¿Una “Black Op” contra la Casa Blanca?

Una de las alas extremas —¿o rebeldes? — del Estado Profundo (Deep State), en medio de tres guerras y billones de dólares en juego para el Complejo de la Industria Militar —la más próspera dentro de la economía real de EE.UU.—, demuele al gobierno de Joe Biden a través de la extraña desaparición del Secretario de Defensa por presuntas causas médicas. También socava su nominación como candidato del Partido Demócrata para las elecciones de este año. Resultados adversos en las confrontaciones bélicas en Ucrania, la Franja de Gaza y el Mar Rojo los impulsó a tomar contramedidas. ¿Qué fue lo que pasó en los 13 días de diciembre y enero —curiosamente 13 fueron los días que duró la Crisis de los Misiles Cubanos en 1962— cuando, supuestamente, el Secretario de Defensa de Estados Unidos, Floyd Austin, estuvo fuera de acción sin que “Sleepy Joe” lo supiera, mientras se libraban tres guerras en simultáneo?

Por Alexandr Mondragón y Wilder Buleje
¿Es posible creer que el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, se entere de la enfermedad de su secretario de Defensa, Floyd Austin, hasta 10 días después de que, supuestamente, fue operado en dos ocasiones? Eso no puede suceder ni por un instante en la “Superpotencia Indispensable”, según lo revela Byron King, quien formó parte del personal del Jefe de Operaciones Navales. Y habiendo estado allí y hecho eso, sabe cómo suceden las cosas en niveles muy altos:

“Quienquiera que sea el secretario de Defensa (SecDef) —Lloyd Austin o cualquier otra persona en cualquier otro momento— el trabajo implica ser vigilado y rastreado de cerca todo el tiempo, en todas partes, todos los días, 24 horas al día, 7 días a la semana, 365 días al año. Al menos, el trabajo de SecDef es una pecera. El tipo en esa silla está en el centro de una diana muy grande. Mientras se ostenta el título, uno está sujeto a constante observación, seguridad y escrutinio”.

“Alguien sabe (de hecho, muchos lo saben) exactamente dónde estás en cada momento. Dormido o despierto, desayunando o yendo al baño, alguien te está mirando. Todo esto viene con la aceptación de un trabajo de alto nivel como este, es decir, un puesto de alto nivel en el gabinete con control de armas masivas y un asiento supervisando esa idea de la COG (Continuidad del Gobierno, en caso de una emergencia extrema)”.

Rastreado ad infinitum
“Cuando uno se convierte en SecDef, cada movimiento que realiza es monitoreado y rastreado. Cada carta y correo electrónico; cada llamada telefónica; cada visitante; cada viaje en cada vehículo; cada comida; ir al gimnasio; lo que sea. Y hay registros extensos, suficientes para llenar archivos”.

“En otras palabras, cuando eres secretario de Defensa tu vida ya no es tuya. Tiene un trabajo que implica el control de los niveles supremos del poder militar estatal. Tu privacidad ha desaparecido. Estás dentro de un círculo de observación y responsabilidad”.

Tras lo detallado por King, queda claro lo inverosímil de la historia oficial, tal como lo han revelado los reportes de gran prensa —alias el Ministerio de la Propaganda– siempre dispuesta a establecer la narrativa del gobierno a un público que tampoco les cree mucho —recientemente un reporte de Statista reveló que sólo el 18% les cree a los periódicos y el 14% a las noticias de la TV.

