los occidentales en su propia arrogancia, desde una perspectiva del capitalismo histórico occidental —según expuso Immanuel Wallerstein desde mediados de los 1990’s— fue pensar que el territorio chino representaba el último bastión de los Amos del Universo para continuar con su insaciable “acumulación de capital”.
Sin embargo —en su sapiencia y pragmatismo— en esta primera fase del gato capitalista industrial, los chinos decidieron trabajar arduamente para las corporaciones norteamericanas. Pero, a la misma vez, usaron el cebo del dragón para engañar al tiburón. Como dice Sun Tzu: “Evitarle durante un tiempo cuando es más fuerte”. Para qué hacer alardes cuando el propio imperio, en su aberrante ambición, iba a colocarle “leñas podridas” a las bases de su propio reino.

Historia de un gran contraste
Fue ese momento en que a los chinos les vino como anillo al dedo la deslocalización industrial de Estados Unidos (EE.UU.) gracias a la voracidad sin límite de los ejecutivos de las grandes empresas. Con la carnada de la mano de obra barata (hasta diez veces o más veces que en EE.UU.) trasladaron a varias regiones del país asiático las industrias que se convertirían en el resorte —y los laboratorios de prueba del constante ensayo y error, como se vio en los gobiernos de Deng Xiao Ping y su sucesor Jiang Zemin— que impulsaría a China a convertirse en la Fábrica-Mundo del tercer milenio. Así, lo chinos hicieron saltar los números de su crecimiento económico a cifras de dos dígitos a lo largo de casi una década.
En sentido inverso, el precio para EE.UU. fue perder alrededor de unos 15 a 20 millones de trabajos industriales de clase media. Un segmento social que, lenta pero paulatinamente, tuvo que endeudarse para sobrevivir con nuevos empleos que, en el mejor de los casos, solo cubrían el 70% de sus ingresos previos, pero con las mismas deudas que seguían creciendo. Y con ello el país en su conjunto ingresó al círculo vicioso de menores ingresos, más deuda, menos recaudación de impuestos para los gobiernos estatales y locales, y una mayor conflictividad social. Esos fueron los azotes que recibió EE.UU. desde la Recesión del 2008. A pesar de los malabares de la maquinita de la Reserva Federal (FED), los golpes no cesan.
Pero eso no fue todo. A nivel macroeconómico, EE.UU. declinó en los números del Producto Bruto Interno, cayó en las cifras de la industria manufacturera y empezó a acumular una deuda galopante, que hoy en día está en alrededor de 24 billones (millones de millones de dólares, con Biden proponiendo sumarle unos cuantos más). Hoy la emisión inorgánica de la FED está por darle un último bofetazo a la ex primera potencia mundial: una inflación de efectos impredecibles ya está en proceso y sólo es cuestión de tiempo para que se desate una tormenta perfecta.
A modo de contraste, en China se iniciaba un círculo virtuoso: mayor empleabilidad, más capacitación e incremento de la productividad y, sobre todo, la importante masa monetaria que entraba sirvió no sólo para crear industria propia, sino también para pensar en tecnología e innovación. En poco tiempo equipararon los sistemas de producción con los países desarrollados y después, por demografía, los sobrepasaron. La Fábrica-Mundo empezó a exportar y abrir un horizonte impensable para los arrogantes y vanidosos occidentales. Pero ahora veamos en detalle cómo fue que China y EE.UU. navegaron esta mar de la historia en las última dos décadas.

