Es patético ver, de una manera atroz, que mientras Estados Unidos realiza su celebración anual del Día de Acción de Gracias esta semana, el pueblo indígena de Bolivia está siendo masacrado por un golpe de estado respaldado por Estados Unidos en la nación andina.
Por Finian Cunningham
Cuando el ex presidente Evo Morales fue amenazado para que dimitiera de su cargo el pasado 10 de noviembre —forzado por los militares, la policía y por la masiva y orquestada violencia callejera de movimientos derechistas y extremistas religiosos— el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, lo aclamó como “un gran día para la democracia”. Lo que Trump quiso decir fue “un gran día para la plutocracia”.
El nuevo régimen en La Paz es el de la descendencia colonial, la clase dominante regresando al poder, vía la fuerza fáctica, haciendo retroceder los logros alcanzados después de 14 años de socialismo progresista y democracia para la mayoría indígena de los bolivianos. Logros reconocidos por las propias organizaciones internacionales.
El golpe fue llevado a cabo por la difamación de Washington —vía sus acólitos de la ONU— de la reelección de Morales el 20 de octubre y por los paramilitares fascistas dirigidos por oligarcas bolivianos, que están bien conectados en Washington, como lo han documentado Max Blumenthal y Ben Norton.
Venganza racista de los oligarcas
Los oligarcas bolivianos y sus partidarios abrazan un fundamentalismo cristiano de derecha, que desprecia la cultura indígena como pagana. El violento racismo hacia la mayoría indígena fue expresado por la autoproclamada “presidenta interina”, Jeannie Añez, quien, al igual que otras figuras oligárquicas, denunció a la población nativa y en gran medida pobre como “satánica”.
La toma del poder en Bolivia tiene que ver tanto con el control de la riqueza del país —el gas natural y minerales como el litio— como con una venganza racista contra la población indígena, que se atrevió a gobernar el país bajo el liderazgo de Morales en beneficio de la mayoría pobre.
Impunidad militar para matar
Morales ha sido advertido de que si regresa del exilio en México será encarcelado por terrorismo. El nuevo régimen ha instruido a las fuerzas estatales a “cazar” a los miembros del Movimiento Morales al Socialismo (MAS). Ha dado impunidad a la policía y al ejército para disparar mortalmente a los manifestantes, que están realizando huelgas y otras manifestaciones contra el nuevo régimen. Este último hizo promesas anteriores de celebrar nuevas elecciones, sin que se permitiera la participación del MAS a pesar de que el partido tenía una mayoría de legisladores en el Congreso del país. Parece que incluso esas promesas huecas están siendo desechadas.
“Nos están matando como a perros”
Desde que Morales fue derrocado, más de 30 personas han muerto y cientos han resultado heridos, mientras las fuerzas estatales disparan balas reales contra manifestantes desarmados. Informando desde el terreno, Medea Benjamin dice que las comunidades indígenas viven con el temor de las crecientes atrocidades y el regreso a los viejos tiempos de la dictadura militar.
En un incidente en El Alto el 19 de noviembre, el ejército y la policía, reforzados con helicópteros, mataron a ocho personas, entre ellas niños, que se encontraban entre los partidarios del MAS que realizaban un ataque desarmado contra el nuevo régimen.
“Vi a los médicos y enfermeras tratando desesperadamente de salvar vidas, llevando a cabo cirugías de emergencia en condiciones difíciles con escasez de equipo médico”, informó Benjamin. “Vi cinco cadáveres y docenas de personas con heridas de bala… Una madre afligida a cuyo hijo le dispararon gritó entre sollozos: ‘Nos están matando como a perros'”.
Una guerra desde hace V Siglos
El golpe en Bolivia es consistente con la perspectiva histórica más amplia de las guerras indígenas libradas durante siglos en todo el continente americano. Desde los conquistadores españoles y portugueses del siglo XV, que exterminaron las civilizaciones mayas e Inca y las pequeñas civilizaciones en el continente central y meridional, hasta los posteriores colonialistas británicos y otros europeos que despojaron y destruyeron a las tribus nativas del norte en lo que se convirtió en Estados Unidos y Canadá.