¿Quién está a cargo de EE.UU.?
Entonces el sentido común dicta una pregunta más que obvia: ¿Quién está a cargo del país, si el presidente no sabe dónde está su Secretario de Guerra y éste último está incapacitado? ¿Será que la Inteligencia Artificial ya los reemplazó? De ningún modo. Lo único factible es que, como lo reveló hace más de medio siglo el teniente coronel Leroy Fletcher Poutry, se trata del “Equipo Secreto” que, desde las sombras del “Deep State” (ese reducido número de magnates europeos y americanos que controlan a la mayor potencia de Occidente), está a cargo del gobierno en tiempos de guerra. Pero esa no es la cuestión clave. La única pregunta que debe ser respondida es: ¿Qué fue lo que pasó realmente?
En este escenario, para aquellos que conocen como funciona las operaciones encubiertas —o “Blacks Op”— dentro del aparato de inteligencia de los Estados Unidos —léase la CIA—, es muy factible que lo que pasó con Austin —aunque no se conozca a ciencia cierta— sea el mensaje de que hubo una “conmoción y pavor” en los más altos niveles del poder que gobierna el Hegemón Imperial y que —el hecho mismo de que se revelara una historia poco creíble— es un signo de una disputa en los más altos niveles de decisión. El poder jamás te dirá la verdad, pero su aroma se puede percibir cuando el castillo de naipes está por desplomarse.

Tambaleando en las guerras
Y ¿por qué la conmoción y el pavor? Una poderosa razón son los escenarios de guerra —Ucrania, Gaza y el Mar Rojo— que se están saliendo de control. En el caso de Ucrania, no solo hay señales de que los rusos tienen la ventaja y Ucrania ya no da más, sino también plausible que China, como lo revela un reporte de Asia Times, puede estar probando balas hipersónicas contra los tanques estadounidenses en Ucrania (cuando los asiáticos anuncian que lo van a hacer, es porque ya lo están haciendo o tienen algo mejor; por ejemplo a fines del 2020 ofrecieron al mundo entregar la tecnología 5G, mientras que ya tenían el 6G en el espacio), por lo que continuar esa guerra no tendría mucho sentido, puesto que también hay otros escenarios de guerra más peligrosos, como en el Mar Rojo, donde los hutíes de Yemén están causando estragos al comercio occidental que, eventualmente, pueden causar una crisis más grave.
Según The New York Times, portavoz del Ministerio de la Propaganda, “la mayor parte de la capacidad ofensiva de los hutíes permanece intacta después de los ataques jefaturados por Estados Unidos”.
La guerrilla yemenita Ansaralá (“guardianes de Dios”) —apodados hutíes por el apellido de uno de sus líderes, Abdel Malik Huti— “aún conserva tres cuartas partes de su capacidad para lanzar misiles y drones” contra los barcos aliados a Israel.
Peor aún, como lo destaca el analista geopolítico Alfredo Jalife-Rahme, los aliados ya dudan en continuar con su vasallaje ubicuo al Hegemón. Francia rehusó sumarse a la aventura marítima anglosajona en el Mar Rojo, mientras su gran aliada Bélgica se sumó a la demanda de Sudáfrica contra Israel, por el genocidio del pueblo palestino, en la Corte Internacional de Justicia, cuando su premier Alexander De Croo coquetea con China.
Y Nabeel Khoury, anterior funcionario de la embajada de EE.UU. en Yemen, señaló en X que “la campaña de bombardeos de Estados Unidos y Gran Bretaña en Yemen es otro fracaso de la diplomacia de Biden”. Es decir, como se ha revelado en muchos videoclips en las redes sociales, “Sleepy Joe” no sabe dónde está parado, literalmente.

Un grave interrogante
En este punto cabe destacar lo que dice un editorial de Strategic Culture:
“Estados Unidos está provocando imprudentemente una confrontación armada en estos calderos geopolíticos —todos ellos implican el peligro del uso de armas nucleares— y, sin embargo, el comandante civil de mayor rango del Pentágono desaparece en acción durante varios días por una cirugía secreta. ¿Cómo habría resultado si hubiera habido informes no verificados de que las fuerzas estadounidenses o aliadas estaban siendo atacadas a nivel estratégico? La ausencia de Austin sin duda habría exacerbado la alarma dentro de una maquinaria militar estadounidense que ya disparaba con facilidad”.
Es decir: “El hecho de que los comandantes militares en Estados Unidos ni siquiera tengan el control de sus cargos plantea un grave interrogante sobre la seguridad global”.