El verdadero auto-golpe del 11-S
Cuando sucedió el 11-S, el derrumbe de las Torres Gemelas fue como una alegoría a la implosión propia del Hegemón, a principios de los 2000’s. El Estado Profundo de EE.UU. cometió un error monumental e histórico que —a pesar de las advertencias de eminencias como Wallerstein en la década de los 1990’s o incluso tan lejanos como la inusual confesión que hizo el 6 de julio de 1971 el entonces presidente Richard Nixon sobre la caída del imperio estadounidense— significó un aceleramiento de su caída. Como nota David P. Goldman en su más reciente artículo, en ese tiempo los líderes políticos estadounidenses creían que el mandato bíblico de “proclamar la libertad en todo el país”, requería que “exportáramos la democracia a todo el mundo”. En ese sentido, “disipamos nuestros recursos morales y financieros en aventuras extranjeras fallidas y descuidamos nuestras propias circunstancias en casa, confundiendo las burbujas de activos con la riqueza nacional. El final de la Guerra Fría dejó a Estados Unidos en una posición relativa más fuerte que cualquier otra potencia desde (la) Roma (Imperial), pero ahora corremos un grave riesgo de convertirnos en una (nación de) segunda clase”.

Y todo se acabó
Para el soldado desconocido
Se acabó
Para el soldado desconocido.

The Doors

El fútil Imperialismo Militar
Enfrascado en un Militarismo Imperial a gran escala en Oriente Medio, el Hegemón no solo desmembró su aparato industrial doméstico, que fue trasladado a China, sino que además drenó trillones de dólares a través de las deudas perpetuas e impagables hasta la muerte, como lo describe el economista estadounidense Michael Hudson.
Veinte años después ese proceder ha sido fútil, excepto para la élite ahora reducida al 0.1%, mientras que el resto de su población fue sometida a un Capitalismo Depredador.
Y aquí cabe recordar a la filósofa política Hannah Arendt, quien, en Los orígenes del totalitarismo, escrito hace 70 años, dijo: “Aunque la tiranía, debido a que no necesita consentimiento, puede gobernar con éxito a los pueblos extranjeros, sólo puede permanecer en el poder si destruye en primer lugar las instituciones nacionales de su propio pueblo”. Entonces: ¿EE.UU. es una “democracia” o una nación gobernada por una oligarquía autocrática?
Sea cual fuera la respuesta, lo cierto es que China hizo precisamente lo contrario a través de un capitalismo industrial social, como lo describe Hudson. En un lapso de 40 años, desde que el “Pequeño Timonel” Deng Xiao Ping emprendió las reformas de apertura económica en 1978, los sucesivos gobiernos chinos han logrado sacar de la pobreza a 700 millones de personas. Un logro inigualable en la historia de todas las civilizaciones humanas, en tan corto periodo de tiempo, que el presidente chino Xi Jinping, en un reciente discurso sobre los 100 Años del PCCh, lo describió como el primer objetivo cumplido del partido: la construcción de “una sociedad moderadamente próspera en todos los aspectos”. Pero eso no era todo.

El gato del Capitalismo Histórico
En el momento que EE.UU. se aventuró a una carrera militarista imperial, los chinos aplicaron la máxima de: “Golpear al enemigo cuando está desordenado”. Fue así como ellos emprendieron su segunda fase desde mediados de los 2000 hasta el presente. China aceleró el desarrollo de su propio Capitalismo Histórico, impulsando aún más el crecimiento de la educación tecnológica de su vasta población (1,440 millones) en múltiples campos, a la par del híper desarrollo de su industria nacional, enfocándose particularmente en la tecnología del futuro y posicionarse en el liderazgo de la 4ta Revolución de la Inteligencia Artificial.
En este contexto, el desarrollar de su propio Capitalismo Histórico —y a través de convertirse en la Fábrica-Mundo— le permitió a China enfocarse a la conquista del mercado de exportación hacia los EE.UU. —al punto que el balance comercial de EE.UU. con China ha sido negativo desde 1991 y en el 2018 fue de -$323 mil millones— y del resto del mundo, bajo la premisa de ofrecer los precios más bajos posibles y, por ende, tener cautivos a los mercados de consumo global. Otro dato más, China representa uno de los mercados de consumidores más grandes con una próspera inversión extranjera directa en el que su PIB supera los 15.4 billones de dólares. Pero eso ya no era suficiente para China: se enfocó en la conquista de la Isla-Mundo, como lo planteó el geógrafo inglés Halford Mackinder a principios del Siglo XX para el Hegemón Anglosajón del Sistema Mundo Occidental de aquella época.