Puede sonar a cliché, pero nunca hay que olvidar que Estados Unidos y otros Estados modernos de América se construyeron sobre el genocidio de las poblaciones nativas. Ese genocidio nunca ha sido debidamente expiado. Los indios nativos americanos existentes viven en condiciones predominantemente marginadas y empobrecidas. Sus generosas tierras robadas y envenenadas por el capitalismo industrial.
Una pérfida máscara veneciana
Las celebraciones oficiales como el Día de Acción de Gracias y el Día de Colón se mantienen como imposiciones para encubrir con una máscara veneciana la historia real y brutal de Estados Unidos, que se basa en crímenes bárbaros contra la humanidad.
Si no hay un reconocimiento oficial —y mucho menos una expiación— de los fundamentos exterminadores de EE.UU., y de su poder económico y militar, entonces no es de extrañar que el Estado se permita a sí mismo seguir librando guerras y subversiones contra otras naciones —actuando por encima de la ley, porque siempre ha estado por encima de la ley desde su creación.
La representación hollywoodiense del Día de Acción de Gracias nos dice que los colonos ingleses que llegaron a la costa noreste a principios del siglo XVII, se hicieron amigos de los indígenas que compartían su comida y les mostraron a los extranjeros cómo sobrevivir a los duros inviernos. Lo que enmascara esta narrativa idílica son los siglos posteriores, cuando los colonizadores europeos expandieron su rapaz apoderamiento de tierras y llevaron a los nativos a la extinción, a menudo matándolos en sus campamentos.
Están caminando sobre tierra robada
El anciano indígena Leonard Peltier (ahora de 75 años), quien ha estado en la cárcel durante casi 40 años por una falsa condena por el asesinato de dos oficiales del FBI, escribió la siguiente reflexión para el Día de Acción de Gracias de este año: “Mientras dejo mi mente vagar más allá de las barras de acero y las paredes de concreto, trato de imaginar lo que la gente que vive fuera de las puertas de la prisión está haciendo, y lo que están pensando. ¿Piensan alguna vez en los indígenas que fueron forzados a abandonar sus tierras natales? ¿Entienden que con cada paso que dan, sin importar la dirección que tomen, están caminando sobre tierra robada? ¿Pueden imaginar, aunque sea por un minuto, cómo fue ver el sufrimiento de las mujeres, los niños y los bebés, y sí, de los enfermos y los ancianos, mientras se les obligaba a seguir empujando sus carretas hacia el oeste en temperaturas heladas, con poca o ninguna comida? Esta era mi gente y esta era nuestra tierra”.
Desde EE.UU. hasta Bolivia
En su reflexión, Leonard Peltier hace un recorrido de conexión con el golpe de Estado en Bolivia a los crímenes del pasado contra los pueblos indígenas de toda América.
“También recordamos a nuestros hermanos y hermanas de Bolivia, que se están amotinando, en apoyo al primer presidente indígena, Evo Morales. Su compromiso con la gente, la tierra, sus recursos y su protección contra la corrupción es encomiable. Reconocemos y nos identificamos tan bien con esa lucha”, escribe.
El crimen contra Bolivia se permite que ocurra porque los Estados Unidos, por lo general, se mantiene en una condición de amnesia histórica por su sistema plutocrático y sus obedientes medios de comunicación corporativos.
Todo es igual que antes
El Día de Acción de Gracias es seguido por un día de frenesí consumista, conocido como Viernes Negro, cuando las multitudes hacen cola para que las tiendas abran sus puertas a las ventas. La gente llena sus vidas vacías con aparatos baratos y tecno-fetichismo. Y así, plutócratas como Trump y su gabinete cristiano evangélico pueden abrazar la cruda tontería de que lo que está ocurriendo en Bolivia es “un gran día para la democracia”.
Como dijo el cantautor canadiense Bruce Cockburn: “¿Pensaste que se había acabado? Todo es igual que antes. Nunca terminarán las guerras contra los indios”.
Finian Cunningham es un ex editor y escritor de las principales organizaciones de medios de comunicación. Ha escrito extensamente sobre asuntos internacionales, con artículos publicados en varios idiomas.
Fuente: https://www.strategic-culture.org/news/2019/11/28/bolivian-coup-and-indian-wars-on-thanksgiving/
Traducción: A. Mondragón
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