Hipocresía Blanca: la Guerra Contra la Drogas, dinero para el Norte, muertos para el Sur

La narrativa estadunidense, los “Buenos del Norte” vs. los “Malos del Sur”, sobre el ingreso y la comercialización de drogas ilegales en su territorio —las “legales” son su propio negocio—, es risible y simplista. Al tapar el sol con un dedo, omite que el beneficiario intocable de esta tragedia habita el propio “core” del Imperio, cuya gran lavandería ha servido para salvar al otro muro, ese que está al sur de la isla de Manhattan. La ecuación ha sido devastadora: plata para el Norte, muertos para el Sur.

Por Alexandr Mondragón y Wilder Buleje

Desde hace mucho, inclusive antes del regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, la versión gringa sobre la guerra contra las drogas —naturales y sintéticas— solo apunta a los productores y comercializadores instalados al Sur del Río Grande y Asia. Los responsables de que los drogadictos norteamericanos accedan a la cocaína o el fentanilo son los cárteles mexicanos y las mafias chinas, respectivamente. Es el argumento que uno puede ver en la teleserie “El Señor de los Cielos”, y no es casual porque su producción es, acorde al análisis del Matrixmo, un forma de inducir en la mente de la gente una narrativa artificial sobre el narcotráfico, donde el Norte es el “bueno” y el Sur es el “malo”. Pero eso sucede cuando no pueden controlar todo el negocio.

¿Y la marihuana?
Pero cuando el “norte” lo puede controlar todo —como un recordatorio a los “patriotas blancos”— no hay que olvidar que hasta principios de este siglo la marihuana producida en el sur era ilegal, pero como ahora —al ser producida en su propio territorio, incluso hasta en los jardines de las casas— al ser legal en 21 estados de la Unión y el negocio lo manejan ellos, con réditos de impuestos para los gobiernos que lo promocionan, ya no resulta ningún problema para los capitalistas del Norte. Solo son “ilegales” lo que no pagan impuestos. Es más, el 16 de mayo del 2024, el gobierno de Estados Unidos propuso formalmente reclasificar a la marihuana como una droga de bajo riesgo. ¿Acaso Trump ha anunciado una “guerra contra la marihuana” en su propio país? Hipocresía al por mayor.

La gobernadora de Nueva York, Kathy Hochul, habla de tomar medidas enérgicas contra las tiendas de cannabis que no tengan licencias del estado, el 22 de junio de 2023. El cartel dice “Fortaleciendo Nuestra industria de Marihuana”. Foto: NYGO

Es decir, según la narrativa elaborada en los centros de manipulación mediática del Norte, los capos mexicanos de la droga lograron establecer en el territorio de los Estados Unidos centros de acopio y de comercialización, sin ayuda de nadie. Ellos son autónomos y, presuntamente, realizan el trasiego de cocaína y fentanilo con absoluta independencia. Por lo tanto: Son los únicos malos.
En esta narrativa del Matrixmo —para sorpresa de Barry Seal, el piloto estadounidense que fue uno de los principales traficantes de droga del cártel de Medellín, luego informante de la Administración para el Control de Drogas (DEA) y operativo de la CIA— ningún grupo delincuencial estadunidense participa en este multibillonario tráfico y el blanqueo del dinero —a pesar de la múltiples evidencias de que los grandes bancos y el propio Wall Street son enormes lavanderías y beneficiarios directos de este “big business”.

La “lavandería” de Wall Street
Hace quince años el entonces jefe de Drogas y Crimen de la ONU, Mario Costa, admitió que el dinero de los traficantes de drogas salvó a la banca de la crisis de Wall Street del 2008. En ese entonces, como lo reveló el diario inglés The Guardian, él reconoció que alrededor de 350 mil millones de dólares de la comercialización de la droga, fueron incorporados al sistema financiero mundial. Así, la liquidez de los narcos siempre tendrá alfombra roja en los bancos, como la calurosa bienvenida que le dio en la selva colombiana Raúl Reyes, encargado de finanzas de las FARC, a Richard Grasso, por entonces presidente de la New York Stock Exchange en Wall Street, en junio de 1999 (ver aquí y aquí).