Desplazado del eje del Sistema Mundo
En este contexto, cuando el Hegemón del Sistema Mundo se mueve de su eje central, como lo señaló Wallerstein a principios de los 2,000’s, es necesario que el lugar sea ocupado por la superpotencia emergente para impedir un caos global —como sucedió a principios del Siglo XX y le costó a la humanidad dos guerras mundiales devastadoras.
Entonces —como era previsible el declinamiento de Estados Unidos, según lo advertía Wallerstein desde finales de los 1990’s— China —en una súper alianza simbiótica con Rusia— entendió que ese era el momento preciso. ¿Cómo lo supo?
Hay una anécdota que, cuando se escriba la historia del Siglo XXI, quedará registrada como el punto de inflexión del cambio en el eje del Sistema Mundo. De acuerdo con una entrevista del periodista y analista Pepe Escobar con el expresidente brasileño Ignacio Lula da Silva, en el 2009, éste reveló cómo un funcionario chino de segundo rango le gritó al entonces presidente de EE.UU. Barack Obama, en su propia cara, sin que luego hubiese una reacción.

Cuando los chinos gritaron a Obama
El escenario fue la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP-15) en Copenhague en el 2009. Según el relato, los miembros del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) estaban en una reunión a puertas cerradas, en la que Obama quería entrar y los chinos no lo dejaron. Luego sucedió lo increíble, según el relato:
“Luego dejamos entrar a Obama”, dijo Lula, “Obama dijo: ‘Me voy a sentar al lado de mi amigo Lula para que no me ataquen aquí’. Entonces él se sentó a mi lado y comenzó a hablar sobre el acuerdo, y dijimos que no hay acuerdo. Y luego estaba un chino, un negociador, estaba tan enojado con Obama (porque EE.UU. estaba tratando de acusar a China de la contaminación global) hablando en mandarín, nadie entendía nada, pedimos una traducción, (Wen) Jiabao (el entonces Primer Ministro de China) no lo permitió, pero la impresión, por su gesticulación, fue que el chino estaban lanzando todo tipo de adjetivos a Obama, hablaba agresivamente, señalando con el dedo, y Obama dijo: ‘Está enojado’. El embajador brasileño, quien dijo que entendía un poco de mandarín, dijo que usó algunas palabras bastante fuertes”.
¿Qué sucedió después? Se desconoce, al menos públicamente, quién fue ese funcionario chino y cuál fue su futuro. Lo único cierto es que, por todos los indicios, no hubo ninguna clase de represalias contra China. Por lo menos había una poderosa razón. EE.UU. no podía enojarse con la única nación del planeta que, vía las megacorporaciones estadounidenses en su territorio, sostenían su mercado consumista doméstico y contenían la inflación de la máquina de la Reserva Federal de imprimir dólares sin producir nada. Pero eso no fue, realmente, lo más crucial.

