El hecho de que los miembros del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas de EE.UU. —que solo tiene una función de asesoramiento y está subordinad al mando civil, pero no un poder de comando sobre las fuerzas armadas— le haya pedido a las tropas obediencia a la Constitución y al poder civil, revela que hay una división dentro de las Fuerzas Armadas y que el Pentágono está al mando de una Cábala leal a Trump. Incluso da a entender de que, al menos hasta el 20 de enero, el verdadero comandante en jefe de facto del ejército —y del país— es el Secretario de Defensa interino Christopher Miller, que tiene el control del Pentágono y por ende del ejército —que está compuesto por un 70% de blancos— y que por lo tanto cualquier cosa puede suceder antes de que Joe Biden pueda asumir el poder.
Por Finian Cunningham
La declaración del Estado Mayor Conjunto de esta semana, muestra que hay preocupaciones reales acerca de que las ambiciones golpistas de Trump se lleven al máximo nivel —más grave de lo que pasó el 6 de enero.
En una intervención extraordinaria, el Estado Mayor Conjunto de las fuerzas armadas de Estados Unidos emitió una severa advertencia pública, en la que instruía a todo el personal militar de que tenía la obligación de obedecer la Constitución y solo las “órdenes legales de los líderes civiles”.
El hecho de que los altos mandos se vieron obligados a publicar la advertencia a las tropas de base, muestra que hay aprensiones por una escalada de violencia en la próxima semana, mientras Estados Unidos supervisa una transferencia de poder en disputa y una nueva presidencia. La inquietud no se trata solo de las tropas de base, sino más bien de lo que podría hacer la Casa Blanca de Trump en medio del estallido de violencia —antes o el mismo 20 de enero.
El temor de un sabotaje
El raro movimiento de hacer una declaración tan pública es una prueba más de la profunda preocupación de que exista una camarilla dentro del Pentágono, que cumpla (solamente) las órdenes del presidente Donald Trump. Existe la preocupación de que las personas designadas por Trump después del pasado 3 de noviembre, incluido el Secretario de Defensa interino Christopher Miller, estén preparadas para sabotear la transferencia pacífica del poder y la toma de posesión del presidente electo demócrata Joe Biden. Es decir, la camarilla está dispuesta a fomentar un golpe de Estado contra el proceso electoral.
En su declaración conjunta, el presidente del Estado Mayor Conjunto, el general Mark Milley, y otros siete generales de cuatro estrellas escribieron: “El pueblo estadounidense ha confiado en las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos para protegerlos a ellos y a nuestra Constitución durante casi 250 años. Como lo hemos hecho a lo largo de nuestra historia, el Ejército de los EE.UU. obedecerá las órdenes legales de los líderes civiles, apoyará a las autoridades civiles para proteger vidas y propiedades, garantizará la seguridad pública de acuerdo con la ley y permanecerá plenamente comprometido con la protección y defensa de la Constitución de los Estados Unidos contra todos los enemigos, extranjeros y nacionales”.
El Comando Conjunto con Biden
Además, los altos mandos dejaron en claro que la elección no está sujeta a una disputa, como insiste el presidente Trump. Los generales declararon: “El 20 de enero del 2021, de acuerdo con la Constitución, confirmada por los estados y los tribunales, y certificada por el Congreso, el presidente electo Biden será investido y se convertirá en nuestro 46° Comandante en Jefe”.
En otra línea puntual, los jefes militares del Pentágono señalaron: “Como miembros del servicio, debemos encarnar los valores e ideales de la Nación. Apoyamos y defendemos la Constitución. Cualquier acto que interrumpa el proceso constitucional no solo va en contra de nuestras tradiciones, valores y juramentos; Va en contra de la ley.”