Los Intocables de Wall Street
Otra perlita más. En 2010, Michael Smith, en Bloomberg News, detalló las operaciones de Wachovia Bank con dinero procedente del narcotráfico y la retorcida respuesta del gobierno estadounidense.
“Ningún gran banco estadounidense… ha sido acusado nunca de violar la Ley de Secreto Bancario ni ninguna otra ley federal. En su lugar, el Departamento de Justicia resuelve los cargos penales mediante acuerdos de enjuiciamiento diferido, en los que un banco paga una multa y promete no volver a infringir la ley… . Los grandes bancos están protegidos de las acusaciones por una variante de la teoría del ‘demasiado grande para quebrar’. Acusar a un gran banco podría desencadenar una carrera alocada de los inversores para deshacerse de sus acciones y provocar el pánico en los mercados financieros”, escribió Smith.
Wachovia fue adquirido por Wells Fargo a finales de 2008, en plena crisis financiera. La pena impuesta al banco por blanquear más de 380,000 millones de dólares procedentes del narcotráfico fue la promesa de no volver a hacerlo nunca más (como una palmadita en la mano) y una multa de 160 millones de dólares, apenas un mordisco de sus oscuras ganancias.

Con los chinos no se meten
Algo similar ocurre con el fentanilo. Las mafias chinas consiguieron penetrar el territorio norteamericano sin oposición alguna. En sociedad con los carteles mexicanos, internan grandes volúmenes de esa droga sintética y la venden tan sigilosamente, que pasan desapercibidos para la mirada de los vigilantes del Imperio del Norte. En la nación donde opera el servicio de inteligencia más poderoso y numeroso del mundo, con lo último de la tecnología, con el cual pueden detectar hasta el suspiro de sus propios ciudadanos, los paqueteros pasan por debajo de la línea del radar, como las ratas en el metro de la Ciudad de Nueva York. Increíble.
Aun así, volviendo a la narrativa de los “buenos” y los “malos” —como las películas de viejo oeste— el presidente Trump, al inicio de su segundo mandato y con gran fanfarria egomaniaca, decidió declarar como “terroristas” a los carteles mexicanos que manejan ese tráfico y con ello amenazar con entrar a territorio extranjero, como Perico en su casa, y acabar con esas organizaciones. Sin embargo —más allá de que, en ese caso, los yanquis serían los “invasores” y los mexicanos los “invadidos” — para hacer semejante barrabasada, el Don debería obtener la aprobación del Congreso de EE.UU., algo que por ahora se ve dudoso. Aunque el gandalla del barrio ya demostró que le vale madre lo que diga o piense el resto: El Emperador es la Ley.
Pero claro está, en este caso una actuación militar estadunidense solo aplicará contra México, porque contra China no habrá forma de hacerla realidad. A menos que quiera retar al dragón asiático con un conflicto militar a escala nuclear. El Gandalla solo se hace el maloso de la boca para afuera. Pero con México, visto como un chihuahua por el pitbull, podría ser factible —aunque tal vez solo sea el vuelo de algunos aviones espías al sur del Río Bravo, como sucedió recientemente para picarle el ojo a la Sra. Claudia, o el arresto de traficantes menores— y con eso bastará para entretener a la audiencia de su país, haciéndole creer que la batalla contra las drogas va en serio por mandato del sobreviviente designado por Dios en Pensilvania.

Como una herramienta de extorsión
Sin embargo, esa guerra contra los cárteles será otro bluff gigantesco. No se trata de que sean inexistentes. Al contrario, tienen vida y realizan sus actividades ilegales cometiendo delito tras delito. Empero, no existe voluntad de terminar con ellos… desde la era del recordado “Patrón del Mal”, otro personaje de los teledramas del Matrixmo para inyectar en la psiquis de las masas que los malos solo viven en el Sur.
Trump solo quiere la excusa para ridiculizar a la presidenta Claudia Sheinbaum y presionarla —o, mejor dicho, extorsionarla, que es la característica de los matones— para que acepte los términos geopolíticos que Washington necesita en estas circunstancias: No cederle más concesiones a China en territorio azteca —como la construcción de un Canal hipermoderno, que deje al de Panamá como un Canal secundario. El Don no los quiere cerca de su frontera ni que se aprovechen de los tratados comerciales de esa región y menos aún como terminales de las Rutas de las Seda Transoceánicas. El magnate del peluquín sabe muy bien de lo que son capaces los chinos. Tiene el misil hipersónico de DeepSeek fresco en la memoria y el Megapuerto de Chancay, en Perú, inaugurado (unos días después de su elección) por el propio Mandarín X, en el otrora “Patio Trasero” del Norte.