Soltando al gato geopolítico
Lo que la anécdota reveló es que Obama era el emperador de un Imperio sin capacidad de reacción. Si el enemigo percibe que no la hay entonces toma la decisión de actuar, hace suya la iniciativa. Como dice el Sun Tzu: “Ataca al enemigo cuando no está preparado, y aparece cuando no te espera”.
¿Qué hizo China? Robustecer al máximo su propio Capitalismo Histórico para ocupar el eje del Sistema Mundo y emprender un crecimiento fortalecido soltando a su gato geopolítico. Y eso fue lo que hizo Xi Jinping luego de llegar a la presidencia en el 2012.
Un año después, en el 2013, el gobierno de Xi anunció el lanzamiento de Las Nuevas Rutas de la Seda, o la Iniciativa de la Franja y la Ruta, que marcó un hito en el Sistema Mundo a través de un vasto plan geopolítico de alcance global. Y no solo eso, como producto de su alianza simbiótica con Rusia, fue el principio del renacimiento de la Gran Eurasia, como Mackinder lo había temido un siglo antes.
Más de tres lustros después, las Nuevas Rutas de la Seda dejaron de ser una amenaza para transformarse en las armas definitivas para doblegar a quien fuera el Hegemón. China ha impuesto el ritmo del crecimiento económico mundial. Hoy en día —en los albores de la tercera década del Siglo XXI— se está produciendo un cambio crítico en el panorama, y puede que le sorprenda saber que China ha usurpado a Estados Unidos el título de socio comercial más dominante del mundo.
Los resultados son contundentes: antes del año 2000, Estados Unidos estaba al frente del comercio mundial, ya que más del 80% de los países comerciaban con Estados Unidos más que con China. Para el 2018, esa cifra había bajado drásticamente a sólo el 30%, ya que China se colocó rápidamente en la primera posición en 128 de 190 países, como puede verlo aquí y aquí.
Irónicamente, el mismo lapso de tiempo el Hegemón menguante —creyendo aún ser los Amos del Universo—vivieron los ensueños de una primavera que, en verdad, era como el Otoño del Patriarca —desde la pesadilla neoliberal iniciada durante la administración del republicano Ronald Reagan, proseguida con entusiasmo por los Bush (padre e hijo) y acentuada por los demócratas Bill Clinton, Barack Obama y Donald Trump (el patsy que llegó a La Casa Blanca tras un complot de los rusos para lograr la implosión final de EE.UU. https://amp.theguardian.com/world/2021/jul/15/kremlin-papers-appear-to-show-putins-plot-to-put-trump-in-white-house— para 50 años después, como lo previó Nixon, despertar en el fondo del abismo. Como un dicho gnóstico: «Yo estuve en medio del mundo y me manifesté a ellos… Los hallé a todos ebrios (y) no encontré a nadie con sed de la verdad… porque son ciegos en su corazón y no se percatan de que han venido al mundo vacíos y se irán del mundo vacíos… pero cuando hayan expulsado su vino, entonces se arrepentirán».

El gato de la Inteligencia Artificial
Fue así que, con el Hegemón distraído en sus “Guerras Infinitas”, los chinos impregnados de una mentalidad faustiana de la innovación constante https://elnuevosistemamundo.org/el-momento-faustiano-de-xi-jinping-el-innovador-implacable/ y aplicando la fórmula de Deng Xiaoping de: “Buscar la verdad en los hechos, no en los dogmas, ya sean de Oriente o de Occidente” —a través de la “planificación, el trabajo arduo y el aprendizaje por ensayo y error”, como lo describió Pepe Escobar— China soltó al gato de la Inteligencia Artificial del Capitalismo de la 4ta Revolución Industrial que puede leerlo con más detalle aquí, aquí y aquí, encapsulado en su Made In China 2025. Desde ahí se ha encumbrado a ser el probable vencedor de una III Guerra Mundial Geopolítica frente a un enemigo que no estaba preparado para enfrentar a un formidable rival. ¿Por qué no lo estuvo?
Los Amos del Imperio Occidental en su infinita soberbia, egoísmo y temperamento colérico —como lo describe el Sun Tzu— hicieron que sus cimientos se convirtieran en leña podrida (la destrucción industrial de su nación y el sometimiento del 99.9% de su población por parte del 0.01% como ya describimos antes), mientras los guerreros sabios —operando en múltiples niveles como un ajedrez de 6 planos sobre un cubo de Rubik, para ubicarse en el eje central del Sistema Mundo— miraban el incendio desde la otra orilla. Es más, mientras lo atacaban, con una inocencia monumental la Cábala Anglosajona creía que China transitaría hacia la “democracia del libre mercado” y desde ahí la embaucarían como antes lo hicieron con sus previas víctimas y lacayos de la periferia y el Sur Global. Pero no fue así. Por el contrario, el Águila Imperial cayó en las fauces del Dragón Oriental.
En este punto, cabe recordar que “el imperialismo siempre trae consigo consecuencias”, como lo describió el autor Chalmers Johnson en su Libro “Los Pesares del Imperio”, publicado en el 2004, donde advirtió que el fin del imperio estadounidense estaba más cerca de lo que muchos pensaban. “Los pesares del imperio romano se acumularon durante cientos de años. Es probable que los nuestros”, dijo refiriéndose a EE.UU., “lleguen a la velocidad de entrega inmediata vía FedEx”.