La declaración siguió al asalto sin precedentes al Congreso la semana pasada cuando una sesión conjunta de los legisladores de la Cámara y el Senado estaba en proceso de certificar la elección de Biden, el candidato demócrata que ganó el voto popular en las elecciones presidenciales del 3 de noviembre y subsecuentemente el mandato del Colegio Electoral el 14 de diciembre. En particular, el Estado Mayor Conjunto condenó el asalto al Capitolio el 6 de enero como un “asalto directo al Congreso de los Estados Unidos”.
Un escenario deliberado
La invasión del Capitolio por miles de partidarios de Trump, incluidos extremistas armados de derecha, interrumpió el proceso de certificación. Murieron cinco personas. El presidente republicano en ejercicio apenas unos minutos antes ese día había incitado a la multitud a marchar al Congreso con afirmaciones incendiarias pero infundadas de que los demócratas robaron las elecciones en un fraude masivo contra su “victoria aplastante”.
Desde entonces ha surgido la idea de que la falta de seguridad en torno a la legislatura no fue simplemente un descuido, sino que parece haber sido un escenario deliberado. Además, las solicitudes de respaldo de seguridad de las tropas de la Guardia Nacional se retrasaron hasta cuatro horas, a pesar de las frenéticas solicitudes de los funcionarios del gobierno local de Washington DC y los jefes de policía. La demora en ordenar a las tropas que aseguraran el Capitolio fue responsabilidad del Secretario de Defensa en funciones, Christopher Miller. Miller, un ex boina verde, junto con una cohorte de otros leales a Trump, fue instalado en altos cargos civiles en el Pentágono días después de las elecciones del 3 de noviembre. Existen temores continuos de que “todos los hombres del presidente” en el Pentágono están dispuestos a permitir los esfuerzos de Trump para frustrar el proceso electoral y forzar un segundo mandato en el cargo.
Una grave crisis de 4 horas
Varios informes de los medios han centrado la atención en el Pentágono, para explicar cómo el asedio al Capitolio el miércoles 6 se convirtió en una grave crísis de cuatro horas, durante la cual más de 500 legisladores, incluido el vicepresidente Mike Pence, se vieron obligados a refugiarse en búnkeres seguros temiendo por sus vidas. Pero los medios de comunicación, como el New York Times, informaron del fiasco en términos anodinos como resultado de una “mala planificación” o “falta” de coordinación de la seguridad.
Alrededor de las 2 p.m., la Policía del Capitolio emitió llamadas de que necesitaban ayuda después de que las multitudes rompieron las vallas de seguridad. Pero no fue hasta las 6 de la tarde que llegaron miembros de la Guardia Nacional para desalojar los edificios gubernamentales de los manifestantes. [Nota del Traductor: Pero también en algunas fotos se ve a agentes del FBI con vestimenta militar SWAT protegiendo a los legisladores como puede verse aquí y aquí. También está el hecho de que a fines de diciembre, el Departamento de Policía de Nueva York envió un paquete de material de inteligencia a la Policía del Capitolio de EE.UU. y al FBI, sobre lo que podía suceder el 6 de enero. El paquete estaba lleno de lo que se conoce como inteligencia en bruto: pedazos y piezas de información que aparecieron en varios sitios de redes sociales, que indicaba que probablemente habría violencia cuando los legisladores certificaran las elecciones presidenciales el 6 de enero, como lo indica un deporte de la NPR.]
Llamadas de ayuda desatendidas
Según los informes, la alcaldesa de Washington, D.C., Muriel Bowser, hizo llamadas telefónicas al Pentágono para pedir el despliegue de tropas de la Guardia Nacional. También lo hicieron los legisladores atrapados dentro del Capitolio, incluida la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi. Esas llamadas fueron extrañamente desatendidas.
Dado que Washington, D.C., no es un estado, no tiene autoridad sobre su Guardia Nacional. Esa autoridad recae en el Pentágono. Pero las tropas del DC habían sido retiradas en los días previos al 6 de enero o desplegadas fuera del edificio del Capitolio en servicio de tráfico, a pesar de que había abundantes señales en las redes sociales de que los partidarios de Trump de extrema derecha planeaban reunirse en el Capitolio, para bloquear el proceso de certificación de la elección de Biden por los legisladores, en una sesión conjunta del Congreso.