¿Quién gobierna realmente?
Pero aquí hay otro detalle no menos grave, como destacó el ex congresista Ron Paul, el hecho de que Biden iniciara “una nueva guerra estadounidense contra el pequeño país de Yemen… que, según la Administración, extrañamente, ‘rebajaría’ las tensiones en el Mar Rojo”, lo hizo “sin una declaración de guerra del Congreso”, lo cual “es un grave crimen contra la Constitución”.
“Pero esa no es la peor parte. Lejos de tomar acciones contra esta medida ilegal de un presidente fuera de control, el Congreso ni siquiera consideró apropiado criticar a la Administración. Por el contrario, los líderes del Congreso en ambos órganos de hecho aplaudieron al presidente Biden por violar descaradamente la ley estadounidense. Otra prueba de que una fuerza más allá del ámbito institucional determina los caminos a seguir”.
“Así que nos quedamos con el extraño y triste espectáculo de un Congreso dormido al volante mientras un secretario de Defensa lanza ataques militares desde su cama de hospital al servicio de un presidente que claramente no está en su mejor momento. Todo esto en pos de una política que no tiene sentido y nos está acercando a una gran guerra en el Medio Oriente que sólo dañará –no beneficiará en nada– el interés nacional de Estados Unidos”.
Si ese es el caso, eso quiere decir que tanto “Sleepy Joe”, como el Congreso de EE.UU., simplemente obedecen al Deep State de la Gran Cábala. Para ellos la Constitución es papel mojado.

La incapacidad senil de Biden
Combinada con esas preocupaciones está la falta de confianza en la salud cognitiva de Biden como comandante en jefe. En el caso de Biden—no solo por su incapacidad senil— una eventual derrota en la elecciones de noviembre —las encuestas así lo proyectan, con los votantes independientes a favor de Trump— puede ser un grave problema para el “Deep State” del Complejo de la Industria Militar, por lo cual debe ser reemplazado como candidato del partido Demócrata. En este contexto, eliminar a la pieza más poderosa después del Rey, es el camino más directo al Jaque Mate.
Y por lo pronto, el excandidato presidencial John Kerry renunció a un cargo internacional y regresó a Washington para jugar un rol clave en ese proceso de recambio en la fórmula electoral de los Demócratas. El piso no está parejo y las movidas están en pleno desarrollo.

¿Qué sucedió realmente con Austin?
Entonces. ¿Qué fue lo que realmente pasó? Acaso el “incidente” de Austin desnudó vulnerabilidades en el más alto nivel de decisión militar: ¿Fue víctima de un ataque? ¿Por qué el propio Pentágono, a través del Ministerio de la Propaganda, tuvo que revelar una historia inverosímil? ¿Será que la verdad podía salir a flote por otros medios y, en consecuencia, el descrédito del Hegemón a escala global sería más evidente? ¿Austin es el mensaje de que hubo un gran movimiento de placas tectónicas en el más alto nivel del poder?
Entramos a un terreno especulativo, aunque con muchas evidencias ya ofrecidas para estructurar una hipótesis, y presentamos dos derroteros.
Primero, Lloyd es un hombre de costumbres inamovibles. Una de ellas: siempre toma el café en solitario, según el periodista Seymour Hersh. Si lo hace en su oficina del Pentágono no hay problema; pero hacerlo en un país en pleno conflicto armado supone un riesgo de proporciones. Siempre existe la posibilidad de que disidentes o extremistas del propio gobierno anfitrión busquen desviar agua para su molino. ¿Fue víctima Lloyd de una emboscada biológica para cambiar la agenda bélica en el Medio Oriente y en Ucrania?
Segundo, el de Austin no era un comportamiento ceñido a las reglas y tuvo la complicidad de dos generales de alto rango, su jefe de personal civil, y su jefe civil de asuntos públicos. El general de la Fuerza Aérea Charles Brown, presidente del Estado Mayor Conjunto, fue informado de la continua enfermedad de Austin y él también guardó silencio.
¿Por qué lo hicieron? Esa es una de las preguntas clave. La otra es: ¿Lloyd fue intervenido por un cáncer a la próstata o tuvo un cuadro de emergencia después de su visita a Israel?
Y aunque el presidente Biden dijo que su SecDef es un hombre reservado y prefirió mantener perfil bajo mientras superaba una dolencia médica –por lo cual no pasó nada, todo está bien– en el contexto geopolítico actual la incomparecencia del Secretario de Defensa constituye una muestra de debilidad que será capitalizada al máximo por quienes empujan el cambio del Sistema Mundo en sentido inverso a los intereses de Estados Unidos. Sin mencionar que los propios países aliados-vasallos del Hegemón tendrán aún más dudas que las presentadas en este artículo. ¿Si Estados Unidos no supo dónde estaba el jefe del Pentágono por diez días, será capaz de brindarnos la ayuda para salir de algún embrollo grande? Es lo que deben estar preguntándose.

