El Desacoplamiento del Sur Global del Norte Imperial

El pensador ruso Alexander Dugin analiza el término “desacoplamiento”, que significa un alejamiento fundamental de las normas universales de Occidente y un rechazo de las estructuras globales interconectadas que, históricamente, han ligado a las sociedades no occidentales a los valores, tecnologías y sistemas políticos occidentales.

Por Alexander Dugin
En las próximas décadas, el concepto principal y más frecuentemente utilizado será sin duda el término “desacoplamiento”. La palabra inglesa “decoupling” significa literalmente “desconexión de un par” y puede referirse a una amplia gama de fenómenos, desde la física hasta la economía. En todos los casos, se refiere a la ruptura de la conexión entre dos sistemas, especialmente cuando ambos dependen uno del otro en mayor o menor medida. No existe un equivalente exacto para traducir esta palabra al ruso, aunque размыкание (desatar), расцепление (desvincular) y разрыв пары (desconexión de la pareja) transmiten el significado. Sin embargo, es preferible conservar el término inglés “dicoupling” (desacoplamiento).

Lo opuesto a “globalización”
En un sentido amplio, a nivel de los procesos de la civilización global, “dicoupling” significa algo directamente opuesto a “globalización”. El término “globalización” también es inglés (de origen latino). Globalización significa la unificación de todos los estados y culturas según las reglas y los algoritmos establecidos en Occidente. “Ser global” significa ser como el Occidente contemporáneo, aceptar sus valores culturales, sus mecanismos económicos, sus soluciones tecnológicas, sus instituciones y protocolos políticos, sus sistemas de información, sus estándares estéticos y sus criterios éticos como algo universal, total —la única opción— y obligatorio. En la práctica, esto significa el “acoplamiento” de las sociedades no occidentales con Occidente y entre sí, pero siempre de tal manera que las reglas y estándares occidentales sirvan de algoritmo. Esencialmente, en una globalización unipolar de este tipo, había un centro principal —Occidente— y todos los demás. Occidente y el Resto, como dijo Sanuel Huntington. El Resto debía conectarse con Occidente. Esta conexión aseguraba la integración en un único sistema global planetario, en el “Imperio” global de la posmodernidad con la metrópoli situada en el centro de la humanidad, es decir, en Occidente.

La legitimidad supranacional
La entrada en la globalización, el reconocimiento de la legitimidad de las instituciones supranacionales —como la OMC, la OMS, el FMI, el Banco Mundial, la CPI (Corte Penal Internacional), el TEDH (Tribunal Europeo de Derechos Humanos) y hasta el gobierno mundial, cuyo prototipo es la Comisión Trilateral o el Foro de Davos— fue un acto de vinculación del sistema, expresado por el término de “acoplamiento”.
Entre el Occidente colectivo y cualquier otro país, cultura o civilización se formó una pareja en la que se estableció inmediatamente una cierta jerarquía —líder/seguidor—. Occidente desempeñó el papel de amo, el no-Occidente el de esclavo. Sobre este eje de “acoplamiento” se formó todo el sistema mundial de política, economía, información, tecnología, industria, finanzas y recursos. En esta situación, Occidente era la encarnación del futuro —“progreso”, “desarrollo”, “evolución”, “reformas”, mientras que todos los demás debían conectarse con Occidente y seguirlo según la lógica del “desarrollo de recuperación”.

El mundo en tres zonas
A los ojos de los globalistas, el mundo estaba dividido en tres zonas: el “Norte rico” (esencialmente Occidente: Estados Unidos y la UE, así como Australia y Japón), los “países semiperiféricos” (principalmente los países BRICS, bastante desarrollados) y el “Sur pobre” (todos los demás).
China se comprometió con la globalización a principios de los años 1980 bajo el liderazgo de Deng Xiaoping. Rusia lo hizo en condiciones mucho menos favorables a principios de los años 1990 bajo el liderazgo de Yeltsin. Las reformas de Gorbachov también apuntaban a “acoplarse” con Occidente (“una casa europea común”). Más tarde, India se sumó activamente a este proceso. Cada país “se acopló” con Occidente, lo que significó integrarse al proceso de globalización.

Occidente el core del sistema
La globalización fue y sigue siendo un fenómeno fundamentalmente centrado en Occidente, y dado que los Estados Unidos y las élites globalistas desempeñan el papel principal en ella, es bastante lógico utilizar términos ingleses para describirla. La globalización se llevó a cabo mediante el “acoplamiento” y, a partir de allí, todos los involucrados siguieron sus reglas y directrices a todos los niveles, tanto global como regional.
Los procesos de globalización cobraron impulso a partir de finales de los años 1980 hasta que empezaron a tambalearse y estancarse en los años 2000. El factor más importante de esta inversión del vector de la globalización fue la política de Putin, que inicialmente apuntaba a integrar a Rusia en ella (ingresando a la OMC, etc.) pero al mismo tiempo insistía en la soberanía, contradiciendo claramente la principal directriz de los globalistas: avanzar hacia la desoberanización, la desnacionalización y la perspectiva de establecer un gobierno mundial. Así, Putin se distanció rápidamente del FMI y del Banco Mundial, señalando con razón que estas instituciones utilizaban el “acoplamiento” en interés de Occidente y a menudo directamente en contra de los intereses de Rusia.