La alcaldesa Bowser luego hizo un llamamiento a los gobernadores de los estados vecinos de Maryland y Virginia para que desplegaran a sus Guardias Nacionales para ayudar al Capitolio. Los gobernadores también estaban recibiendo frenéticos llamados de aquellos políticos sitiados dentro de las cámaras del Congreso.
Sin embargo, estas autoridades estatales todavía estaban obligadas a obtener la autorización del Pentágono para desplegar a sus soldados a través de las fronteras estatales.
Desde el Pentágono negaron ayuda
El gobernador de Maryland, Larry Hogan, un republicano, dijo que los funcionarios del Pentágono le negaron repetidamente sus solicitudes para desplegar la Guardia Nacional. No está claro quiénes eran estos funcionarios. Pero el dedo de la sospecha apunta a Christopher Miller y la cohorte de leales designados por Trump en el Departamento de Defensa.
Esto indica que los hechos del 6 de enero fueron mucho más siniestros de lo que se ha informado hasta ahora. Cinco personas, incluido un oficial de policía del Capitolio, murieron el día en que los manifestantes de Trump irrumpieron en el edificio del Congreso.
El presidente Donald Trump ha sido acusado de incitar a las multitudes a atacar el Capitolio. Hizo un discurso incendiario en un mitin horas antes de que el Congreso se reuniera para certificar la elección, y ordenó a la multitud que “recuperara su país”.
El asalto a las salas del Congreso también ha sido ampliamente condenado como un acto de “insurrección” y “un asalto a la democracia”. Pero la cobertura de los medios tiende a retratar el evento como una violación caótica de la seguridad por parte de los partidarios de Trump. Esos informes pueden ser desmentidos con los relatos de milicias armadas de la extrema derecha entre el tumulto. Había cuadros de neofascistas que iban armados, equipados con ataduras de plástico (usados en los arrestos de protestas civiles) y lazos. Incluso estaban pidiendo la cabeza del vicepresidente republicano Mike Pence, después de que Trump lo había denunciado anteriormente por ser débil al no respaldar su esfuerzo por revertir el proceso electoral. [Nota del Traductor: Y para que las cosas se vean más siniestras, fuera del Capitolio habían instalado el cadalso de una horca, como puede verse aquí.]
El Capitolio estuvo vulnerable
Pero, ¿y si el Capitolio fue dejado deliberadamente indefenso? Hay que hacer preguntas a los jefes de la policía del Capitolio y de la fuerza metropolitana de Washington DC, quienes, según los informes, rechazaron el respaldo de seguridad supuestamente ofrecido por el Pentágono en los días previos a la manifestación de “detener el fraude” que Trump había estado promoviendo durante semanas. ¿Esa oferta del Pentágono fue genuina o parte de una farsa?
El jefe de la policía del Capitolio, Steven Sund, dijo a los legisladores antes del 6 de enero que todo estaba bajo control para todas las contingencias. No lo estaba. Desde entonces ha dimitido. El Capitolio estuvo visiblemente vulnerable con apenas una delgada línea de policías desplegados ese día. Ex funcionarios de seguridad han expresado su asombro por la falta de seguridad. Y hay evidencia de video de oficiales que dejaron a los manifestantes atravesar las vallas, incluso les hacen señas y los guían a áreas clave dentro del laberinto de pasillos del Capitolio.
Un rol aparentemente siniestro
Pero es el papel aparentemente siniestro del Pentágono lo más inquietante. Cuatro horas para desplegar a la Guardia Nacional mientras hombres armados merodeaban la sede del gobierno, sugiere que esta fue una oportunidad que se les brindó para asesinar a miembros del Congreso y bloquear el proceso electoral para elegir al demócrata Joe Biden.