Las nuevas ropas del emperador
Así como un emperador ficticio pagó a sus sastres una fortuna por ropa que nadie podía ver, y luego desfiló desnudo en una gran procesión pública mientras sus súbditos estallaban en carcajadas, así también el presidente Joe Biden intenta marchar vestido con la Constitución que deshonra y las encuestas elaboradas por el Ministerio de la Propaganda, diciendo que lo de Austin no era el fin del mundo. Tendrá la misma suerte que el emperador.
El Estado imperial estadounidense –manejado a espaldas de las mayorías– motivado por cálculos geopolíticos para evitar su declive crónico como potencia global, se ha embarcado en una política demencial de incitar a la agresión y el caos en varias partes del mundo: Medio Oriente, Europa y Asia-Pacífico –enfrentándose nada menos que con el súper dúo simbiótico de China y Rusia, seguidos por el Sur Global, que ya han echado a andar el Nuevo Sistema Mundo de la Ruta Cuántica. “Esta conducta criminal y desenfrenada”, como subraya Strategic Culture, “está poniendo en peligro al mundo entero ante una escalada catastrófica, incluso accidental”.
Así, cada vez está más claro para la gente de todo el mundo, incluidos los ciudadanos de Estados Unidos, que el Hegemón –conducido por la Gran Cábala, una élite de magnates europeos y americanos– mantiene cada vez más al mundo como rehén de sus maquinaciones imperiales y jugando a una mortal ruleta rusa.
Bajo estas circunstancias, en las elecciones de noviembre ¿los ciudadanos-votantes de EE.UU. serán capaces de alterar la demencial dirección de la Gran Cábala? Ni por un milímetro. La democracia electiva en EE.UU. es una total farsa. Los propios estadounidenses lo demuestran. El 50% no vota, de la otra mitad el candidato ganador solo obtiene el 25% de los votos –e incluso el perdedor, como le pasó a Hillary Clinton frente a Trump el 2016, puede tener más votos populares que el electo por el Colegio Electoral–, es decir el candidato ganador solo representa a una minoría. Pero eso es la anécdota.
La Gran Cábala gobierna el Imperio, con la máscara de EE.UU. Sus maquinaciones militares continuarán. Sin embargo, la III Guerra Mundial Híbrida, que comenzó el 2020, tiene múltiples frentes y cada sector del Gran Tablero –Geopolítico, Geoeconómico, Geoindustrial, Geocientífico, Geotecnológico y Geofinanciero– cuentan en el resultado final, esa es la estrategia euroasiática que ya tiene la ventaja e iniciativa en varios frentes. El 2024 aún nos deparará varias sorpresas, incluida la “Enfermedad X” —porque así actúa la Gran Cábala.

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