La gran estrategia China
Al mismo tiempo, China, que obtuvo el máximo beneficio de la globalización aprovechando su participación en la economía mundial, el sistema financiero y, especialmente, la deslocalización de industrias reubicadas por los globalistas desde los países occidentales al sudeste asiático (donde los costos laborales eran significativamente más bajos), también alcanzó los límites de los resultados positivos de esta estrategia.
Además, al principio China se preocupó de mantener su soberanía en ciertas áreas, rechazando la democracia liberal controlada por Occidente (los acontecimientos en la Plaza Tiananmen) y estableciendo un control nacional total sobre Internet y la esfera digital. Esto se hizo especialmente evidente bajo Xi Jinping, quien declaró abiertamente que el rumbo de China no era hacia un globalismo centrado en Occidente, sino hacia su propio modelo de política mundial basado en la multipolaridad.

La multipolaridad de los BRICS
Putin también estableció firmemente el rumbo hacia la multipolaridad, y otros países semiperiféricos, en particular las naciones BRICS, se inclinaron cada vez más hacia este modelo. Las relaciones entre Rusia y Occidente se deterioraron especialmente con el inicio de la Operación Militar Especial (SMO) en Ucrania, después de la cual Occidente rápidamente comenzó a cortar lazos con Moscú: a nivel económico (sanciones), nivel político (una ola de rusofobia sin precedentes), nivel energético (explosiones de gasoductos en el Mar Báltico), nivel de intercambio tecnológico (prohibiciones de suministro de tecnología a Rusia), deportes (una serie de descalificaciones artificiales de atletas rusos y prohibición de participar en los Juegos Olímpicos), etc. En otras palabras, en respuesta a la SMO, es decir, la declaración plena de Putin sobre la soberanía de Rusia, Occidente inició el “desacoplamiento”.

Castigo por la “mala conducta”
En este punto, el término “desacoplamiento” adquiere su significado pleno y profundo. No es solo una ruptura de vínculos; es un nuevo modo de funcionamiento para dos sistemas, cada uno de los cuales ahora se supone que es completamente independiente del otro. Para los EE.UU. y la UE, el “desacoplamiento” parece ser un castigo por la “mala conducta” de Rusia, es decir, su desapego forzado de los procesos y herramientas de desarrollo.
Para Rusia, por el contrario, esta autarquía forzada, mitigada en gran medida mediante el mantenimiento e incluso el desarrollo de contactos con países no occidentales, parece el siguiente paso decisivo hacia la restauración de la soberanía geopolítica plena, significativamente socavada y casi completamente perdida desde fines de la década de 1980 hasta principios de la de 1990. Ahora es difícil decir con certeza quién inició exactamente el “desacoplamiento”, es decir, la separación de Rusia de la estructura de globalización unipolar centrada en Occidente. Formalmente, Rusia inició la SMO, pero Occidente la impulsó activamente a hacerlo mediante sus instrumentos de representación ucranianos.

El principio de lo inevitable
En cualquier caso, el hecho es que Rusia ha entrado en el proceso de “desvinculación” de Occidente y del globalismo que éste promueve. Y esto es solo el principio. Las etapas inevitables aún están por delante.
En primer lugar, debemos rechazar de manera sistemática y fundamental la universalidad de las normas occidentales en economía, política, educación, tecnología, cultura, arte, información, ética, etc. El “desacoplamiento” no significa solo un deterioro o incluso una ruptura de las relaciones. Es algo mucho más profundo. Implica revisar las actitudes civilizatorias básicas formadas en Rusia mucho antes del siglo XX, en las que se tomó a Occidente como modelo y sus etapas históricas de desarrollo como un modelo incuestionable para todos los demás pueblos y civilizaciones, incluido nuestro país.

La experiencia de los rusos
Hasta cierto punto, los dos últimos siglos del gobierno de los Romanov, el período soviético (con una crítica del capitalismo) y, especialmente, la era de las reformas liberales desde principios de la década de 1990 hasta febrero de 2022 fueron todos centrados en Occidente. Durante los últimos siglos, Rusia ha estado involucrada en el “acoplamiento”, sin cuestionar la universalidad del camino occidental de desarrollo. Sí, los comunistas creían que era necesario superar el capitalismo, pero solo después de que se hubiera construido, basándose en la “necesidad objetiva” de cambiar las formaciones. Incluso las perspectivas de una revolución mundial eran vistas por Trotsky y Lenin como un proceso de “acoplamiento”, “internacionalismo”, una vinculación con Occidente, aunque con el propósito de formar un proletariado global único e intensificar su lucha. Bajo Stalin, la Unión Soviética se convirtió esencialmente en un Estado-civilización separado, pero solo desviándose de la ortodoxia marxista y confiando en sus propias fuerzas y en el genio creativo único de su pueblo.