Sembríos “Made in USA”
Pero en toda esta historia de la guerra contra las drogas, hay otra historia monumental que no tiene espacio en la narrativa oficial: El hecho de que fueron los propios laboratorio de la inteligencia estadounidense (ver aquí y aquí) quienes sembraron las primeras semillas del consumo de drogas a gran escala, en su propia sociedad. Ocurrió en Woodstock 1969, cuando regalaron LSD como caramelos a los jóvenes rebeldes que protestaban contra la guerra de Vietnam. Pero mucho antes ya habían sembrado el Crack en los barrios pobres de New York City (NYC), vía la mafia italiana. Desde entonces y en la actualidad, quienes cayeron en las garras de la adicción se quedaron ahí y se seguirán quedando hasta que una muerte piadosa o dolorosa los borre de este mundo. No tienen salida y solo son valorados por el dinero que tienen que conseguir para seguir alimentando el circuito del tráfico ilegal.

Las drogas “legales”
Y aquí tampoco hay que olvidar —más allá de la marihuana que la puede comprar sin asomo de la policía en tienditas de NYC— las drogas legales, vía los fármacos fabricados por la Big Pharma y hechos en base al opio —los medicamentos opioides—, que los galenos los recetan como golosinas, es otra epidemia de la cual los elegidos por Dios no dicen ni pío, es otro gran negocio intocable porque sus dueños son intocables ya que están muy por encima del poder político y comparten el mismo reino.
Así, los grandes operadores de la droga y lavadores en Estados Unidos, esos que ni Trump ni ningún presidente estadunidense nombrará —ni antes, ni ahora, ni nunca— porque están dentro del poder mismo y son los verdaderos administradores del negocio, mantendrán esta actividad hasta el fin de los tiempos. Sus conexiones con las diversas fuentes de poder político y militar en su país los hace invulnerables, invisibles y sobre todo milmillonariamente poderosos. Son tan grandes como la “Mano Invisible… detrás de la mano de Dios”

“Pan, circo y drogas”
Los diversos capos mexicanos seguirán siendo perseguidos, asesinados, apresados, extraditados, en un show interminable de la llamada “Guerra contra el Narcotráfico”, operativa desde la década de los 1980’s y vigente en la psiquis del populacho vía las serie de Netflix y streaming similares. Los grandes mayoristas y lavadores de la droga en Estados Unidos gozarán de excelente salud y mejores condiciones para seguir operando, porque es una extensión de: “Pan, circo y drogas”.
Los narcotraficantes mexicanos serán la coartada perfecta para que la maquinaria ilegal e irrastreable de Estados Unidos siga funcionando sin complicaciones. Es una maravilla ser narcotraficante en un país desarrollado. Tiene enormes ventajas. La culpa se la echan a los “otros”, como siempre, vía el Matrixmo de las teleseries y el orwelliano Ministerio de la Propaganda.
Más al Sur, la historia se repite con los carteles colombianos, las firmas peruanas y los traficantes bolivianos de clorohidrato de cocaína. Quien quiera ir por su cuenta ya sabe que terminará en una prisión gringa. La extradición funciona para los rebeldes y la muerte para los reincidentes.

Dinero para el Norte, muertos para el Sur
Finalmente, para agregar pus a la herida, la propia Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos de Estados Unidos estima que anualmente se trafican ilegalmente hacia México alrededor de 200,000 armas —alrededor del 74% de las armas que usan los carteles mexicanos para darse en la madre entre ellos mismos y dentro de territorio azteca— son de procedencia Made in USA. Dinero para el Norte, muertos para el Sur.
El gobierno mexicano ha llevado este problema a los tribunales estadounidenses. Ya veremos que dice o hace la justicia del Tío Samuel, siempre dispuesta a defender los intereses de sus compatriotas, más aún si es la industria de las armas. Mientras tanto, el Don no dice nada al respecto. Jamás lo dirá, porque el negocio de las armas hacia el Sur es un anexo del Complejo-Industrial-Militar, intocable, como JFK lo demostró con su muerte.
El narcotráfico es un mundo de valor —porque en el Capitalismo de Consumo, hasta una suspiro tiene precio. Todo aquel o aquello que alimente la maquinaria de las drogas es útil, como bien lo supo Barry Seal. Caso contrario la fecha de expiración es instantánea, porque en este “business” el lema “The money talk. The bullshit walk”, es la ley que impera.

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