Los múltiples gatos simbióticos
Y llegamos a 2021. China celebra los cien años del Partido Comunista, pero ese partido político podría denominarse Conservador, Nazi o Fachista. Nada cambiaría. El PCCh es solo un membrete, o en el mejor de los casos una Nueva Dinastía —como la de los emperadores de su pasado milenario— eso sí, como partido único que —como los CEO’s en las grandes corporaciones occidentales— buscan el control de todo a cualquier precio y una omnipresencia en las actividades del Estado y del sector privado. Un partido que, dicho sea de paso, no cree en los milagros, sino en la planificación, el arduo trabajo del pragmatismo y el constante flujo de la existencia.
Una Civilización-Estado como China ha pasado por decenas de transformaciones a lo largo de sus cinco milenios de existencia continua. Una construcción social como esa no se encasilla en modelos estériles que ellos han ensayado, descartado o simplemente integrados con sus opuestos en algo nuevo, pero en constante cambio como la vida misma. Es así como podemos desvelar por qué la exitosa fórmula china se basa en una constante simbiosis a través de la “prueba y ensayo” y, así, obtener lo mejor de cada idea que sea útil en la práctica y fusionarlo para lograr beneficios prácticos para la existencia humana.
Como los místicos de la alquimia, los chinos han logrado integrar lo mejor del capitalismo y lo mejor del socialismo, para alcanzar un desarrollo sin precedentes en la historia de la humanidad —a través del balance pendular de no tocar los extremos sino que se mueve de un lado a otro constantemente.
Este es, al parecer, el pensamiento predominante no solo del presidente Xi Jinping —el innovador implacable— sino también de centenares de millones de chinos que ahora se encaminan al “irreversible” renacimiento de China, como lo subrayó el presidente chino el pasado 1ro de junio, ante una muchedumbre congregada en la plaza Tiananmen, en el corazón de Pekín: “El pueblo chino se ha levantado. ¡El tiempo en el que el pueblo chino podía ser pisoteado, en el que sufría y era oprimido ha terminado para siempre!”.

La sapiencia de una larga existencia

“Un pequeño saber no puede equipararse a uno grande. Ni una corta vida a una larga existencia. ¿Cómo se sabe que esto es así? El hongo que sólo vive una mañana desconoce el ciclo de la luna. La cigarra de verano nada sabe de primaveras ni de otoños. Así son las pequeñas existencias”.
Chuang Tsé