Acoplamiento y desintegración
Cuando la energía y las prácticas del estalinismo se agotaron, la Unión Soviética volvió a moverse hacia Occidente siguiendo la lógica del “acoplamiento” y, como era previsible, se desintegró. Las reformas liberales de los años 1990 se convirtieron en un nuevo salto hacia el “acoplamiento”, de ahí el atlantismo y la postura prooccidental de las élites de esa época. Incluso en la primera etapa de la era de Putin, Rusia intentó mantener el “acoplamiento” a toda costa, hasta que entró en contradicción directa con la determinación aún más firme de Putin de fortalecer la soberanía del Estado (lo que habría sido prácticamente imposible bajo la globalización continua, tanto en teoría como en la práctica).

El “desacoplamiento” irreversible
Hoy, Rusia está entrando consciente, firme e irreversiblemente en el “desacoplamiento”. Ahora está claro por qué acordamos usar este término inicialmente en su versión inglesa. “Acoplamiento” es integración con Occidente, reconociendo sus estructuras, valores y tecnologías como modelos universales y la dependencia sistémica de él, así como el esfuerzo por ser parte de él, por alcanzarlo, por seguirlo; en el peor de los casos, implica reemplazar aquello de lo que Occidente ha decidido excluirnos.
“Desacoplamiento”, por el contrario, significa rechazar todos estos principios, confiar no solo en nuestras propias fuerzas, sino también en nuestros propios valores, nuestra propia identidad, nuestra propia historia, nuestro propio espíritu (Nota del Traductor: Nuestra propia civilización, dirán los chinos). Por supuesto, todavía no hemos comprendido completamente la profundidad de esto, ya que la occidentalización en Rusia, la historia de nuestro “acoplamiento”, ha durado varios siglos. Con éxito variable, la penetración de Occidente en nuestra sociedad ha sido continua e intrusiva.

Un “desacoplamiento” muy difícil
Occidente ha estado durante mucho tiempo no solo fuera, sino también dentro de nosotros. Por lo tanto, el “desacoplamiento” será muy difícil. Incluye operaciones complejas para “expulsar todas las influencias occidentales de la sociedad”. Además, la profundidad de esa limpieza es mucho más seria que incluso la crítica al sistema burgués durante la era soviética. En ese momento, se trataba de dos líneas de desarrollo en competencia dentro de una única civilización (¡por defecto occidental!) —capitalista y socialista—, pero el segundo modelo —socialista— también se construyó sobre los criterios de desarrollo de la sociedad occidental, sobre las enseñanzas y teorías occidentales, sobre los métodos occidentales de cálculo y evaluación, sobre la escala occidental de niveles de desarrollo, etcétera. Los liberales y los comunistas están unidos en la comprensión de que solo puede haber una civilización, y también están de acuerdo en que esa es la civilización occidental —sus ciclos, sus formaciones, sus fases de desarrollo.
Un siglo antes, los eslavófilos rusos fueron mucho más allá y exigieron una revisión sistémica, un rechazo de la occidentalización y un retorno a sus propias raíces rusas. En esencia, ese fue el comienzo de nuestra “disociación”. Es lamentable que esta tendencia, que fue bastante popular en Rusia en los siglos XIX y principios del XX, no haya prevalecido. Ahora simplemente debemos completar lo que los eslavófilos, seguidos por los eurasianistas rusos, comenzaron. Necesitamos superar la pretensión de universalidad, globalismo y singularidad de Occidente.

Por la divina Providencia
Se podría pensar que el propio Occidente nos ha impuesto la “disociación”, pero lo más probable es que en esto podamos ver los mecanismos secretos de la Providencia. El ejemplo de la inauguración de los Juegos Olímpicos de París lo ilustra claramente. Occidente prohibió a Rusia participar en los Juegos Olímpicos, pero en lugar de un castigo, con el telón de fondo de ese desfile estéticamente monstruoso de pervertidos y la patética lucha de los nadadores en las aguas llenas de suciedad y desechos tóxicos del Sena, todo esto se convirtió en algo completamente opuesto: una operación para salvar a Rusia de la desgracia y la humillación. Las imágenes de la “disociación” en los deportes ilustran vívidamente su naturaleza curativa. Al separarnos de ella, Occidente facilita esencialmente nuestra recuperación, nuestra resurrección. Al no permitirle entrar en el centro de la degeneración y el pecado desvergonzado, Rusia se encuentra a distancia, apartada. Hoy reconocemos esto como Providencia. Así es.