Solo tres días antes del 6 de enero, se publicó un artículo de opinión sin precedentes en el Washington Post firmado por 10 ex jefes del Pentágono, incluidos Dick Cheney, Donald Rumsfeld, William Cohen, Leon Panetta y James Mattis. En la apertura, advirtieron a Christopher Miller que no usara al ejército para anular el resultado de las elecciones, de lo contrario, habría consecuencias nefastas para la democracia de Estados Unidos. Fue una intervención y una advertencia fenomenales, que muestra cuán degenerada se ha vuelto la política estadounidense. [Nota del traductor: Y ¿una evidencia palpable de que ya se tenía conocimiento de lo que estaba por suceder?]
Parece que Miller y todos los hombres del presidente en el Pentágono ignoraron el consejo. Se adelantaron para ayudar e instigar un golpe. El golpe fracasó. Pero todavía quedan elementos explosivos hasta que Biden asuma la presidencia el 20 de enero.
Cuando los grupos de extrema derecha marchen a la ceremonia de inauguración completamente armados como han declarado que lo van a hacer, ¿cuál será entonces la respuesta del Pentágono? Con personas como Miller y otros de extrema derecha a cargo en el Pentágono, no hay garantía de qué lado estarán los militares.
¿Buscando la Ley Marcial?
Durante el alboroto, los legisladores se refugiaron en búnkeres seguros con agentes de seguridad armados. ¿Qué hubiera pasado si los asaltantes hubieran logrado acercarse a los congresistas? Todo el proceso electoral podría haber sido abortado, y quizás la ley marcial impuesta por el presidente en ejercicio.
Posteriormente, los agentes del FBI informaron a los miembros del Congreso de que existían planes creíbles en curso para llevar a cabo secuestros y asesinatos por parte de extremistas de extrema derecha, con el objetivo de sabotear la toma de posesión de Biden como presidente.
Ex militares entre la turba
Teniendo en cuenta los informes de que hubo miembros de las fuerzas armadas y la policía, fuera de servicio o retirados, como parte de la turba en el asalto del 6 de enero al Congreso, de ninguna manera podemos estar seguros de lo que podría pasar si suceden enfrentamientos armados con los manifestantes a medida que se acerca la fecha de inauguración.
Según la ley estadounidense, la cadena de mando en el ejército estadounidense va desde el presidente hasta su secretario de defensa y, desde allí, hasta los comandantes de combate regionales. El Estado Mayor Conjunto tiene una función de asesoramiento únicamente subordinada al mando civil. Trump es el Comandante en Jefe hasta el 20 de enero. Con Miller como su mano derecha y otros miembros de una cábala pro-Trump en el Pentágono, las fuerzas armadas podrían verse sumidas en el caos por la emisión de órdenes contradictorias.
Preocupaciones reales
Trump aún no le ha concedido la elección a Biden, incluso a esta hora tardía. Trump continúa afirmando que él y “75 millones de patriotas estadounidenses” fueron engañados. Los partidarios acérrimos de Trump están indignados por una lucha existencial —aunque delirante— contra una “toma socialista de Estados Unidos por parte de los demócratas”; están armados hasta los dientes y entrenados en tácticas de milicia. Con una camarilla pro-Trump encabezando el Pentágono, las apuestas se elevan peligrosamente más.
La declaración del Estado Mayor Conjunto de esta semana muestra que hay preocupaciones reales acerca de que las ambiciones golpistas de Trump aún están latentes y se lleven al máximo nivel, para lo cual el acoso del 6 de enero en el Capitolio de Estados Unidos solo fue un adelanto.
Finian Cunningham es un exeditor y redactor de las principales organizaciones de medios de comunicación. Ha escrito extensamente sobre asuntos internacionales, con artículos publicados en varios idiomas.
Este artículo es una fusión de dos artículos escritos por el mismo autor: https://www.strategic-culture.org/news/2021/01/14/military-chiefs-warn-trump-and-his-pentagon-cabal/ y https://www.strategic-culture.org/news/2021/01/11/pentagon-sinister-role-in-trumps-coup-bid/
Traducción: A. Mondragón
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