Así, la celebración del primer centenario del Partido Comunista Chino (PCCh) coincide con el entierro del Neoliberalismo occidental. Xi Jinping es el organizador de la fiesta en el gigante asiático y Joe Biden figura como el sepulturero de esa corriente económica e ideológica que, en su pletórica arrogancia, electrocutó a la potencia americana.
Los chinos bailan y festejan por haber realizado el sueño del desarrollo económico, industrial y tecnológico, logrando el “milagro económico” de haber sacado de la pobreza a 700 millones de sus compatriotas en los últimos 40 años.
Y todo en medio de una gran guerra geopolítica a escala global sin precedentes donde —en otro logro histórico notable— es que el desarrollo de China no ha implicado conflictos militares de gran escala, ni la subyugación de otras naciones a sangre y fuego. Por el contrario, ¿en cuántas guerras y conflictos se han involucrado el Hegemón en decadencia y sus aliados occidentales durante el mismo período? ¿Cuántos millones de vidas han sido destruidas por estas potencias imperiales, a lo largo de un siglo, cuyo belicismo es concomitante con el Sistema Mundo Occidental de los últimos 500 años?
El Siglo XXI —si la locura de la guerra nuclear del Hegemón en declive, desesperado por la derrota inminente, no acaba con gran parte de la humanidad— reivindicará a China y otras naciones aliadas que creen posible un mundo de cooperación y prosperidad pacífica.
La Gran Cábala entendió hace tiempo que el sistema político estadounidense ya no daba para más y los chinos sabían que eso era inevitable. Esa fue la oportunidad que el PCCh entendió y usó para reinventar el imperio vía su propia dinastía. Pero a diferencia del anterior Hegemón, a los chinos no les interesa tener una presencia ideológica o militar en el planeta, sólo controlar los sistemas claves de supervivencia de cualquier sociedad y que, al proporcionarlos, le paguen una tarifa, como en su antiguo sistema imperial tributario. Esa es la gran diferencia con el Hegemón Occidental de 500 años.
Como decía Aristóteles: Un buen jardinero cuida de la planta, más no hace nada de lo que la planta tiene que hacer por sí misma para crecer. Esa es la gran lección para el Sur Global.

El 1% autónomo en su propia burbuja
Sin embargo, aunque el Hegemón del viejo Sistema Mundo Occidental parece condenado a ser una nación de “segunda categoría”, como dice Goldman, hay que advertir que eso será para el 99% de su población, más no para su élite oligarca del 1%, que aún sigue triunfante, como lo advirtió el célebre filósofo francés Jean Baudrillard, en su ensayo “Después de la Orgía”, escrito en 1990:
“No hay duda de que si el capitalismo se hubiera desarrollado acorde con su propia contradicción lógica, hubiera sido derrotado por el proletariado. En un sentido ideal, el análisis de Marx es aún irreprochable. Pero lo que Marx simplemente no previó es que, enfrentando la inminente amenaza de su existencia, el capital se transpolitizó asimismo, es decir: se lanzó asimismo hacia una órbita más allá de las relaciones de producción y de las contradicciones políticas, para hacerse asimismo autónomo, flotando libremente y libre de riesgos” —como la burbuja espacial de la élite gobernante en la película Elysium— “y así totalizar el mundo a su propia imagen. El capital (si aún puede ser llamado así) ha dejado atrás a la economía política y a la ley del valor; es en este sentido que ha escapado exitosamente de su propio fin. En consecuencia, puede funcionar independientemente de sus antiguos objetivos, y sin referencia absoluta a cualquier objetivo que sea. El suceso inaugural de esta mutación fue indudablemente el Gran Crash de 1929, el de 1987 fue simplemente un remezón”. Y el del 2008 y el que ya está ocurriendo desde la pandemia del 2020, que solo fue un catalizador, podemos añadir, serán otros remezones para que los de arriba expoliaran y sigan expoliando aún más la riqueza del resto. ¿Cómo?