Una arquitectura multipolar
Si ahora miramos al resto del mundo, nos daremos cuenta inmediatamente de que no estamos solos en el camino de la “disociación”. Todos los pueblos y civilizaciones que se inclinan por una arquitectura mundial multipolar están entrando en el mismo proceso.
Recientemente, en una conversación con un importante oligarca e inversor chino, escuché personalmente reflexiones sobre el “desacoplamiento”. Con plena confianza, mi interlocutor afirmó que el “desacoplamiento” de China de los Estados Unidos es inevitable y ya ha comenzado. El único problema es que Occidente quiere llevarlo a cabo en términos favorables para sí mismo, mientras que China aspira a lo contrario, es decir, a su propio beneficio. Hasta el último momento, China había obtenido con éxito resultados positivos de la globalización, pero ahora esto requiere una revisión y una confianza en su propio modelo, que China vincula inextricablemente con el éxito de la integración de la Gran Eurasia (en conjunto con Rusia) y la implementación del proyecto “One Belt, One Road”. Según el influyente interlocutor chino, es precisamente el “desacoplamiento” lo que definirá la esencia de las relaciones entre China y Occidente en las próximas décadas.

La “descolonización” mental
India también está optando cada vez más y con firmeza por la multipolaridad. Aunque todavía no se habla de una “disociación” total de Occidente, el primer ministro Narendra Modi declaró abiertamente hace poco que se está avanzando hacia la “descolonización de la mentalidad india”. Esto significa que en este gigantesco país, una civilización-estado (Bharat), al menos en el terreno de las ideas (¡que es primordial!), el rumbo está marcado por una “disociación” intelectual. Los indios de la nueva era ya no aceptan las formas occidentales de pensamiento, filosofía y cultura como modelos incondicionales, sobre todo porque todavía están vivos los recuerdos de los horrores de la colonización y la subyugación por parte de los británicos. Al fin y al cabo, la colonización también fue una forma de “disociación”, es decir, de “modernización” y “occidentalización” (por eso Marx la apoyó).

La ola del “desacoplamiento”
Es evidente que también en el mundo islámico se está produciendo una “disociación” total. Contra el representante occidental en Oriente Próximo —Israel—, los palestinos y los musulmanes chiítas de la región están librando actualmente una verdadera guerra. El marcado contraste entre los valores y normas occidentales contemporáneos y los de la religión y la cultura islámicas ha sido durante mucho tiempo un leitmotiv de las políticas antioccidentales de las sociedades islámicas. El vergonzoso desfile de pervertidos en la inauguración de los Juegos Olímpicos de París no hizo más que echar leña al fuego. Cabe destacar que la reacción más severa a la representación blasfema de Cristo, provino de las autoridades del Irán islámico. El Islam está claramente orientado hacia el “desacoplamiento”, y esto es irreversible.
En ciertos sectores, estos mismos procesos están surgiendo también en otras civilizaciones: en la nueva ola de descolonización de los pueblos africanos y en las políticas de muchos países latinoamericanos. Cuanto más se ven arrastrados a los procesos de multipolaridad y cuanto más se acercan al bloque BRICS, más aguda se vuelve la cuestión del “desacoplamiento” dentro de estas sociedades.

El “desacoplamiento” de Occidente
Por último, podemos observar que el deseo de replegarse en el interior de las propias fronteras se manifiesta cada vez más en Occidente. Los populistas de derecha en Europa y los partidarios de Trump en Estados Unidos abogan abiertamente por una “fortaleza Europa” y una “fortaleza América”, es decir, por un “desacoplamiento” de las sociedades no occidentales, contra los flujos migratorios, la dilución de la identidad y la desoberanización. Incluso con Biden, un globalista comprometido y un firme partidario de mantener la unipolaridad, vemos algunos movimientos inequívocos hacia medidas proteccionistas. Occidente está empezando a cerrarse en sí mismo, emprendiendo el camino del “desacoplamiento”.
Así, comenzamos con la afirmación de que la palabra “desacoplamiento” será clave para las próximas décadas. Esto es evidente, pero pocos se dan cuenta todavía de lo profundo que es este proceso y de los esfuerzos intelectuales, filosóficos, políticos, organizativos, sociales y culturales que requerirá de toda la humanidad: nuestras sociedades, países y pueblos. A medida que nos distanciamos del Occidente global, nos enfrentamos a la necesidad de restaurar, revivir y reafirmar nuestros propios valores, tradiciones, culturas, principios, creencias, costumbres y fundamentos. Hasta ahora, sólo estamos dando los primeros pasos en esa dirección.

Fuente: https://www.arktosjournal.com/p/decoupling

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