
Como lo reveló el autor francés Thierry Meyssan en su libro La Gran Impostura: 11 de septiembre de 2001, ningún avión se estrelló en el Pentágono el 11-S, los atentados “fabricados” iban a permitir justificar el inicio de la «guerra sin fin» en el Medio Oriente ampliado o Gran Medio Oriente y un empoderamiento recargado del Complejo de la Industrial Militar —que, en las dos décadas siguientes, causó profundas reformas que cambiaron la naturaleza de las instituciones gubernamentales de Estados Unidos, algo que el presidente Ike Eisenhower advirtió en su discurso de despedida en 1961 cuando dijo:
“Esta conjunción de un inmenso sistema militar y una gran industria armamentística es algo nuevo para la experiencia norteamericana. Su influencia total —económica, política, incluso espiritual— es palpable en cada ciudad, cada parlamento estatal, cada departamento del gobierno federal.
“Reconocemos la necesidad imperativa de esta nueva evolución de las cosas. Pero debemos estar bien seguros de que comprendemos sus graves consecuencias… En los consejos de gobierno debemos estar alertas contra el desarrollo de influencias indebidas, sean buscadas o no, del complejo militar-industrial”.
Las “guerras infinitas” contra el terrorismo de EE.UU. en siete países del Oriente Medio, en los 20 años siguientes al 11-S, y los $8 millones de millones de dólares gastados en las mismas, según un estudio reciente de la Universidad Brown, le dan la razón a Eisenhower y Meyssan.
Por Thierry Meyssan
Si alguien pregunta qué sucedió el 11 de septiembre de 2001, usted seguramente evocará las imágenes de los atentados contra las Torres Gemelas del World Trade Center en Nueva York. Sin embargo, veinte años después hay muchas cosas que no han tenido una explicación con evidencias irrefutables y permanecen en el más profundo misterio.
Al conmemorar el 11-S la gente seguramente olvidará muchas otras cosas, como los casos de personas que se beneficiaron con la caída de las acciones de las compañías aéreas afectadas… beneficios que pudieron obtener porque sabían lo que iba a suceder aquel día; el incendio que devastó el anexo de la Casa Blanca —el Old Eisenhower Building—; o el derrumbe de un tercer edificio del World Trade Center.
Y lo más sorprendente es que casi nadie recuerda ya que, a las 10 de la mañana del aquel día, Richard Clarke puso en marcha el «Plan de Continuidad del Gobierno». Con aquella decisión, el presidente George W. Bush y todo el Congreso quedaban suspendidos de sus funciones y bajo “protección” militar.
El «Gobierno de Continuidad»
El presidente Bush fue conducido a una base aérea en Nebraska, donde ya estaban — desde la noche anterior— todos los jefes de empresas que ocupaban los pisos superiores de las Torres Gemelas, mientras que todos los miembros del Congreso habían sido concentrados en el megabúnker de Greenbrier. El Poder quedó así en manos del «Gobierno de Continuidad», que se hallaba en otro megabúnker — el llamado «Complejo R» de Raven Rock Mountain. El Poder no fue devuelto a los civiles hasta el final de aquel día.
¿Quiénes eran los miembros de aquel «Gobierno de Continuidad» y qué hicieron durante el tiempo que asumieron el Poder? Todavía no se sabe. Los miembros del Congreso que plantearon esa interrogante nunca pudieron organizar una audiencia para aclararlo.
Fue un golpe de Estado
El protocolo que se aplicó aquel día había sido concebido por el presidente Eisenhower en momentos en que se temía una guerra nuclear y partiendo del principio que si perecían él — el presidente de Estados Unidos—, los presidentes del Senado y de la Cámara de Representantes, así como la mayoría de los miembros del Congreso, o sea ya en ausencia de los poderes constitucionales, los militares tendrían lógicamente que asumir la continuidad del gobierno. Pero, el 11 de septiembre de 2001 no sucedió absolutamente nada de eso.
En otras palabras, fue un golpe de Estado. Pero eso no fue todo.
Hechos sin comprobar
— Hasta el día de hoy, no existe todavía nada que demuestre que los 19 individuos designados como “secuestradores aéreos” estuvieron realmente a bordo de los aviones secuestrados. Esas personas ni siquiera aparecían en las lista de pasajeros que las compañías aéreas publicaron aquel mismo día. Los videos que muestran a esos “secuestradores aéreos” no fueron grabados en Nueva York sino en otros aeropuertos donde estuvieron en tránsito.
— Hasta el día de hoy, no existe ninguna prueba de que las 35 comunicaciones telefónicas con pasajeros que se hallaban en los aviones secuestrados hayan existido realmente. Lo mismo sucede con la conversación telefónica atribuida a un pasajero que supuestamente atacó a los secuestradores del vuelo UA 93 y con la conversación telefónica que el Procurador General, Theodore Olson, decía haber sostenido con su esposa, quien viajaba en el vuelo AA 77. Por el contrario, el FBI especificó que los aviones secuestrados no tenían teléfonos incorporados en los asientos de los pasajeros y que dichos pasajeros habrían tenido que utilizar sus propios teléfonos celulares… que en aquella época no funcionaban a más de 5 000 pies de altitud. Además, en las listas de comunicaciones proporcionadas por las compañías telefónicas no aparecía ninguna de las comunicaciones mencionadas — ni siquiera la que reportó el Procurador General Olson.
— Hasta el día de hoy, no existe ninguna explicación física que permita entender el derrumbe vertical (sobre sí mismas) de las Torres Gemelas del World Trade y de un tercer edificio de aquel complejo. Las Torres Gemelas recibieron cada una el impacto de un avión, sin que eso las derribara. Según la versión oficial, el combustible de los aviones ardió y el fuego fundió las vigas verticales que sostenían las dos torres, lo cual explicaría su derrumbe.
Sin embargo, nadie explica las explosiones laterales que reportaron los bomberos y que se ven en numerosas imágenes filmadas. Nadie explica tampoco la presencia de vigas verticales seccionadas —no fundidas. Tanto las explosiones como la presencia de vigas seccionadas indican la existencia de una demolición no accidental sino controlada. Y las fotos de verdaderas “piscinas” de acero fundido tomadas por los bomberos y las fotos de la FEMA que muestran cómo se derritió la roca sobre la cual estaban construidos los cimientos, son inexplicables según la versión oficial.
— Hasta el día de hoy, no existe ninguna prueba de que un avión de pasajeros se haya estrellado contra el Pentágono, no existen ni fotos o vídeo que lo muestren. Al día siguiente de los atentados, los bomberos explicaron en una conferencia de prensa que no habían encontrado allí nada proveniente de un avión. Lo que sí se sabe es que el 11 de septiembre de 2001, al ser informado por su estado mayor de que un satélite ruso había observado un tiro de misil desde un navío estadounidense posicionado frente a Washington hacia el Pentágono, el presidente ruso Vladimir Putin trató de comunicarse con el presidente George W. Bush. Pero no pudo hacerlo, no porque hubiese dificultades con las redes telefónicas sino porque George Bush hijo había sido despojado temporalmente de todas sus prerrogativas y funciones presidenciales.
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