Matrix el gran poder del Hegemón
Aunque China ha desplazado y está tomando ventaja en muchas áreas claves del Sistema Mundo y encaminarse hacia su eje central, hay un poder que aún hace que el Hegemón sea cuasi omnipresente en las mentes de miles de millones de seres humanos que, como nos advirtieron Platón —en La Caverna— y Edward Bernays —en Propaganda—, es el sistema que crea, forma, manipula y controla la conducta humana, virtualmente desde su nacimiento.
Hasta ahora, China se acerca al eje del Sistema Mundo porque —con una excelencia sin par y en su propio Capitalismo Histórico— ha multidimensionado la capacidad y el poder del Hegemón en casi todas las áreas de la realidad económica, financiera y tecnológica, para que el mundo siga funcionando en su realidad material. Sin embargo, el Hegemón de la Cábala Occidental aún tiene un poder indiscutible que, esencialmente, hace andar el sistema del mundo real: El motor invisible de la mente humana, que lo ha esclavizado a través del consumo y la deuda (el Capitalismo Depredador, según Michael Hudson). “All is Mind”, dice una frase arcana.
Ese poder es el sistema del control mental y cultural —Eurocentrista— creado por el Hegemón desde hace más de un siglo —plasmado a través de Hollywood y sus subsecuentes sistemas de Propaganda en la industria de “Divertirse hasta morir”, parafraseando a Neil Postman— que no es más que Matrix o La Caverna Recargada múltiples veces para la creación de una sociedad virtualmente global en sus formas de pensar, creer, gustar, elegir, consumir, divertirse, autocomplacerse, aislarse, comunicarse, etc., etc., que hace que el 1% del Hegemón aún sea omnipresente porque sin ese control ¿cómo funcionaría ese sistema? En este contexto, obviamente, la guerra tecnológica es vital, pero quien controle Matrix seguirá controlando y manipulando las mentes del rebaño global.

El Nuevo Sistema Mundo y Matrix
La batalla final, entonces, será por el dominio de la Isla Mundo mental, y desde allí muy plausiblemente nacerá el Nuevo Sistema Mundo —quizá no tan feliz para el 99%. ¿Qué nos queda hacer? Tal vez habría que volver a recordar a Baudrillard y repensar:
“El proletariado no ha tenido éxito en negarse asimismo como tal —en el siglo y medio desde que Marx hizo claro esto. El proletariado ha fallado en negarse asimismo como clase y, por consiguiente, abolir la sociedad de clases per se. Quizá por esto el proletariado nunca fue una clase, como se había supuesto —a causa de que únicamente la burguesía fue una verdadera clase y, en consecuencia, la única capaz de negarse asimismo como tal. Al negarse asimismo, junto con el capital, la burguesía generó una sociedad sin clases, aunque esto nada tiene que ver con la sociedad sin clases que estaba supuesta a emerger de una revolución y desde una negación del proletariado como tal. Como para el proletariado, este simplemente ha desaparecido —desaparecido junto con la lucha de clases en sí misma”.
¿Cómo será ese mundo de una sociedad sin clases? Es imposible decirlo a cabalidad, pero quizá ya lo vivimos porque nos han empujado a lo más profundo del abismo de nuestra humanidad.

Un condenado caga monedas de oro.
Otro cuelga de una llave inmensa.
El cuchillo tiene orejas.
El arpa ejecuta al músico.
El fuego hiela.
El cerdo viste toca de monja.
En el huevo, habita la muerte.
Las máquinas manejan a la gente.
Cada cual en lo suyo.
Cada loco con su tema.
Nadie se encuentra con nadie.
Todos corren hacia ninguna parte.
No tienen nada en común, salvo el miedo mutuo.
—Hace cinco siglos, Hieronymus Bosch pintó la globalización.

En verdad no pretendo ser fatalista porque, como dice el Tao:

Todo el mundo toma lo bello por bello,
y por eso conocen qué es lo feo.
Todo el mundo toma el bien por bien,
y por eso conocen qué es el mal.
Porque, el ser y el no-ser se engendran mutuamente.
Lo fácil y lo difícil se complementan.
Lo largo y lo corto se forman el uno de otro.
Lo alto y lo bajo se aproximan.
El sonido y el tono armonizan entre sí.
El antes y el después se suceden recíprocamente.
Por eso, el sabio…
Nada usurpa ni nada rehúsa.

Y de la oscuridad nace la luz.

Con la colaboración de Wilder Buleje.

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